martes, 20 de mayo de 2025

21 DE MAYO. BEATO BERNARDO DE MORLAÁS, DOMINICO (SIGLO XIII)

 


21 DE MAYO

BEATO BERNARDO DE MORLAÁS

DOMINICO (SIGLO XIII)

¡HERMOSA es la generación de las almas puras y sencillas! La de esas almas que San Isidoro llama hermanas de los ángeles, y Nuestro Señor canoniza, cuando dice: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios...».

Contadas veces se ve cumplida tan a la letra esta divina bienaventuranza como en el caso del Beato Bernardo y los dos frailecillos —«fradinhos», les dicen en Portugal— del convento de Santarem. Nadie que no sea sencillo podrá captar toda la belleza y candor de este cuadro sublime, digno del ingenuo pincel de Fra Angélico.

Nosotros tomamos el relato de la autorizada colección de documentos Acta Sanctorum, sancionada en la presente circunstancia por una tradición secular y ratificada por la Iglesia con la beatificación de los tres candorosos protagonistas.

El escenario es el convento dominicano de Santarem —la antigua Scalabis— en Portugal. El Beato Fray Gil acaba de llegar ahora de París —ahora es la década de 1230 a 1240—, a donde fuera para asistir al Capítulo General de la Orden, como Superior de la Provincia de España. Con él viene un postulante, que el Beato se apresura a presentar a la Comunidad.

«Le he ofrecido hospitalidad en nuestra Provincia y la ha aceptado con alegría. Ningún convento de Francia le hubiera admitido, porque su familia, que es de mucho empuje, no tardaría en dar con él. En Zaragoza le impuse el santo hábito. Pero, considerando que los Pirineos no eran barrera que le separase de su patria, me ha pedido que le trajese al extremo de la Península».

Y luego les aclara el misterio. Fray Bernardo —que así se llama el joven— es oriundo de Morlaás, a unas tres leguas de Pau. Desciende de noble alcurnia. Desde muy niño alienta en su alma la idea de hacerse fraile; pero sus padres le desposan contra su voluntad, y a pesar de sus pocos años. Bernardo no se resigna. Buscando la manera de romper los lazos del mundo, viene a topar con Fray Gil de Santarem. No hay más enigmas en su vida.

En el convento cursa con brillantez los estudios teológicos y alcanza en breve un alto grado de perfección religiosa. Apenas sube las gradas del altar, es asociado a las tareas apostólicas de su Maestro, y, muerto éste en 1265, su piedad y abnegación le merecen el cargo de sacristán. Y sacristán morirá, si es que se puede llamar muerte a su milagroso tránsito.

El Padre Bernardo compartía los afanes de la iglesia con los del magisterio. Eran sus discípulos dos pequeñuelos mofletudos, rubios como serafines, hijos de un noble caballero portugués: dos angelotes para un retablo...

Una mañana, tras ayudar a Misa, los pequeños escolares toman el cestillo de sus provisiones y, con esa encantadora sencillez propia de la infancia, se sientan a desayunar al pie de una imagen de la Virgen del Rosario, que ellos llaman la «Señora de Piedra». Pero a uno se le ocurre otra idea más peregrina y candorosa aún: invitar a Jesús.

— Niño hermoso, si gustas tomar un bocadillo con nosotros...

El Divino Infante se suelta, al punto, del regazo materno y baja a sentarse entre los dos angelicales alumnos, sin que éstos parezcan maravillarse demasiado ante el prodigio. Concluido el frugal convite, Jesús les da las gracias con una sonrisa y se encarama de nuevo a los brazos de la Virgen. Y así. un día y otro día. El Divino Comensal no sólo departe con ellos, sino que les soluciona las pequeñas dificultades que se les presentan en los estudios.

Una cosa, empero, extraña, en su inocencia, a los deliciosos chiquillos: la pasividad de su Celestial Amiguito. «¿Por qué —se dicen— Jesús no nos corresponde con algún obsequio? ¿Acaso no hay en el cielo cosas buenas?». Y con la mayor naturalidad del mundo, deciden confiar al Padre Bernardo su secreto resentimiento.

Éste, aunque emocionado ante semejante milagro, aparenta no darle importancia. Deja pasar varios días, y luego interroga discretamente a los chiquitines, ora juntos, ora separados. El prodigio es evidente. ¿Qué hacer?

He aquí el plan que le sugiere la Virgen del Rosario:

— Decidme, amiguitos: Os gustaría que Jesús os invitara siquiera una vez en la casa de su Padre, ¿verdad?

— ¡Claro que sí, muchísimo! Pero de eso no nos ha hablado nunca.

—Es preciso que le insinuéis la idea. Cuando vuelva para comer con vosotros, no dejéis de rogarle que os invite. Y que no se olvide de mí...

Así lo hacen los angelitos. Y Jesús les contesta:

— De aquí a tres días es la Ascensión, y en la casa de mi Padre habrá gran regocijo. Decid al Padre Bernardo que quedáis invitados los tres.

Llega la mañana venturosa. La Comunidad está en el refectorio. El Santo Maestro celebra Misa en el altar del Rosario. Le ayudan sus dos acólitos. Los niños reciben la primera y última Comunión... ¿Qué pasa después?

...Cuando regresaron los frailes a la iglesia, hallaron al Padre Bernardo ante las gradas del altar, revestido aún con los ornamentos sagrados, y, a su lado, a los dos monaguillos; inmóviles los tres, las manos tendidas al cielo y los ojos fijos para siempre en el Niño Dios. Eran celestes comensales.

¡Bienaventurados los limpios de corazón...!

lunes, 19 de mayo de 2025

DÍA 20. SOLEDAD DE MARÍA DIFUNTO YA SU HIJO. MES DE LA VIRGEN

DÍA 20

SOLEDAD DE MARÍA DIFUNTO YA EL SEÑOR

 

MES

de María,

o

EL MES DE MAYO

Consagrado a las glorias

de la Virgen Santísima.

 

EJERCICIO PARA TODOS LOS DIAS

 

Por la señal de la santa cruz…

 

Puestos con devoción delante la imagen de la Virgen, se empezará con la siguiente:

 

ORACION DE SAN BERNARDO.

Acordaos, misericordiosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir, que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia, y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de vos. Animado con esta confianza a vos también acudo, oh Virgen Madre de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, oh Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderla favorablemente. Amen.

 

DÍA 20

SOLEDAD DE MARÍA DIFUNTO YA EL SEÑOR

ORACIÓN

 

¡Oh afligidísima Madre mía!, no os quiero dejar sola para llorar, ¡no! Yo quiero acompañaros también con mis lágrimas. Alcanzadme pues, oh desconsolada Virgen, una memoria continua de la pasión de vuestro hijo y vuestra, para que en los días que me quedan de vida pueda llorar vuestros dolores y los de mi amable Redentor. Hacedme la gracia de que estos dolores me den en la hora de la muerte confianza y fortaleza para no desalentarme a vista de mis enormes pecados, y que por fin me alcancen el perdón, la perseverancia y el Cielo , donde espero regocijarme con vos, y contar las misericordias infinitas de mi Dios por toda una eternidad. Amén.

 

FLOR ESPIRITUAL

Visitar cinco altares en sufragio de las almas que por nuestra culpa u omisión están padeciendo en el purgatorio.

 

OFRECIMIENTO DE LA FLOR ESPIRITUAL

¡Oh María!, prado amenísimo de las delicias de todo un Dios, huerto cerrado y jardín florido, postrado a vuestras plantas soberanas, os ofrezco la flor espiritual de este día, y por ella os suplico me hagáis participante de la fragancia de vuestras hermosas virtudes, plantándolas todas en mi pobre corazón, al cual os ruego Madre mía, reguéis  con el rocío de la divina gracia para que dé frutos de justicia y santidad y para más obligaros, saludo vuestro dulcísimo nombre con las siguientes deprecaciones y Ave Marías:

 

DEPRECACIONES

Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí infeliz pecador.

Ave Maria, gratia plena

Dominus tecum

benedicta tu in mulieribus,

et benedictus fructus ventris tui, Jesus.

Sancta Maria, Mater Dei,

ora pro nobis peccatoribus,

nunc et in hora mortis nostrae.

Amén.

Acueducto de las divinas gracias, concededme abundancia de lágrimas para llorar amargamente mis pecados. Ave María.

Reina del cielo y de la tierra, sé mi amparo, y mi defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.

Ilustre y querida hija de Joaquín y Ana alcanzadme de vuestro santísimo Hijo, las gracias que necesite para mi salvación. Ave María.

Abogada y refugio de los pecadores, asistidme en el trance de mi muerte, y abridme las puertas de la celestial Jerusalén. Ave María.

 

Salve, Regina, Mater misericordiae.

Vita, dulcedo et spes nostra, salve.

Ad te clamamus exsules filii Hevae.

Ad te suspiramus gementes et flentes in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte; et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

 

INDULGENCIAS

El Sumo Pontífice Pio VII con rescripto de 21 de marzo de 1815 concede a todos los fieles que hicieren cada día durante el mes de Mayo alguna oración pública o particular, o alguna otra obra de piedad en honor de la  Virgen Santísima 300 días de indulgencia por cada vez y a más indulgencia plenaria el día que escogieren con la condiciones de que confiesen, comulguen, oren para las necesidades de la Iglesia. Todas esas indulgencias pueden aplicarse a las ánimas del purgatorio.

 

Querido hermano: si te ha gustado el ejercicio del mes de mayo a la Virgen, compártelo con tus familiares y amigos.

Recuerda que la oración que más agrada a la Virgen es el rezo diario del santo rosario. Ella lo ha pedido repetidamente en sus apariciones de Lourdes y Fátima. La Virgen concede sus gracias a quien devotamente reza su rosario. Rézalo en tu parroquia o en familia o con tus amistades.

 

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

20 DE MAYO. SAN BERNARDINO DE SIENA, FRANCISCANO (1380-1444)

 




20 DE MAYO

SAN BERNARDINO DE SIENA

FRANCISCANO (1380-1444)

LA divina Providencia va siempre por delante de los hombres. Dios nunca llega tarde. La Historia —magistra vitæ— nos enseña que Él, mejor que nadie, ha sabido atajar los grandes males con grandes remedios y hacer brillar la luz aun en las épocas de mayor conmoción. ¿Qué sucede, por ejemplo, en el siglo XV, que es el que ahora solicita nuestro interés? ¿Alborea el Renacimiento con su epidemia de paganismo? Pues, frente al decantado retorno a lo clásico «pagano», Dios opone el retorno a lo clásico «cristiano», y frente a Cicerón, Tito Livio o Policleto, tres grandes figuras apostólicas —Vicente Ferrer, Bernardino de Siena y Juan de Capistrano— que defienden la prístina pureza del Cristianismo y ambientan el clima para la verdadera reforma —el verdadero renacimientocon el calor de su fe milagrosa, el influjo de su acción, la virtud de su enseñanza y la enseñanza de su virtud…

Hoy celebra la Iglesia la fiesta de San Bernardino de Siena. A él, pues, nos concretamos.

Hijo de un Albizzeschi, de nombre Tulo, nace en la aldea de Massa, próxima a Siena cuando su padre es gobernador de la Ciudad. El nombre de María — «la amada más noble y hermosa» — se asocia desde la cuna a los momentos solemnes de su vida. «Nací —nos dirá con santo orgullo— en el natalicio de Nuestra Señora; después, en la misma festividad entré en el convento, vestí el hábito franciscano, hice la profesión de mis tres votos, celebré la primera Misa, prediqué el primer sermón. ¿Verdad que son demasiadas coincidencias para no estimarlas providenciales?

Bernardino no llega a conocer a su madre, Nera, y a los siete años pierde también a su padre. Pero Dios, que lo previene para altos fines, le conduce a ellos de manera infalible, rectilínea. Diana, hermana de su madre, acierta a intuir la estrella que la gracia divina va pintando en los ojos pálidamente azules del muchacho, y toma a pechos su educación. Dos célebres maestros — Onofre el Gramático y Juan de Espoleto— ayudan a la buena mujer en su noble empeño. A los diecisiete años, Bernardino ha estudiado ya Filosofía y Teología, Derecho civil y canónico. Casi por milagro pasa indemne a través de las escuelas. Su ardiente devoción a María hace que, a pesar de tener un carácter dulce, sosegado y meditativo, defienda su pureza con una energía insospechada.

Un procaz estudiante se atreve cierto día a insinuarle una proposición vergonzosa. La sangre afluye a las mejillas del casto joven:

— ¿Por quién me has tomado? —grita al libertino.

Y, sin mediar más palabras, estampa en su rostro un sonoro bofetón.

— Anda con cuidado, hijo mío —le dice con frecuencia su tía monja— tienes una cara demasiado guapa y un corazón demasiado tierno; podrías perderte fácilmente.

Y el doncel le responde, entre grave Y jovial:

— Llegas tarde, tía; estoy locamente enamorado de la doncella «más noble y hermosa» de Siena.

Como es natural, la monja se alarma; hasta que se entera de que aquella dama misteriosa es la imagen de María que se venera en la Puerta Camilia.

En 1400, Bernardino interrumpe sus estudios para entregarse al servicio de los apestados en el hospital de la Scala. Sil heroica caridad le cuesta Varios meses de cama, durante los cuales madura su verdadera vocación: ser en Italia el continuador de San Vicente Ferrer.

A los veintidós años, ingresa en el convento franciscano de Colombario, después de repartir sus bienes a los pobres. Los sueños literarios se borran pronto en su alma, colma ahora de más santas inquietudes; pero la cultura adquirida en las aulas admirará a los mismos humanistas y será para él un arma eficaz de apostolado. Sin embargo, sus principios de predicador no pueden ser más humildes; casi un fracaso. Durante quince años es un fraile oscuro que sólo se distingue por su virtud. Al fin, la Virgen, al curarle una pertinaz ronquera, lo convierte en el misionero más eximio de la primera mitad del siglo XV.

En Milán se revela como enviado de Dios, y desde este momento todas las ciudades se lo disputan. Posee inmejorables prendas para ser buen apóstol: cultura, celo ígneo, noble ademán, palabra vibrante de caridad, dulzura y firmeza, el don de milagros, fama de santo. Tiene, además, un poder casi divino para subyugar las almas, y las multitudes le siguen en interminables romerías de penitencia. Aunque sus sermones suelen durar varias horas, nadie se cansa de oírle. «Toda Roma —escribe el futuro Pío II— confluye a escucharle. El mismo Papa y los Cardenales se cuentan entre sus oyentes.»

Iniciador del culto al Santo Nombre de Jesús, es acusado de hereje ante Martín V. El Sumo Pontífice le manda recluirse en un convento; pero, esclarecida la verdad, no sólo le da la razón, sino que le ofrece el obispado de Siena, al cual renuncia el Santo por humildad, como renunciará más tarde a los de Urbino y Ferrara. Bernardino embraza de nuevo la Biblia y prosigue su obra reformadora. Y en esta vida peregrinante le sorprende la muerte en la ciudad de Aquila, el 20 de mayo de 1444, víspera de la Ascensión del Señor, mientras sus hermanos de religión entonan esta antífona de la Vigilia, que parece resumir su vida: «Padre, he manifestado a los hombres tu Santo Nombre, y ahora voy a Ti».