LOS PRÍNCIPES DE LA IGLESIA, EN CAMBIO, ESTÁN DESTINADOS A SERVIR A SUS INFERIORES.
IGLESIA DEL SALVADOR DE TOLEDO (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano
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SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA INFANCIA. (17)
Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.
Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:
Oración a san José
Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
MEDITACIÓN
San Enrique de Ossó
SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA INFANCIA
Composición de lugar. Mira a san José fugitivo a Egipto con el Niño Jesús cubierto con su pobrecita capa.
Petición. Poderoso san José, guardad a la tierna infancia de todo mal y peligro de alma y cuerpo.
Punto primero. Necesidad de protección. –No hay edad más necesitada de socorro que la infancia. En ella el hombre, de peor condición que muchas bestias, no puede valerse, y sin el socorro de una mano poderosa y amorosa no viviría. Miles de enemigos le cercan. El hambre, el calor, el frío, sobre todo su impotencia absoluta, le imposibilitan de defenderse contra tantos enemigos y hacerse a ellos superior. Donde no hay una madre amorosa que proteja la debilidad de la infancia, muere; donde no hay almas caritativas que reemplacen a las madres naturales crueles, deja de existir. Testigos: la China y otros países en donde tantos miles de infantes perecen todos los días comidos por los perros o cerdos, o ahogados, o muertos violentamente. ¿A quién acudir en demanda de socorro para tantos infelices? ¡Oh, no hay otro mejor protector que el glorioso san José!
Punto segundo. San José protege la infancia del Niño Jesús y de los niños que a él se consagran. –Nada hay más tierno y consolador que el contemplar la providencia de Dios nuestro Señor, que a cada necesidad provee del conveniente remedio. Si el Niño Jesús, a pesar de ser Hijo de Dios, aparece rodeado de todas las miserias y debilidades de un tierno infante, menos el pecado, provee en san José un ayo y protector que le defenderá de ellas. Sí, san José aparece siempre como el ángel tutelar, el padre amorosísimo del Infante Jesús. Búscale abrigo en Belén, y al verse repelido por aquellos duros habitantes, búscale una cuevecita, y allí le adora, le calienta, le acalla, le protege de las inclemencias del tiempo. Un rey inhumano y cruel trata de dar muerte al infante Jesús, y envía satélites por todas partes, y mata a miles de infantes; mas san José salva al Salvador del mundo con su precipitada fuga a Egipto. ¡Oh, contempla, devoto josefino, en esta huida, al Santo cómo cubre con su manto al tierno Infante en aquel largo y penoso viaje, para guarecerlo contra las inclemencias del tiempo! ¡Cómo le envuelve con su pobre capa, y le estrecha contra su pecho para calentarle! ¡Cómo le lleva en los brazos, cómo le da de comer y le mece y le acaricia y le regala! Providencia de Dios Padre era san José para con su Hijo Jesús en este mundo, y como tal cuidábale amoroso, protegíale cuidadoso, y proveíale de todo lo que había menester. Y el infante Jesús en brazos de san José lo tenía ya todo: nada temía, de nada cuidaba. A ti me ha confiado mi Padre celestial, decíale el pobre Jesús; tú serás mi ayuda y sostén en mi infancia. ¡Oh Santo bendito!, verdaderamente no puede hallarse otro patrón mejor que tú para proteger a la infancia desvalida, porque protegiste al mejor infante, Cristo Jesús. ¡Benditos infantes que desde su concepción en el seno materno están consagrados a ti, y están puestos bajo tu patrocinio, tu protección soberana! ¡Qué felices pasarán los azares de la vida! Madres de familia, poned vuestros hijos bajo la protección especial de san José, y los veréis crecer en edad, sabiduría y gracia, como crecía Jesús.
Punto tercero. ¿Qué hacemos nosotros para proteger a la infancia? No hablemos de la obra de la Santa Infancia destinada a salvar miles de niños abandonados entre los infieles, obra que recomendamos a todos los devotos del Santo sobremanera, y pedimos para ella sus limosnas; hay otros infantes entre nosotros que reclaman asimismo toda nuestra protección. Unos abandonados por madres mercenarias o pecadoras, o que les procuran la muerte antes que vengan al mundo; otros expuestos al vicio y a la prostitución antes que sepan casi darse razón de lo que es malo; y todos o la mayor parte en peligro de perder sus almas (que es lo que más vale de este mundo), por los escándalos de palabras, de escritos, de láminas, etc., etc., o porque corrompen su inteligencia con el error que se les comunica en las escuelas laicas, de perdición y sin Dios. Contra todos estos y otros innumerables e inminentes males que amenazan a la débil infancia, aprovechemos el patrocinio de san José, pongamos todas estas obras bajo su protección, presentemos nuestras oraciones a Jesús y a María por manos del Santo, y la suerte de la infancia se mejorará. ¡Oh Santo protector de la infancia, que libraste a Jesús de las celadas y persecución de Herodes que quería darle muerte! Libra a la infancia desvalida de las asechanzas del herodes infernal que quiere matar sus almas, robarles su inocencia y su gracia, para que, libres de sus garras, alcancen la salvación eterna. Amén.
Obsequio. Procurar la fundación o sostenimiento de escuelas católicas, especialmente de párvulos, para que en ellas se eduque cristianamente la infancia.
Jaculatoria. Glorioso san José, ayo y pedagogo del Niño Jesús, guardad la infancia y niñez cristianas en el santo amor y temor de Dios.
Oración final para todos los días
Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.
SALVE SAN JOSÉ HOMBRE JUSTO.
Oración a San José De San Luis Mª G. De Monfort
Salve, san José, hombre justo, la Sabiduría está contigo,
bendito es Jesús, el fruto de María, tú fiel esposa.
San José, digno padre y protector de Jesucristo,
ruega por nosotros, pecadores,
y alcánzanos de Dios la divina Sabiduría,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
LUNES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
SAN JOSÉ PUEDE Y DEBE SOCORRER A SUS DEVOTOS EN TODO PELIGRO Y NECESIDAD. (16)
Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.
Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:
Oración a san José
Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
MEDITACIÓN
San Enrique de Ossó
SAN JOSÉ PUEDE Y DEBE SOCORRER A SUS DEVOTOS
EN TODO PELIGRO Y NECESIDAD.
Composición de lugar. Contempla al Santo que te dice con amor: “Yo soy José. Por vuestra salud Dios me envía en vuestro socorro”.
Petición. Poderoso San José, socorrednos en vida y en la hora de la muerte.
Punto primero. San José quiere socorrernos en toda necesidad. A San José ha dado el eterno Padre todo poder en el cielo y en la tierra al constituirle ayo y padre adoptivo de su divino Hijo, y esposo verdadero de la Madre de Dios. Él tiene cierta jurisdicción sobre Jesús y María, que le estuvieron sujetos. Nada les negó san José en la tierra, nada pueden negarle en el cielo. Las súplicas de san José tienen para el corazón agradecidísimo de María y de Jesús fuerza de mandatos… En gracia y gloria san José aventaja a todos los ángeles y santos. Sentado a la diestra de su virginal esposa María, debe ser honrado con el mayor culto que puede darse a un comprensor. Virgen y confesor, profeta y patriarca, mártir por sus dolores, embajador de la Iglesia y de la Sinagoga, san José llevaba en sus manos el Evangelio y la antigua ley, y encargado de los deberes del universo para con su Dios, ofrecía al Rey inmortal de todos los siglos los homenajes de adoración de todos los tiempos y de todos los hombres… ¡Oh! ¡Qué gran Santo es san José! Superior a los mismos ángeles, ocupó en la tierra el lugar de Dios: el de Dios Padre por ser padre adoptivo de Jesús; el de Dios Espíritu Santo como esposo de María, y aún el de Dios Hijo, porque todas las leyes reputan al hijo una misma cosa con su padre. ¿Quién, pues, no tendrá confianza ilimitada en el poder de san José?
Punto segundo. San José quiere socorrernos. El amor a los hombres en el corazón de los santos es a proporción del que tienen a Dios. ¿Y qué santo amó más a Dios que san José? Las pruebas del verdadero amor son las obras. Y ¿qué hizo san José para su
Jesús? ¡Cuántas congojas, cuántas vigilias, cuántas privaciones y trabajos no pasó san José! Nazaret, Belén, Egipto, Jerusalén… basta recordar estos nombres para convencerse del finísimo amor de san José a su Dios… Pues con ese mismo amor ama a los hombres todos, causa con sus pecados de pruebas tan rudas de amor. Yo soy José, paréceme decir este excelso patriarca al alma su devota al descubrirle su poder y gloria: yo soy José, no temas: cobra ánimo, y ten confianza; pues tanto poder y grandeza tanta se me han dado para favorecerte. ¡Pobrecilla alma pecadora!, ven a mí, arrójate con confianza ilimitada en los brazos de mi protección. ¿Eres huérfana? Yo seré tu padre. ¿Andas divagando sin tener fijos tus deseos? Yo seré tu guía. ¿Estás triste?, ¿gimes?, ¿lloras? Yo seré tu consolador… Yo soy José, el guardián de los tesoros del Rey del cielo, el dispensador de todas sus gracias, el ángel de su consejo, su vicegerente, otro Dios sobre la tierra. Y todo esto por ti, para tu bien… ¡Pobrecilla y débil criatura! No desmayes; invócame con confianza: yo soy José, que puedo y quiero salvarte en todas tus necesidades… ¿Desconfiarás aún de las bondades de san José, oh devoto del Santo? ¿Temerás acudir a él en demanda de socorro? ¡Menester sería desconocer su paternal bondad!
Punto tercero. San José debe socorrer a sus devotos. El gran poder y dignidad que posee este glorioso Santo, no se los ha dado el Señor para su propio provecho, sino para que los emplee en nuestra salvación. Por nuestra salud y la de todo el pueblo cristiano constituyole Dios príncipe de todo su reino y Señor de su casa y tesoros. San José es como el padre y provisor común de todos los fieles, porque el eterno Padre, al elegirle para hacer sus veces con su divino Hijo, quiso que fuese asimismo padre de los hermanos adoptivos del divino Jesús. Así, pues, como san José estaba obligado por su oficio a socorrer al Hijo unigénito de Dios Padre, así lo está también a atender a las necesidades de sus hijos adoptivos. Su corazón paternal no puede desoír los clamores de sus hijos que claman a Él en la necesidad. –La conservación de su buen nombre obliga suavemente al Santo a socorrernos. Si alguno pidiese un favor con confianza a san José, y fuese desatendido, ¿no es verdad que podríamos argüirle diciéndole?: ¡Oh excelso patriarca! ¿Qué se ha hecho de vuestro celebrado poder y bondad? ¿Cómo quedan tantos santos y devotos vuestros, en especial la doctora seráfica de la Iglesia, Teresa de Jesús, que aseguran no haberos pedido cosa que la hayáis dejado de hacer? Luego, pues, poderoso y bondadoso san José, estáis dulcemente obligado a alcanzarme de Jesús y María, que no saben negaros cosa, el favor que os pido a mayor gloria de Dios. No merezco, lo reconozco, por mis pecados ser oído del Señor; pero lo merecéis vos, Santo mío. A todos concedéis lo que os piden; ¿acaso seré yo el primero en experimentar vuestro desvío y desdén? ¡Ah!, no lo espero de vuestra reconocida piedad. Amén.
Obsequio. Acudiré en todo peligro y necesidad enseguida al patrocinio de san José, poniendo todos mis negocios en sus manos.
Jaculatoria. Poderoso protector y padre mío san José, asistidme y valedme en vida y en la hora de mi muerte.
Oración final para todos los días
Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.