Mostrando entradas con la etiqueta jornadas a Belén 2024. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta jornadas a Belén 2024. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de diciembre de 2024

NOVENA JORNADA. CONFIANZA EN DIOS. NOVENA DE NAVIDAD

JORNADA NOVENA

Por la señal de la Santa Cruz, etc.

 

Acto de contrición

¡Señor y Dios mío! Humildemente postrado a tus divinos pies, te pido perdón por mis repetidas infidelidades, y auxiliado de tu santa gracia, te ofrezco no recaer en ellas. Llena, Señor, mi corazón de un verdadero dolor de haberte ofendido y mis ojos de lágrimas que laven mis culpas y sean en tu presencia prendas seguras de mi perfecta contrición. Haz que nunca me aparte de ti en la vida para que me recibas como hijo tuyo en la hora de la muerte y consiga verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

MEDITACIÓN

CONFIANZA EN DIOS

 

La lluvia ha cesado pero el viento silva en los viejos paredones y sacude sin piedad las ramas de yedra y plantas parásitas que se arraigan en ellos. Un profundo silencio reina en el establo donde los santos esposos han hallado refugio contra las inclemencias del tiempo y la ingratitud de los hombres.

¡Pero cuan inmensa es la confianza en Dios que alientan sus dichosas almas! A Él se entregaron cuando salieron de Nazareth y la mano poderosa del Eterno no les ha desamparado ni un momento en su penoso viaje. Verdad es que han sufrido, pero ¿no son las amarguras el crisol donde se prueba el oro de la verdadera virtud? En las mayores angustias sus corazones han confiado en su padre Omnipotente y este les ha enviado cuantos socorros y consuelos necesitaban y como premio a su constancia y a su fe, en esta noche va a entregarles a su Hijo Unigénito, velado en la tierra en forma de inocente niño para redimir al mundo del pecado de Adán.

Es la media noche: el viento se ha llevado las nubes y las estrellas centellean en el firmamento como magníficos brillantes. Una luz suave ilumina el establo y Jesús viene al mundo. María y José, deshechos sus corazones en los afectos del más tierno amor, adoran humildemente al Mesías prometido y se extasían contemplándole; la Virgen madre envuelve al divino niño que se estremece de frío en los dobles pliegues de su larga toca de lino y le coloca suavemente en el pesebre templado con el aliento del buey. Jesús les sonríe y es imposible pintar la dicha que inunda sus almas; rendidos le ofrecen sus corazones, único presente que pueden hacerle en su pobreza, y el Verbo eterno acepta aquella ofrenda como la más preciosa a sus ojos.

La luz de la hoguera palidece al resplandor de gloria que circunda a Jesús; cantos de ángeles acompañados de las arpas de oro de los serafines, llenan el espacio de celestiales armonías: perfumes desconocidos flotan en el aire y ya se percibe a lo lejos rumor de pasos y de voces. Son los pastores que advertidos por un ángel, vienen a adorar al recién nacido y a ofrecerle humildes presentes de su amor.

¡Cuán dichosa acaba para María y José aquella noche que tan triste empezó! ¡Cómo ha premiado el Eterno la confianza que tenían en Él entregando a Jesús a su vigilante guarda y amorosa ternura! Le tienen en sus brazos hermoso como jamás lo fueron los hijos de los hombres, rodeado de los ángeles que entonan sus alabanzas y adorado de pastores. ¿No están bien compensadas las penas que han sufrido, con un solo instante de esta felicidad?

También a nosotros, peregrinos en este valle de lágrimas, nos ofrece la misericordia del Eterno, no la dicha de un día, sino eternidad venturosa si cumplimos sus mandatos y confiamos en él. También nos brinda con la adorable presencia de su Hijo Unigénito, y ¿de qué modo correspondemos hoy a estas finezas? ¿Dónde está nuestra confianza en Dios? ¿Dónde las virtudes que debemos tener? Agobiados por el peso de nuestras culpas, rebeldes y desconfiados siempre, ¿no haremos jamás un generoso esfuerzo para vencer el mal que nos pierde y practicar el bien que ha de salvarnos?

 

ORACIÓN

¡Señor! Venimos a ti como sedientos a la fuente, y como enfermos al médico soberano que ha de devolvernos la salud. Confiamos en ti que eres nuestro único remedio, no desoigas las súplicas que te dirigimos y danos de los tesoros de tu gracia todo lo que necesitan nuestras almas para servirte fielmente en la tierra y alabarte eternamente en el cielo. Amén.

 

ORACIÓN

¡Dichosa y Santísima Virgen María, cuya confianza en Dios fue tanta, que ni un instante de tu vida careciste de tan perfumada flor en la corona de tus méritos! Por el glorioso premio que recibisteis, con el nacimiento del Hijo de Dios y tuyo, sé nuestra intercesora ante el trono de la Santísima Trinidad, para que, poseyendo todas las virtudes, que practicaste en tus penosas jornadas a Belén, en compañía de tu santo esposo, merezcamos verte y alabarte en la patria celestial. Amén.

 

Tres Ave Marías

Aquí pedirá cada uno a la Santísima Virgen la gracia que desea conseguir.

 

Oración para todos los días

¡Oh, Dios mío! A ti acudo tan lleno de imperfecciones, tan rendido al grave peso de mis pecados, que apenas me atrevo a implorar tu piedad. Hijo soy, aunque ingrato, y tú, Padre de misericordia, tenla de mí y sea mi intercesora para conseguirla la purísima Virgen María, amparo y refugio de los míseros pecadores. Haz que la meditación de estas santas jornadas llene mi corazón de las virtudes que me enseñan y que, así como la reina de los ángeles y el Santo Patriarca José las anduvieron venciendo peligros, incomodidades y toda clase de sufrimientos: así yo venza en la jornada de mi vida todos los obstáculos que el enemigo de las almas ponga a la mía, y llegue a verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

***

domingo, 22 de diciembre de 2024

JORNADA OCTAVA. RESIGNACIÓN. NOVENA DE NAVIDAD.

JORNADA OCTAVA

Por la señal de la Santa Cruz, etc.

 

Acto de contrición

¡Señor y Dios mío! Humildemente postrado a tus divinos pies, te pido perdón por mis repetidas infidelidades, y auxiliado de tu santa gracia, te ofrezco no recaer en ellas. Llena, Señor, mi corazón de un verdadero dolor de haberte ofendido y mis ojos de lágrimas que laven mis culpas y sean en tu presencia prendas seguras de mi perfecta contrición. Haz que nunca me aparte de ti en la vida para que me recibas como hijo tuyo en la hora de la muerte y consiga verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

MEDITACIÓN

RESIGNACIÓN

 

Todo el pueblo han reconocido María y José y ni una casa hospitalaria han encontrado. Las fuerzas del alma no les faltan, pero las del cuerpo se van agotando y nada les permite esperar ni un instante de reposo. La noche adelanta medrosa y fría, una lluvia helada se desprende sin cesar del cielo negro y sombrío como la conciencia del pecador: cuando deja de llover menudos copos de nieve juegan en el espacio y cubren los caminos con su manto de intachable blancura. Están a un extremo de Belén, a su vista se extiende una dilatada campiña, ¿dónde irán?

¡Cuánta resignación hay en ellos! Ni un suspiro de impaciencia, ni una palabra de queja: José ruega por María, la santísima Virgen suplica por todas las criaturas. Apenas cambian algunas palabras, tan embebidos se hallan en sus pensamientos. Mas de pronto advierten que se hallan muy lejos de Belén, el resplandor de las luces y el murmullo de las fiestas apenas se percibe. José se detiene: ¿dónde estamos? Exclama. ¿Cómo seguir sin conocer el terreno? “El Señor nos guía” responde la Virgen Madre, “caminemos sin temor”.

Y continúan su marcha por un camino estrecho y áspero hasta que el fulgor de una hoguera medio consumida les hace detenerse.

Se hallan en unas ruinas, mudos testigos de pasadas grandezas. El transcurso de los siglos ha destruido la soberbia obra de los hombres y solo recuerdan sus maravillas los trozos de columnas que se ven por todos lados. En un pequeño espacio algo mejor conservado que el resto del edificio, han formado los pastores un establo para resguardar del frío un buey y una mula que pastan tranquilamente un montón de heno fresco, pero ¿dónde están los guardianes del ganado? No aparecen: sin duda han preferido pasar la velada en el pueblo y disfrutar de la animación que reina en él. María y José dan gracias al Señor por el asilo que les proporciona y se acogen a él con tanta alegría como si fuera el más cómodo y delicioso palacio. José reúne leña, aviva el fuego y una alegre luz ilumina el establo. María arrodillada en el húmedo pavimento, se extasía en ferviente oración y los ángeles la contemplan llenos de amor y de respeto a la vez. ¿Qué es más admirable en los santos esposos? Difícil sería poderlo decir. ¡Cuánta no debe ser nuestra confusión al mirar este divino modelo! ¿En qué procuramos resignarnos con nuestra suerte? ¿No queremos al contrario que todas las circunstancias de la vida se amolden a nuestros deseos?

 

ORACIÓN

¡Dios poderoso que nos mandas tener resignación, para hacer frente con ella a las angustias y contrariedades que el mundo ofrece! Alienta nuestras almas para que se resignen gustosas a cumplir tu santa voluntad y merecer el premio que das en la vida eterna a los que perseveran fieles a ti hasta el fin de sus días. Amén.

 

 

 

ORACIÓN

¡Virgen amorosa, que tienes por único amparo abandonadas ruinas, y sin embargo resignada y dichosa alabas a Dios en ellas! Ruégale por los que te invocan con verdadero amor y confianza; llena nuestras almas del santo temor de Dios para que nunca le ofenda, antes bien le sirvan de continuo entre los hombres, para alabarle por una eternidad entre los ángeles. Amén.

 

Tres Ave Marías

Aquí pedirá cada uno a la Santísima Virgen la gracia que desea conseguir.

 

Oración para todos los días

¡Oh, Dios mío! A ti acudo tan lleno de imperfecciones, tan rendido al grave peso de mis pecados, que apenas me atrevo a implorar tu piedad. Hijo soy, aunque ingrato, y tú, Padre de misericordia, tenla de mí y sea mi intercesora para conseguirla la purísima Virgen María, amparo y refugio de los míseros pecadores. Haz que la meditación de estas santas jornadas llene mi corazón de las virtudes que me enseñan y que, así como la reina de los ángeles y el Santo Patriarca José las anduvieron venciendo peligros, incomodidades y toda clase de sufrimientos: así yo venza en la jornada de mi vida todos los obstáculos que el enemigo de las almas ponga a la mía, y llegue a verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

***

sábado, 21 de diciembre de 2024

JORNADA SÉPTIMA. PERDÓN DE LAS INJURIAS. NOVENA DE NAVIDAD

JORNADA SÉPTIMA

Por la señal de la Santa Cruz, etc.

 

Acto de contrición

¡Señor y Dios mío! Humildemente postrado a tus divinos pies, te pido perdón por mis repetidas infidelidades, y auxiliado de tu santa gracia, te ofrezco no recaer en ellas. Llena, Señor, mi corazón de un verdadero dolor de haberte ofendido y mis ojos de lágrimas que laven mis culpas y sean en tu presencia prendas seguras de mi perfecta contrición. Haz que nunca me aparte de ti en la vida para que me recibas como hijo tuyo en la hora de la muerte y consiga verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

MEDITACIÓN

PERDÓN DE LAS INJURIAS

 

Las últimas tintas del crepúsculo luchan con las sombras de la noche, cuando transidos de frio y rendidos de cansancio llegan María y José á Belén de Judá. ¡Pero que animación se nota por todas partes! Las caravanas llegan de continuo; las voces de los esclavos, el relincho de los corceles y sus impacientes pisadas se unen a los templados acordes de los instrumentos con que algunos músicos ambulantes, procuran atraer la atención de los viajeros ricos para alcanzar socorro. Las mujeres se deslizan de sus engalanadas monturas, y rodeadas de esclavas caminan perezosamente a lograr el anhelado descanso. Todas las puertas están abiertas y el interior de las casas resplandece iluminado con inmensas hogueras donde se preparan abundantes comidas. Soldados y esclavos ríen y cantan procurando secar sus trajes al calor de las llamas, y en medio de esta población bulliciosa y risueña, María y José vagan sin encontrar una mirada amiga, ni escuchar una palabra que les dé consuelo. Venciendo la dulce timidez que tanto mérito les da, se aproximan a una hermosa casa, cuyo dueño, aunque la tiene llena de viajeros, está en el umbral ansioso porque lleguen más. José ruega humildemente que les permita pasar allí la noche, y el avariento hombre, mirándolos con tanta sorpresa como enojo, responde: En mi casa no hay lugar para los mendigos; marchaos. Los santos esposos se alejan y llegan a otra; apenas les dejan acabar la petición, las injurias más groseras son la única respuesta que reciben. Los esclavo11 hacen coro con sus risas brutales, y las benditas criaturas se apartan de aquel otro hogar, tristes pero resignadas y puesta su esperanza solo en Dios. Doquiera escuchan cánticos de alegría y el choque de las copas en los festines; perciben el resplandor de las hogueras, y no pueden detenerse junto a ellas parar reanimar sus ateridos miembros. Llenos de una ardiente caridad por los mismo que les escarnecen y maltratan, piden a Dios perdón para aquellos desdichados, y llenan sus almas de los divinos consuelos que envía el Altísimo, caminan a la ventura, por una población que les es completamente desconocida.

¿En qué imitamos la santa conducta de los benditos nazarenos? ¿Cómo nos portamos cuando la injuria más ligera viene a humillar nuestro orgullo? ¿Le dominamos alguna vez? ¿No tenemos un amargo placer en devolver insultos por insultos, calumnias por calumnias, y desaires por desaires? ¿Y nos llamamos cristianos? ¿Y pretendemos ser hijos de María, cuando en nada imitamos sus virtudes? ¿Hasta cuándo ha de durar en nosotros este delirio de soberbia?

 

ORACIÓN

Señor, por mucho que te pidamos ser humildes, nunca será demasiado; porque es inmensa la necesidad que tenemos de reprimir la terrible hoguera del amor propio, que trata siempre de aniquilar todas nuestras buenas resoluciones. Tú solo puedes ayudarnos a vencerla, hazlo, Señor, por la sangre preciosa que vertió en la cruz tu Hijo, nuestro Redentor Jesús. Amén.

 

 

 

ORACIÓN

¡Oh, dulce Madre mía! Que andabas suplicante por Belén, sin hallar consuelo en tu desamparo; ten piedad de nosotros porque la soberbia nos ciega hasta el externo de culpar de ingratos a los que no te recibían en sus hogares sin conocerte, cuando nosotros que te damos el dulce nombre de Madre, tenemos el corazón más cerrado a tus divinas inspiraciones que las casas de Belén lo estuvieron para hospedarte. Haz, Señora que te imitemos en perdonar las injurias y que las suframos gustosos en nombre de las que tan injustamente recibiste. Amén.

 

Tres Ave Marías

Aquí pedirá cada uno a la Santísima Virgen la gracia que desea conseguir.

 

Oración para todos los días

¡Oh, Dios mío! A ti acudo tan lleno de imperfecciones, tan rendido al grave peso de mis pecados, que apenas me atrevo a implorar tu piedad. Hijo soy, aunque ingrato, y tú, Padre de misericordia, tenla de mí y sea mi intercesora para conseguirla la purísima Virgen María, amparo y refugio de los míseros pecadores. Haz que la meditación de estas santas jornadas llene mi corazón de las virtudes que me enseñan y que, así como la reina de los ángeles y el Santo Patriarca José las anduvieron venciendo peligros, incomodidades y toda clase de sufrimientos: así yo venza en la jornada de mi vida todos los obstáculos que el enemigo de las almas ponga a la mía, y llegue a verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

***

viernes, 20 de diciembre de 2024

JORNADA SEXTA. FORTALEZA. NOVENA DE NAVIDAD

JORNADA SEXTA

Por la señal de la Santa Cruz, etc.

 

Acto de contrición

¡Señor y Dios mío! Humildemente postrado a tus divinos pies, te pido perdón por mis repetidas infidelidades, y auxiliado de tu santa gracia, te ofrezco no recaer en ellas. Llena, Señor, mi corazón de un verdadero dolor de haberte ofendido y mis ojos de lágrimas que laven mis culpas y sean en tu presencia prendas seguras de mi perfecta contrición. Haz que nunca me aparte de ti en la vida para que me recibas como hijo tuyo en la hora de la muerte y consiga verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

MEDITACIÓN

FORTALEZA

 

Tranquilos y animados salen María y José del pueblo donde tan ingratos han sido para ellos. La fortaleza de sus almas no se abate con los contratiempos de la vida, las injusticias de los hombres, ni el cansancio de las jornadas. José suspira algunas veces al ver la imposibilidad en que se halla, de proporcionar alivio ni descanso a su paciente compañera; pero una dulce palabra de María disipa las nubes de su alma, como una brisa llena de perfumes orea la frente del trabajador fatigado y se lleva en sus alas todas las inquietudes que le atormentan.

Fuertes con la fortaleza que da el Señor, caminan sin cesar, evitando los peligros que les rodean por todas partes, recibiendo con humilde gratitud el pan, las frutas y la leche, con que les brindan compasivos pastores, sirviéndoles de asilo los bosques de palmeras y sicomoros, las ruinas abandonadas, las cabañas más humildes: de día oran caminando, de noche se entregan a la oración y suspiran sus dichosas almas por el pronto cumplimiento de las divinas promesas.

A medida que se aproximan a Jerusalén, aumenta el número de viajeros como el agua de los arroyos que durante las lluvias del invierno bajan de las montañas, convertidos en bulliciosos torrentes: de todos los lados se divisan mujeres ricamente vestidas y velados sus rostros, montadas en hermosos camellos, cubiertos enteramente con mantas de finísima lana, bordadas a toda costa en Damasco y Alepo. Los hombres montan con orgullo sus magníficos corceles, y se entregan a mil distracciones para hacer más llevadero el cansancio de la marcha. El polvo forma espesas nubes que medio ocultan a María y a José, en quienes nadie repara por su pobre aspecto. ¡Cuál hubiera sido la admiración de todos, si penetraran el altísimo misterio, que precisamente se realizaba entones! Pocos días faltaban para que aquella tierna y hermosa Virgen, tan desconocida y olvidada por todos, meciera en sus brazos y arrullara con maternal amor, al Redentor del mundo prometido a los hombres desde el pecado de Adán.

¡Cuánto debe admirarnos y conmovernos la fortaleza de ánimo de María y José en la difícil empresa que habían acometido! ¡Ellos tan fuertes y nosotros tan débiles! ¿Dónde está el valor que necesitamos? ¿Seremos siempre tímidos como niños para seguir la senda del bien y cumplir la voluntad del Señor?

 

ORACIÓN

Señor, que ves nuestra miseria y debilidad, danos una santa fortaleza, para resistir las penas de la vida, las tentaciones del enemigo, las contrariedades que nos rodean y el desaliento que continuamente nos amenaza. Nada podemos solos, pero todo lo esperamos de tu divina gracia, por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo y los eficaces auxilios del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN

¡Virgen divina! Cuya fortaleza es tanta que, desde el primer instante de tu inmaculada concepción, humillaste para siempre la orgullosa cabeza del arcángel rebelde, ya que tus ruegos son tan poderosos para conseguir gracias del Eterno, sé Abogada de la humildad de quienes te hiciste madre al pie de la Cruz. Débil y ciega corre el abismo que amenaza sepultarla, hazla fuerte para la lucha que tienen que sostener y que imite el ejemplo que le das. Amén.

 

Tres Ave Marías

Aquí pedirá cada uno a la Santísima Virgen la gracia que desea conseguir.

 

Oración para todos los días

¡Oh, Dios mío! A ti acudo tan lleno de imperfecciones, tan rendido al grave peso de mis pecados, que apenas me atrevo a implorar tu piedad. Hijo soy, aunque ingrato, y tú, Padre de misericordia, tenla de mí y sea mi intercesora para conseguirla la purísima Virgen María, amparo y refugio de los míseros pecadores. Haz que la meditación de estas santas jornadas llene mi corazón de las virtudes que me enseñan y que, así como la reina de los ángeles y el Santo Patriarca José las anduvieron venciendo peligros, incomodidades y toda clase de sufrimientos: así yo venza en la jornada de mi vida todos los obstáculos que el enemigo de las almas ponga a la mía, y llegue a verte y alabarte en el cielo. Amén.

 

***