14 DE MAYO
Sobre
la Anunciación (5)
MARIA,
Mater Creatoris,
MADRE
DEL CREADOR
He aquí un título cuya posesión
por un ser creado podría parecernos imposible. A primera vista podríamos estar
tentados de creer que esta proposición engendra confusión en nuestras primeras
nociones sobre el Creador y la criatura, lo eterno y lo temporal, lo
Subsistente en sí mismo y lo contingente; y, sin embargo, una
consideración más madura nos dará a
conocer que no podemos negar a María este título sin negar la divina Encarnación,
es decir, la grande y fundamental verdad de la Revelación, sin negar que Dios
se hizo hombre. Y esto fue reconocido desde los primeros tiempos de la iglesia.
Los cristianos, ya desde un principio, se acostumbraron a llamar “Madre de
Dios” a la Santísima Virgen, porque veían que era imposible negarle este
título, sin negar a la vez, estas palabras de San Juan: “El Verbo (es decir,
Dios) se hizo carne.”
No transcurrió mucho tiempo sin
que fuese reconocida como cosa necesaria la promulgación de esta verdad en un
concilio ecuménico, porque pronto se difundió un error que pretendía que
nuestro Señor no era realmente Dios, sino hombre, diferente tan solo de
nosotros en que Dios habita en Él como habita en todos los justos, pero en una
medida más colmada, tal y como el Espíritu Santo habitaba en los ángeles y en
los profetas, en una especie de templo, o también como el mismo Jesucristo
permanece ahora en el Tabernáculo de nuestras iglesias. Los obispos y el pueblo
fiel vieron que no había otro medio para detener este error tan pernicioso que
declarar abiertamente, haciendo de ello un artículo de la fe, que María era
Madre, no solo del hombre sino también de Dios. Desde aquel tiempo, el título
de Madre de Dios quedo convertido en lo que en la iglesia se llama dogma o
artículo de fe.
Más esto nos conduce a un punto
de vista más elevado de este tema. ¿Contiene este título dado a María alguna
cosa más maravillosa que la doctrina que enseña que Dios, sin dejar de ser
Dios, se hizo hombre? ¿Qué es más misterioso: que María sea madre de Dios o que
Dios sea hombre? Sin embargo, esta
última doctrina es, como ya queda dicho, la verdad elemental de la Revelación,
verdad a la cual los profetas, los
evangelistas y los apóstoles han rendido homenaje en el decurso de las Sagradas
Escrituras. ¿Y puede haber algo más consolador y más gozoso que las admirables
promesas que se desprenden de la verdad de que María es Madre de Dios? He aquí
la gran maravilla, merced a la cual somos hermanos de nuestro Dios de suerte
que, si vivimos santamente y morimos en gracia de Dios, nuestro Dios encarnado
nos tomara con Él, allá arriba en la patria de los ángeles; nuestros cuerpos
resucitaran del polvo y subirán al cielo; esteremos realmente unidos con Dios;
seremos participes de la naturaleza divina; cada uno de nosotros, en alma y
cuerpo, quedara sumergido en el abismo de gloria que rodea al Altísimo; veremos
y participaremos de su felicidad, según este texto del Evangelio: “El que hace
la voluntad de mi Padre que está en los cielos, este es mi hermano, mi hermana
y mi madre”.
Beato John Henry Newman
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Catalina
Galvez Aguiló