sábado, 19 de mayo de 2018

MARÍA VASO DE HONOR. (19) Beato John Henry Newman


19 DE MAYO
Los Dolores de Nuestra Señora (3)
MARIA,
Vas honorabile,
VASO DE HONOR
San Pablo llama vasos de honor a las almas elegidas; de honor, porque son elegidas o escogidas y vasos, porque por el amor de Dios, están llenas de su gracia santa y celestial. ¡Con cuanta mayor razón es María un vaso de honor, pues tuvo en sí, no solo la gracia de Dios, sino el mismo Hijo de Dios, formado de Ella en lo que concierne a su carne y a su sangre!
Mas este título honorable, aplicado a María, admite otra significación. Fue mártir sin la deshonra brutal que acompañaba a los sufrimientos de los mártires. Los mártires eran prendidos, arrastrados, encarcelados e insultado con las palabras más blasfemas y las expresiones más odiosas, que Satanás puede inspirar. Tal era la indecible prueba infligida también a las santas mujeres, a las jóvenes vírgenes esposas de Jesucristo, a las que los paganos prendían, torturaban y llevaban a la muerte. Por encima de todos los mártires, el mismo nuestro Señor, cuya santidad era infinitamente mayor que la de cualquiera otra criatura o vaso de la gracia, fue, según sabemos muy bien, abofeteado, desnudado, burlado, arrastrado de un lugar a otro, tendido y clavado en la cruz, y, finalmente, levantado sobre ella y expuesto a las miradas de una multitud brutal. Llevaba por los pecadores la vergüenza del pecado, más quiso eximir a su Madre sin mancilla de este supremo abatimiento. María padeció, pero no en su Cuerpo, sino en su alma. Es verdad que agonizo durante la agonía de Jesús, que sufrió una pasión asociada a la suya, que fue crucificada con Él, que la lanza, que atravesó el corazón de Jesús, penetro al mismo tiempo, en el alma de su Madre. Sin embargo, no dio señales visibles de este martirio intimo; permaneció en pie, silenciosa, recogida, solitaria, inmóvil, al pie de la cruz de su Hijo, rodeada de los ángeles y velada, en su santidad virginal, a las miradas de todos los que tomaban parte en la crucifixión.
Beato John Henry Newman
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló