18 DE MAYO
Los
Dolores de Nuestra Señora (2)
MARIA,
Vas insigne devotionis,
VIRGEN
DOVOTISIMA
Ser devoto es ser abnegado. Todos sabemos que se entiende por una
esposa o una hija abnegada. Es aquella cuyos pensamientos se concentran en el
ser tan profundamente amado, tan tiernamente querido, por el cual vive. Le
sigue con los ojos; esta siempre ocupada en buscar alguna manera de servirle, y
si los servicios son de poca importancia en sus efectos, no dejan de ser
incesantes e íntimos. Y, particularmente, si el objeto de este amor es débil,
doliente o moribundo, el que ama vive de su vida con una intensidad todavía
mayor y no conoce otra cosas fuera de él.
San Pablo no da un gran ejemplo
de la intensa devoción a nuestro Señor. Se olvida de sí mismo por amor a Él,
cuando dice: “No conozco sino a Jesucristo, y a este crucificado.” “Vivo yo,
pero no soy yo quien vivo, sino es Cristo quien vive en mí, y la vida que ahora
vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me ha amado y se ha
entregado a si mismo por mi”
Mas, por intensa que fuese la
devoción de San Pablo a nuestro Señor, todavía es mucho más intensa la de la
Virgen María, porque era su Madre; porque tenía continuamente a Él y todos sus
sufrimientos delante de los ojos; porque había tenido con Él aquella especial
intimidad durante treinta años, y porque, debido a su santidad, estaba
inefablemente cerca de Él en espíritu. Luego, cuando fue abofeteado,
martirizado, azotado y clavado en la cruz, sintió todos los ultrajes y todas
las torturas, que le eran infligidas, de una manera tan viva como si la
torturada hubiese sido Ella misma. Hubiera podido prorrumpir en gritos de
angustia a cada uno de los dolores de su Hijo.
He aquí cual fue la que
llamamos Compasión de María, es decir, los sufrimientos que padeció con Jesús y
esta compasión nace de ser Ella realmente “Vas insigne devotionis”.
Beato John Henry Newman
Transcripto
por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló