viernes, 25 de mayo de 2018

MARÍA, MADRE SIN PECADO. (25) Beato John Henry Newman


25 DEMAYO
Sobre la Asunción (2)
MARIA,
Mater Intemerata,
MADRE SIN PECADO
Otra consideración que ha movido a los espíritus a creer en la Asunción de nuestra Señora a los cielos después de su muerte, sin que tuviese que aguardar la resurrección general del último día, nos la da la doctrina de su Inmaculada Concepción.
Por su Inmaculada Concepción hemos de entender, no solo que María no cometió jamás pecado alguno, ni siquiera venial, de pensamiento, de palabra o de obra, sino también que la falta de Adán nunca fue falta suya, como lo es de todos los demás que de Adán descienden.
Por su Asunción hay que entender que no solo su alma, sino también su cuerpo, fue arrebatado hasta el cielo después de su muerte, de tal manera, que no paso por el largo periodo de sueño en el sepulcro, como le ocurre a todos los demás hombres, aun a los más grandes santos, cuyos cuerpos esperan la resurrección del ultimo día.
Una razón muy convincente, para creer en la Asunción de nuestra Señora es, que su divino Hijo la amaba demasiado para poder soportar que su cuerpo quedase en la tumba. Otra razón, que vamos a explicar ahora, es que María no solo era amada de nuestro Señor como una Madre es amada del Hijo, sino también porque era santa, con una santidad trascendente y porque estaba llena de gracia hasta rebosar. Adán y Eva habían sido creados justos e inocentes y habían recibido la gracia de Dios en una medida abundante; por consiguiente, si no hubiesen pecado sus cuerpos no hubieran tenido que volver a la tierra; por esto, le fue dicho: “Sois polvo, y en polvo os convertiréis.” Luego, si Eva, la hija tan bella de Dios, en el caso de haber permanecido inocente, no se hubiera convertido en polvo y ceniza ¿no diremos que Maria, que jamás pecó, debió conservar el privilegio, concedido primitivamente a nuestros primeros padres? ¿Debía, sin causa alguna, convertirse su belleza en corrupción y empañarse su oro purísimo? Era imposible. He aquí por qué creemos que, si bien paso por la muerte, como el mismo nuestro Señor, también como Él y por su poder omnipotente, fue arrebatada al sepulcro.
Beato John Henry Newman
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló