lunes, 31 de diciembre de 2018

TRES MEDITACIONES AL ACABAR EL AÑO. San Juan Bautista de la Salle



SOBRE LO QUE SE HA HECHO O DEJADO DE HACER PARA CON DIOS DURANTE EL AÑO
Estamos en el mundo únicamente para amar a Dios y darle gusto. No debemos hacer otra cosa durante toda nuestra vida, porque eso es lo primero que Dios nos manda y que " por sí solo encierra toda la ley ", según afirma el Señor (1). Y ha de ser tan grande nuestro amor a Dios, que no amemos nada sino a Dios o por Dios.
Podemos probar nuestro amor de tres maneras: primera, concibiendo sumo aprecio de Dios; segunda, aficionándonos sólo a Dios; tercera, haciéndolo todo por Dios.
¿Habéis hecho patente durante el año que sólo a Dios estimáis? ¿Os habéis sorprendido a menudo de admiración por sus infinitas grandezas y, sobrecogidos entonces de profundo respeto, a vista de tan sublimes perfecciones, habéis exclamado con el Profeta Rey que " sus magnificencias superan la capacidad del espíritu humano, y no pueden ser alabadas ni adoradas como se merecen "? (2).
¿Habéis tenido en cuenta que Dios se ha hallado presente a vosotros en todas partes? ¿Y os habéis abismado interiormente, en sentimiento de adoración, al considerar su divina presencia? Y, pues nada es tan grato al alma que ama a Dios como parar en ello la atención, ¿os habéis complacido, con David, en tan santo ejercicio? (3). Y, por respeto a la presencia de Dios tan inmenso, ¿habéis cuidado de manteneros en conveniente modestia, proporcionada a su majestad? Y puesto que se halla Dios presente en todas partes, ¿le habéis adorado por doquier?
Prestad atención a todos estos puntos, para demostrar a Dios el sumo aprecio que de Él hacéis.
Nuestra alma sólo ha sido creada por Dios para gozar de Él; luego, " toda su felicidad en la tierra consiste en no aficionarse más que a Él " (4), como dice muy bien el Real Profeta. Sería, pues, vergonzoso para el alma hecha partícipe de la naturaleza divina, que, según dice san León, degenerase hasta tal punto de su nobleza primitiva, que se envileciese a buscar su gozo en las criaturas.
¿Y a quién nos aficionaremos sino a Aquel de quien todo lo hemos recibido, que es nuestro único Señor y Padre, que ha dado el ser a todas las cosas (5), como enseña san Pablo, y que nos ha criado sólo para Sí?
Esta consideración y la del agradecimiento que le debemos por todos los beneficios que nos ha hecho, han debido ocupar a menudo nuestra mente en el decurso del año, y enternecer nuestro corazón, hasta impelernos a consagrar a Dios totalmente nuestras personas, y a decirle con san Agustín: " Hicístenos, Señor, para Ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en Ti ".
Si amamos verdaderamente a Dios, " todo cuando hacemos ha de ordenarse exclusivamente a su gloria " (6), como nos enseña san Pablo. Con ese único fin debisteis dejar el mundo; pues Dios ha de ser el término de vuestras acciones, como ha sido su principio.
" Si pretendierais agradar a cualquier otro que a Dios, no mereceríais, dice san Pablo, llevar nombre de servidores de Jesucristo " (7); pues no lo seríais en realidad, ya que el siervo ha de hacerlo todo en servicio de su señor.
Ésa era la amonestación que dirigía san Pablo a los fieles de su tiempo: ora comáis, les dice, ora bebáis, o, en resumen, cualquiera cosa que hagáis, hacedlo todo a gloria de Dios (8). Y en otra parte: Cuando hacéis, sea de palabra, sea de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesucristo (9).
Ése ha de ser el único consuelo del cristiano en la presente vida: obrar por Dios que le ha creado, de quien todo lo ha recibido y a quien es deudor de todo el bien que pueda realizar en esta vida.
¿Habéis considerado frecuentemente durante el año que, pues Dios os ha concedido la vida y coopera a todas vuestras acciones, sin excepción deben éstas estar le consagradas, y que le inferís injuria cada vez que ejecutáis alguna por cualquier otro fin que no sea Él?
¿Vuestra intención única ha sido, como en san Pablo, no vivir ni obrar ya sino por Dios? ¿Os habéis puesto, como él, en la disposición de no hacer estéril en vosotros la divina gracia? (10).
Ha sido estéril, ciertamente, cada vez que dejasteis de obrar puramente por amor de Dios.
En adelante, portaos, según a ello os exhorta el mismo Apóstol, de modo digno de Dios, procurando agradarle en todo (11).
DE NUESTRO PROCEDER CON EL PRÓJIMO DURANTE EL AÑO Y DE AQUELLO EN QUE HEMOS FALTADO A ESTE RESPECTO
Con los superiores.- Es de obligación para vosotros, según lo advierte el Apóstol, proceder con los superiores, del modo que lo hacéis con Dios (1).
Como formáis un cuerpo visible, y no os basta el gobierno interno de Dios para llegaros a Él; necesitáis guías que os dirijan sensiblemente. Por eso os ha dado superiores, cuya obligación es ocupar con vosotros el lugar de Dios y encarrilaros exteriormente por el camino del cielo, de modo análogo a como lo hace Dios mismo interiormente con vosotros.
¿De qué manera habéis procedido durante el presente año con los superiores? ¿Los habéis considerado como ministros de Dios, que os han sido propuestos de su parte en calidad de lugartenientes suyos; puesto que sólo en virtud de la autoridad que Dios les confiere y de la que los ha hecho partícipes, tienen derecho a dirigiros y mandaros? ¿Ha sido ése el motivo de que os hayáis sujetado a su gobierno? Durante el presente año, ¿os habéis sometido a los superiores como os sometéis a Dios?
Eso supuesto, ¿habéis creído que debíais obedecerlos en todo y de la manera que os creéis obligados a obedecer a Dios, que dice: Quien os escucha me escucha? (2). ¿Estáis bien persuadidos en lo profundo del corazón de que cuanto os dicen lo dicen de parte de Dios, o más bien que os lo dice Dios mismo?
Poneos desde ahora en tal disposición, respecto de vuestros superiores.
Con los hermanos.- Acaso no habéis discurrido bastante, durante el año que termina, sobre la obligación que tenéis de vivir muy unidos a vuestros hermanos. Con todo, es éste uno de los principales deberes de vuestro estado, porque, como dice Jesucristo en su santo Evangelio, " todos sois hermanos " (3).
La primera razón de que falte, a veces, unión en las comunidades es que algunos pretenden alzarse sobre los demás, movidos de ciertas consideraciones humanas. Por ese motivo amonestó el Señor a sus Apóstoles que ninguno de ellos debía llamarse ni permitir que le llamaran maestro; porque no tenían más que un solo maestro, Jesucristo (4). Hasta es necesario, como enseña también el Salvador, que quien crea ser mayor entre vosotros, o lo sea en efecto, se estime y considere como el menor de todos (5).
Ved si, durante el año, habéis procedido así con los hermanos. Si os habéis ofendido con alguno de ellos, pensad - como recordaba Moisés a dos israelitas de su tiempo que se injuriaban y querellaban entre sí - que son hermanos nuestros (6), y que nos debemos soportar unos a otros caritativamente, según enseña el Apóstol (7).
Prestad atención a la palabra soportar: con ella se os indica que es menester tolerarse mutuamente, y por eso dice el Santo en otro lugar: Llevad las cargas unos de otros (8). Cada uno tiene sus cargas; pero, de ordinario, no es precisamente quien las tiene el que las lleva, pues no nota su pesadez; sino aquellos con quienes vive. Por eso es menester que todos carguen gustosa y amorosa mente con las del prójimo, si quieren vivir en paz con él, conforme nos exhorta repetidas veces san Pablo en sus epístolas. ¿Lo habéis hecho así este año?
Piedra preciosa es la caridad fraterna en el seno de las comunidades; por eso la recomendó reiteradamente Jesucristo a sus Apóstoles antes de morir (9). Perdida ella, todo está perdido. Conservadla, por tanto, cuidadosamente, si queréis que vuestra comunidad perviva.
Con los escolares. - Lo primero que debéis a los escolares es la edificación y el buen ejemplo. ¿Os habéis aplicado a la virtud con el intento de edificar a vuestros discípulos? ¿Habéis pensado que debíais servirles de modelo en las virtudes que intentáis inculcarles? ¿Habéis procedido como corresponde a buenos maestros?
Habéis debido enseñarles la religión: ¿lo habéis hecho este año esmeradamente? ¿Habéis considerado esta función como vuestro principal deber para con ellos? ¿Conocen bien el catecismo? Si no lo saben, o sólo imperfectamente, ¿no ha de imputarse a descuido vuestro?
¿Os habéis preocupado de enseñarles las máximas y prácticas del santo Evangelio y el modo de ejercitarse en ellas? ¿Les habéis sugerido algunos modos de practicarlas, apropiados a su estado y edad?
Todas estas distintas formas de instruirlos han tenido que ser frecuentemente materia de vuestras reflexiones, y habéis debido empeñaros en utilizarlas con éxito. " El maestro que se encariñe con la piedad engendrará sabiduría ", asegura el Sabio (10); esto es, acaudalará sabiduría para sí y, al mismo tiempo, hará sabios a quienes instruye.
¿Habéis enseñado a los que educáis aquellos conocimientos humanos que son de vuestra obligación, como la lectura, escritura y demás, con todo el esmero posible? Si no ha sido así durante este año, daréis cuenta rigurosa a Dios, no sólo del tiempo, sino de la manutención y de cuanto se os ha suministrado para los menesteres de la vida; porque ésa ha sido la intención de la obediencia al proveeros de todo lo necesario.
Tomad para lo futuro medidas adecuadas sobre todos estos puntos, que son de importancia.
DE AQUELLO EN QUE HABÉIS FALTADO RESPECTO DE VOSOTROS Y DE LA REGULARIDAD DURANTE EL AÑO
Se puede faltar a la observancia regular: dentro de casa, fuera de casa y en la escuela.
Dentro de casa, puede faltarse en tres cosas: la primera, en lo tocante a la fidelidad y puntualidad en los ejercicios; [la segunda, en lo relativo al silencio; la tercera, a la obediencia] (*).
¿Habéis considerado la observancia del primer punto como uno de los principales medios de salvación, ya que, de hecho, así es? Porque esa fidelidad os establece en cierta como seguridad de cumplir exactamente los mandamientos de Dios; pues, según dice Jesucristo: Quien es fiel en las cosas pequeñas, lo será también en las grandes (1).
¿No os habéis dispensado de comulgar, a la ligera y por mera desgana, algunas veces este año? ¿No habéis descuidado la oración, o dejado en ella libre paso a las distracciones? ¿Habéis considerado esos dos ejercicios como aquellos que atraen las gracias de Dios sobre todos los demás? Y, eso supuesto, ¿os habéis dado a ellos con amor?
¿Habéis mostrado estima a todos los ejercicios espirituales? ¿Los habéis considerado como medios absolutamente necesarios para llegar a la perfección de vuestro estado, y por consiguiente para asegurar la salvación?
¿Lo habéis dejado todo al oír la primera campanada, aun hallándoos con personas de fuera? Así ha de hacerse siempre sin falta; ya que, propiamente hablando, por la primera señal de la campana se os descubre la voluntad de Dios.
¿Habéis sido fieles a la guarda del silencio? Es el primer medio de establecer la regularidad en las casas; sin él, no puede esperarse que se asiente el orden dentro de las comunidades religiosas. Puesto que debéis contribuir a ordenar bien la vuestra, sed fieles a esos dos puntos.
Por su medio se asegura y mantiene con facilidad el orden, siempre que a ellos se agregue la obediencia en todo, a quien está encargado de llevar la dirección de la comunidad; porque la obediencia es la primera virtud en las comunidades, y lo que distingue esencialmente a éstas de las mansiones seglares.
No es de menor importancia ser observante fuera de casa que dentro de ella; pues hay obligación de edificar al prójimo, y esto se exige especialmente a los religiosos.
Lo primero a que debe prestarse atención fuera de casa es a guardar mucha modestia. San Pablo lo recomienda a los fieles sobre cualquier otra cosa, cuando dice: Vuestra modestia sea patente a todos los hombres (2). Como si dijera: " No os contentéis con ser modestos cuando estáis solos y en privado, como efectiva mente debéis hacerlo, porque el Señor está cerca de vosotros; sino también en presencia de todos los hombres ".
Por consiguiente, cuando salgáis de casa, portaos de tal forma, que todos la noten y queden edificados de vuestra modestia. Es eso necesario porque, trabajando en la salvación del prójimo, debéis empezar por dar buen ejemplo, si queréis ganar a los otros para Dios.
Tenéis que observar también exacto silencio en las calles y, según vuestras Reglas, rezar en ellas el rosario, para no distraeros con aquellos objetos que se ofrezcan a la vista, y poder prestar atención a la divina presencia.
La paciencia y el silencio han de seros, de igual modo, particularmente necesarios cuando seáis objeto de injurias o de cualquiera otra actitud capaz de produciros disgusto.
¿Habéis sido fieles en guardar todas esas observancias durante el año? Son de mucha trascendencia, si no queréis escandalizar a otros, ni derramar vuestro espíritu al andar por las calles. Ha de poderse distinguir fácilmente en ellas a las personas consagradas a Dios de los seglares; y eso, por el aspecto exterior, y por el modo de comportarse; ya que, según dice san Pablo, son deudoras de la edificación que deben dar, no sólo a los sabios, sino también a quienes no lo son (3); los cuales suelen escandalizarse de todo, particularmente en las personas religiosas.
La escuela es el lugar donde los Hermanos permanecen la mayor parte del día, donde ejercen las funciones que más los absorben y en el que encuentran más ocasiones de distraerse. Por eso toda diligencia sobre sí mismos será poca, a fin de que no se amengüe en la escuela el mérito que de tales ocupaciones deben sacar para la salvación de sus almas, ni falten en ella a ninguna de sus obligaciones.
¿Habéis sido puntuales este año en seguir el orden de las lecciones, en serviros siempre de la " señal " y en reprender a los escolares cada vez que han cometido alguna falta? No podéis excusaros de hacerlo sin quebrantar uno de vuestros deberes principales.
¿Habéis sido fieles en explicar cada día el catecismo, durante todo el tiempo señalado y del modo que os está prescrito? ¿Habéis procurado con diligencia que los discípulos se instruyan en la doctrina cristiana? Es ésa vuestra obligación principal, aunque no podéis desatender los otros puntos.
¿No habéis procedido alguna vez con negligencia y flojedad en la escuela? ¿No habéis hablado en ella de cosas inútiles con los niños, pidiéndoles noticias o escuchando gustosos las que ellos os contaban? ¿No habéis leído en la escuela algún libro diferente de los que usan los alumnos a quienes tenéis cargo de instruir?
En una palabra, ¿no habéis perdido en ella el tiempo que, en vuestra profesión no es más vuestro que el del sirviente, obligado a emplearlo por completo en utilidad de su señor, como vosotros en provecho de los escolares?
¿No habéis aceptado algo que os hayan éstos ofrecido? Ya sabéis que tal cosa, en ningún caso os está permitida, pues, si cayereis en dichas faltas, vuestra escuela dejaría de ser gratuita, aun cuando no recibierais de los alumnos más que tabaco; lo cual no debe hacerse ni tolerarse, puesto que el uso del tabaco no se os permite, y debéis dar clase gratuitamente: esto es esencial a vuestro Instituto.
Examinad si habéis incurrido en esta clase de faltas durante el año y cuántas veces; y, en caso afirmativo, si las habéis acusado en confesión puntualmente. Tomad resoluciones adecuadas sobre todos estos puntos.
Despojaos, por fin, hoy, del hombre viejo, y revestíos del nuevo, como a ello os exhorta san Pablo. Y pedid a Dios, según aconseja el mismo Apóstol, que renueve mañana en vosotros el espíritu de vuestro estado y de vuestra profesión (4).

domingo, 30 de diciembre de 2018

LA UNIDAD ENTRE LAS VERDADES, PRECEPTOS Y CONSEJOS DEL EVANGELIO. San Juan Bautista de la Salle

DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD
San Juan Bautista de la Salle
Que no han de contradecirse las verdades, los preceptos ni los consejos del Evangelio
Cuenta el evangelio de este día que, después de bendecir san Simeón al padre y a la madre de Jesús en el Templo, dijo a María su Madre: " Este Niño viene para ruina y para resurrección de muchos en Israel " (1); porque algunos sacarían provecho de su muerte, mas otros, por infidelidad a la gracia que el Redentor había de merecerles, convertirían esa misma gracia en el principio de su condenación.
El santo anciano añadió en seguida que Jesucristo sería blanco de la contradicción de los hombres. Efectivamente, hubo muchas personas que contradijeron en vida el modo de proceder de Jesucristo; y no faltan otras muchas, aun entre cristianos, que se oponen a su doctrina y a sus máximas todos los días.
Algunos hay que reciben con poco respeto las decisiones de la Iglesia; otros, que se mezclan a veces en disputas sobre la predestinación y la gracia, de las cuales los no enterados deberían guardar absoluto silencio, por ser superiores a su capacidad; de modo que, si alguno les habla de ellas, han de contentarse con responder en general: " Yo creo lo que la Iglesia cree ".
Procedamos de igual modo respecto de varios otros puntos de doctrina que la mente humana no puede comprender, recordando aquellas palabras del Sabio en el Eclesiástico: No pretendas inquirir lo que es sobre tu capacidad (2).
Dejemos a los sabios las disputas sabias; dejémosles el cuidado de confundir a los herejes y refutar las herejías por nuestra parte, atengámonos a la doctrina común de Jesucristo, y adoptemos la norma de seguir en todo la enseñanza que propone la Iglesia a los fieles en los catecismos que aprueba, esto es, los compuestos o adoptados por los obispos que están en comunión con el Vicario Universal de Jesucristo; sin tomarnos nunca la licencia de dogmatizar sobre cuestiones difíciles de religión (*).
No hay menos peligro en contradecir la moral de Jesucristo que en oponerse a su doctrina; porque, de ordinario, lo que induce a perder la fe es la relajación de las costumbres, y porque Jesús no vino a anunciarnos tantas verdades santas de moral cristiana, sino para decidirnos a que las pongamos por obra.
Es, con todo, harto frecuente dar con cristianos, hasta en las comunidades religiosas, que gustan poco de las verdades prácticas; que las contradicen en su corazón y, aun a veces, con su conducta externa.
Así ocurre cuando se les dice, por ejemplo,
- que, en el día del juicio, darán cuenta de toda palabra inútil (3); - que se debe orar sin intermisión (4) y entrar en el cielo por la puerta angosta (5);
- que Jesucristo ha dicho: Si no hiciereis penitencia, todos pereceréis (6).
Por tanto, que es obligación ineludible llevar a la práctica esas máximas, si se quiere conseguir la salvación, y que constituyen para todos verdaderos mandamientos, así como las siguientes:
- amar a los enemigos, hacer bien a quienes nos aborrecen, y rogar por los que nos persiguen y calumnian, para ser hijos del Padre que está en los cielos, el cual hace salir su sol sobre buenos y malos (7).
¡Cuántos se persuaden que todos estos artículos son de mera perfección, a pesar de que Jesucristo los predicara como prácticas necesarias y medios para salvarse!
Guardaos bien de caer en tan craso error, que os apartaría del verdadero camino que conduce al cielo.
No nos basta a nosotros dejar de contradecir la moral del Evangelio. San Pablo dice que quiere mostrarnos un camino mejor y más perfecto (8), al que Jesucristo nos ha llamado y que de por Sí nos traza, cuando dice Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a si mismo, o sea, renuncie a su propio juicio y a su propia voluntad; cargue con su cruz todos los días, y sígame (9).
¿Quiénes no contradicen, al menos de corazón, si no de boca, esa divina sentencia de Jesucristo, nuestro Maestro?
¿Cuántos dan por bueno aquel sentir de san Bernardo cuando afirma que, si las chanzas y donaires no pasan de niñerías entre seglares, son blasfemias en labios de las personas consagradas a Dios? ¿A cuántos parecen bien estas palabras de san Doroteo: " Pongamos atención en las cosas más leves, por temor a que traigan consecuencias y efectos desastrosos? " ¿Cuántos no tienen por duras aquellas otras del mismo Jesucristo: Bienaventurados los pobres de espíritu; es más difícil a un rico entrar en el reino de los cielos que a un camello por el ojo de una aguja? (10).
En lo que a nosotros respecta, sondeemos el corazón y comprobemos si está bien persuadido de lo que afirma también Jesucristo: Seréis bienaventurados cuando los hombres digan con mentira todo género de mal contra vosotros (11).
¡Cuántos hay que contradicen en muchos puntos sus Reglas, como si sólo estuvieran obligados a practicar lo que de ellas estimen conveniente! Todos éstos caen muy pronto en relajación; pues, según enseña san Doroteo, tan pronto como empieza a decirse: " ¿Qué importancia tiene el que diga esta palabra? ¿qué mal hay en tomarse este bocadillo? ¿qué crimen cometo al hacer esto o aquello?...; fácilmente se llega a pasar por encima de todos los remordimientos de la conciencia en los puntos más esenciales ".
Temamos perdernos si asentimos a tales máximas, que llevan al relajamiento; pues Dios nos ha llamado a vivir según la perfección evangélica.

EVANGELIO DEL DOMINGO: EL NIÑO IBA CRECIENDO LLENO DE SABIDURÍA Y LA GRACIA DE DIOS ESTABA CON ÉL

DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
Lc 2,33-40
 
COMENTARIO AL EVANGELIO  

martes, 25 de diciembre de 2018

JESUCRISTO NACE HOY POBRE EN UN ESTABLO. San Juan Bautista de la Salle


 


MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR
25 de diciembre
San Juan Bautista de la Salle

Jesucristo nace hoy pobre en un establo.
La Santísima Virgen le da a luz en lugar desprovisto de toda comodidad y de toda ayuda humana, y donde no se halla otro lecho que un pesebre, para reclinar al Niño recién nacido (1).
¡Ése es el palacio y la cuna real de Jesús nuestro Salvador, al hacer su entrada en el mundo! ¡Así se ve alojado, a media noche, en estación tan rigurosa! ¡Y nadie se cuida de socorrerle en tan apremiante necesidad!
La pobreza que, de modo tan eminente ejercita Jesús al nacer, debe decidirnos a profesar amor señalado a esta virtud; pues con el fin de inspirarnos su amor, quiere El venir al mundo en tal estado.
No nos maravillemos, pues, cuando algo nos falte, aunque sea necesario; ya que Jesús careció de todo en. su nacimiento.
Así ha de nacerse a la vida espiritual: despojado y desnudo de todo.
Y como e] Hijo de Dios quiso que se viera en tal estado la humanidad de que El se revestía; así desea, para poder señorearse por completo de nuestros corazones, que nos pongamos nosotros en disposición semejante.
No se contentó Jesús con nacer pobre, sino que, habiendo escogido también por herencia el oprobio en el mundo (2), según dice el Real Profeta; quiso entrar en él por un lugar donde fuera desconocido; donde no se hiciese ninguna estima de El ni de su Santa Madre, y donde se viera desamparado de todos.
Es verdad que fue visitado en su nacimiento; mas únicamente de pobres pastores (3), que no pueden tributar le otro honor que el de sus deseos; y aún fue necesario que, de parte de Dios, les anunciara un ángel que el Niño recién nacido en Belén era el Salvador, y que su nacimiento sería motivo de sumo gozo para todo el pueblo (4).
Fuera de aquellos pobres pastores, nadie piensa en Jesús cuando viene al mundo; y hasta parece no querer Dios que los ricos y magnates tengan entrada cerca de El; pues, al anunciar su venida, el ángel no da otra señal a los pastores, para poder reconocerle, que el estado pobre y abatido en que habían de encontrarle; lo cual sólo podía inspirar repulsión a quienes no estiman otra cosa que aquello que reluce.
Nosotros, al elegir nuestro estado, hemos debido resolvernos a vivir en el abatimiento, como el Hijo de Dios al humanarse; pues eso es lo más característico de nuestra profesión y empleo. Somos Hermanos pobres, poco conocidos y estimados por la gente del siglo. Sólo los pobres vienen a buscarnos; mas ellos, no tienen presente alguno que hacernos, fuera de sus corazones, dispuestos a recibir nuestras enseñanzas.
Amemos lo que nuestra profesión presenta como más humillante, para participar en aluna medida del oprobio de Jesús en su nacimiento.
"Los Pastores, según dice el evangelio de hoy, se dirigieron a toda prisa a Belén, donde hallaron a María, a José y al Niño reclinado en el pesebre. Y, con verle, se certificaron de cuanto les habían dicho. Después, se volvieron glorificando a Dios, por todo lo visto y oído" (5).
Nada atrae tanto las almas a Dios, como el estado pobre y humilde de quienes trabajan por conducirlas a ÉL
¿De qué alaban y bendicen a Dios los pastores? De que habían visto un pobre niño, acostado en un pesebre, y de que, al verle, conocieron por luz interna, con la que Dios se dignó iluminarlos, que aquel Niño era verdaderamente su Salvador, a quien debían acudir para quedar libres de la miseria de sus pecados.
Tened por seguro que, mientras viváis aficionados de corazón a la pobreza y a cuanto pueda humillaros, produciréis fruto en las almas. Que los ángeles de Dios os darán a conocer e inspirarán a los padres y madres que os encomienden sus hijos, para que los instruyáis. Que, incluso, por vuestras enseñanzas, moveréis al bien el corazón de esos niños pobres y que la mayor parte serán siempre verdaderos cristianos.
Pero, si no os asemejáis a Jesús recién nacido por esas eminentes cualidades, seréis poco conocidos y solicita dos en vuestro empleo; no ganaréis el amor ni la estima de los pobres, ni podréis jamás gloriaros de la condición de salvadores para con ellos, tal como os corresponde por el empleo que ejercéis. Pues, solo en la medida en que os hagáis semejantes a ellos y a Jesús recién nacido, atraeréis los niños a Dios.

EVANGELIO DEL DÍA. ET VERBUM CARO FACTUM EST

25 de diciembre
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan 1, 1-14

lunes, 24 de diciembre de 2018

PARTÍCIPES DE SU NATURALEZA Y HOMBRES DEL TODO CELESTIALES. San Juan Bautista de la Salle

MEDITACIÓN PARA LA VIGILIA DE LA NATIVIDAD DE JESUCRISTO
24 de diciembre
San Juan Bautista de la Salle
El emperador Augusto publicó un edicto, en virtud del cual se ordenaba el empadronamiento de cuantos habitaban en las diversas ciudades dependientes del imperio romano. Cada uno debía alistarse en el lugar de donde procedía su estirpe. Esto exigió que san José partiera de Nazaret, villa de Galilea donde moraba, para encaminarse a Belén, ciudad de Judea, a fin de inscribirse en esta ciudad, con María su esposa (1).
Llegados allá, buscaron casa donde poder alojarse; pero nadie los quiso recibir, por estar ya ocupadas todas con personas más ricas y calificadas que ellos (2).
Ved cómo se procede en el mundo. No se considera en él más que lo aparente de las personas, ni se tributan a éstas honores sino en cuanto se los ganan con lo que brilla a los ojos del siglo.
Si en Belén hubieran mirado a la Santísima Virgen como la madre del Mesías, y la que daría a luz en breve al Dios hecho hombre, ¿quién se hubiera atrevido a negarle hospitalidad en su casa? ¡Y qué agasajos no le hubieran prodigado en toda la Judea! Mas, como vieron sólo en Ella a una mujer corriente y la esposa de un artesano, no hubo en parte alguna cobijo para María.
¿Cuánto tiempo hace que Jesús se presenta a vosotros, y llama a la puerta de vuestro corazón para establecer en él su morada, sin que hayáis querido recibirle? ¿Por qué? Porque no se presenta sino en figura de pobre, de esclavo, de varón de dolores.
No hallando quien quisiera recibirlos en Belén, la santísima Virgen Madre de Jesús se vio precisada a guarecerse en un establo. Una vez allí, le llegó la hora del alumbramiento, y dio al mundo a su primogénito; por lo cual se vio obligada a acostar a Jesucristo su Hijo en un pesebre (3).
Vosotros recibís con frecuencia a Jesús en vuestros corazones; mas, ¿no está en ellos como en un establo, donde no halla otra cosa que desaseo y podredumbre, porque tenéis la afición puesta en algo distinto de Él?
¡Si le miraseis como Salvador y Redentor vuestro, qué honores le tributaríais! Considerándole como vuestro Dios, ¿dejaríais de acompañarle, por la aplicación a su santa presencia? Y mirándole luego como hombre, ¿no meditaríais sus padecimientos y muerte?
Para cercioraros de si aprovecháis la venida de Jesús, y la permanencia que en vosotros se digna establecer, examinad si sois más modestos, recogidos y reserva dos que lo erais en otro tiempo. ¿Veláis con más diligencia sobre vosotros los días de comunión, para no dejaros dominar por ningún capricho ni por movimiento alguno desordenado?
Si queréis que os resulte provechosa la venida de Jesucristo, es necesario que le dejéis señorearse de vuestro corazón, y que os mostréis dóciles a cuanto exija de vosotros, repitiéndole muchas veces con el profeta Samuel: Habla, Señor, que tu siervo escucha (4); y con David: Escucharé lo que el Señor Dios me diga (5).
Pues sabemos que Jesús ha de venir hoy a nosotros, y le reconocemos por quien es; preparémosle morada que le sea digna, y dispongamos de tal modo el corazón a recibirle, que gustoso establezca dentro de su residencia.
Con esta intención, apliquémonos a desocuparle de todo lo profano y terrenal que en él haya: El hombre terreno, dice san Pablo, conversa gustoso de las cosas de la tierra, y no sabe hablar sino de ellas; en cambio, el hombre celestial, afirma el mismo Apóstol, habla de las cosas del cielo, y se sobrepone a todo (6).
Con este fin ha bajado a la tierra y quiere venir a nuestro corazón el Hijo de Dios: con el de hacernos partícipes de su naturaleza y trocarnos en hombres del todo celestiales.