25 DEMAYO
Sobre
la Asunción (2)
MARIA,
Mater
Intemerata,
MADRE SIN PECADO
Otra consideración que ha
movido a los espíritus a creer en la Asunción de nuestra Señora a los cielos
después de su muerte, sin que tuviese que aguardar la resurrección general del
último día, nos la da la doctrina de su Inmaculada Concepción.
Por su Inmaculada Concepción
hemos de entender, no solo que María no cometió jamás pecado alguno, ni
siquiera venial, de pensamiento, de palabra o de obra, sino también que la
falta de Adán nunca fue falta suya, como lo es de todos los demás que de Adán
descienden.
Por su Asunción hay que
entender que no solo su alma, sino también su cuerpo, fue arrebatado hasta el
cielo después de su muerte, de tal manera, que no paso por el largo periodo de
sueño en el sepulcro, como le ocurre a todos los demás hombres, aun a los más
grandes santos, cuyos cuerpos esperan la resurrección del ultimo día.
Una razón muy convincente, para
creer en la Asunción de nuestra Señora es, que su divino Hijo la amaba
demasiado para poder soportar que su cuerpo quedase en la tumba. Otra razón,
que vamos a explicar ahora, es que María no solo era amada de nuestro Señor
como una Madre es amada del Hijo, sino también porque era santa, con una
santidad trascendente y porque estaba llena de gracia hasta rebosar. Adán y Eva
habían sido creados justos e inocentes y habían recibido la gracia de Dios en
una medida abundante; por consiguiente, si no hubiesen pecado sus cuerpos no
hubieran tenido que volver a la tierra; por esto, le fue dicho: “Sois polvo, y
en polvo os convertiréis.” Luego, si Eva, la hija tan bella de Dios, en el caso
de haber permanecido inocente, no se hubiera convertido en polvo y ceniza ¿no
diremos que Maria, que jamás pecó, debió conservar el privilegio, concedido
primitivamente a nuestros primeros padres? ¿Debía, sin causa alguna,
convertirse su belleza en corrupción y empañarse su oro purísimo? Era
imposible. He aquí por qué creemos que, si bien paso por la muerte, como el
mismo nuestro Señor, también como Él y por su poder omnipotente, fue arrebatada
al sepulcro.
Beato John Henry Newman
Transcripto
por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló