12 DEMAYO
Sobre
la Anunciación (3)
MARIA,
Sede Sapientiae.
TRONO
DE LA SABIDURIA
María lleva este título en sus
letanías, porque el Hijo de Dios, llamado también en la Escritura Verbo y
Sabiduría de Dios, habito en Ella, y después de haber nacido, fue llevado en
sus brazos, durante sus primeros años, y estuvo sentado sobre sus rodillas.
Siendo, pues, realmente, por decirlo así, el trono humano de Aquel que reina en
los cielos, la Santísima Virgen es justamente llamada Trono de la sabiduría.
Pero María poseyó a su Hijo más
tiempo del que duro su infancia. La obedecía, nos dice San Lucas, y vivió con
Ella en su casa hasta el comienzo de su vida pública, es decir, a lo menos
treinta años enteros. Y esto nos lleva a hacer una consideración estrechamente
unida con la que ayer nos sugería el título de “espejo de justicia”; porque si
una intimidad tan estrecha y continua con su Hijo debió crear en María una
santidad inconcebible, el conocimiento de las cosas divinas, que adquirió,
durante tantos años, en sus conversaciones con Él sobre el presente, el pasado
y el porvenir, hubo de ser infinitamente extenso, variado, profundo y completo.
Por consiguiente, aunque Maria fue pobre y careció de recursos humanos, con
todo aventajó en su ciencia sobre la creación, el universo y la historia, a los
más grandes filósofos; en su ciencia teológica, a los más grandes doctores, y
en su discernimiento profético, a los más iluminados profetas.
¿Cuál era el tema principal de
las conversaciones que la Santísima Virgen sostenía con su Hijo, sino la
naturaleza, los atributos, la providencia y las obras del Todopoderoso? ¿Acaso
nuestro Señor no glorificaba continuamente al Padre que le había enviado?
¿Acaso no revelaba a su Madre los decretos eternos, los designios y la voluntad
de Dios? ¿Acaso no la ilustraba sobre todos aquellos puntos de doctrina que han
sido, primero, examinados y discutidos, y después establecidos por la Iglesia,
desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días, sobre todo lo que ocurrirá
hasta el fin, y sobre muchas más cosas? Todo cuanto es obscuro, todo cuanto es
fragmentario en la Revelación, le fue mostrado, dentro de los límites en que la
ciencia es posible a la humanidad, con la simplicidad y claridad propias
exclusivamente de Aquel que es la luz del mundo.
Dios hablo a los profetas sobre
los acontecimientos futuros: poseemos en la Escritura las comunicaciones que
les hizo. Pero les hablo en parábolas y en figuras. Solo hubo uno, Moisés, a
quien se dignó hablar cara a cara. “Si hay entre vosotros un profeta del Señor,
dice Dios, me apareceré a él en una visión, y le hablare en un sueño. Mas no
será así con mi siervo Moisés, …porque le hablare boca con boca, y no será por
enigmas y figuras que vera al Señor”. Fue este el gran privilegio del inspirado
legislador de los judíos; pero ¡cuán inferior al privilegio de María! Moisés
gozo de este privilegio por intervalos, de vez en cuando; pero María por
espacio de treinta años, sin interrupción, vio y oyó al Señor, estuvo durante
todo este tiempo con Él y pudo interrogarle libremente sobre lo que deseaba
conocer, sabiendo que las respuestas que recibía eran las de Dios eterno, que
no pueden engañarse ni engañarnos.
Beato John Henry Newman
Transcripto
por gentileza de Dña. Ana María Catalina Galvez Aguiló