COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
MARTES
DE LA I SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Comentario de san
Jerónimo
Debe tenerse en cuenta también
que según lo prescrito en la Ley, los judíos debían venir al templo del Señor
de todo el mundo y debían acudir desde todos los países en que habitaban. Por
este motivo se sacrificaban multitud de víctimas -especialmente en los días
festivos-, de toros, de corderos y de chivos. Y con el objeto de que los pobres
no dejaran de ofrecer sus sacrificios estaba mandado que éstos ofreciesen
pichones de palomas y tórtolas. Sucedía también que los que venían de lejos no
tenían víctimas. Razón por la que los sacerdotes inventaron el modo de
facilitarles la manera de ofrecerlas, así como todos los animales -que se
podían necesitar para el culto-, y por esto vendían. Además con el fin de
venderlas a los que no tenían ellos mismos volvían a vender las que recibían.
Esta maniobra astuta quedaba frecuentemente desbaratada por la pobreza de los
peregrinos, que carecían de recursos y no sólo no traían víctimas sino que
tampoco tenían con qué comprarlas. Por lo tanto, pusieron allí cajeros que
daban dinero prestado con algún interés. Como estaba mandado en la ley que
ninguno diese dinero con usura, y como no podía utilizarse el dinero procedente
de ella, y como de esto no le resultaba beneficio alguno, sino que antes al
contrario, perdían algunas cantidades, inventaron otra maña -esto es otra arte-
para poder obtener beneficios, y para poder sostener cambistas en vez de
prestamistas. Recibían, pues, como interés garbanzos tostados, pasas de uvas, y
manzanas de diversas clases. Por lo tanto, como los cambistas no podían recibir
usura en metálico, la recibían en especie. Y así, lo que no se podía exigir en
dinero lo exigían en estas cosas que después reducían a dinero. Casi esto mismo
dijo Ezequiel en estas palabras: "No recibiréis usura ni superabundancia
alguna" ( Ez 18,17). Bajo este aspecto, el Señor vio que su casa se había
convertido en casa de negociación o de hurto. Y movido entonces por el ardor de
su espíritu arrojó del templo a una multitud de gente.
Aquel que convierte el templo
del Señor en cueva de ladrones es ladrón, que desea obtener ganancias por medio
de las cosas de religión. A mí me parece que entre los muchos prodigios que
hizo Jesucristo, éste fue uno de los mayores; porque un solo hombre,
despreciable en aquellos días -tanto, que poco después fue crucificado-, pudo
arrojar tanta multitud de gentes a fuerza de golpes que daba con un solo
látigo, en presencia de los escribas y de los fariseos, que bramaban contra El
y veían que se destruían sus ganancias. Salía fuego de sus ojos y éstos
brillaban como las estrellas, resplandeciendo en su cara la majestad de la
divinidad.
Según se comprende a primera
vista, las palomas no estaban en las cátedras sino en las canastas, a no ser
que se diga que los que vendían palomas se sentaban en las cátedras, lo cual es
un absurdo. Por las cátedras, lo que se da a conocer, es la dignidad de los que
enseñan, la cual queda anulada en el momento en que la enseñanza está inspirada
sólo por la ganancia. Obsérvese también que los altares de Dios son llamados
mesas de prestamistas por la avaricia de los sacerdotes. Lo que hemos dicho
acerca de las iglesias, cada uno debe entenderlo de sí mismo, porque como dice
el Apóstol: "Vosotros sois templo de Dios" ( 2Cor 6,16). Por lo
tanto, que no haya negocio alguno en la casa de vuestro corazón ni ambición
alguna de bienes temporales, no sea que Jesús entre airado y furioso y no
limpie su templo de otra manera que por medio del látigo, volviendo a
convertirlo de cueva de ladrones en casa de oración.
Como los sacerdotes no se
atrevían a poner sus manos sobre el Salvador se contentaron con calumniar sus
acciones y el testimonio del pueblo y de los niños que clamaban: ¡Hosanna al
Hijo de David! Bendito el que viene en el nombre del Señor. Porque esto no se
puede decir más que sólo del Hijo de Dios. Vean, pues, los Obispos y todos los
hombres santos cuánto peligro corren al dejar decir estas cosas por ellos,
siendo así que tratándose del Señor, de quien se decía esto en verdad, (porque
todavía no era firme la voluntad de los que creían) se quería hacer aparecer
esta alabanza como un crimen.
Pero la contestación del
Salvador fue muy prudente, no dijo (lo que los escribas querían oír): hacen
bien los niños en dar testimonio de mí; ni tampoco: se equivocan, son niños y
debéis dispensar a su edad, sino que al aducir el pasaje del Salmo 8, y
callando el Señor, les presenta un ejemplo tomado de las Sagradas Escrituras,
que confirman las palabras de los niños. Y por esto sigue: "Mas Jesús les
dijo: Ciertamente nunca leísteis que de la boca de los niños sacaste perfecta
alabanza".
En esto debe comprenderse,
que aunque el Señor era muy pobre, a nadie aduló para merecer un hospedaje en
aquella gran ciudad, en donde no encontró habitación donde descansar. Sin
embargo, la encontró en un pueblo pequeño, en donde habitaban Lázaro y sus
hermanas. Este pueblecito se llamaba Betania. Por esto sigue: "Y se estuvo
allí".