7 de diciembre SAN AMBROSIO, Obispo, Confesor y Doctor
Considera bien el ministerio que has
recibido
en nombre del Señor, a fin de cumplir
todos sus deberes. (Colosenses, 4,17).
A la muerte
de Aujencio, obispo herético de Milán, católicos y arrianos estaban a punto de
llegar a las manos en la iglesia con motivo de su sucesor, cuando Ambrosio,
gobernador de la ciudad, se trasladó a ella para apaciguar los ánimos. Un niño
exclamó entonces por tres veces: ¡Ambrosio obispo! y toda la
concurrencia súbitamente lo aclamó. Nacido en las Galias hacia el año 340, Ambrosio
tenía entonces 34 años y sólo era catecúmeno. Ilustre por su nacimiento, llegó
a serlo mucho más por sus virtudes, su ciencia y su caridad. Contribuyó
poderosamente a la conversión de San Agustín. Después de la masacre de
Tesalónica, negó al emperador Teodosio la entrada a la iglesia, hasta que hubo
hecho penitencia. Murió en el año 397.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN AMBROSIO
I. San
Ambrosio, en su cargo de gobernador de Milán, defendió los intereses del César,
pero supo al mismo tiempo dar a Dios lo que era de Dios. Imita la prudencia de
San Ambrosio en tus asuntos temporales: hay que contentar a los hombres, cuando
ello es posible sin ofender a Dios. Se puede y se debe ser hombre de honor y
buen cristiano a la vez. La honestidad es el fundamento de la virtud cristiana.
II. Elegido
obispo de Milán por inspiración divina, huyó San Ambrosio a Pavía, pero Dios
extravió sus pasos y se encontró al día siguiente por la mañana a las puertas
de Milán; comprendió entonces el llamado de Dios. Huye de los honores a
imitación de este Santo, pero no te opongas a los designios de Dios sobre ti;
haz, por el contrario, lo que esté en tu poder para cooperar con ellos.
III. Este
gran santo decía al morir: "No he vivido entre vosotros de modo que tenga
aprensión de permanecer durante más tiempo con vosotros; pero tampoco temo
morir, porque debo comparecer ante un Juez lleno de bondad". ¿Podrías tú
hablar con esta santa confianza? ¿Nada deberían reprender los hombres en tu
conducta? ¿Nada tendría que reprocharte Dios? ¿Qué te dice tu conciencia? La
conciencia es un juez insobornable; cuando se levanta contra los hombres, grita
en alta voz, acusa y escribe, por decirlo así, ante los ojos de los pecadores,
la magnitud de sus ofensas. (San Crisóstomo).
La dulzura
Orad por vuestro obispo.
ORACIÓN
Oh Dios, que
habéis instruido a vuestro pueblo acerca de la salvación eterna por ministerio
del bienaventurado Ambrosio, dignaos hacer que, después de haberlo tenido en la
tierra como doctor y guía, lo tengamos como intercesor en el cielo. Por J. C.
N. S. Amén.
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos,
líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración,
elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los
días
Benignísimo Dios de infinita
caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de
tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un
pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy
infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la
pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus
divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas
que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad
profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús
recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Pater noster, Ave María y Gloria.
7 DE DICIEMBRE
DE LA CAÍDA DEL HOMBRE
1. El
hombre, estando lleno de honra, no lo entendió: igualose con los jumentos[1].
Verdad es de fe, que nuestros primeros padres por un solo pecado de
desobediencia fueron echados del paraíso. Pondéralo. 1. En cuánta honra estaba
el hombre, criado en gracia, exento de la rebeldía de las pasiones, de
enfermedades y trabajos, colocado en un lugar de delicias. Conoce y alaba la
liberalidad de Dios. 2. Pondera la ingratitud del hombre, que antepuso un
bocado de la fruta vedada a un tan serio y fácil precepto. Compara esto con tu
ingratitud y detéstala. 3. Cuál fue la pena que le siguió. Todos los trabajos,
las enfermedades del cuerpo, la rebeldía de las pasiones la ceguedad del
entendimiento, lo depravado de la voluntad, etc. Conoce la gravedad del pecado:
detéstala, aborrécela.
2. Todos
retrocedieron, y juntamente se hicieron inútiles[2] Considera que un sólo pecado se derivó en todos: que
todos fueron despojados de la gracia, inficionados con la mancha original
(exceptuando a la santísima Virgen), hechos hijos de ira y enemigos de Dios. Y
¿qué es esto? ¡Oh, que cosa tan tremenda es ser despojado de la gracia, ser de
Dios aborrecido! etc. ¿Qué escondrijos podrán ocultar al pecador para que se
libre de la ira de Dios? Guárdate del pecado que trasciende todas tus acciones,
y las quita la vida moral, que es la espiritual del alma.
3. La paga del
pecado es la muerte[3] así temporal como eterna, porque por el pecado entró
la muerte en el mundo: por el pecado se formó el infierno. Hubieras vivido
siempre feliz y para siempre bienaventurado, si no hubieras pecado. Porque
pecaste, morirás una y otra muerte. Pondera los males de la primera, que se han
de acabar: los de la segunda, que han de ser eternos. Conoce por aquí la
gravedad del pecado. Pásmate, duélete, aborrécelo, pide perdón.
ORACIONES PARA
FINALIZAR
TODOS LOS DÍAS
Concluyamos
nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del
Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus
grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te
escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma
y la de todos los que en este tiempo se preparan para celebrar el nacimiento de
tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!,
concédenos tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día
dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo
de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te
escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones
proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino
Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle
sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis
la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación,
compártela con tus familiares y amigos!
+Por la señal de
la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
SÚPLICAS
A NTRA. SRA. DE GUADADUPE
I
Virgen Santísima,
Madre del Verbo Encarnado, por aquella maternal piedad con que amparaste a los
mexicanos recibiéndoles por tus hijos desde los primeros años en que nuestra
nación recibió la predicación del Evangelio; te pedimos, oh, Madre, nos alcances
constancia en la fe y valor en las tentaciones, para que, unidos de entendimiento
y de voluntad, vivamos siempre sujetos al Supremo Pastor de la Iglesia Católica,
en la cual solamente podemos conseguir nuestra eterna salvación.
Dios
te salve, María...
II
Virgen Santísima,
que con el dulce nombre de Santa María de Guadalupe te dignaste aparecer en
medio de nosotros y establecer en el templo que escogiste el trono de tu
misericordia y de tu protección, te pedimos, oh, Madre, que, así como nos
visitaste y amparaste con tu aparición, así nos visites con tu maternal
presencia y auxilio en la hora de nuestra muerte.
Dios
te salve, María…
III
Virgen Santísima,
Madre y Abogada nuestra, que en señal de singular protección nos dejaste
milagrosamente pintada tu adorable Imagen que nos sirviera como de glorioso
estandarte para vencer a los enemigos de nuestra Fe y de nuestras almas, te
pedimos, oh, Madre, por el Sagrado Corazón de tu Santísimo Hijo y por tu Purísimo
Corazón, que así como veneramos tu Imagen aquí en la tierra, así lleguemos a
gozar de tu maternal presencia en el cielo.
Dios
te salve, María…
Unidos a ella,
alabemos y adoremos a la Santísima Trinidad: Gloria al Padre…
DÍA
CUARTO
La Virgen
sale al encuentro a Juan Diego que iba a México a llamar a un Misionero para su
tío moribundo.
PUNTO PRIMERO
“El lunes, 11 de
diciembre, Juan Diego no acudió al Cerrito, como se lo había mandado María Santísima,
para recibir la señal que el Obispo había pedido. Porque vuelto a su casa, halló
a su tío Juan Bernardino atacado de una fiebre peligrosa (análoga al tifo o
tabardillo pinto) que los indios llamaban cocolistli, y todo el día anduvo
buscando a un médico de los suyos para que le aplicase algún remedio. Pero a
pesar de las medicinas, el enfermo, sintiéndose más agravado por la noche, rogó
a su sobrino que tomase la madrugada antes que amaneciese y fuese al Convento
de Santiago Tlaltelolco a llamar a uno de los Religiosos para que le
administrase los Sacramentos de la Penitencia y Extrema Unción. Cogió Juan
Diego la madrugada del día, martes 12 de diciembre, y así como empezó a
esclarecer, habiendo llegado al sitio, por donde debía subir ala cumbre
del Cerrito por la parte de Oriente, le vino a la memoria el no haber vuelto el
día antecedente a obedecer el mandato de la Santísima Virgen. Y le pareció en
su candidez que, cogiendo otra vereda que seguía por lo bajo o falda del
montecillo, la Virgen no le vería, ni le detendría. Y porque requería prisa el
negocio a que iba, y que después podía volver a pedir la señal para el Señor
Obispo, hízolo así y tomó el camino por la parte que mira al mediodía...”
Reflexión
Primera: a Juan
Diego no se le ocurrió ni por el pensamiento pedir a la Virgen el remedio para
la enfermedad mortal de su tío: antes bien, creyó en este acto más estricta la
obligación de auxiliar a su tío moribundo, que no de acudir al mandato
recibido. Es como si en un día de fiesta de guardar uno se encuentra entre dos preceptos,
el de oír Misa, y el de asistir a un pariente suyo que está en grave peligro de
la vida. Y no pudiendo cumplir los dos, deja de ir a la Iglesia a oír Misa, y
se queda a la cabecera del enfermo. Pero, nosotros, ¡cuántas veces, so pretexto
de retiro, de devoción y de hacer meditaciones, evitamos la molestia de ayudar
a nuestros prójimos, visitándoles si están enfermos, consolándoles si están
tristes, y proveyéndoles de algún subsidio, si necesitados! Más agrada a Dios
la oración de obra que no la oración de afecto y en estos casos
dejamos a Dios por Dios, como hizo la Virgen María cuando dejó su retiro de
Nazaret para ir a asistir a su parienta Santa Isabel. Segunda: nadie se admirará
de la sencillez de Juan Diego, que con tomar otro camino pensaba ocultarse a
los ojos de la Virgen, si se acuerda de que Adán y Eva, después de haber
pecado, “se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del paraíso.”
(Gen. 3. 8.)
PUNTO SEGUNDO
Pero Juan Diego,
habiendo pasado el paraje, donde mana una fuentecilla, hoy conocida por el
Pocito, ya que iba a volver la falda del cerro, le salió al encuentro María Santísima.
Viola el indio bajar de la cumbre del cerro para salirle al encuentro, rodeada
de una nube blanca y con la claridad que la vio la vez primera. Quedó Juan
Diego confuso, avergonzado y temeroso de recibir alguna reprensión. Pero la
tierna Madre, con mucha benevolencia, le dijo: “Adonde vas, hijito mío, ¿y qué
camino es el que has seguido?...”
Reflexión.
¡Cuántas veces
ha hecho el Señor con nosotros lo que la Virgen Madre hizo con Juan Diego, buscándole,
saliéndole al encuentro y manifestándole benevolencia y cariño de Madre! Mientras
huíamos de Dios, Él nos seguía como el buen pastor corre en pos de la oveja
descarriada: ¡nos hacíamos sordos a sus llamamientos, y Él no dejaba de tocar a
la puerta de nuestro corazón para que le abriéramos! ¿Qué hubiera sido de
nosotros si el Dios misericordioso que ama a las almas hubiera dejado de
llamarnos? ¡Pero no despreciemos en lo venidero estos avisos y llamamientos
interiores, con que en su bondad y longanimidad nos llama, no sea que en
castigo deje de llamarnos!
PUNTO TERCERO
Animado de las cariñosas
palabras de la Virgen, el indio contesto: “¡Niña mía muy amada y Señora mía! Sabe
que está enfermo de riesgo un siervo tuyo y mi tío; y voy de prisa al Templo de
Tlaltelolco a llamar a un sacerdote para que venga a confesarle y olearle; y después
de haber hecho esta diligencia volveré por este lugar a obedecer a tu mandato. ¡Perdóname
te ruego, Niña mía muy amada!” Respondiole la Virgen: “oye, hijito mío, no te moleste
ni aflija cosa alguna, ni temas enfermedad, aunque sea grande. ¿No estoy aquí
yo que soy tu Madre? ¿No estás debajo de mi sombra y amparo? ¿No soy yo vida y
salud? No te de cuidado la enfermedad de tu tío, y ten por cierto que ya está
sano”. Habiendo oído estas palabras de la Reina del cielo, Juan Diego se alegró
muchísimo, y persuadido de que su tío ya estaba sano, le rogó a la Virgen que
otra vez le enviara al Obispo con la señal que le había dicho le daría...
Reflexión
Primera: Le.
Virgen, para excitar la fe y confianza en el corazón de Juan Diego, le recuerda
los títulos y las razones que había para ello. De la misma manera los maestros
y teólogos místicos aconsejan que cuando nos hallamos en la desolación, a
saber, abatidos, tristes, sin confianza y como abandonados de Dios, debemos
esforzarnos en pensar en las otras ocasiones en que el Señor nos consoló con sus
favores y beneficios; de donde saquemos que volverá a consolarnos, y restituirnos
la leticia de su salvación. Segunda: Admiremos la viva fe de Juan Diego:
acababa de dejar moribundo a su tío, y consoló oír de la Virgen que le dice “tu
tío está sano," lo cree, se alegra, desecha todo temor y se ofrece a
llevar al Obispo la señal prometida. En el estado de aflicción, cuando nuestro director
para sosegarnos nos descubre las razones aparentes, sutilezas y perpetuas
falacias del demonio, como enseña San Ignacio de Loyola, con sólo pensar
que el director es el ministro de Dios y que por su medio el Señor nos habla,
debemos renunciar a todo nuestro parecer y sentir, sin reparar en otras razones
o cualidades del director. La obediencia cristiana mira tan sólo en que
tiene el lugar de Dios el que nos dirige, y sólo esta razón debe bastarnos para
obedecerle y tener por acertado y conveniente lo que nos propone. Pero si nos movemos
a obedecer porque el director goza fama de sabio, de piadoso y de muy
experimentado, esta obediencia, en todo rigor, no será obediencia cristiana,
sino meramente humana y de ningún valor para el provecho espiritual.
ORACIONES
PARA
FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Pida cada uno la
gracia que desea alcanzar por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe.
ORACIÓN
DE SAN BERNARDO
ACORDAOS, ¡oh,
piadosísima Virgen María! que jamás se oyó decir que ninguno de los que han
acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro
auxilio, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, yo también
acudo a Vos, oh, Madre ¡Virgen de las vírgenes! y gimiendo bajo el peso de mis
pecados me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis,
¡oh, Madre de Dios! mis súplicas; antes bien escuchadlas y, acogedlas
benignamente, Amen.”
No, nunca te alejes, no faltes jamás:
si somos tus hijos, oh, Madre, piedad.
V. Ruega por
nosotros Santa María Virgen de Guadalupe.
R. Para que seamos
dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos
¡Oh, Dios! que
con habernos colocado bajo el singular patrocinio de la Santísima Virgen María
nos quisiste colmar de perpetuos beneficios, te suplicamos nos concedas que,
así como nos alegramos hoy de su conmemoración en la tierra, así consigamos
gozar de su presencia en el cielo. Así te lo pedimos por Jesucristo Nuestro
Señor. Amen.