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domingo, 12 de septiembre de 2021

DE LA DESHONESTIDAD. San Alfonso María de Ligorio

 


DE LA DESHONESTIDAD

POR SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Ecce homo quidam hydropicus erat ante illum.

«Y he aquí que se puso delante de Él un hombre hidrópico».

(Luc. XIV, 2)

El hombre deshonesto es semejante al hidrópico, que cuanto más bebe, más acosado se ve  de la sed; pues lo mismo es el maldito vicio de la deshonestidad, la cual no se sacia jamás, como dice Santo Tomás de Villanueva: Sicut hudropicus, cuanto magis abundant humore, tanto amplius sitit; sic fluctus carnalium voluptatum. Por tanto, suministrándome asunto el Evangelio de hoy para hablaros de este vicio, os haré ver en el presente discurso:

Punto 1º: El engaño de los que dicen que el pecado de la deshonestidad merece algún disimulo.

Punto 2º: El engaño de los que dicen, que este pecado lo tolera Dios y no lo castiga.

Punto 1

Engaño de los que dicen que el pecado de la deshonestidad merece algún disimulo.

1. Dice el hombre deshonesto, que este pecado es digno de disimulo, aunque todos conocen su fealdad y le detestan. El sólo no la ve ni la conoce, semejante al animal inmundo, como dice San Pedro, que se revuelca en el cieno: Sus lota in volutabro luti. (Petr. II, 22). Dime tú, pecador deshonesto, que hablas de ese modo, ¿me negarás, acaso, que el pecado de la deshonestidad es culpa grave? Si me lo niegas, eres un hereje declarado, puesto que dice San Pablo, que ni los fornicarios, ni los adúlteros, ni los afeminados han de poseer el reino de Dios (I. Cor. VI, 9 et 10). Y si es pecado mortal, y no despreciable, lo mismo que el hurto, la murmuración, la infracción del ayuno y los demás pecados mortales; ¿cómo te atreves a decir que es poco importante? ¿Acaso te parece poco importante un pecado mortal? ¿Crees que es cosa de poca importancia despreciar la gracia de Dios, volverle las espaldas y perder su amistad por un breve placer, propio de bestias?

2. El angélico doctor Santo Tomás escribe, que el pecado mortal contiene en sí una malicia infinita, por ser un desprecio que se hace a un Dios infinito. ¿Y dirás, tú, hombre deshonesto, que un pecado mortal es de poca importancia? Antes digo yo, que es una culpa tan grave, que si todos los ángeles y todos los santos, los apóstoles, los mártires y la misma Madre de Dios, ofreciesen todos sus méritos en satisfacción de un sólo pecado mortal, no serían suficientes para satisfacer por él, puesto que esta satisfacción sería finita y la ofensa es infinita, porque hace relación a un Dios infinito. En verdad os digo, que el odio que tiene Dios al pecado de obscenidad, es gravísimo. Si una dama halla un cabello en su plato, no come aquél día por las náuseas que le produce. Dios, pues, que es la misma santidad y la misma pureza, ¿con cuánto horror mirará la deshonestidad licenciosa, prohibida por la santa ley? Sabemos que Él ama infinitamente la pureza, y por consiguiente, que aborrece en la misma proporción la sensualidad.

3. Dice Santo Tomás, que Lucifer, que se cree fue el mismo demonio que tentó a Jesucristo en el desierto, le quiso inducir a otros pecados; pero tuvo a menos inducirle al pecado de la deshonestidad. Digan los deshonestos enhorabuena, que este vicio merece disimulo; más yo les pregunto ¿es disimulable, que un hombre que tiene una alma racional, enriquecida por Dios con tantas gracias, se haga por este pecado semejante a las bestias? ¿No se hace por él indigno de la redención y de la misericordia de Dios? Sobre todo; ¿no infringe, abandonándose a este vicio; el sexto precepto del Decálogo, que nos prohíbe todo acto deshonesto? Dice San Jerónimo (in Oseam. c. 4): «La fornicación y la deshonestidad trastornan los sentidos y convierten al hombre en un bruto». En el deshonesto se verifica más propiamente aquella sentencia de David, cuando asegura que el hombre se ha igualado con los insensatos jumentos y se ha hecho como otro de ellos. Decía San Jerónimo, que no hay cosa más vil y despreciable que dejarse el hombre vencer de la carne. ¿Será también cosa de poca importancia olvidarse el hombre de Dios y desterrarle de su alma, por dar un goce pasajero al cuerpo, goce de que se avergüenza el propio pecador luego de que pasó? De este pecado se lamenta el Señor cuando dice por Ezequiel (XXIII, 35) a los hombres deshonestos: «Os habéis olvidado de mí, y me habéis pospuesto a vuestro cuerpo». Y Santo Tomás, en el capítulo XXXI sobre Job, dice: que todo vicio hace al hombre enemigo de Dios, especialmente el vicio de la deshonestidad.

4. Añadamos a lo dicho, que este pecado llega a ser un mal inmenso por la felicidad con que se toma fuerzas y se multiplica. Un blasfemo no blasfema siempre, sino sólo cuando se embriaga de furor y encoleriza. Un ladrón no roba todos los días, sino solamente cuando se presenta ocasión. Un asesino, cuyo oficio es matar a sus semejantes, comete, cuando más, ocho a diez asesinatos. Pero el deshonesto es un torrente continuo de pecados, de pensamientos, de palabras, de miradas, de tentaciones; de manera, que si va a confesarse, no puede explicar el número de pecados que ha cometido. A los que adolecen de este vicio les presenta el demonio los objetos obscenos, no solamente como están despiertos, sino también mientras duermen, para que consientan en el pecado cuando despierten. Y cuando ellos se hicieron esclavos ya del demonio, le obedecen y consienten fácilmente. La razón de esto es, porque en este pecado es fácil contraer el mal hábito; pues a los otros vicios de blasfemar, de quitar la fama al prójimo y de matar, no está inclinado el hombre; pero a éste le inclina la misma naturaleza. Por esto dice Santo Tomás, que ningún pecador se halla tan dispuesto a despreciar a Dios, como el hombre deshonesto, que le desprecia y le vuelve las espaldas en cuantas ocasiones se le presentan. <este pecado arrastra, además, a otros crímenes, que causan infamia a quienes los comete, como los hurtos, los odios, los homicidios y la ostentación del mismo vicio. y es más odioso todavía por el escándalo que da al prójimo. Los otros crímenes, como la blasfemia, el homicidio y el perjurio, generalmente causan horror; la deshonestidad, empero los atrae y les hace caer en la red, porque son de carne y están inclinados a ese vicio por naturaleza.

5. Escribe San Cipriano, que por este vicio triunfa el demonio de todo el hombre, es decir, del cuerpo y del alma. Triunfa de la memoria, porque hace que recuerde ciertos placeres para deleitarse el entendimiento, haciéndole desear las ocasiones de pecar. Triunfa de la voluntad, moviéndola a amar la deshonestidad como su último fin, y como si no hubiese Dios. El santo Job tenía horror a ese vicio, que decía: «Hice pactos con mis ojos de ni siquiera pensar en una virgen; porque de otra suerte, ¿que comunicación tendría conmigo desde arriba Dios, ni que parte me daría el Todopoderoso de su celestial herencia?». San Gregorio escribe, que de la deshonestidad nace la ceguedad del alma, el odio de Dios, y la desesperación de la vida eterna. (San Greg. Mor. lib. 13). Y San Agustín hablando del deshonesto, dice: que aunque él envejezca, no envejece el vicio. Y por esto afirma Santo Tomás: que de ningún pecado se alegra tanto el demonio, como de la impureza; porque a ningún pecado está tan inclinada la naturaleza como a éste; de suerte que el apetito no puede saciarse. ¿Y todavía diréis, hombres deshonestos, que es disimulable este vicio? Yo os aseguro que no hablaréis así a la hora de la muerte. Entonces cada pecado de impureza os parecerá un monstruo salido del Infierno. Y mucho menos hablaréis de este modo ante el tribunal de Jesucristo, que os responderá con estas palabras del Apóstol: «Ningún impúdico será heredero del reino de Cristo» (Ephes. v, 5). Y en verdad, no es digno de habitar con los ángeles quien quiso vivir como los brutos.

6. Pidamos siempre a Dios, amados oyentes míos, que nos libre de este vicio, porque de otro modo perecerán nuestras almas. El vicio de la impureza lleva en sí mismo la obcecación y la obstinación. Todos los vicios hacen al hombre duro e insensible, pero más que todos ellos la deshonestidad. Por eso dice Oseas en el capítulo IV vers. 11, que la deshonestidad, el vino y la embriaguez quitan  el buen sentido. Y Santo Tomás afirma, que el deshonesto no vive razonablemente. Si el que adolece de este vicio, pues, pierde la luz y no ve que obra mal, ¿como puede detestar su culpa y enmendarse? Dice también el profeta Oseas, que a los obscenos, porque están dominados del espíritu de la fornicación, ni aún les ocurre la idea de convertirse a su Dios, sino que le desconocen. Acerca de este vicio escribe San Lorenzo Justiniani, que por la delectación de la carne nos olvidamos de Dios. Y San Juan Damasceno escribe igualmente que el hombre carnal no puede ver la luz de la verdad. De ahí es, que el hombre impuro no conoce lo que significa ya la gracia de Dios, Juicio, Infierno ni Eternidad. He aquí porque unos algunos impúdicos, obcecados ya con el vicio, se atreven a decir que la fornicación con las mujeres libres no es pecado, puesto que no lo era, según ellos dicen, en la ley antigua; y citan a Oseas cuando le dijo Dios: Anda, cásate con una mujer ramera y ten hijos de ramera: Vade, sume tibi uxorem fornicationemet fac tibi filios fornicationum (Oseæ. I, 2) Más este es un error que les sugiere su ciega pasión; porque la fornicación siempre fue pecado, así en la ley antigua, como en la nueva. ¿Y que resulta de estas cavilaciones sutiles para convertir el vicio en virtud? que sus confesiones son nulas, porque las hacen sin verdadero dolor. ¿Y cómo pueden tener dolor, si no conocen ni detestan sus pecados?

7. Lleva además consigo este vicio la obstinación y dureza de corazón. Para no ser vencido por las tentaciones deshonestas debemos recurrir a la oración como nos lo encarga el Señor: Vigilate et orate, ut non intretis in tentationem (Marc. XXIV, 38) Más ¿cómo ha de pedir a Dios el hombre deshonesto que le libre de ta tentación, cuándo él mismo está buscando las ocasiones de ser tentado; y tal vez se abstiene de pedir esto, temiendo ser oído y sanado de este vicio, que desea que dure arraigado en su alma, como confesaba el mismo San Agustín? Temía -dice- no me oyeses y me sanases presto del vicio de la concupiscencia, el cual quería más ver saciado que extinguido. (San Aug. Conf. lib. 8 cap. 7). San Pedro llamó a este vicio pecado continuo, con respecto a la obstinación con que se arraiga en el alma. (II. Petr. II, 14). Algunos dicen: Yo siempre me acuso de este vicio en la confesión. Esto es lo peor, porque tornando siempre al pecado, es señal que no le detestan. Si ellos creyesen que este pecado les puede conducir al Infierno, difícilmente dirían: yo no quiero dejarle, y no importa que me condene. Pero el demonio les engaña: Cometedle, les dice, que después os confesaréis. Más, para que la confesión sea buena, es necesario el arrepentimiento de corazón y el propósito de la enmienda. Y ¿en donde, pregunto yo, está el arrepentimiento y el propósito de aquél pecador deshonesto que vuelve todos los días al vómito? ¿Que importa que siempre lo confiese, si siempre vuelve a pecar, manifestándose así, que se confiesa por mera ceremonia? Si tuviese verdadero dolor y hubiese recibido la gracia de las confesiones anteriores, no reincidiría tan brevemente. Si siempre recae el vicioso a los ocho, a los diez días, o quizás antes, ¿que señal os parece que es esta? Es señal de que siempre ha vivido en pecado mortal. Cuando un enfermo vomita presto los remedios que toma, es señal de que la enfermedad es incurable.

8. Dice San Jerónimo, que el vicio deshonesto, cuando ha llegado a ser habitual en alguno, solamente termina en el Infierno. Los impúdicos son semejantes a los buitres, que prefieren dejarse matar por los cazadores antes que abandonar los podridos cadáveres de que se están alimentando. Esto hizo una joven como refiere el P. Segneri (Crist. Istr. Rag. 24, n. 10) la cual, después de haber tenido trato deshonesto con un joven, cayó en una enfermedad y daba muestras de haberse arrepentido, pidiendo al confesor licencia para llamar al joven, con el fin de exhortarle de mudar de vida a vista de su muerte. El confesor, poco prudente, se la concedió y le indicó lo que debía decirle cuando llegase. pero oid lo que sucedió. Cuando la desgraciada le vió a su lado, se olvidó de la promesa hecha al confesor, y lo que debía decir al joven. Se sentó en la cama, extendió los brazos  hacia él y luego le dijo: Amigo siempre te he amado, y te amo ahora mismo que me voy a morir; veo que me voy al Infierno por ti, pero no me importa condenarme por tu amor. Dicho esto cayó sobre el lecho y expiró. Muy difícil es que se enmiende, y se convierta de corazón a Dios, y que no vaya al Infierno, como esta joven desgraciada, quien se ha entregado habitualmente a este vicio.

Punto 2

Engaño de los que dicen que este pecado lo disimula Dios

9. Dicen los hombres deshonestos, que Dios disimula este pecado, cuando, por el contrario, afirma Santo Tomás de Villanueva; que ningún pecado castiga a Dios con tanto rigor como el de la deshonestidad. Por este pecado leemos en las santas Escrituras, haber enviado Dios un diluvio de fuego sobre las cuatro ciudades de Pentápolis, que abrasó en un momento, no solamente a los hombres, sino hasta las piedras. Y San Pedro Damián refiere, que un hombre y una mujer que estaban pecando, fueron hallados abrasados por el fuego, y negros como el carbón.

10. El diluvio universal fue también ocasionado por este vicio. Abriéronse las cataratas del cielo, y estuvo lloviendo cuarenta días y cuarenta noches, de manera, wue las aguas se elevaron quince codos sobre los montes más altos para castigar este vicio. En castigo de este desorden quiso Dios, que solamente se salvasen ocho personas en el arca de Noé, y que todas las demás pereciesen. Pero reflexionad sobre las palabras de Dios antes de imponer al mundo el castigo por este pecado: «No permanecerá mi espíritu en el hombre para siempre, porque es muy carnal» (Gen. VI, 3); como si dijera: porque está inclinado a la carne, y se deja llevar de sus desordenados apetitos. La cólera de Dios no es como la del hombre, que turba el espíritu y le induce a cometer excesos; sino que es un juicio justo y tranquilo, en el cual el rigor de la pena es proporcionado a la grandeza de la culpa. Y para que nosotros entendiésemos cuanto aborrece Dios la deshonestidad, añadió: que le pesaba haber creado al hombre que tanto le ofendía con este vicio.

11. Según San Remigio pocos de los adultos se salvan a causa de este vicio, solamente están libres de él los niños. En confirmación de estas palabras del santo, tuvo revelación una alma santa, que así como la soberbia llenó el Infierno de demonios, así también la deshonestidad le llena de hombres. Y la razón que de esto da San Isidoro, es: porque ningún otro pecado hace a los hombres tan esclavos del demonio como la impureza. Y por lo mismo, observa San Agustín, que la lucha es general, y la victoria de muy pocos: Communis est pugna et rara victoria.

12. Cuanto acabo de decir, oyentes míos, no lo he dicho para que desesperen de su salvación los deshonestos que se hallen entre vosotros, sino para que procuren sanar de su enfermedad. Tratemos ahora, pues, de los remedios que hay para sanar el vicio de la impureza. Dos son los principales: la oración y la fuga de las ocasiones. En cuanto a la oración, San Gregorio Niceno dice: que ella es la defensa y el escudo de la pureza. Y antes que él lo dijo el sabio Salomón d éste modo: Y luego que llegué a entender que no podría ser continente si Dios no me lo otorgaba, acudí al Señor y se lo pedí con fervor. (Sap. VIII, 21). Y en efecto, no es posible resistir a este vicio sin el auxilio divino. Por tanto, el remedio para vencer las tentaciones es: recurrir a Dios inmediatamente que nos sentimos tentados, repitiendo muchas veces los nombres santísimos de Jesús y María, que tienen una virtud especial para desterrar para desterrar de nuestra imaginación los malos pensamientos. Es preciso también desechar inmediatamente el mal pensamiento de la imaginación, con la misma ligereza con que sacudimos la chispa de fuego que nos cae en la mano, y decir al punto: Jesús y María, ayudadme.

13. En cuanto a la fuga de las ocasiones, solía decir San Felipe Neri, que en esta especie de guerra vencen los cobardes; es decir, los que no quieren luchar con la tentación, sino que huyen de ella; y por lo mismo, conviene, ante todas las cosas refrenar la vista para no mirar a personas jóvenes, pues de otro modo, difícil es evitar este vicio como dice Santo Tomás: Luxuria vitari vix potest, nisi vitetur aspectus mulieris pulchrœ. (San Thom. 1, 2 q. 167, a. 2) Por eso decía Job, que hizo pacto con sus ojos de ni siquiera pensar en ninguna mujer. Advierte Salomón en los Proverbios, que teme el sabio y desvía; pero el insensato se presume seguro y cae.

¡Ea, pues, oyentes míos, los que por desgracia estéis poseídos del vicio de la deshonestidad! romped por fin los lazos en que os tiene enredados el demonio, y volveos a nuestro divino redentor, que os espera con los brazos abiertos para abrazaros. Haced presto una confesión humilde y dolorosa de todas vuestras culpas, y el Señor os admitirá nuevamente en su redil, aunque habéis estado tanto tiempo apartados de Él. Pero, después que os hayáis confesado, huid con cuidado de las ocasiones de pecar, puesto que en esta lid sólo se vence huyendo, como ya hemos dicho. Hacedlo así, oyentes míos, y Dios os dará ayuda que necesitéis para perseverar en su santa amistad, y después la gloria eterna.

domingo, 22 de noviembre de 2020

CREERÁN LOS JUDÍOS, POR TANTO, PERO CREERÁN AL FIN DEL MUNDO. San Jerónimo

ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Comentario al Evangelio de san Jerónimo

Alguien podrá decir: ¿dónde se lee esto de que todo Israel será salvo? En primer lugar lo dice el mismo apóstol: «Cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, entonces todo Israel será salvo.» Después, también Juan en su Apocalipsis dice: de la tribu de Judá habrá doce mil creyentes, de la tribu de Rubén doce mil creyentes, y del mismo modo habla de las restantes tribus; suman en total ciento cuarenta y cuatro mil todos los creyentes. De ahí que también a propósito del salmo ciento cuarenta y cuatro, que es alfabético, se discuta sobre este número. Si Israel hubiese creído, nuestro Señor no hubiese sido crucificado, y si nuestro Señor no hubiese sido crucificado, la multitud de los gentiles no se hubiese salvado. Creerán los judíos, por tanto, pero creerán al fin del mundo. No era tiempo para que creyeran en la cruz. Si hubiesen creído, el Señor no hubiese sido crucificado. No era tiempo para que creyeran. Su infidelidad es nuestra fe, su ruina nuestra elevación. No era el tiempo de ellos, para que fuera nuestro tiempo. Hemos dicho que creerán al fin del mundo, al interpretar este texto: «porque aún no era tiempo (de higos)». Pero esto es lo que viene a continuación: «Le dice el Señor: nunca jamás comerá ya nadie fruto de ti.» Si los judíos han de creer, ¿cómo es que ninguno de ellos comerá frutos? El Señor no habla del tiempo futuro, no se refiere a la eternidad, sino al tiempo presente. En definitiva, lo que dice es esto: en el tiempo presente no creerás, pero cuando haya pasado este tiempo, entonces creerás. Creerás, no en el humilde, sino en el que reina, y mirarás al que atravesaste. Por tanto, en el tiempo presente nadie comerá fruto de ti, pero sí en el tiempo futuro.

EVANGELIO DEL DOMINGO: SABED QUE ÉL ESTÁ CERCA, A LA PUERTA

  ÚLTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo (el que lee que entienda), entonces los que vivan en Judea huyan a los montes, el que esté en la azotea no baje a recoger nada en casa y el que esté en el campo no vuelva a recoger el manto. ¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días! Orad para que la huida no suceda en invierno o en sábado. Porque habrá una gran tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber. Y si no se acortan aquellos días, nadie podrá salvarse. Pero en atención a los elegidos se abreviarán aquellos días. Y si alguno entonces os dice: “El Mesías está aquí o allí”, no le creáis, porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y harán signos y portentos para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. Os he prevenido. Si os dicen: “Está en el desierto”, no salgáis; “En los aposentos”, no les creáis. Pues como el relámpago aparece en el oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre. Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres.
Inmediatamente después de la angustia de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán. Entonces aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro del cielo. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis todas estas cosas, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Mt 24, 15-35
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Homilía de maitines TRATAR DE COMPRENDER
NO PAGUEMOS EL BIEN CON EL MAL. San Cesáreo de Arles
SANTA TERESA DE JESÚS: EL JUCIO FINAL
 LA ABOMINACIÓN DESOLADORA SON EL PECADO Y LA RELAJACIÓN. San Juan Bautista de la Salle
Benedicto XVI  TODO PASA, PERO CRISTO NO
“MUÉSTRATE, PUES, AMIGO Y DEFENSOR DE LOS HOMBRES QUE SALVASTE.” Homilía

 

domingo, 15 de noviembre de 2020

TOMEMOS, PUES, NOSOTROS, LAS PLUMAS DE LA PALOMA, A FIN DE QUE VOLANDO A LAS COSAS MÁS ALTAS PODAMOS HABITAR EN LAS RAMAS DE ESE ÁRBOL, COLOCAR NUESTROS NIDOS EN LAS VERDADES, Y HUYENDO DE LA TIERRA SUBIR CON PRONTITUD AL CIELO. San Jerónimo

 

 COMENTARIO AL EVANGELIO

VI domingo después de Epifanía transferido

San Jerónimo

«Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo.» Se entiende por reino de los cielos la predicación del Evangelio y el conocimiento de las Escrituras que conduce a la vida, sobre la cual se dice a los judíos: «Se os quitará el reino de Dios» (Mt 21,43); semejante es, pues, este reino de los cielos al grano de mostaza.

Entienden muchos por el hombre que sembró en su campo al Salvador, que es quien siembra en las almas de los fieles; otros dicen que es el hombre mismo el que siembra en su campo, es decir, en su corazón. ¿Y quién es ése que siembra, sino nuestros sentimientos y nuestra alma? Porque ésta recibe el grano de la predicación, aumenta la simiente con el riego de la fe, y la fecunda en el campo de su pecho.

Sigue: «Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.» La predicación del Evangelio es la menor de todas las enseñanzas, porque no tiene a primera vista el aspecto de la verdad, predicando a un hombre Dios, a un Dios muerto, y el escándalo de la cruz. Comparad semejante doctrina con los dogmas de los filósofos, con el brillo de su elocuencia y con el arte tan estudiado de sus discursos y veréis cómo efectivamente es menor que las demás simientes la predicación del Evangelio.

Cuando se han desarrollado los dogmas de los filósofos, no presentan ni energía ni vitalidad alguna, sino que todos ellos son débiles y macilentos y producen legumbres y yerbas que pronto se desecan y mueren. Pero la predicación del Evangelio (que al principio parecía cosa de poca importancia), bien se la considere en las almas de los fieles, bien se la mire en todo el mundo, no se levanta en legumbres, sino que crece en un árbol, de suerte que las aves del cielo, es decir, las almas de los fieles o las virtudes, que combaten por el servicio de Dios, vienen y habitan sobre sus ramas. Por eso sigue: «se hace un árbol de manera que las aves del cielo vienen y anidan entre sus ramas». Yo pienso que por los ramos del árbol evangélico que crecieron del grano de mostaza debe entenderse la variedad de dogmas, sobre los cuales descansan la multitud de aves de que acabamos de hablar. Tomemos, pues, nosotros, las plumas de la paloma, a fin de que volando a las cosas más altas podamos habitar en las ramas de ese árbol, colocar nuestros nidos en las verdades, y huyendo de la tierra subir con prontitud al cielo.

Me parece que la «la mujer» que toma el fermento y lo esconde, representa la predicación apostólica, o la Iglesia formada de diversas naciones. Ella toma el «fermento», es decir, la inteligencia de las Escrituras, y lo esconde en las «tres medidas de harina»: el espíritu, el alma y el cuerpo, a fin de que, reducidos a la unidad, no haya divergencia entre ellos. O de otra manera. Leemos en Platón, que en el alma hay tres facultades: la parte racional, la parte irascible y la concupiscencia. Y nosotros, si hemos recibido la levadura del Evangelio, poseemos la prudencia en la razón; en la ira el odio contra los vicios; en la concupiscencia el deseo de las virtudes, y todo esto es resultado de la doctrina evangélica que nos dio nuestra madre la Iglesia. Diré también la interpretación que dan algunos. Dicen que la referida mujer figura la Iglesia que mezcla la fe del hombre con las tres medidas de harina, es decir, la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; y cuando toda esta fe ha fermentado, nos encontramos no con tres creencias en Dios, sino con una sola y en un solo Dios. Esta es a la verdad una interpretación piadosa, pero nunca estas interpretaciones dudosas y parábolas pueden servir de punto de apoyo para probar los dogmas.

 

EVANGELIO DEL DOMINGO: EL GRANO DE MOSTAZA

VI DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA TRANFERIDO
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, Jesús les propuso a las turbas otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta». Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».

Mt 13, 31-35

COMENTARIOS AL EVANGELIO

Homilía de maitines VOLANDO A LAS COSAS MAS ALTAS PODAMOS SUBIR CON PRONTITUD AL CIELO
GRADOS PARA HACER CRECER EL ÁRBOL DE LA SANTIDAD. Santo Tomás de Villanueva Comentario al Evangelio
EL PODER PERDER LA FE. San Juan María Vianney
CRISTO, GRANO DE MOSTAZA Y LEVADURA. Homilía del domingo VI después de Epifanía tranferido

 

domingo, 8 de noviembre de 2020

QUE NOS TOQUE TAMBIÉN A NOSOTROS JESÚS Y ECHAREMOS A ANDAR. San Jerónimo

 

DOMINGO XXIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Comentario al Evangelio

San Jerónimo

¿Quién me ha tocado?, pregunta, mirando en derredor, para descubrir a la que lo había hecho. ¿No sabía el Señor quién lo había tocado? Entonces, ¿por qué preguntaba por ella? Lo hacía como quien lo sabe, pero quiere ponerlo de manifiesto. Y la mujer, llena de temor y temblorosa, conociendo lo que en ella había sucedido... etc.  Si no hubiese preguntado y hubiese dicho: ¿Quién me ha tocado?, nadie hubiera sabido que se había realizado un signo. Habrían podido decir: no ha hecho ningún signo, sino que se jacta y habla para gloriarse. Por ello pregunta, para que aquella mujer confiese y Dios sea glorificado.

Y se postró ante él y le dijo toda la verdad. Observad los pasos, ved el progreso. Mientras padecía flujo de sangre, no había podido venir ante él: fue sanada y vino ante él. Y se postró a sus pies. Todavía no osaba mirarle a la cara: apenas ha sido curada, le basta con tener sus pies. «Y le dijo toda la verdad». Cristo es la verdad. Y como había sido curada por la verdad, confesó la verdad.

Y él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado» La que así había creído digna es de ser llamada hija. La multitud, que lo apretuja, no puede ser llamada hija, mas esta mujer, que cae a sus pies y confiesa, merece recibir el nombre de hija. «Tu fe te ha salvado». Observad la humildad: es él mismo el que sana y lo refiere a la fe de ella. «Tu fe te ha salvado».

Tu fe te ha sanado: vete en paz. Antes de que creyeses en Salomón, esto es, en el pacífico, no tenias paz, ahora, sin embargo, vete en paz. «Yo he vencido al mundo». Puedes estar segura de que tienes la paz, porque ha sido sanado el pueblo de los gentiles. Llegan de casa del jefe de la sinagoga, diciendo: «Tu hija ha muerto: ¿por qué molestar más al maestro?». Resucitó la Iglesia y murió la sinagoga. Aunque la niña había muerto, le dice, no obstante, el Señor al jefe de la sinagoga: No temas, ten sólo fe. Digamos también nosotros hoy a la sinagoga, digamos a los judíos: ha muerto la hija del jefe de la sinagoga, mas creed y resucitará.

No permitió que nadie le siguiera más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Alguien podría preguntar, diciendo: ¿por qué son siempre elegidos estos tres, y los demás son dejados aparte? Pues también cuando se transfiguró en el monte, tomó consigo a estos tres. Así, pues, son tres los elegidos: Pedro, Santiago y Juan. En primer lugar, en este número se esconde el misterio de la Trinidad, por lo que este número es santo de por sí. Pues también Jacob, según el Antiguo Testamento, puso tres varas en los abrevaderos. Y está escrito en otro lugar: «El esparto triple no se rompe». Por tanto, es elegido Pedro, sobre el que ha sido fundada la Iglesia, Santiago, el primero entre los apóstoles que fue coronado con el martirio, y Juan, que es el comienzo de la virginidad. Y llegó a la casa del jefe de la sinagoga y vio un alboroto y unas lloronas plañideras. Incluso hoy sigue habiendo alboroto en la sinagoga. Aunque afirmen que cantan los salmos de David, su canto, sin embargo, es llanto.

Y entrando les dice: ¿Por qué estáis turbados y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme. Es decir, la niña, que ha muerto para vosotros, vive para mí: para vosotros está muerta, para mí duerme. Y el que duerme puede ser despertado.

Y se burlaban de él. Pues no creían que la hija del jefe de la sinagoga pudiera ser resucitada por Jesús.

Pero él, echando a todos fuera, tomó consigo al padre y a la madre de la niña 16. Dirijámonos a los santos varones, que realizan signos, a quienes el Señor les concedió ciertos poderes. He aquí que Cristo, cuando iba a resucitar a la hija del jefe de la sinagoga, echa fuera a todos, para que no pareciera que lo hacia por jactancia. Así, pues, habiendo echado a todos, él tomó consigo al padre y a la madre de la niña. E incluso a ellos les hubiera echado probablemente, si no hubiera sido por consideración a su amor de padres, para que vieran a su hija resucitada

Y entra donde estaba la niña, y tomándola de la mano.. etc. En primer lugar tomó su mano, sanó sus obras y de este modo la resucitó. Entonces se cumplió verdaderamente esto: «Cuando haya entrado la plenitud de las naciones, entonces todo Israel será salvo. Dice, pues, Jesús: Talitha kum que significa: Niña, levántate para mí '. Si hubiera dicho: «Talitha kum», significarla: «Niña, levántate», pero como dijo «Talitha kumi», esto significa, tanto en lengua siria como en lengua hebrea: «Niña, levántate para mí». «Kumi» significa: «Levántate para mí». Observad, pues, el misterio de la misma lengua hebrea y siria. Es como si dijese: niña, que debías ser madre, por tu infidelidad continúas siendo niña. Lo que podemos expresar de este otro modo: porque vas a renacer, serás llamada niña. «Niña, levántate para mí», o sea, no por tu propio mérito, sino por mi gracia. Levántate, por tanto, para mí, porque serás curada por tus virtudes.

Y al instante se levantó la niña y echó a andar. Que nos toque también a nosotros Jesús y echaremos a andar. Aunque seamos paralíticos, aunque poseamos malas obras y no podamos andar, aunque estemos acostados en el lecho de nuestros pecados y de nuestro cuerpo, si nos toca Jesús, al instante quedaremos curados. La suegra de Pedro estaba dominada por las fiebres: la tocó Jesús y se levantó, e inmediatamente se puso a servirle. Ved qué diferencia. Aquella es tocada, se levanta, y se pone a servir, a ésta le basta sólo andar.

Y quedaron fuera de sí, presos de gran estupor, y les mandó insistentemente que callaran y que no lo dijeran a nadie. ¿Veis el motivo, por el que había echado a la turba para realizar los signos? Les mandó—y no solo les mandó, sino que además les mandó insistentemente—que nadie lo supiera. Mandó a los tres apóstoles, y mandó también a los padres que nadie lo supiera. Lo mandó el Señor a todos, más la niña, que resucitó, no puede callar.

Y dijo que le dieran de comer: para que la resucitada no se tomara por un fantasma. Él mismo también, por este motivo, después de su resurrección comió del pescado y de la miel, «Y dijo que le dieran de comer». Te pido, Señor, que también a nosotros, que estamos tendidos, nos tomes de la mano, nos levantes del lecho de nuestros pecados y nos hagas caminar. Y cuando caminemos, manda que nos den de comer; estando yacentes, no podemos hacerlo. Si no nos levantamos, no somos capaces de recibir el cuerpo de Cristo. A Él la gloria, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

 

EVANGELIO DEL DOMINGO: ANIMO HIJA TU FE TE HA CURADO


XXIII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, se acercó un personaje que se postró ante y le dijo; Mi hija acaba de morir. Pero ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá. Jesús se levantó y lo acompañaba con sus discípulos. Entonces una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. Porque se decía: Con sólo tocar su manto, me curaré. Jesús se volvió, y al verla le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa del personaje y cuando vio a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo; ¡Fuera! La niña no está muerta, sino dormida. Y se reían de Él. Cuando echaron a la gente, entró Él, tomó la niña de la mano, y ella se levantó. Y se divulgó la noticia por toda aquella región.
Mt 9, 18-26
COMENTARIO AL EVANGELIO
 EL OCTAVO MILAGRO. San Jerónimo
TOCAR A CRISTO, REMEDIO DE LAS PASIONES. San Ambrosio
QUE VUESTROS HIJOS NO PIERDAN EL FRUTO DEL BAUTISMO. San Juan María Vianney
 RENUNCIAR AL ESPÍRITU DEL MUNDO. San Juan Bautista de la Salle
JESÚS VINO A SANAR EL CORAZÓN DEL HOMBRE
EL TRANSFORMARÁ NUESTRA CONDICIÓN HUMILDE. Homilía
¿QUIENES SON LA HIJA DE JAIRO Y LA HEMORROISA? Reflexión