domingo, 31 de marzo de 2019

SOBRE LA CONFIADA ENTREGA A DIOS EN LAS PENAS Y ARIDECES

 
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO CUARTO DE CUARESMA
San Juan Bautista de la Salle
Sobre la confiada entrega en las manos de Dios, durante las penas y arideces espirituales 
En este evangelio parece insinuar Jesucristo que se dan situaciones en que las almas afligidas con penas y sequedades, no pueden recibir auxilio apreciable de las personas que las dirigen, ya por carecer éstas de suficientes luces naturales o adquiridas en la experiencia, ya porque Dios no les concede con la debida abundancia las gracias que necesitarían para poder aliviar a quienes pasan por esas dificultades.
Tales almas no deben, con todo, dejar de acudir a quienes las conducen, porque ésa es la ordenación de Dios y porque siempre pueden ayudarlas en algo.
Así, en esta ocasión no dejó de dirigirse Jesucristo a sus discípulos para proponerles que remediaran la necesidad que padecía el pueblo. Y, aunque fueron incapaces de conseguirlo, los utilizó para distribuir el pan, multiplicado por Él con el fin de saciar el hambre de tan ingente multitud (1).
De igual modo quiere Dios que acudáis siempre vosotros a quienes tienen cargo de dirigiros, representados en este evangelio por los Apóstoles, aun en los tiempos y situaciones en que os parezca de escasa utilidad solicitar su ayuda. Dios se complace en que echéis mano siempre, en la medida que os fuere posible, de los medios comunes que pone a vuestra disposición para guiaros, aun cuando fuere sin resultado aparente alguno.
Si después de acudir en vuestras dificultades a quienes os dirigen, éstos no han podido suministrar el oportuno remedio, es voluntad de Dios que os fiéis del todo en su beneplácito, y esperéis de Él y de la sola voluntad divina, todos cuantos auxilios necesitáis, a ejemplo del numerosísimo gentío que seguía a Jesús; el cual aguardó pacientemente que el Señor proveyese de sustento a sus personas, sin cuidarse siquiera de exponerle la necesidad en que se hallaban.
Debéis vivir realmente persuadidos de que, no permitirá Dios que seáis tentados o afligidos más allá de vuestras fuerzas (2). Cuando los hombres nada pueden, entonces Precisamente lo hace Dios todo por Sí mismo manifestando a un tiempo, con esplendor, su poder y su bondad.
Por eso, imitando a las turbas que siguieron al Señor, debéis fiaros de Dios totalmente; ya para padecer cuanto a El le plazca, por considerarlo sumamente ganancioso para vosotros; ya para salir de la tribulación por los medios que Dios juzgue más convenientes; sin torturaros el alma para recobrar la paz por vuestras propias diligencias que, muchas veces, resultarían inútiles.
Acontece de ordinario que, después de entregarse así al querer divino, el Señor deja sentir los efectos enteramente extraordinarios de su bondad y protección; como vemos por las muestras que nos da en el evangelio de este día, con la multiplicación de los cinco panes y los dos pececillos que le presentaron; hasta el punto de que, una vez saciados cinco mil hombres, sin contar los niños pequeños, aún quedó mucho de sobra.
Tened, pues, por seguro que, una vez puestos en las manos de Dios para padecer en toda la medida que le pluguiere; o bien, si os deja en la tribulación, os ayudará con su gracia a sobreponeros a ella, aunque acaso de manera no sensible; o bien, os librará de la misma por caminos imprevistos y cuando menos lo penséis.
Eso nos asegura David haber experimentado en su persona, cuando dice: Con paciencia grande esperé en el Señor y, al fin, escuchó mi clamor y atendió mis plegarias; me sacó de la hoya de miserias y del abismo; afirmó mis pies sobre roca y ha conducido mis pasos. Muchos, al ver esta maravilla, aprendieron a temer al Señor y pusieron en El toda su confianza (3).

EVANGELIO DEL DOMINGO: ÉSTE, SIN DUDA, ES EL PROFETA QUE HA DE VENIR AL MUNDO

IV DOMINGO DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Después de esto, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.  Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

COMENTARIOS AL EVANGELIO

Homilía de maitines QUISO QUE ADMIRÁRAMOS AL DIOS INVISIBLE A TRAVÉS DE SUS OBRAS VISIBLES. San Agustín obispo
COMULGAR CON LIMPIEZA. San Juan Crisóstomo
Benedicto XVI HA SIDO ENVIADO PARA OFRECER SU PROPIA VIDA

lunes, 25 de marzo de 2019

DÍA DE JÚBILO Y DE BENDICIÓN. San Juan Bautista de la Salle


MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA ANUNCIACION DE LA SANTISIMA VIRGEN.
San Juan Bautista de la Salle
(25 de marzo)

Reconozcamos con toda la Iglesia la honra que hoy recibe la Virgen Santísima, al verse convertida en Madre de Dios: la más eminente que pueda jamás recaer sobre ninguna mera criatura.
Según testifica san Ambrosio, la grandeza y excelencia de su fe es lo que atrajo sobre María este honor, que la hace acreedora al respeto de los ángeles mismos; pues, si éstos la aventajan mucho por su naturaleza; están, con todo, por debajo de Ella, habida cuenta de la condición a que es encumbrada en el día de hoy.
Eso no obstante, de su exaltación toma María motivo para humillarse; porque, en el momento mismo en que el ángel la proclama Madre de Dios y la honra como a tal; aquella incomparable Virgen no halla otra respuesta que darle sino que es la esclava del Señor (1). Contestación que, pronunciada por los labios de la Virgen María, en el momento mismo en que es designada Madre de Dios, no puede menos de dejar consternado a san Ambrosio.
Aprovechemos hoy ejemplo tan admirable; y de todas las gracias que Dios nos conceda, por extraordinarias que puedan ser, tomemos ocasión para posponernos a todos.
No brilla menos, en este misterio, la bondad de Dios que la humildad de la Virgen Santísima. El Hijo de Dios, enseña san Pablo, teniendo la naturaleza divina, sin usurpar nada a Dios por considerarse igual a El; se anonadó, no obstante, a Sí mismo en este día, tomando la naturaleza de esclavo y haciéndose semejante a los hombres, excepto en la culpa (2); y eso - según dijo el ángel a la Virgen María, y en conformidad con el compromiso que contrajo al revestir la naturaleza humana - para librar a su pueblo de los pecados (3).
Como los holocaustos, a pesar de ser los sacrificios más excelentes de la antigua ley, no fueran tan agradables a Dios que pudiesen borrar los pecados de los hombres (4); se ofrece Él mismo en sacrificio, y dice a su Eterno Padre: Heme aquí que vengo hoy al mundo, para cumplir tu santa voluntad y toda justicia (5). Por esta razón, conforme asegura el profeta Isaías: Tomó sobre Sí todos nuestros pecados, y cargó con todas nuestras enfermedades (6).
Pongámonos en condiciones, observando conducta irreprochable, de que el Hijo de Dios realice en nosotros lo que se propuso en este misterio respecto de todos los hombres, a saber: la total extirpación del pecado.
Si Dios da en este día tantas muestras de su bondad con nosotros, también nos cabe en él la suerte de recibir muchas gracias.
En efecto: el mismo Jesucristo afirma en su Evangelio que no ha venido al mundo sino para darnos la vida, y dárnosla en abundancia (7). Y san Pablo añade que por El y en El se han reconciliado todas las cosas con Dios, y que por la sangre que derramó en la cruz, se ha devuelto la paz a lo que esta en el cielo y en la tierra (8).
Él es también, según el mismo Apóstol, quien, a pesar de que antes nos habíamos extrañado de Dios y éramos enemigos suyos; nos ha rehabilitado en su gracia, a fin de presentarnos santos e irreprensibles delante de Dios. Él es asimismo, continúa san Pablo, quien nos ha hecho dignos de participar en la suerte de los santos (9).
Hoy es, por consiguiente, día de júbilo y de bendición para nosotros, porque en él, Dios, que es rico en misericordia, según el mismo san Pablo, movido del infinito amor con que nos amó, envió a su propio Hijo, aun cuando estábamos muertos por nuestros pecados y crímenes, y nos dio nueva vida en Jesucristo, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia, usada con nosotros, por el amor que nos profesó en Jesucristo (10).
Si, pues, contamos con gracias sobradas para salvar nos y para ser santos y perfectos (11); somos de ello deudores, como enseña también san Pablo, a lo obrado por Jesucristo este día, en que se encarnó por amor nuestro. Démosle señales de nuestra gratitud por el santo uso que de esas gracias hagamos.

EVANGELIO DE HOY: CONCEBIRÁS Y DARÁS A LUZ

25 de marzo
LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Estando ya Isabel en su sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a Nazaret, ciudad de Galilea, a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José; y el nombre de la virgen era María.  Y habiendo entrado el ángel a donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres.  Al oír tales palabras la Virgen se turbó, y se puso a considerar qué significaría tal saludo.  Mas el ángel le dijo: ¡Oh María!, no temas, porque has hallado gracia en los ojos de Dios.  Sábete que has de concebir en tu seno, y tendrás un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.  Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin. Pero María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues yo no conozco varón alguno?  El ángel en respuesta le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, por esta causa el fruto santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios.  Y ahí tienes a tu parienta Isabel, que en su vejez ha concebido también un hijo; y la que se llamaba estéril, hoy cuenta ya el sexto mes; porque para Dios nada es imposible. Entonces dijo María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y en seguida el ángel desapareciendo se retiró de su presencia.
Lucas 1,26-38

COMENTARIOS AL EVANGELIO
MADRE DEL SALVADOR. (16) Beato John Henry Newman
 MARÍA, MADRE DE CRISTO. (15) Beato John Henry Newman
 MARÍA MADRE DEL CREADOR. (14) Beato John Henry Newman
 MARÍA PUERTA DEL CIELO. (13) Beato John Henry Newman
 MARÍA, TRONO DE LA SABIDURÍA. (12) Beato John Henry Newman
 MARÍA, ESPEJO DE JUSTICIA. (11) Beato John Henry Newman
 MARÍA REINA DE LOS ÁNGELES (10) Beato John Henry Newman
Sta Teresa de Jesús LA HUMILDADDE LA VIRGEN

domingo, 24 de marzo de 2019

DE LA SENCILLEZ DE DESCUBRIR EL PROPIO CORAZÓN. San Juan Bautista de la Salle


MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO TERCERO DE CUARESMA
San Juan Bautista de la Salle
De la sencillez en descubrir el propio corazón (*) 
El evangelio de este día nos cuenta que Jesucristo libró del demonio a un poseso, y que el demonio aquel era mudo; es decir, que impedía hablar al endemoniado (1).
El poseso curado es figura de los mudos con su superior, por no descubrirle lo secreto de sus corazones.
Es ésta una de las cosas más perjudiciales y, con frecuencia, la más perjudicial de todas para el súbdito. Pues, así como no puede curarse el enfermo que no acierta a descubrir su dolencia; así, quien oculta las llagas del alma a su médico espiritual, corre el peligro de languidecer por mucho tiempo.
Lo que al principio no pasaba de leve pena de espíritu, se trueca en tentación peligrosa, por no haber tenido valor suficiente para declararlo al director.
Una falta así callada, va seguida de otra mayor, y el mal resulta al fin incurable, por no haberlo descubierto al principio, cuando tan fácil era el remedio.
Lo que ordinariamente impide revelar el interior a los superiores es la soberbia o el respeto humano.
La soberbia, porque se tiene reparo en dar a conocer el fondo del alma, y porque el amor propio padece mucho cuando se ve uno obligado a declarar ciertas flaquezas: nos cierra entonces la boca, persuadiéndonos que sería bochornoso para nosotros hablar sinceramente al superior, quien podría, a causa de ello, concebir desfavorable impresión sobre nuestra conducta.
Eso suele sugerirnos el demonio en tales ocasiones; y tiene buen cuidado de abultar entonces a nuestros ojos las cosas, para impedirnos superar la confusioncilla que se sigue de declarar las propias faltas.
El remedio contra tan peligrosas imaginaciones es, por un lado, amar la humillación que se sigue a la manifestación del alma, y sujetarse a ese deber como medio que ayuda mucho a adquirir la humildad; y, por otro, decir sencillamente al superior y en primer término lo que más nos humilla, al darle cuenta de conciencia.
El segundo motivo que, ordinariamente es causa de dificultad para descubrirse al superior, es el respeto humano; sobre todo, si la falta se relaciona en algo con el superior mismo a quien ha de darse a conocer. No sabe uno cómo salir del paso: se teme causarle disgusto y, a veces, se acaba resolviendo no decirle nada.
Pero, ¿hay cosa más fútil que tal razón, o algo menos fundado que semejante miedo? Porque aquí ocurre todo lo contrario de lo que uno se imaginaba. El superior a quien descubre el súbdito todo cuanto le pasa, debe abrigar y abriga efectivamente, de ordinario, afecto y estima muy particulares hacia el que tiene con él tales confidencias, se relacionen o no con su persona o con la de otros. Es insensible como una piedra a todo cuanto le atañe, y no se preocupa de cuanto se le dice, como no sea para aplicar el remedio que juzga más oportuno.
Considerad, pues, en lo sucesivo, todos los pensamientos que puedan acudir a vuestra mente para impedir que os descubráis con sencillez a quienes os dirigen, como las tentaciones más peligrosas del demonio, y de las más perjudiciales al bien de vuestra alma.

EVANGELIO DEL DÍA: DICHOSOS LOS ESCUCHAN LA PALABRA DE DIOS Y LA PONEN EN PRÁCTICA.


III DOMINGO DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Estaba Jesús echando un demonio que era mudo. Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada,  pero algunos de ellos dijeron: «Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice: “Volveré a mi casa de donde salí”. Al volver se la encuentra barrida y arreglada. 26 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio». Mientras él hablaba estas cosas, aconteció que una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Lc 11,14-28

COMENTARIO DEL EVANGELIO

Homilía de maitines TRES MILAGROS EN UN MISMO HOMBRE: EL CIEGO VE; EL MUDO HABLA; Y EL QUE ESTABA POSEÍDO ES LIBERADO DEL DEMONIO. San Beda el Venerable
REMEDIOS CONTRA EL DEMONIO. Santo Tomas de Aquino
Benedicto XVI CRISTO ES NUESTRA PAZ

jueves, 21 de marzo de 2019

TENER CORAZÓN DE POBRE PARA ALCANZAR EL CIELO. Homilía



La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro explicita las palabras de Jesús en el Evangelio de San Lucas:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
«Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
Ayer como hoy el contraste y la desigualdad entre pobres y ricos han de conmover nuestra conciencia y movernos a buscar la justicia y la caridad entre todos; pues Dios ha creado un mundo lleno de bienes para que todos tengamos lo suficiente para vivir con dignidad. La avaricia, la envidia, la codicia, en definitiva, el pecado de los hombres es la causa de esta injusticia. El ayuno y la limosna que se nos invita a vivir en la cuaresma ha de despertar en nosotros la voluntad de querer compartir nuestros bienes con aquellos más necesitados y de comprometernos en el bien de todos. Esto es construir el Reino de Dios.
A luz del Evangelio, podemos preguntarnos: Si Jesús llama bienaventurados a los pobres y de la parábola es Lázaro quien se salva, ¿Dios quiere la pobreza y por tanto nuestro sufrimiento?
No podemos decir que Dios quiera la pobreza y el sufrimiento, porque Dios no quiere lo que es malo y menos puede ser él la causa de ello. Pero Dios lo permite, para que de ello podamos aprovecharnos para nuestro bien y salvación. Dios no quiere la pobreza y, sin embargo, la escogió para su Hijo.
Jesucristo nació pobre, vivió más pobre todavía y murió paupérrimo –dice san Bernardo; y como dirá el apóstol san Pablo: haciéndose pobre nos ha enriquecido a todos.
Los bienes materiales y el dinero, sin ser malos, tienen la capacidad de endurecer el corazón y de convertirse en ídolos. Cuando uno tiene dinero y bienes en este mundo se cree autosuficiente, y por tanto prescinde de Dios. Es fácil perderse cuando en esta vida todo es comodidad, disfrute, cuando parece que podemos comprar la felicidad porque tenemos dinero.
En cambio, la pobreza hace tener el corazón desapegado de los bienes materiales y lo abre a la única riqueza que no se puede conquistar con las propias fuerzas y esta riqueza es la fe en Dios. 
No nos salva el ser pobres, ni el ser ricos. Lázaro era pobre, pero podía tener corazón de rico: rechazar su pobreza, culpar a Dios de ella, y vivir con el corazón avariento de riqueza envidiando la suerte de Epulón.  Epulón era rico pero podía haber tenido corazón de pobre: teniendo para sí pero compartiendo con los demás, practicando la caridad y haciendo un tesoro en el cielo, desprendiéndose de lo superfluo y poniendo su corazón en los bienes eternos a Dios.
Pidamos la gracia de usar siempre de los bienes materiales para alcanzar los bienes eternos y saber vivir con alegría incluso en medio de la necesidades confiando en Dios providente que da de comer a los pájaros y viste a los lirios del campo.


La Comunión, La Vida de Amor (67) HORA SANTA CON SAN PEDRO JULIÁN EYMARD.

miércoles, 20 de marzo de 2019

ENCUENTRO VAYAMOS JUBILOSOS 2019


FOTOGRAFÍAS DE LA SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ 2019

DE IOSEPH, NUNQUAM SATIS. Homilía


Homilia de la Solemnidad de san José 2019
Hay cosas en la vida, que no son difíciles de explicar y hablar de ellas. Tantas veces experimentamos la incapacidad de expresar lo que estamos viviendo en nuestro interior y la sensación de lo que presenciamos. Muchas veces las palabras se quedan pequeñas y sin significado ante las realidades más sublimes de nuestra existencia.
Ni tan siquiera la poesía –expresión íntima del corazón humano- es a veces capaz de expresar con acierto y satisfacción lo que se siente, se contempla o se admira.
Esta es la experiencia del salmista que ante las maravillas y obras de Dios no es capaz ni de enumerarlas.  “¡Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Nadie se te puede comparar: intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número.”
¡Cuánto más grande es el misterio, más difícil se hace hablar de él, explicarlo y reducirlo a palabras!
 Y esto lo experimentamos al acercarnos a la grandiosa figura del gran Patriarca san José.
¿Qué decir de él si siempre será poco? A san José, como se dice de la Virgen Santísima, se le puede aplicar la sentencia de san Bernardo “numquam satis”. De san José, nunca diremos bastante, nunca lo ensalzaremos suficientemente, nunca conoceremos la inmensa grandeza de lo que Dios ha obrado en él.
San José es grande porque fue escogido entre todos los varones de la tierra para ser esposo de la Virgen María y custodio de su virginidad perpetua. Pensemos que grandeza de alma había de tener aquel a quien Dios entrega a su criatura más amada y a la que llenó de gracias como ninguna otra criatura. “Nadie echa vino nuevo, en odres viejos” –dirá Jesús en el Evangelio: José, es el hombre nuevo a imagen de Jesucristo, capaz de amar a su esposa como Cristo amó a la Iglesia, dando su vida por ella. Aquí radica la autoridad del esposo en el matrimonio. Si el apóstol dice a las mujeres que sean sumisas a sus maridos, al marido le recuerda una exigencia mayor: en todo y siempre ha de ser y obrar como Cristo. Por eso, san José es el  modelo de esposo; y junto con María Santísima modelo de todo matrimonio poniendo a Jesús en el centro de sus vidas.
San José es grande porque al ser escogido como esposo de la Virgen recibió también la misión de ser el padre virginal de Jesús, el Verbo eterno hecho carne en el seno purísimo de la Virgen. Lo recibió como suyo, lo amó, lo educó y le proporcionó todo lo necesario para su sustento: san José tuvo la dicha de vivir las obras de misericordia con el mismo Dios encarnado. Es modelo para todos aquellos que han recibido la misión de ser padres.
Dios tuvo hambre y san José lo alimentó. Dios tuvo sed y san José le dio de beber. Dios estuvo desnudo y san José lo vistió. Dios estuvo sin techo y san José lo hospedó…
Por ser esposo de la Virgen y padre del Niño Dios, san José colaboró de una forma del todo singular y única en el misterio de la redención: él, con su vida, sus trabajos y sus sufrimientos colaboró con el Hijo de Dios en la redención del mundo. Ahora resplandece ante la Iglesia como modelo perfecto de seguimiento de Cristo y de verdadera caridad.
Por eso, la Iglesia lo tiene como patrono principal y verdadero padre, confiando en su intercesión. Aquel que mandó sobre el mismo Señor de cielos y tierra, ¿cómo no va a ser atendido en sus súplicas ahora en el cielo?
Patronazgo muy particular sobre los seminarios donde se forman los futuros sacerdotes: los niños y jóvenes que han sido llamados a hacer las veces de Cristo en medio de la Iglesia.
Y en resumen, abogado de todos en todas las causas. Dice santa Teresa  de Jesús  “A otros –santos- parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas”. Y sigue: “Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se encomiendan”.
Pues, en definitiva, hemos de amar lo que Dios ama y rechazar lo que Dios rechaza.  Para Jesús, san José fue lo más querido en esta tierra junto con su Madre, la Virgen María. Si queremos amar lo mismo que Jesús amó, amemos a tan gran santo y seámosle muy devotos.

Queridos hermanos:
Hemos de ser devotos de san José y a pesar de ser tan grande, no hemos de espantarnos ante tan gran modelo. La grandeza de san José se presenta muy sencillamente en el Evangelio. Su santidad no tiene nada de aparatoso ni deslumbrante. Santidad del día a día, de la cotidianidad, santidad de la obligación cumplida por amor, de la entrega diaria en el silencio y en lo oculto. Santidad de la fidelidad en las pequeñas cosas.
Del más grande de todos los santos, se nos dice muy poco: José era varón justo; y nosotros si queremos ser sus devotos hemos de querer imitarlo.
¿Qué significa que era varón justo? “San José es varón justo porque su vida está ajustada a la Palabra de Dios.” –explicó Benedicto XVI.
¿Qué hacer nosotros para llegar a ser justos? ¿Cómo ajustarnos a Dios y a su Palabra?
Lo primero es “Escuchar esta palabra”. Quizás hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante el hecho de que Dios nos hable hoy a nosotros a través de la Sagrada Escritura. Hemos de recuperar este santo asombro, oír con atención y tener verdadera disposición de oír lo que Dios quiere decirnos. No es fácil esto, en una sociedad tan ruidosa, en un mundo donde llegan a nosotros falsas voces que nos ofrecen vida sin Dios, felicidad a corto plazo, vida cómoda y regalada.
Hemos de cerrar nuestros oídos a estas voces y abrirlo a la Palabra de Dios. Como los apóstoles hemos de decir: “Señor, ¿a quién iremos?  tan solo tú tienes palabras de vida, de vida eterna.” Deberíamos ser hambrientos de la palabra de Dios y poder decir con el profeta: “Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba.”
En segundo lugar, consideremos que la palabra de Dios no siempre corresponde con nuestra voluntad o nuestros deseos. Es aquí donde podemos rechazarla. Solamente si nos dejamos conducir por el Espíritu Santo a través de la oración, esta palabra se hace nuestra, se siembra en nosotros y nos transforma. La voluntad de Dios se hace mi voluntad, y aquello que nos es voluntad de Dios en mi vida, no lo quiero.
Pensad en San José, mirad su ejemplo. Su lucha interior ante el misterio de la concepción de la Virgen que le superaba. Estaba confundido y no entendía. Dios le habla por el ángel, lo cree y acepta.
El cristiano que ora y se deja conducir por el Espíritu Santo es la tierra buena dispuesta a recibir la semilla del sembrador para que dar fruto del ciento por uno.
Finalmente, para terminar de ajustarnos a la palabra de Dios, hemos de obedecer. Al despertar, José obedeció a la palabra de Ángel. Hoy nadie quiere oír hablar de obediencia, se rechaza en pro de una libertad mal entendida que es la peor de las esclavitudes. Pensad en el joven rico por el contrario. Escucho lo que tenía que hacer para entrar en la vida eterna. Pero como no coincidía con sus deseo, bajo la cabeza y se fue triste. Aquello que hemos escuchado, aquello que hemos interiorizado, hemos de ponerlo en práctica con alegría, con confianza, con generosidad –como el bendito san José.
Queridos hermanos: La fiesta de san José lejos de distorsionar el sentido litúrgico de la cuaresma y su espíritu penitencial es una invitación a convertirnos a Dios, a ajustar nuestras vidas a Jesucristo y a su Evangelio; a vivir la vida nueva recibida en nuestro bautismo.
Que san José interceda hoy por todos nosotros y por todas nuestras intenciones. Amén.