miércoles, 19 de febrero de 2025

20 DE FEBRERO. SAN ELEUTERIO, OBISPO Y MÁRTIR (456-531)

 


20 DE FEBRERO

SAN ELEUTERIO

OBISPO Y MÁRTIR (456-531)

TOURNAI —la antigua Turnacum — es una bella ciudad de Bélgica asentada a orillas del Escalda. Presa codiciada por todos los invasores a causa de su privilegiada ubicación a lo largo de una gran calzada romana, despierta también desde muy temprano el celo de los misioneros católicos, y San Piàt —en las postrimerías del siglo III— arroja en ella la primera semilla evangélica, que riega y fecunda con su sangre...

El segundo fundador de esta naciente cristiandad, duramente probada en el fuego de la décima persecución, fue otro mártir de esclarecida memoria: San Eleuterio. Nació en la propia Tournai, entonces floreciente capital del reino franco. Sus padres —Serenio y Blanda— eran nobles y cristianos, dueños de un vasto latifundio, situado en los aledaños del actual pueblecito de Blandain. Destinado por la divina Providencia a ser el restaurador del Evangelio en la Galia Bética, apareció desde los primeros instantes de su vida envuelto en ese halo sobrenatural de que Dios suele a veces rodear la infancia de los Santos. Pasó su juventud florida en la Corte, en calidad de paje o doncel, y en la escuela palaciega, donde estudió, fue un muchacho aventajado y cabal, «tan agraciado y ejemplar —afirma Gazet— que la virtud se transparentaba en su lindo semblante y era el encanto y la admiración de todos». Su condiscípulo y colega de episcopado San Medardo fue el primero que leyó en su futuro. Un día le dijo, movido por una especie de inspiración profética: «Tú serás conde franco y obispo de Tournai». Nadie que le conociese a fondo podía predecirle un porvenir menos brillante.

Sin embargo, el camino no iba a ser todo de rosas. La derrota del general romano Siagrio —486— abre una era de atropellos, pillaje y violencias, que no habrán de terminar hasta la conversión de Clodoveo, en 496. Los fieros sicambros, idólatras fanáticos, no saben hacer diferencia entre Roma y cristianismo, y los discípulos del Evangelio conocen una década amarga de vejaciones y destierros. La familia de nuestro Santo se refugia en Blandain, donde surge una pequeña comunidad cristiana, foco principal del resurgimiento religioso de Bélgica.

Al morir el obispo Teodoro —dice el citado historiador Gazet—, Eleuterio, «poderoso en obras y palabras, cuya elocuencia y sólida doctrina habían ganado ya a la fe cristiana gran número de paganos de la diócesis de Tournai», es elevado por el pueblo a la dignidad episcopal y confirmado luego en la misma por el papa Félix II, aunque existe la duda de si fue consagrado por el Pontífice o por San Remigio. Poco después sobreviene la providencial y decisiva conversión de Clodoveo, y con ella la de todo el Imperio Franco. Y los hombres feroces a quienes no pudieran domeñar las legiones romanas, caen a los pies de Cristo como mansos corderos, evidenciando una vez más el poder de Aquel que «llama a los pueblos de las tinieblas a la luz admirable...».

Cuando San Remigio trató de organizar la jerarquía de la Iglesia gala y extender la acción bienhechora de la doctrina católica a todas las esferas de la sociedad, halló en Eleuterio el más firme puntal, porque supo entregarse alegre y sacrificadamente a las duras tareas del apostolado con el arrojo de los grandes misioneros: oyó con bondad a todos y a todos trató con humildad, veló por la pureza de costumbres, mantuvo la disciplina eclesiástica, predicó incansablemente la palabra de Dios e hizo de la caridad el ideal de todos sus afanes. Gracias a ella fue «taumaturgo», como lo era también por aquellos días San Benito, «gracias a su bondad». El fruto llegó a su tiempo, y bien sazonado y copioso. La diócesis de Tournai se convirtió en una cristiandad floreciente. Se dice que en una sola semana bautizó a once mil personas. El arma indefectible del milagro fue, a la postre, la que terminó por abatir al bárbaro y trocarle el corazón...

El leproso Pericio espera al santo Obispo en el pórtico de la «Puerta Mantilia», donde el ciego Mantilio recobrara la vista por su intercesión.

— Padre santo, cuarenta días llevo aquí aguardando para recibir el Bautismo, y nadie me presenta al sacerdote.

— Excelencia —dice al Prelado uno de sus acompañantes— ahí está el leproso; mandadle que se vaya.

— ¿Qué es lo que dices, hombre de poca fe? —replica con energía Eleuterio—. De estos es el reino de los cielos. Y en presencia de todo el pueblo, lo bautiza y lo cura.

Pero el discípulo no ha de ser de mejor condición que el Maestro. Eleuterio, como Cristo, debía también fecundar su vida con sudores y firmar su doctrina con la rúbrica purpúrea de la sangre. Los postreros años de su pontificado fueron años de lucha abierta contra la herejía, que el enemigo sembró entre la buena mies al amparo de las tinieblas. Primero intentó ganar a los disidentes por la mansedumbre. Viajó a Roma. Convocó un Sínodo. Su bondad chocó con la mala fe, con el dolo, con la coacción violenta... Y el día 20 de febrero del 531, al salir de la catedral, caía cosido a puñaladas, pronunciando palabras de perdón y pidiendo al gobernador Censorino clemencia para los autores del atentado.

Paralelas a las de San Piat, quedaban grabadas para siempre en la historia de Bélgica las huellas de San Eleuterio: huellas de amor, de fe y de heroísmo…

martes, 18 de febrero de 2025

19 de febrero. LAS CONVERSACIONES DE LOS FARISEOS LLENAS DE ENVIDIA

19 de febrero

LAS CONVERSACIONES DE LOS FARISEOS LLENAS DE ENVIDIA.

 

MEDITACIONES

DE LA OBRA

“VIDA Y DOCTRINA DE JESUCRISTO”

DEL P. NICOLÁS AVANCINI

 

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

  

 “Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.

    Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”

 

Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.

 

19 de febrero

LAS CONVERSACIONES DE LOS FARISEOS LLENAS DE ENVIDIA.

 

1. ¿No veis como nada aprovechamos? Ved cómo todo el mundo se va tras Él (1). Considera la envidia de los fariseos. Los que deseaban ver a Cristo muerto ¡qué mal llevaban el verle aclamado! Pero deben confesar que nada aprovechan. No te desanimes si eres envidiado. Nada aprovechará, solo sentirá su pena el envidioso. No quieras envidiar tampoco, para que no seas atormentado. 2. Dicen más de lo que es verdad: Que todo el mundo le sigue para acrecentar más su rabia, pero ¡ojalá que así fuese! Váyanse tras Él los infieles, los herejes, los judíos. Se tú el primero de todos. Si otro logra aplauso y tiene séquito, tú no le envidies.

2. Algunos, pues, de los fariseos le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos (2). Advierte la sagacidad de la envidia, que queriendo impedir los aplausos de Cristo, se atreve a pedir al mismo Cristo que Él los impida. Llámenle Maestro, para conseguir por adulación lo que piden ¿Qué pretenden? Que reprenda a 1os Discípulos ¿Por qué? ¿Es acaso malo el aplaudir al Señor? Pero la envidia no tiene ojos para ver lo justo; aun lo piadoso y santo desaprueba. Lejos esté de mi tal pasión y toda otra que pervierte y ciega el sentido.

3. A los cuales dice: A vosotros os digo, que, si estos callaren, las piedras hablarán (3). El sentido de esto es: Que estos no callarán, porque son movidos de Dios; pero si callasen, podía Dios excitar hombres de corazón, el más duro, para que le diesen gloria. No hay corazón tan duro, que no pueda Dios mover y ablandar. Puede, pues, obrar esto en el mío. Pero yo lo he resistido y estorbado hasta aquí. ¿Qué es lo que hice? ¿Cuántas veces quiso Él? ¿Cuántas yo he resistido? Teme; porque el corazón duro lo pasará mal en el día último (4).

 

(1) Joan.,12. (2) y (3) Luc., 19. (4) Eccli., 3.

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR

TODOS LOS DÍAS:

Os doy gracias, Dios mío, por los buenos pensamientos, afectos y propósitos que me habéis inspirado en este rato de oración… Todo os lo ofrezco a vuestra mayor honra y gloria… y os pido gracia eficaz para ponerlos por obra…

¡Oh Padre Eterno! Por Jesús, por María, por José y Teresa de Jesús dadme gracia ahora y siempre para cumplir en todas las cosas vuestra santísima voluntad. Amen."

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

19 DE FEBRERO. SAN ÁLVARO DE CÓRDOBA, DOMINICO (1358-1430)

 


19 DE FEBRERO

SAN ÁLVARO DE CÓRDOBA

DOMINICO (1358-1430)

CUMBRE altísima del magisterio espiritual hispano y europeo, blasón de la Orden dominicana, prez de España y émulo de San Vicente Ferrer, Álvaro de Córdoba viene al mundo en un siglo azaroso, corroído de vicios, revuelto en cismas, candente de lucha, para ser apóstol de la Verdad y príncipe de la Concordia. Ya en los albores de su existencia aparece envuelto en ese nimbo divino que muchos verán fulgurar en torno suyo en los momentos cruciales de su vida.

Nació en familia de ricoshombres y caballeros el año 1358. Don Martín López de Córdoba era Maestre de Calatrava y de Alcántara, y doña Sancha Alfonso Carrillo pertenecía a una estirpe no menos ilustré. Los sueños de ambos se fueron tras el futuro caballero que habría de reverdecer los lauros conquistados por sus mayores en lucha secular contra la morisma. Mas estos sueños los truncó el Cielo para encauzar a su elegido por el camino de una misión más excelsa y heroica, en la más pura conjunción de la nobleza humana y de los altos valores del espíritu.

Los azares de la guerra fratricida entre Pedro el Cruel y su hermano Enrique, obligan a don Martín a trasladarse a Carmona con toda la familia. Toda menos el pequeño Álvaro, que se queda en Córdoba con su tía, la poderosa dama doña María García Carrillo.

Fue una solución providencial que decidió el porvenir del Santo. Doña María, en su afán de procurarle una educación a tono con su rango, lo envía como interno al Real Convento de San Pablo —de la Orden de Santo Domingo—, reputado entonces como el más prestigioso centro de estudios. Nuevamente secunda, sin advertirlo, los planes de Dios: porque, dotado Álvaro de un alma privilegiada, de un corazón noble y generoso, de un carácter compacto, íntegro, y de un apasionado amor a los libros, en el claustro, rodeado siempre de santos ejemplos, abre en seguida sus ojos a la vida del espíritu, del arte y de la ciencia. Un día siente la seducción del blanco reclamo dominicano y solicita el ingreso en la Orden, que le recibe con los brazos abiertos. Entre los frailes deja de ser Álvaro de Córdoba para convertirse en San Álvaro: título cimentado en un trabajo incesante, en un gran amor a la verdad, en una humildad sincera y alegre, en una pureza de ángel y, sobre todo, en la más rígida austeridad.

Para un dominico, el estudio es una necesidad primordial. Álvaro, consciente de su vocación, se entrega a él con renovado afán. Acabada la carrera y ordenado de sacerdote, enseña Artes y Teología en el propio convento de San Pablo; luego regenta con gran éxito las cátedras de Filosofía y Sagrada Escritura, terminando por graduarse de Maestro de Teología en la célebre Universidad de Salamanca.

El monasterio no pudo aprisionar entre sus muros tan vigorosa personalidad. El púlpito reclamaba imperiosamente a aquel sabio de treinta años, destinado a combatir la mentira, la herejía y el vicio en media Europa. Álvaro se lanzó a la palestra y —hermano gemelo de Vicente Ferrer— fue un hombre de fuego con acentos de profeta, verdadero portento de su siglo. A impulsos de su alma arrebatada, recorrió a pie toda Andalucía, Murcia, Extremadura, Portugal, Francia, Italia... En su recia naturaleza palpita toda la agitación de su tiempo. Vigilante celoso de los intereses de la fe, a cuyo servicio pone —en ancha entrega— su prodigiosa actividad, su talento, prestigio y riquezas, su puesto está siempre en las avanzadas; y Dios responde al conjuro de su celo desbordante con maravillosas conversiones, debidas, más que a sus excelentes dotes de orador popular, a la aureola de santidad que le circunda...

El horizonte de la Cristiandad se halla entenebrecido por el dilatado Cisma de Occidente —1378-1417—. Sólo un chispazo como Álvaro o Vicente puede disipar las tinieblas del error y suavizar el encono de la envidia. Y los dos preclaros hijos de Santo Domingo, a plena conciencia de su misión, zigzaguean en el cielo trágico de Europa como el relámpago de la verdad y de la esperanza, que a un tiempo ilumina las inteligencias y foguea los corazones.

A Álvaro, el amor a la Dolorosa le impulsó un día a hacer el viaje a Tierra Santa. A su regreso le esperaban honores con los que no había soñado su humildad. La pía reina Catalina de Castilla le nombra su confesor, y lo mismo hace Juan II. Ambos hallan en él un diestro piloto y santo consejero en uno de los momentos más trágicos de nuestra reorganización nacional. Lograda la paz, el Santo se retira de la Corte. Es ya viejo y quiere morir en el claustro. Con el concurso real y la aprobación pontificia, funda en la bella sierra cordobesa el convento reformado de Escalaceli, en el que los mismos ángeles trabajan de peones. Todavía baja de tarde en tarde a la Ciudad, para recordar a los cordobeses que «los frailes no tienen qué comer» y saludar a su Dama la Virgen de las Angustias. En una de estas salidas tiene lugar el «milagro de las rosas» y el del «Cristo de San Álvaro», de que nos habla la leyenda. Es su canto de cisne...

Una tarde de 1430, las campanas de Escalaceli tañeron solas a gloria y la campiña se bañó en dulce claridad. Álvaro de Córdoba acababa de entrar en el cielo. Desde aquel día el pueblo le honró como a Santo. Benedicto XIV, tres siglos después, legitimaría el veredicto popular.

 

lunes, 17 de febrero de 2025

18 de febrero. LA TRIUNFAL ENTRADA DE CRISTO EN JERUSALÉN

 

18 de febrero

LA TRIUNFAL ENTRADA DE CRISTO EN JERUSALEN.

 

MEDITACIONES

DE LA OBRA

“VIDA Y DOCTRINA DE JESUCRISTO”

DEL P. NICOLÁS AVANCINI

 

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

  

 “Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.

    Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”

 

Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.

 

18 de febrero

LA TRIUNFAL ENTRADA DE CRISTO EN JERUSALEN.

1. Pusieron sobre ellos sus vestidos, y le hicieron sentarse sobre ellos. Y gran muchedumbre de gente tendía por el suelo sus vestiduras (1). Considera los obsequios de los Discípulos, y lo que en su honra hace la turba, como nota el texto ¿Quién movió a esto a la turba, que no ignoraba que los príncipes se habían conjurado contra Cristo, sino Dios que mueve los corazones, y los alienta contra el temor? ¿Qué podían esperar de Jesús pobre, y de unos pobres discípulos? Antes, si podían temer la indignación de los príncipes ¡Solo les movió el aprecio que habían hecho de Cristo por sus milagros, y en especial por el reciente de la resurrección de Lázaro ¡Oh! si concibieras un grande aprecio de Dios ¡qué obsequios no le harías! ¡Qué fuertemente pelearías contra ti mismo y contra los conciliábulos de tus pasiones!

2. Clamaban diciendo: Gloria al Hijo de David. Bendito sea el que viene, etc. (2). Considera como esta turba juntó tres cosas, con que se perfecciona la devoción verdadera. El corazón o el afecto con que se aficionaba e iba acompañando a Cristo, la lengua o las voces con que le alababa, las manos o las obras con que cortaba los ramos. No es devoción verdadera la que no tiene estas tres cosas; porque si a Dios no da estas, no le da todo lo que somos. Coteja la tuya con esta. Mira si las palabras y las obras proceden del afecto; si las obras, así como hablas; si la voz es de Jacob y las manos de Esaú. Todo serás de Dios, si juntas estas tres cosas.

3. Mira que tu rey viene para ti (3). Imagina que eres convidado a ver este espectáculo. Mira que es tu Rey por todos títulos. Débele, pues, sujeción. Viene para ti. Esto es: para tu bien, en el cual ha de emplear todos sus pensamientos, sus afectos, su vida, su sangre: para enriquecerte a ti pobre, defenderte en tantos peligros, elevarte a un reino a ti, vil y miserable. Ábrele, pues, las puertas de tu corazón, para que entre en él, este Rey de gloria. Conoce su afecto. Adórale como a rey. Ofrécele tu entendimiento, tu voluntad y todos tus afectos.

 

(1) y (2) Ibid. (3) Matth., 21.

 

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR

TODOS LOS DÍAS:

Os doy gracias, Dios mío, por los buenos pensamientos, afectos y propósitos que me habéis inspirado en este rato de oración… Todo os lo ofrezco a vuestra mayor honra y gloria… y os pido gracia eficaz para ponerlos por obra…

¡Oh Padre Eterno! Por Jesús, por María, por José y Teresa de Jesús dadme gracia ahora y siempre para cumplir en todas las cosas vuestra santísima voluntad. Amen."

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

 

 

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.