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viernes, 30 de septiembre de 2022

30 de septiembre. San Jerónimo, confesor y docto de la Iglesia

 


30 de septiembre. San Jerónimo, confesor y docto de la Iglesia

Jerónimo, hijo de Eusebio, nació en Stridón (Dalmacia) en tiempo del emperador Constancio, y fue bautizado de adolescente en Roma, e instruido en las ciencias liberales en la escuela de Donato y de otros sabios. Por el deseo de conocimientos recorrió las Galias, teniendo relación con algunos varones versados en las Sagradas Escrituras, y transcribió varios de sus libros. Luego fue a Grecia donde, estando ya instruido en filosofía y retórica, se perfeccionó más con la amistad de ilustres teólogos. Fue discípulo predilecto de Gregorio Nazianceno, en Constantinopla, al cual debe, según propia confesión, su ciencia escriturística. Visitó luego, por devoción, los lugares de la infancia de nuestro Señor Jesucristo, y toda la Palestina. Este viaje le puso en relación con hebreos eruditos, sirviéndole de mucho, según él declara, para penetrar en el sentido de la sagrada Escritura.

Se retiró después a un desierto de Siria, dedicándose cuatro años al estudio de los libros sagrados y a meditar sobre la felicidad del cielo, mortificándose con abstinencias y maceraciones corporales y derramando lágrimas. Ordenado sacerdote por Paulino, Obispo de Antioquía, pasó a Roma, para tratar con el Papa Dámaso de las diferencias habidas entre algunos obispos de Paulino y Epifanio, y fue secretario del Papa en su correspondencia. Deseoso de volver a la soledad, regresó a Palestina, donde en el monasterio fundado en Belén, donde nació nuestro Señor Jesucristo, por Paula, noble matrona romana, adoptó un género de vida celestial. A pesar de las varias enfermedades y dolencias que le afligían, se sobreponía, entregándose a devotas ocupaciones y a la lectura y a la composición de sus escritos.

Acudían a él de todos los lugares, para la explicación de las cuestiones relativas a las sagradas Escrituras. Le consultaban con frecuencia sobre los pasajes más difíciles de los Libros sagrados el Papa Dámaso y San Agustín, fiados en su erudición, y en su dominio del latín, del griego, del hebreo y del caldeo, y en el conocimiento que tenía por sus lecturas, según atestigua San Agustín, de las obras de casi todos los escritores. Combatió a los herejes con escritos enérgicos, y se atrajo siempre el favor de los fervientes ortodoxos. Tradujo el Antiguo Testamento del hebreo al latín; corrigió, por orden de Dámaso, el Nuevo Testamento conforme a los manuscritos griegos, y comentó parte del mismo. Vertió al latín los escritos de multitud de sabios, e ilustró las ciencias cristianas con otras obras suyas. Llegado a una edad muy avanzada, siendo ilustre por su santidad y sabiduría, voló al cielo, en tiempo de Honorio. Sepultado primero en Belén, fue después trasladado a Roma, a la basílica de Santa María la Mayor.


Oremos.

Oh Dios, que para exponer las sagradas Escrituras te dignaste proporcionar a la Iglesia, como Doctor máximo, al bienaventurado Jerónimo, tu Confesor; haz, te rogamos, que, secundados por sus méritos, podamos practicar, con tu auxilio, lo que él enseñó de palabra y con las obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.

 

LA VIRGEN MARÍA RECIBIÓ TODAS LAS GRACIAS. San Jerónimo

CRISTO DESCONOCE EL DÍA DEL JUICIO EN PROVECHO NUESTRO. San Jerónimo

 

LA FE EN LA LEY CORROBORÓ LA FE EN EL EVANGELIO. San Jerónimo

JUAN APARECIÓ: NUESTRO DIOS EXISTÍA. San Jerónimo

CRISTO TIENE POR ESPOSA A LA IGLESIA, YO SOY SIMPLEMENTE EL AMIGO DEL ESPOSO. San Jerónimo

SÉ QUE EL VERBO SE HIZO CARNE. San Jerónimo

ENTRE EL ESTIÉRCOL NACE PARA LEVANTAR A QUIENES EN EL ESTIÉRCOL SE ENCONTRABAN. San Jerónimo

PAZ A QUIENES RECIBEN A CRISTO RECIÉN NACIDO. San Jerónimo

VEÍA A SU HIJO, PERO ERA EL HIJO DE DIOS. San Jerónimo

HOY NOS NACE EL SOL DE JUSTICIA. San JErónimo

EL EXCELSO DIOS, QUE DURANTE TANTO TIEMPO TRONÓ EN LOS CIELOS SIN SALVARNOS, AHORA QUE DEJA OÍR SUS VAGIDOS NOS TRAE LA SALVACIÓN. San Jerónimo

El clamor del corazón. San Jerónimo

LA FE, HUMILDAD Y PRUDENCIA DEL CENTURIÓN. San Jerónimo

LA LUZ BROTÓ PARA LOS RECTOS DE CORAZÓN. San Jerónimo

TODOS POR IGUAL RECIBEN EL PREMIO. San Jerónimo

ESTE SEMBRADOR QUE SIEMBRA ES EL HIJO DE DIOS. San Jerónimo

 

EL SEÑOR LAVA EL ERROR DE LOS OJOS DEL CIEGO. San Jerónimo

VUESTRAS ARMAS SON LOS AYUNOS, VUESTRA LUCHA ES LA HUMILDAD. San Jerónimo

Cuando leo el Evangelio y descubro allí el testimonio de la ley y los profetas, pongo mi atención solamente en Cristo. San Jerónimo

 

SU CARNE FUE TENTADA Y VENCE, Y EN ELLA VENCEMOS NOSOTROS. San Jerónimo

Se habían hecho dignos de la solicitud del Señor. San Jerónimo

EL NO CONOCIÓ PECADO. San Jerónimo

Cristo es la única voz: a él alaban, a él aclaman al unísono. San Jerónimo

Esa carne que posees es parte de mi carne, por tanto, sal del hombre. San Jerónimo

Tomad primero los pies del Salvador, lavadlos con vuestras lágrimas, secadlos con vuestros cabellos. San Jerónimo

POR LA PUERTA ENTRARÁN LOS JUSTOS. San Jerónimo

Sobre la sepultura del Señor. San Jerónimo

EL SEÑOR DE LAS VENGANZAS ACTÚO. San Jerónimo

LOS APOSTOLES NECESITABAN PURIFICACIÓN. San Jerónimo

CRISTO FUE CRUCIFICADO PARA REINAR. San Jerónimo

COMEREMOS LOS PANES AZIMOS DE LA SINCERIDAD. San Jerónimo

ESTE ES EL DÍA. San Jerónimo

LA SANTIDAD, SEÑOR, HERMOSEA TU CASA. San Jerónimo

EL CLAMOR DEL CORAZÓN. San Jerónimo

Los astros nos sirven a nosotros, y nosotros no servimos al Señor. San Jerónimo

EL ESPÍRITU SANTO. San Jerónimo

NOSOTROS CREEMOS EN LA TRINIDAD. San Jerónimo

DICHOSO QUIEN PENETRA EN LA SUSTANCIA DE ESE TRIGO. San Jerónimo

TENGAMOS HAMBRE DE CRISTO. San Jerónimo

EL SALVADOR SALE A NUESTRO ENCUENTRO. San Jerónimo

La fe verdadera no conoce intervalo; tan pronto se oye, cree, sigue. San Jerónimo

NO HAY SEGURIDAD EN EL EVANGELIO, SINO ESTÁ CONFIRMADO POR PEDRO. San JErónimo

CUANDO EL ESPÍRITU ESTÁ O NO ESTÁ EN NOSOTROS. San Jerónimo

NO TENÍA FRUTOS, PORQUE NO ESTABA EN EL CAMINO, SINO JUNTO AL CAMINO. San Jerónimo

SI VOSOTROS OS PORTÁIS DE TAL MANERA, MERECÉIS EL REINO DE LOS CIELOS. San Jerónimo

NADIE SE LE OPUSO, NADIE SE ATREVIÓ A ENFRENTÁRSELE, NADIE SE ATREVIÓ A RESISTIR AL HIJO, QUE DEFENDÍA A SU PADRE DE LA INJURIA. San Jerónimo

PREPAREMOS UN TABERNÁCULO PARA EL SEÑOR. San Jerónimo

Quien tenga soberbia, en vano posee las demás virtudes. San Jerónimo

IMITEMOS MEJORES EJEMPLOS. San Jerónimo

DESATA EL SEÑOR LA LENGUA, PARA QUE PRONUNCIE LA BUENA PALABRA. Pseudo-Jerónimo

NO OFREZCAS A CRISTO ÚNICAMENTE DINERO, SINO QUE TE OFREZCAS A TI MISMO. San Jerónimo

MANTIENE SU ANTIGUO NOMBRE, PARA QUE SE MANIFIESTE EL PODER DE DIOS. San JErónimo

'¡CUANTO MÁS LOS HOMBRES! San Jerónimo

LO BREVE Y CADUCO ABRA PASO A LO ETERNO. San Jerónimo

PARA LOS QUE AMAN NO HAY NADA DURO. San JErónimo

SOPORTARÉ RESIGNADO MIS SUFRIMIENTOS, PARA QUE SE ME CONCEDA LA GLORIA FUTURA. San Jerónimo

CON TODO EL ARDOR DEL ALMA. San Jerónimo

LOS ANGELES CUSTODIOS. San Jerónimo

LO LLAMA HIJO. San Jerónimo

HERMANOS DEL SEÑOR POR AFECTO. San Jerónimo

LA BLASFEMIA IRREMISIBLE. San Jerónimo

ENTONCES EL REY QUEDARÁ PRENDADO DE TU BELLEZA. San Jerónimo

LAS BIENAVENTURANZAS. Comentario de san Jerónimo

NOS SOSTIENE EL CONSUELO DE QUE EN BREVE VEREMOS A AQUELLOS POR QUIENES LLORAMOS. San Jerónimo

QUE NOS TOQUE TAMBIÉN A NOSOTROS JESÚS Y ECHAREMOS A ANDAR. San Jerónimo

FUE LLENA DE GRACIA. San Jerónimo

TOMEMOS, PUES, NOSOTROS, LAS PLUMAS DE LA PALOMA, A FIN DE QUE VOLANDO A LAS COSAS MÁS ALTAS PODAMOS HABITAR EN LAS RAMAS DE ESE ÁRBOL, COLOCAR NUESTROS NIDOS EN LAS VERDADES, Y HUYENDO DE LA TIERRA SUBIR CON PRONTITUD AL CIELO. San Jerónimo

CREERÁN LOS JUDÍOS, POR TANTO, PERO CREERÁN AL FIN DEL MUNDO. San Jerónimo

martes, 7 de diciembre de 2021

FUE LLENA DE GRACIA. San Jerónimo

 

8 de diciembre

 INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Lecciones del II Nocturno de Maitines

Sermón de San Jerónimo, Presbítero.
De la Asunción de la Bienaventurada Virgen María.

Las cualidades y la grandeza de la bienaventurada Virgen María, nos las declaró el Ángel cuando dijo: “Ave, llena de gracia; el Señor es contigo, y bendita Tú eres entre todas las mujeres”. Debía poseer la plenitud de la gracia, aquella que dio gloria a los cielos y el Señor a la tierra, aquella que hizo brillar la paz, que dio la fe a las naciones, que puso un término a los vicios, que dio una regla a la vida y una disciplina a las costumbres. Fue, en efecto llena de gracia, porque María la recibió plenamente, mientras a los demás se concede parcialmente. Fue, en verdad, llena de gracia, porque si la gracia estaba en los santos Padres y en los Profetas, no la poseían plenamente; pero María recibió todas las gracias que se hallan en Cristo, aunque de una manera diferente. Por esto el Ángel le dijo: “Eres bendita entre todas las mujeres”; es decir, bendita más que todas las mujeres. Y por esto todas las maldiciones que Eva trajo fueron borradas por la bendición de María. A ella se dirigen las alabanzas de Salomón en el Cantar de los Cantares: “Ven, paloma mía, inmaculada mía; ya ha pasado el invierno y ha cesado la lluvia”, y añade: “Ven del Líbano, ven y serás coronada”.

Con razón es invitaba a bajar del Líbano, ya que Líbano significa blancura refulgente. María refulgía en méritos y en virtudes innumerables, era más blanca que la nieve más pura. Llena de los dones del Espíritu Santo, muestra en todo la simplicidad de la paloma, porque la pureza y la simplicidad están en todo cuanto obra; todo en ella es verdad y gracia, todo es misericordia y justicia, y justicia celestial; ella es inmaculada, porque en ella no hay mancha alguna. Concibió un hombre en su seno, como lo atestigua Jeremías, sin perder su virginidad. “El Señor, dice este Profeta, ha creado un nuevo prodigio sobre la tierra: una mujer circundará a un hombre”. Novedad inaudita, novedad de las virtudes, la más excelente de todas las novedades: Dios, al cual el mundo no puede contener, y al cual nadie puede ver sin morir, entra en el seno de una Virgen, como en un asilo santo, sin ser prisionero de este cuerpo, y en él, no obstante, está contenido entero, y de él sale, como dice Ezequías, cerradas las puertas. Por esto canta el Cantar de los Cantares refiriéndolo a María: “Jardín cerrado, fuente sellada, manantial de delicias del paraíso”. Verdadero jardín de delicias que reúne toda especie de flores y todos los perfumes de las virtudes; tan bien cerrado que ni la violencia ni la astucia pueden forzar su entrada: fuente sellada con el sello de toda la Trinidad.

domingo, 22 de noviembre de 2020

CREERÁN LOS JUDÍOS, POR TANTO, PERO CREERÁN AL FIN DEL MUNDO. San Jerónimo

ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Comentario al Evangelio de san Jerónimo

Alguien podrá decir: ¿dónde se lee esto de que todo Israel será salvo? En primer lugar lo dice el mismo apóstol: «Cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, entonces todo Israel será salvo.» Después, también Juan en su Apocalipsis dice: de la tribu de Judá habrá doce mil creyentes, de la tribu de Rubén doce mil creyentes, y del mismo modo habla de las restantes tribus; suman en total ciento cuarenta y cuatro mil todos los creyentes. De ahí que también a propósito del salmo ciento cuarenta y cuatro, que es alfabético, se discuta sobre este número. Si Israel hubiese creído, nuestro Señor no hubiese sido crucificado, y si nuestro Señor no hubiese sido crucificado, la multitud de los gentiles no se hubiese salvado. Creerán los judíos, por tanto, pero creerán al fin del mundo. No era tiempo para que creyeran en la cruz. Si hubiesen creído, el Señor no hubiese sido crucificado. No era tiempo para que creyeran. Su infidelidad es nuestra fe, su ruina nuestra elevación. No era el tiempo de ellos, para que fuera nuestro tiempo. Hemos dicho que creerán al fin del mundo, al interpretar este texto: «porque aún no era tiempo (de higos)». Pero esto es lo que viene a continuación: «Le dice el Señor: nunca jamás comerá ya nadie fruto de ti.» Si los judíos han de creer, ¿cómo es que ninguno de ellos comerá frutos? El Señor no habla del tiempo futuro, no se refiere a la eternidad, sino al tiempo presente. En definitiva, lo que dice es esto: en el tiempo presente no creerás, pero cuando haya pasado este tiempo, entonces creerás. Creerás, no en el humilde, sino en el que reina, y mirarás al que atravesaste. Por tanto, en el tiempo presente nadie comerá fruto de ti, pero sí en el tiempo futuro.

domingo, 15 de noviembre de 2020

TOMEMOS, PUES, NOSOTROS, LAS PLUMAS DE LA PALOMA, A FIN DE QUE VOLANDO A LAS COSAS MÁS ALTAS PODAMOS HABITAR EN LAS RAMAS DE ESE ÁRBOL, COLOCAR NUESTROS NIDOS EN LAS VERDADES, Y HUYENDO DE LA TIERRA SUBIR CON PRONTITUD AL CIELO. San Jerónimo

 

 COMENTARIO AL EVANGELIO

VI domingo después de Epifanía transferido

San Jerónimo

«Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo.» Se entiende por reino de los cielos la predicación del Evangelio y el conocimiento de las Escrituras que conduce a la vida, sobre la cual se dice a los judíos: «Se os quitará el reino de Dios» (Mt 21,43); semejante es, pues, este reino de los cielos al grano de mostaza.

Entienden muchos por el hombre que sembró en su campo al Salvador, que es quien siembra en las almas de los fieles; otros dicen que es el hombre mismo el que siembra en su campo, es decir, en su corazón. ¿Y quién es ése que siembra, sino nuestros sentimientos y nuestra alma? Porque ésta recibe el grano de la predicación, aumenta la simiente con el riego de la fe, y la fecunda en el campo de su pecho.

Sigue: «Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.» La predicación del Evangelio es la menor de todas las enseñanzas, porque no tiene a primera vista el aspecto de la verdad, predicando a un hombre Dios, a un Dios muerto, y el escándalo de la cruz. Comparad semejante doctrina con los dogmas de los filósofos, con el brillo de su elocuencia y con el arte tan estudiado de sus discursos y veréis cómo efectivamente es menor que las demás simientes la predicación del Evangelio.

Cuando se han desarrollado los dogmas de los filósofos, no presentan ni energía ni vitalidad alguna, sino que todos ellos son débiles y macilentos y producen legumbres y yerbas que pronto se desecan y mueren. Pero la predicación del Evangelio (que al principio parecía cosa de poca importancia), bien se la considere en las almas de los fieles, bien se la mire en todo el mundo, no se levanta en legumbres, sino que crece en un árbol, de suerte que las aves del cielo, es decir, las almas de los fieles o las virtudes, que combaten por el servicio de Dios, vienen y habitan sobre sus ramas. Por eso sigue: «se hace un árbol de manera que las aves del cielo vienen y anidan entre sus ramas». Yo pienso que por los ramos del árbol evangélico que crecieron del grano de mostaza debe entenderse la variedad de dogmas, sobre los cuales descansan la multitud de aves de que acabamos de hablar. Tomemos, pues, nosotros, las plumas de la paloma, a fin de que volando a las cosas más altas podamos habitar en las ramas de ese árbol, colocar nuestros nidos en las verdades, y huyendo de la tierra subir con prontitud al cielo.

Me parece que la «la mujer» que toma el fermento y lo esconde, representa la predicación apostólica, o la Iglesia formada de diversas naciones. Ella toma el «fermento», es decir, la inteligencia de las Escrituras, y lo esconde en las «tres medidas de harina»: el espíritu, el alma y el cuerpo, a fin de que, reducidos a la unidad, no haya divergencia entre ellos. O de otra manera. Leemos en Platón, que en el alma hay tres facultades: la parte racional, la parte irascible y la concupiscencia. Y nosotros, si hemos recibido la levadura del Evangelio, poseemos la prudencia en la razón; en la ira el odio contra los vicios; en la concupiscencia el deseo de las virtudes, y todo esto es resultado de la doctrina evangélica que nos dio nuestra madre la Iglesia. Diré también la interpretación que dan algunos. Dicen que la referida mujer figura la Iglesia que mezcla la fe del hombre con las tres medidas de harina, es decir, la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; y cuando toda esta fe ha fermentado, nos encontramos no con tres creencias en Dios, sino con una sola y en un solo Dios. Esta es a la verdad una interpretación piadosa, pero nunca estas interpretaciones dudosas y parábolas pueden servir de punto de apoyo para probar los dogmas.

 

domingo, 8 de noviembre de 2020

QUE NOS TOQUE TAMBIÉN A NOSOTROS JESÚS Y ECHAREMOS A ANDAR. San Jerónimo

 

DOMINGO XXIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Comentario al Evangelio

San Jerónimo

¿Quién me ha tocado?, pregunta, mirando en derredor, para descubrir a la que lo había hecho. ¿No sabía el Señor quién lo había tocado? Entonces, ¿por qué preguntaba por ella? Lo hacía como quien lo sabe, pero quiere ponerlo de manifiesto. Y la mujer, llena de temor y temblorosa, conociendo lo que en ella había sucedido... etc.  Si no hubiese preguntado y hubiese dicho: ¿Quién me ha tocado?, nadie hubiera sabido que se había realizado un signo. Habrían podido decir: no ha hecho ningún signo, sino que se jacta y habla para gloriarse. Por ello pregunta, para que aquella mujer confiese y Dios sea glorificado.

Y se postró ante él y le dijo toda la verdad. Observad los pasos, ved el progreso. Mientras padecía flujo de sangre, no había podido venir ante él: fue sanada y vino ante él. Y se postró a sus pies. Todavía no osaba mirarle a la cara: apenas ha sido curada, le basta con tener sus pies. «Y le dijo toda la verdad». Cristo es la verdad. Y como había sido curada por la verdad, confesó la verdad.

Y él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado» La que así había creído digna es de ser llamada hija. La multitud, que lo apretuja, no puede ser llamada hija, mas esta mujer, que cae a sus pies y confiesa, merece recibir el nombre de hija. «Tu fe te ha salvado». Observad la humildad: es él mismo el que sana y lo refiere a la fe de ella. «Tu fe te ha salvado».

Tu fe te ha sanado: vete en paz. Antes de que creyeses en Salomón, esto es, en el pacífico, no tenias paz, ahora, sin embargo, vete en paz. «Yo he vencido al mundo». Puedes estar segura de que tienes la paz, porque ha sido sanado el pueblo de los gentiles. Llegan de casa del jefe de la sinagoga, diciendo: «Tu hija ha muerto: ¿por qué molestar más al maestro?». Resucitó la Iglesia y murió la sinagoga. Aunque la niña había muerto, le dice, no obstante, el Señor al jefe de la sinagoga: No temas, ten sólo fe. Digamos también nosotros hoy a la sinagoga, digamos a los judíos: ha muerto la hija del jefe de la sinagoga, mas creed y resucitará.

No permitió que nadie le siguiera más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Alguien podría preguntar, diciendo: ¿por qué son siempre elegidos estos tres, y los demás son dejados aparte? Pues también cuando se transfiguró en el monte, tomó consigo a estos tres. Así, pues, son tres los elegidos: Pedro, Santiago y Juan. En primer lugar, en este número se esconde el misterio de la Trinidad, por lo que este número es santo de por sí. Pues también Jacob, según el Antiguo Testamento, puso tres varas en los abrevaderos. Y está escrito en otro lugar: «El esparto triple no se rompe». Por tanto, es elegido Pedro, sobre el que ha sido fundada la Iglesia, Santiago, el primero entre los apóstoles que fue coronado con el martirio, y Juan, que es el comienzo de la virginidad. Y llegó a la casa del jefe de la sinagoga y vio un alboroto y unas lloronas plañideras. Incluso hoy sigue habiendo alboroto en la sinagoga. Aunque afirmen que cantan los salmos de David, su canto, sin embargo, es llanto.

Y entrando les dice: ¿Por qué estáis turbados y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme. Es decir, la niña, que ha muerto para vosotros, vive para mí: para vosotros está muerta, para mí duerme. Y el que duerme puede ser despertado.

Y se burlaban de él. Pues no creían que la hija del jefe de la sinagoga pudiera ser resucitada por Jesús.

Pero él, echando a todos fuera, tomó consigo al padre y a la madre de la niña 16. Dirijámonos a los santos varones, que realizan signos, a quienes el Señor les concedió ciertos poderes. He aquí que Cristo, cuando iba a resucitar a la hija del jefe de la sinagoga, echa fuera a todos, para que no pareciera que lo hacia por jactancia. Así, pues, habiendo echado a todos, él tomó consigo al padre y a la madre de la niña. E incluso a ellos les hubiera echado probablemente, si no hubiera sido por consideración a su amor de padres, para que vieran a su hija resucitada

Y entra donde estaba la niña, y tomándola de la mano.. etc. En primer lugar tomó su mano, sanó sus obras y de este modo la resucitó. Entonces se cumplió verdaderamente esto: «Cuando haya entrado la plenitud de las naciones, entonces todo Israel será salvo. Dice, pues, Jesús: Talitha kum que significa: Niña, levántate para mí '. Si hubiera dicho: «Talitha kum», significarla: «Niña, levántate», pero como dijo «Talitha kumi», esto significa, tanto en lengua siria como en lengua hebrea: «Niña, levántate para mí». «Kumi» significa: «Levántate para mí». Observad, pues, el misterio de la misma lengua hebrea y siria. Es como si dijese: niña, que debías ser madre, por tu infidelidad continúas siendo niña. Lo que podemos expresar de este otro modo: porque vas a renacer, serás llamada niña. «Niña, levántate para mí», o sea, no por tu propio mérito, sino por mi gracia. Levántate, por tanto, para mí, porque serás curada por tus virtudes.

Y al instante se levantó la niña y echó a andar. Que nos toque también a nosotros Jesús y echaremos a andar. Aunque seamos paralíticos, aunque poseamos malas obras y no podamos andar, aunque estemos acostados en el lecho de nuestros pecados y de nuestro cuerpo, si nos toca Jesús, al instante quedaremos curados. La suegra de Pedro estaba dominada por las fiebres: la tocó Jesús y se levantó, e inmediatamente se puso a servirle. Ved qué diferencia. Aquella es tocada, se levanta, y se pone a servir, a ésta le basta sólo andar.

Y quedaron fuera de sí, presos de gran estupor, y les mandó insistentemente que callaran y que no lo dijeran a nadie. ¿Veis el motivo, por el que había echado a la turba para realizar los signos? Les mandó—y no solo les mandó, sino que además les mandó insistentemente—que nadie lo supiera. Mandó a los tres apóstoles, y mandó también a los padres que nadie lo supiera. Lo mandó el Señor a todos, más la niña, que resucitó, no puede callar.

Y dijo que le dieran de comer: para que la resucitada no se tomara por un fantasma. Él mismo también, por este motivo, después de su resurrección comió del pescado y de la miel, «Y dijo que le dieran de comer». Te pido, Señor, que también a nosotros, que estamos tendidos, nos tomes de la mano, nos levantes del lecho de nuestros pecados y nos hagas caminar. Y cuando caminemos, manda que nos den de comer; estando yacentes, no podemos hacerlo. Si no nos levantamos, no somos capaces de recibir el cuerpo de Cristo. A Él la gloria, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.