II DOMINGO DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a
Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte
alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y
sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron
Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a
Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas:
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando
cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube
decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces,
llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no
temáis». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando
bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el
Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Mt 17,1-9COMENTARIOS AL EVANGELIO
Homilía de maitines A ÉSTE, OÍDLE CONSTANTEMENTE, PORQUE ÉL ES LA VERDAD Y LA VIDA. San León Papa
LA GLORIA DE LA CONVERSACION DE LOS BIENAVENTURADOS. San Francisco de Sales
Benedicto XVI ABRIR LOS OJOS DEL CORAZÓN