martes, 28 de febrero de 2023

12ª VISITA EN HONOR LA VIVA FE DE SAN JOSÉ

12ª VISITA

EN HONOR LA VIVA FE DE SAN JOSÉ

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Visita diaria a san José,

compuesta por San José Manyanet,

apóstol de la Sagrada Familia

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)

pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)

y del Ángel Custodio, (breve silencio)

acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:

 

INVOCACIONES A SAN JOSE

San José, nos acercamos a ti con confianza, eres nuestro padre y a ti nos consagramos para que nos enseñes a amar a Jesús y a María y agradar a Dios en todas las cosas. Al igual que santa Teresa, te tenemos por modelo de vida interior, para que seas nuestro “maestro” en el conocimiento de Dios “y no erremos en el camino” de llegar a él.

Glorioso Patriarca san José, sé nuestro maestro y enséñanos el camino de la oración.

Te pedimos que contigo adoremos a la Santísima Trinidad, y ahora y en la eternidad digamos:

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre

por los siglos de los siglos. Amén.

 

San José, nos acercamos a ti guiados por el ejemplo de santa Teresa de Jesús que experimentó como la socorriste en “todas las necesidades”. Con confianza filial acudimos a tu intercesión porque “quiere el Señor darnos a entender que así como él te fue sujeto en la tierra, así en el Cielo hace cuánto le pides.”

Glorioso Patriarca san José, líbranos de los peligros, así de cuerpo como del alma.

Te pedimos que contigo adoremos a la  Santísima Trinidad, y ahora y en la eternidad digamos:

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre

por los siglos de los siglos. Amén.

 

San José, nos acercamos a ti con deseo de teneros “verdadera devoción”, prestándoos “particulares servicios” de amor y veneración,  “pues ayudas mucho a las almas que a ti se encomiendan”.

Glorioso Patriarca san José, haznos más aprovechados en la virtud.

Te pedimos que contigo adoremos a la Santísima Trinidad, y ahora y en la eternidad digamos:

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre

por los siglos de los siglos. Amén.

 

12ª VISITA

EN HONOR LA VIVA FE DE SAN JOSÉ

 

La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6); y está en continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo.

 

San José, el más dichoso y favorecido hijo de David, padre adoptivo de Jesús y digno esposo de María, jefe de la casa de Nazareth y señor de toda su herencia, amado Patrón mío; confiadamente a Vos me llego, que sois todo bondad y ternura, para que os dignéis interceder con vuestro Jesús mi Dios y con María mi dulce madre, a fin de que acepten benignamente mis visitas y despachen favorablemente mis súplicas; y Vos, Padre mío, por aquella vuestra viva fe, que os hizo superior a todos los Patriarcas y progenitores del Mesías prometido para redimir el mundo, y tan fecunda en buenas obras, que habéis excedido en méritos a los mismos Apóstoles, Mártires, Confesores y Vírgenes, os suplico encarecidamente me alcancéis una fe semejante a la vuestra, de modo que me ilumine en todas mis dudas y perplejidades y me aliente incesantemente a la práctica de todas las virtudes cristianas, por cuyo medio agrade a Dios acá en la tierra y llegue a gustar un día y a saborear los frutos de la gloria con que se sacian los justos en el cielo. Amén.

 

Jaculatoria para este día.—Padre mío, San José, hacedme participante de los frutos saludables del árbol de vida, Jesús, vuestro Hijo, y de las bendiciones de María, vuestra Esposa santísima.

 

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Pida cada uno la gracia que desea alcanzar por la intercesión de san José. (breve silencio)

 

Oh castísimo esposo de María, glorioso San José, acordaos de vuestra dignidad y del poder que os ha dado el Padre celestial para favorecer a todos los que de veras os invocan y despachar favorablemente todas sus peticiones. Bien sé que así lo hacéis, Padre mío, y me consta que nunca se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos haya quedado sin consuelo. Así, pues, animado con esta confianza y sin temor de que sea yo el único que no experimentase vuestro patrocinio, postrado a vuestra presencia, me recomiendo a vuestra bondad, y os suplico os dignéis acogerlas favorablemente, y me socorráis ahora en vida y me recibáis en la hora de mi muerte. Amén.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

EVANGELIO DEL DÍA: Mi casa será llamada casa de oración



MARTES DE LA I SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Mi casa será llamada casa de oración

Evangelio según San Mateo 21,10-17
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando: «¿Quién es este?». La multitud contestaba: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea». Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. Y les dijo: «Está escrito: “Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos”».  Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los curó.  Pero los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el templo «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron  y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen estos?». Y Jesús les respondió: «Sí; ¿no habéis leído nunca: “De la boca de los pequeñuelos y de los niños de pecho sacaré una alabanza”?».  Y dejándolos salió de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche.

TEXTOS DE LA MISA. Martes de la I semana

COMENTARIOS
 
LOS ESTÉRILES EN OBRAS SERÁN CONDENADOS. San Beda el Venerable. Homilía de maitines

QUE NO HAYA NEGOCIO ALGUNO EN LA CASA DE VUESTRO CORAZÓN NI AMBICIÓN ALGUNA DE BIENES TEMPORALES. San Jerónimo

NADIE SE LE OPUSO, NADIE SE ATREVIÓ A ENFRENTÁRSELE, NADIE SE ATREVIÓ A RESISTIR AL HIJO, QUE DEFENDÍA A SU PADRE DE LA INJURIA. San Jerónimo

CON LA PASCUA DE JESÚS SE INICIA UN NUEVO CULTO. Benedicto XVI

INTENSIDAD DEL DOLOR DE CRISTO EN LA PASIÓN. Santo Tomás de Aquino

LA HUMILDAD DEL HOMBRE-DIOS. DOM GUERANGER

PURIFICAR NUESTRAS INTENCIONES. Homilía

IMITEMOS EL CELO DE JESÚS POR LA CASA DE DIOS. Homilía

 

LA HUMILDAD DEL HOMBRE-DIOS. DOM GUERANGER

 

LA HUMILDAD DEL HOMBRE-DIOS.
DOM GUERANGER

Martes de la I semana de Cuaresma
Los hechos referidos en el paso del Evangelio se relacionan con una época anterior a la vida del Salvador, y la Iglesia nos los propone hoy, a causa de la relación que contiene con los que hemos leído hace algunos días. Es evidente que no sólo al acercarse la Pascua, sino desde la fiesta de los Tabernáculos, en el mes de septiembre, el furor de los judíos conspiraba ya su muerte. El Hijo de Dios tenía que viajar a ocultas, y para entrar con seguridad en Jerusalén, le era preciso tomar algunas precauciones. Adoremos estas humillaciones del Hombre-Dios, que se ha dignado santificar todos los estados, aun el del justo perseguido y obligado a ocultarse a las miradas de sus enemigos. Le habría sido fácil deslumhrar a sus adversarios con milagros inútiles, como los que deseó Herodes y forzar así su culto y su admiración. Dios no procede así; no obliga; obra a las miradas de los hombres; mas para conocer la acción de Dios, es necesario que el hombre se recoja y se humille, que haga callar sus pasiones. Entonces la luz divina se manifiesta al alma; esta alma ha visto bastante; ahora cree y quiere creer; su dicha y su mérito está en la fe; está en disposición de esperar la manifestación de la eternidad.
La carne y la sangre no lo entienden así; gustan la ostentación y el ruido. El Hijo de Dios en su venida a la tierra no debía someterse aún abatimiento tal sino para que los hombres viesen su poder infinito. Tenía que hacer milagros para apoyar su misión, pero en El, hecho Hijo del Hombre, no debía ser todo milagro. La mayor parte de su existencia estaba reservada a los humildes deberes de la criatura; de otro modo, no nos había enseñado con su ejemplo, lo que tanto necesitábamos saber. Sus hermanos (se sabe que los judíos entendían por hermanos a todos los parientes en línea colateral) sus hermanos habrían querido tener su parte en esta gloria vulgar, que querían para Jesús. Le dan motivo para que les dijese esta palabra que debemos meditar en este santo tiempo, para acordarnos más tarde de ella: “el mundo no os odia a vosotros; pero a mí, sí me odia”. Guardémonos pues, en adelante, de complacernos con el mundo; su amistad nos separaría de Jesucristo.

lunes, 27 de febrero de 2023

11ª VISITA EN HONOR DE LA IMITACIÓN DE JESUCRISTO POR PARTE DE SAN JOSÉ

11ª VISITA

EN HONOR DE LA IMITACIÓN DE JESUCRISTO POR PARTE DE SAN JOSÉ

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Visita diaria a san José,

compuesta por San José Manyanet,

apóstol de la Sagrada Familia

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)

pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)

y del Ángel Custodio, (breve silencio)

acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:

 

INVOCACIONES A SAN JOSE

San José, nos acercamos a ti con confianza, eres nuestro padre y a ti nos consagramos para que nos enseñes a amar a Jesús y a María y agradar a Dios en todas las cosas. Al igual que santa Teresa, te tenemos por modelo de vida interior, para que seas nuestro “maestro” en el conocimiento de Dios “y no erremos en el camino” de llegar a él.

Glorioso Patriarca san José, sé nuestro maestro y enséñanos el camino de la oración.

Te pedimos que contigo adoremos a la Santísima Trinidad, y ahora y en la eternidad digamos:

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre

por los siglos de los siglos. Amén.

 

San José, nos acercamos a ti guiados por el ejemplo de santa Teresa de Jesús que experimentó como la socorriste en “todas las necesidades”. Con confianza filial acudimos a tu intercesión porque “quiere el Señor darnos a entender que así como él te fue sujeto en la tierra, así en el Cielo hace cuánto le pides.”

Glorioso Patriarca san José, líbranos de los peligros, así de cuerpo como del alma.

Te pedimos que contigo adoremos a la  Santísima Trinidad, y ahora y en la eternidad digamos:

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre

por los siglos de los siglos. Amén.

 

San José, nos acercamos a ti con deseo de teneros “verdadera devoción”, prestándoos “particulares servicios” de amor y veneración,  “pues ayudas mucho a las almas que a ti se encomiendan”.

Glorioso Patriarca san José, haznos más aprovechados en la virtud.

Te pedimos que contigo adoremos a la Santísima Trinidad, y ahora y en la eternidad digamos:

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Como era en el principio ahora y siempre

por los siglos de los siglos. Amén.

 

11ª VISITA

EN HONOR DE LA IMITACIÓN DE JESUCRISTO POR PARTE DE SAN JOSÉ

 

La santidad se nos comunica de dos maneras: por apropiación y por imitación. La más importante es la primera que se nos da por la fe y por los sacramentos. La santidad es don, gracia y obra de la Trinidad. Junto a este medio fundamental que es la fe y los sacramentos, están también la imitación, las obras, la voluntad de seguir a Jesucristo, nuestro Señor.

 

San José, el más dichoso y favorecido hijo de David, padre adoptivo de Jesús y digno esposo de María, jefe de la casa de Nazareth y señor de toda su herencia, amado Patrón mío; confiadamente a Vos me llego, que sois todo bondad y ternura, para que os dignéis interceder con vuestro Jesús mi Dios y con María mi dulce madre, a fin de que acepten benignamente mis visitas y despachen favorablemente mis súplicas; y Vos, Padre mío, por aquella continua e incesante renovación que hacíais de querer imitar en todo a Jesucristo, nuestro principal y más puro modelo, que os hacía mirar con toda atención hasta sus pequeñas acciones, conservándolas en vuestro corazón y fijarlas y rumiarlas en vuestra alma, os suplico que, a fin de imitaros en llenar toda justicia, me alcancéis la gracia de que comience desde hoy a ser perfecto cristiano, esto es, verdadero imitador de un Dios pobre, de un Dios humilde, de un Dios paciente, lo que confío conseguir ayudado de vuestro auxilio y el de vuestra Esposa santísima. Amén.

 

Jaculatoria para este día.—.—Padre mío, San José, haced que siempre busque a Dios en todas las cosas y que socorra a mis prójimos en todas sus necesidades corporales y espirituales.

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Pida cada uno la gracia que desea alcanzar por la intercesión de san José. (breve silencio)

 

Oh castísimo esposo de María, glorioso San José, acordaos de vuestra dignidad y del poder que os ha dado el Padre celestial para favorecer a todos los que de veras os invocan y despachar favorablemente todas sus peticiones. Bien sé que así lo hacéis, Padre mío, y me consta que nunca se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos haya quedado sin consuelo. Así, pues, animado con esta confianza y sin temor de que sea yo el único que no experimentase vuestro patrocinio, postrado a vuestra presencia, me recomiendo a vuestra bondad, y os suplico os dignéis acogerlas favorablemente, y me socorráis ahora en vida y me recibáis en la hora de mi muerte. Amén.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

CREDO MARIANO. San Gabriel de la Dolorosa

 


CREDO MARIANO

San Gabriel de la Dolorosa

 

               Con la intención de propagar el culto a Nuestra Señora de los Dolores, San Gabriel Dolorosa decidió, con el visto bueno de su Director, realizar un voto especial a la Virgen. Inmediatamente después de emitir este voto, el Santo procedió a redactar el texto, probablemente a fines de 1861.

             El P. Norberto de Santa María, Director Espiritual de San Gabriel de la Dolorosa afirma.  "Había compuesto para sí un símbolo que llama Símbolo de la Virgen, símbolo que bien guardado, lo llevaba pendiente del cuello con protestas de devoción a su querida Reina y Señora. Si mal no recuerdo, cuando lo compuso y trataba de copiarlo para colgárselo al cuello, me suplicó e importunó para que le permitiese escribirlo con su propia sangre. No le concedí el permiso, por eso lo escribió con tinta..." Padre Norberto de Santa María, Director Espiritual de San Gabriel de la Dolorosa.

 

               Creo que sois la Madre de todos los hombres, a los que recibisteis como hijos, en la persona de Juan, según el deseo de Jesús.

               Creo que sois, como declarasteis a Santa Brígida, la Madre de los pecadores que quieren corregirse, y que intercedéis por toda alma pecadora ante el Trono de Dios, diciendo: Tened compasión de mí.

               Creo que sois nuestra Vida, y uniéndome a San Agustín, os aclamaré como única esperanza de los pecadores después de Dios.

               Creo que estáis, como os veía Santa Gertrudis, con el manto abierto, y que bajo él se refugian muchas fieras: leones, osos, tigres, etc. Y que Vos, en lugar de espantarlas, las acogéis con piedad y ternura.

               Creo que por Vos recibimos nosotros el Don de la Perseverancia: si os sigo, no me descarriaré; si acudo a Vos, no me desesperaré; si Vos me sostenéis, no caeré; si Vos me protegéis, no temeré; si os sigo a Vos, no me cansaré; si os alcanzo, me recibiréis con amor.

              Creo que Vos sois el soplo vivificante de los Cristianos, su ayuda y su refugio, en especial a la hora de la muerte, según dijisteis a Santa Brígida, pues no es vuestra costumbre abandonar a vuestros devotos en la hora de la muerte, como asegurasteis a San Juan de Dios.

               Creo que Vos sois la esperanza de todos, máxime de los pecadores; Vos sois la ciudad de refugio, en particular de quienes carecen de toda ayuda y socorro.

              Creo que sois la protectora de los condenados, la esperanza de los desesperados, y como oyó Santa Brígida que Jesús os decía, hasta para el mismo demonio obtendríais misericordia, si humildemente os la pidiera. Vos no rechazáis a ningún pecador, por cargado de culpas que se halle, si recurre a vuestra misericordia. Vos con vuestra mano maternal lo sacaríais del abismo de la desesperación, como dice San Bernardo.

               Creo que Vos ayudáis a cuantos os invocan y que más solicita sois para alcanzarnos Gracias, que nosotros para pedíroslas.

               Creo que, como dijisteis a Santa Gertrudis, acogéis bajo Vuestro manto a cuantos acuden a Vos, y que los Ángeles defienden a Vuestros devotos contra los ataques del infierno. Vos salís al encuentro de quien os busca y también, sin ser rogada, dispensáis muchas veces vuestra ayuda y creo que serán salvados los que vos queráis que se salven.

               Creo que, como revelasteis a Santa Brígida, los demonios huyen, al oír vuestro Nombre, dejando en paz al alma. Me asocio a San Jerónimo, Epifanio, Antonino y otros, para afirmar que vuestro Nombre bajó del Cielo, y os fue impuesto por orden de Dios.

               Declaro que siento con San Antonio de Padua las mismas dulzuras al pronunciar vuestro Nombre que las que San Bernardo sentía al pronunciar el de vuestro Hijo. Vuestro Nombre. ¡Oh María!, es melodías para el oído, miel para el paladar, júbilo para el corazón.

               Creo que no hay otro nombre, fuera del de Jesús, tan rebosante de Gracia, esperanza y suavidad para los que lo invocan. Estoy convencido con San Buenaventura de que Vuestro Nombre no se puede pronunciar sin algún fruto espiritual. Tengo por cierto que, como revelasteis a Santa Brígida, no hay en el mundo alma tan fría en su amor, ni tan alejada de Dios, que no se vea libre del demonio si invoca vuestro Santo Nombre.

               Creo que Vuestra intercesión es moralmente necesaria para salvarnos, y que todas las Gracias que Dios dispensa a los hombres pasan por vuestras manos, y que todas las Misericordias Divinas se obran por mediación vuestra, y que nadie puede entrar en el Cielo sin pasar por Vos, que sois la Puerta. Creo que Vuestra intercesión es, no solo útil, sino moralmente necesaria.

              Creo que Vos sois la Cooperadora de nuestra Justificación; la Reparadora de los hombres, Corredentora de todo el mundo. Creo que cuantos no se acojan con Vos, como Arca de Salvación, perecerán en el tempestuoso mar de este mundo. Nadie se salvará sin vuestra ayuda.

               Creo que Dios ha establecido no conceder Gracia alguna sino es por vuestro conducto; que nuestra Salvación está en vuestras manos y que quien pretende obtener Gracia de Dios sin recurrir a Vos, pretende volar sin alas. Creo que quien no es socorrido de Vos, recurre en vano a los demás Santos: lo que ellos pueden con Vos, Vos lo podéis sin ellos; si Vos calláis, ningún Santo intercederá; si Vos intercedéis, todos los Santos se unirán a Vos. Os proclamo con Santo Tomás como la única esperanza de mi vida, y creo con San Agustín que Vos sola sois solícita por nuestra eterna Salvación.

               Creo que sois la Tesorera de Jesús y que ninguno recibe nada de Dios, sino por Vuestra mediación: hallándoos a Vos se encuentra todo bien. Creo que uno de vuestros suspiros vale más que todos los ruegos de los Santos, y que sois capaz de salvar a todos los hombres. Creo que sois Abogada tan piadosa, que no rechazáis defender a los más infelices. Confieso con San Andrés cretense que sois la Reconciliadora Celestial de los hombres.

              Creo que sois la Pacificadora entre Dios y los hombres y que sois el Señuelo Divino para atraer a los pecadores al arrepentimiento, como Dios mismo reveló a Santa Catalina de Siena. Como el imán atrae el hierro, así atraéis Vos a los pecadores, según asegurasteis a Santa Brígida. Vos sois toda  ojos, y toda corazón para ver nuestras miserias, compadecemos y socorremos. Os llamaré pues, con San Epifanio: «La llena de ojos». Y esto confirma aquella visión de Santa Brígida, en la que Jesús os dijo: «Pedidme, Madre, lo que queráis». Y Vos le respondisteis: «Pido misericordia para los pecadores».

               Creo que la Misericordia Divina que tuvisteis con los hombres cuando vivíais en la tierra, innata en Vos, ahora en el Cielo se os ha aumentado en la misma proporción de que el sol es mayor que la luna, como opina San Buenaventura. Y que, así como no hay en el firmamento y en la tierra cuerpo que no reciba alguna luz del sol, tampoco hay en el Cielo ni en la tierra alma que no participe de vuestra Misericordia. Creo también con San Buenaventura, que no sólo os ofenden los que os injurian, sino también los que no os piden Gracias. Quien os obsequia, no se perderá, por pecador que sea, al contrario, como asegura San Buenaventura, quien no es devoto vuestro, perecerá inevitablemente. Vuestra Devoción es el billete del Cielo, diré con Efrén.

               Creo que, como revelasteis a Santa Brígida, sois la Madre de las Almas del Purgatorio, y que sus penas son mitigadas por Vuestras oraciones. Por tanto afirmo con San Alfonso que son muy afortunados Vuestros devotos y con San Bernardino que Vos libráis a Vuestros devotos de las llamas del Purgatorio. Creo que Vos, cuando subíais al Cielo, pedisteis, y lo obtuvisteis sin ninguna duda, llevar con Vos al Cielo todas las Almas que entonces se hallaban en el Purgatorio.

                Creo también que, como prometisteis al Papa Juan XXII, libráis del Purgatorio el Sábado siguiente a su muerte a cuantos lleven vuestro Escapulario del Carmen. Pero Vuestro Poder introduciendo en el Cielo a cuantos queráis. Por Vos se llena el Cielo y queda vacío el Infierno.

               Creo que los que se apoyan en Vos no caerán en pecado, que quienes os honran alcanzarán la Vida Eterna. Vos sois el Piloto Celestial, que conducís al puerto de la Gloria a vuestro devotos en la barquilla de Vuestra Protección, como dijisteis a Santa María Magdalena de Pazzis. Afirmo lo que asegura San Bernardo: el profesaros devoción es señal cierta de predestinación, y también lo del Abad Guerrico: Quien os tiene un amor sincero, puede estar tan cierto de ir al Cielo, como si ya estuviese en él.

               Creo con San Antonio, que no hay Santo tan compasivo como Vos: dais más de lo que se os pide; vais en busca del necesitado, buscáis a quien salvar: Muchas veces salváis a los mismos que la Justicia de vuestro Hijo está a punto de condenar, como enseña el Abad de Celles. Por tanto, estoy convencido de la Verdad que se contiene en la visión que tuvo Santa Brígida: Jesús os decía «Si no se interpusieran vuestras oraciones, no habría en este caso ni esperanza, ni misericordia». Opino también con San Fulgencio, que si no hubiera sido por Vos, la tierra y el Cielo habrían sido destruidos por Dios.

               Creo, como revelasteis a Santa Matilde, que erais tan humilde que, a pesar de veros enriquecida de Dones y Gracias celestiales sin número, no os preferirías a nadie. Y que, como dijisteis a Santa Isabel, benedictina, os juzgabais vilísima Sierva de Dios e indigna de Su Gracia.

               Creo que por vuestra humildad, ocultasteis a San José vuestra Maternidad, aunque aparentemente pareciera necesario manifestárselo, y que servisteis a Santa Isabel y que en la tierra buscasteis siempre el último puesto. Creo que, como revelasteis a Santa Brígida, tuvisteis tan bajo concepto de Vos misma porque sabíais que todo lo habíais recibido de Dios, por ello en nada buscasteis Vuestra Gloria, sino la de Dios únicamente. Creo con San Bernardo que ninguna criatura del mundo es comparable con Vos en la humildad.

               Creo que el fuego del amor, que ardía en vuestro Corazón para con Dios, era de tantas calorías, que al instante hubiera encendido y consumido el cielo y la tierra, y que en comparación de vuestro Amor, el de los Santos era frío. Creo que cumplisteis a la perfección el Precepto del Señor «Ama a Dios», y que desde el primer instante de vuestra existencia, vuestro Amor a Dios fue superior al de todos los Ángeles y Serafines. Creo que debido a este intenso Amor vuestro a Dios, jamás fuisteis tentada, y que nunca tuvisteis un pensamiento que no fuera para Dios, ni dijisteis palabra que no fuera dirigida a Dios.

               Creo con Suárez, Ruperto, San Bernardino y San Ambrosio, que vuestro Corazón amaba a Dios, aun cuando vuestro cuerpo reposaba, de manera que se os puede aplicar lo que dice la Sagrada Escritura: «yo duermo, pero Mi Corazón vela», y que mientras vivíais en la tierra, vuestro Amor a Dios nunca fue interrumpido.

               Creo que amasteis al prójimo con tal perfección, que no habrá quien lo haya amado más, exceptuando vuestro Hijo. Y que aunque se reuniera el amor de todas las madres para con sus hijos, de los esposos y esposas entre sí, de todos los Santos y Ángeles del Cielo, sería este Amor inferior al que Vos profesáis a una sola alma.

              Creo que tuvisteis, como dice Suárez, más Fe que todos lo Ángeles y Santos juntos: aun cuando dudaron los Apóstoles, Vos no vacilasteis. Os llamaré pues, con San Cirilo «Centro de la Fe ortodoxa».

              Creo que sois la Madre de la Santa Esperanza y modelo perfecto de confianza en Dios. Que fuisteis mortificadísima, tanto que, como dicen San Epifanio y San Juan Damasceno, tuvisteis siempre los ojos bajos, sin fijarlos jamás en persona alguna.

              Creo lo que dijisteis a Santa Isabel, benedictina: que no tuvisteis ninguna Virtud sin haber trabajado para poseerla, y con Santa Brígida creo que todas vuestras cosas dábais entre los pobres, sin reservaros para Vos más que lo estrictamente necesario. Creo despreciabais las riquezas mundanas. Creo que hicisteis voto de pobreza.

               Creo que vuestra dignidad es superior a todos los Ángeles y Santos y que es tanta vuestra perfección, que solo Dios puede conocerla. Creo que después de Dios, es ser Madre de Dios, y que por tanto no pudisteis estar más unida a Dios sin ser el mismo Dios, como decía San Alberto.

               Creo que la Dignidad de Madre de Dios es infinita y única en su género y que ninguna criatura puede subir más alto. Dios pudo haber creado un mundo mayor, pero no pudo haber formado criatura más perfecta que Vos.

               Creo que Dios os ha enriquecido con todas las Gracias y Dones generales y particulares que ha conferido a todas las demás criaturas juntas. Creo que vuestra belleza sobrepasa a la de todos los hombres y los Ángeles, como reveló el Señor a Santa Brígida. Creo que vuestra belleza ahuyentaba todo movimiento de impureza e inspiraba pensamientos castos.

               Creo que fuisteis Niña, pero de Niña sólo tuvisteis la inocencia, no los defectos de la niñez. Creo que fuisteis Virgen antes del parto, en el parto y después del parto; fuisteis Madre sin la esterilidad de la virgen, sin dejar por ello de ser Virgen, trabajabais, pero sin que la acción distrajera; orabais, pero sin descuidar vuestras ocupaciones. Moristeis, pero sin angustia, ni dolor ni corrupción de vuestro cuerpo.

               Creo que, como enseña San Alberto, fuisteis la primera en ofrecer, sin consejo de nadie, vuestra virginidad, dando ejemplo a todas las vírgenes, que os han imitado, y que Vos, delante de todas, lleváis el estandarte de esta Virtud. Por Vos se mantuvo virgen vuestro castísimo esposo San José. Creo también que estabais resuelta a renunciar a la dignidad de Madre de Dios, antes que perder vuestra virginidad.