PRIMER
SÁBADO DE MAYO
Blasfemias
contra la maternidad divina de la Virgen
rechazando
al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
La
Virgen María por medio de sor Lucía pide la práctica de los cincos primeros
sábados de mes.
Cinco
sábados porque cinco son las blasfemias que más hieren el corazón Inmaculado de
María:
1. Blasfemias
contra su Inmaculado Concepción
2. Blasfemias
contra su Virginidad Perpetua
3. Blasfemias
contra su maternidad divina y espiritual sobre todos los hombres.
4. Blasfemias
de aquellos que infunden en niños y jóvenes el desprecio hacia la Virgen.
5. Blasfemias
contra sus imágenes y representaciones.
Contemplemos
hoy la grandeza de la Maternidad Divina de María, privilegio de nuestra Señora
unido indisolublemente a la confesión de Jesucristo como verdadero Dios y
verdadero hombre. Solo La Virgen santísima fue escogida entre todas las mujeres
de la tierra para ser Madre de Dios, solo a ella le pertenece este título, esta
dignidad, esta función.
En
los primeros siglos de la Iglesia hubo grupos de cristianos que seducidos por
formas de pensamientos heredadas de la filosofía antigua y de otros movimientos
religiosos, tuvieron dificultades para confesar la verdadera divinidad y
humanidad del Redentor.
Según
acentuasen más su divinidad o su humanidad, la persona de Nuestro Señor quedaba
desfigurada, y la fe por tanto adulterada.
Ya
desde los tiempos apostólicos hubo herejes que pretendieron arrebatar a María
el más esplendoroso de sus títulos: su divina maternidad.
Grupos
docetistas, gnósticos y maniqueos -a los que san Agustín antes de su conversión
pertenecía- afirmaban una maternidad puramente aparente. Según ellos, el cuerpo
de Cristo es sólo fantástico, aparente, o ciertamente real, pero traído del
cielo, de tal modo que pasó por la Virgen María como pasa el agua por un
acueducto, sin haber sido concebido y formado de ella. Herejía que resurgirá el
siglo XVI con Mennón a la cabeza.
Pero
la verdadera disputa surge con el obispo Nestorio, patriarca de Constantinopla-
que niega la unión hipostática del Verbo Eterno con la humanidad del Salvador.
Habla de dos personas, no dos naturaleza, unidas moralmente. La humanidad sería
como una portadora de la divinidad. Cristo hombre no sería Dios, pues el Verbo
es otra persona.
Como
consecuencia afirman que la Santísima Virgen es Madre de Cristo hombre, pero no
Madre de Dios. Le niegan el título de
Theotocos.
Ante
la herejía de Nestorio, el concilio de Éfeso confesará solemnemente esta
verdad, creída y confesada por el pueblo cristiano: "Si alguno no confiesa que Dios es según
verdad el Emmanuel, y que por esto la santa Virgen es Madre de Dios (pues dio a
luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema" (D 113).
Y así
los otros concilios:
El
Concilio II de Constantinopla: "Si
alguien dice que la santa, gloriosa siempre Virgen María es impropia y no
verdaderamente Madre de Dios..., sea anatema" (D 218).
El
concilio de Letrán: "Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos
Padres, propiamente y según verdad por Madre de Dios a la santa y siempre
Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen, por
obra del Espíritu Santo, al mismo Verbo de Dios propia y verdaderamente, que
antes de todos los siglos nació de Dios Padre e incorruptiblemente le engendró,
permaneciendo ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble, sea
condenado" (D 256).
El
protestantismo de Lutero y Calvino aborrecerán también el título de Madre de
Dios y preferirán llamarla Madre del Señor.
El
título de la Virgen como Madre de Dios - afirma el Papa Benedicto XVI- “expresa muy bien la misión de María en la
historia de la salvación. Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen se
fundamentan en su vocación de Madre del Redentor, la criatura humana elegida
por Dios para realizar el plan de la salvación, centrado en el gran misterio de
la encarnación del Verbo divino. (…)
Del
título de "Madre de Dios" derivan luego todos los demás títulos y
privilegios con los que la Iglesia honra a la Virgen. Fue Inmaculada, porque
iba a ser Madre de Dios. Fue Asunta al cielo, porque era Madre de Dios.
Corredentora y Reina porque es Madre de Dios.
Su
Maternidad divina se extiende a todos los hermanos de su hijo. Ella es también
Madre de su Cuerpo mísitico, que es la Iglesia. Por ser Madre de Dios, la
Virgen es Madre de todos los hombres.
1. Primeramente
de todos los bautizados que somos miembros del Cuerpo místico de Cristo.
“Mujer, ahí tienes a tu hijo” es la encomienda que Jesús desde la cruz le da a
nuestra Señora.
2. Y
en segundo lugar, María es madre de toda la humanidad, porque su Hijo al
hacerse hombre se hermanó con todos los hombres y a todos redimió con su muerte
en la cruz; oblación en la que la Virgen se ofreció junto con su Hijo como
Corredentora.
Nuestra
Señora ejerce su maternidad espiritual sobre todos los hombres a través de su
intercesión ante su Hijo. Como Madre ella quiere conducirnos a todos hacia su
Hijo para engendrarnos a la vida de la gracia. Ella como en Caná de
Galilea intercede por todos atendiendo a
nuestra “falta de vino, en definitiva nuestra falta de vida sobrenatural.
Tener
a la Virgen María como Madre es un don grandioso que Dios nos ha
concedido. Don que hemos de conocer, don
que hemos de agradecer, don que hemos de compartir, don que hemos de acoger
como Juan el discípulo amado al pie de la cruz.
“Y desde aquella hora el discípulo la acogió
en su casa" (Jn 19, 27).
Aceptar a la Virgen en la propia vida es recibir el testamento del
Señor. Acoger a María como Madre, -en el lenguaje de san Luis María Grignon de
Montfort- es como Jesús hacerse su hijo y esclavo de amor poniendo toda nuestra
vida, todo cuanto somos y tenemos en sus manos. El Totus Tuus -Soy todo tuyo
Reina mía y Madre mía- fue pronunciado en primer lugar por el mismo Hijo de
Dios al encarnarse en las entrañas purísimas de la Virgen.
¿Cuáles son las blasfemias contra la
maternidad divina y espiritual de la Virgen?
1.-
En primer lugar, blasfeman contra la Maternidad divina de María aquellos que le
niegan este título expresamente. Pero también
hay formas de negar de una forma más o menos manifiesta esta verdad.
Se
blasfema contra la Maternidad divina de María cuando se habla de ella en una
forma demasiado coloquial, cuando simplemente se refieren a ella con María de
Nazaret. La Virgen es Madre de Dios y, es cierto, ella no es el centro, pero
Dios quiso ponerla en el centro.
Muchos
cristianos hoy tienen miedo o son
escépticos o críticos a venerar a la Virgen. No quieren restarle gloria y
adoración a Dios, pero no comprenden que Dios ama a la Virgen mucho más de lo
que nosotros podremos amarla. ¡Es su madre! Y por ella, en primer lugar, su
Hijo dio la vida en la cruz.
2.
Son blasfemias también contra la maternidad divina de María todos los pecados
contra la vocación de la mujer, a quién
Dios ha constituido desde la creación, como madre, fuente de vida. La ideología
de género, la moda unisex, la falsa liberación de la mujer, todo el pensamiento
utilitarista y la cultura de muerte del aborto y de anticoncepción ofenden a
Dios y hieren el corazón inmaculado de María. Realmente hoy la mujer de nuestro
siglo merece ser liberada: liberada de las mentiras y de las ideologías que le
niegan su vocación primera “ser madres.”
3.
Son blasfemias contra la Maternidad divina de María también los pecados contra
el matrimonio, la unidad de familia y el hogar pues todo ello instituido por
Dios sirve para que la mujer pueda ser madre. Es muy dramática que el Estado
que ha de proteger con sus leyes todo lo que contribuya al bien común y a la
plena realización de las personas, sea el primero en promover con sus leyes la
misma destrucción de la sociedad, de las familias y de las mismas personas.
4.
Son blasfemias contra la maternidad
espiritual de María: el racismo y toda forma de violencia y de
desprecio, toda falta de caridad contra el prójimo, pues ese prójimo es hijo de
Dios, hermano de Jesucristo, hijo de María. Ante tanta violencia e injusticia
el Corazón Inmaculado de María se queja: “No ofendan más a Dios nuestro Señor
que ya está muy ofendido.” La historia de los dos hermanos Caín y Abel se repite
atrozmente y en dimensiones gigantescas en nuestros días.
Ensalcemos
a la Virgen María Madre de Dios, vivamos como verdaderos hijos suyos y hermanos
los unos de los otros.