29
EL CIELO EN COMPAÑÍA DE DIOS
Y LA GLORIA DE LOS CUERPOS RESUCITADOS
MEDITACIONES
SOBRE LAS VERDADES ETERNAS
Y LA PASIÓN DEL SEÑOR
PARA PEDIR EL AMOR DE DIOS
San Pedro de Alcántara
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.
Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”
Se meditan los puntos dispuestos para cada día.
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EL CIELO EN COMPAÑÍA DE DIOS
Y LA GLORIA DE LOS CUERPOS RESUCITADOS
Del tratado de la oración y meditación
de san Pedro de Alcántara
Y si tan grande gloria es gozar de la compañía de los buenos, ¿qué será gozar de la compañía y presencia de Aquel a quien alaban las estrellas de la mañana, de cuya hermosura el sol y la luna se maravillan, ante cuyo merecimiento se arrodillan los ángeles y todos aquellos espíritus soberanos? ¿Qué será ver aquel bien universal en quien están todos los bienes, y aquel mundo mayor en quien están todos los mundos, y Aquel que siendo Uno es todas las cosas, y siendo simplicísimo, abraza las perfecciones de todas? Si tan grande cosa fue oír y ver al rey Salomón, que decía la reina de Saba: Bienaventurados los que asisten delante de ti y gozan de tu sabiduría, ¿qué será ver aquel sumo Salomón, aquella eterna sabiduría, aquella infinita grandeza, aquella inestimable hermosura, aquella inmensa bondad, y gozar de ella para siempre? Ésta es la gloria esencial de los santos, éste el último fin y puerto de todos nuestros deseos.
Considera, después de esto, la gloria de los cuerpos, los cuales gozarán de aquellos cuatro singulares dotes, que son sutileza, ligereza, impasibilidad y claridad, la cual será tan grande, que cada uno de ellos resplandecerá como el sol en el reino de su Padre. Pues si no más de un sol, que está en medio del cielo, basta para dar luz y alegría a todo este mundo, ¿qué harán tantos soles y lámparas como allí resplandecerán? Pues ¿qué diré de todos los otros bienes que allí hay? Allí habrá salud sin enfermedad, libertad sin servidumbre, hermosura sin fealdad, inmortalidad sin corrupción, abun sin necesidad, sosiego sin turbación, seguridad sin temor, conocimiento sin error, hartura sin hastío, alegría sin tristeza y honra sin contradicción. Allí será -dice San Agustín- verdadera la gloria, donde ninguno será alabado por error ni por lisonja. Allí será verdadera la honra, la cual ni se negará al digno, ni se concederá al indigno. Allí será verdadera la paz, donde ni de sí ni de otro será el hombre molestado. El premio de la virtud será el mismo que dio la virtud y se prometió por galardón de ella, el cual se verá sin fin, y se amará sin hastío, y se alabará sin cansancio. Allí el lugar es ancho, hermoso, resplandeciente y seguro, la compañía muy buena y agradable, el tiempo de una manera: no hay distinto en tarde y mañana, sino continuado con una simple eternidad. Allí habrá perpetuo verano, que con el frescor y aire del Espíritu Santo siempre florece. Allí todos se alegran, todos cantan y alaban a Aquel sumo dador de todo, por cuya largueza viven y reinan para siempre. ¡Oh Ciudad Celestial, morada segura, tierra donde se halla todo lo que deleita! ¡Pueblo sin murmuración, vecinos quietos y hombres sin ninguna necesidad! ¡Oh si se acabase ya esta contienda! ¡Oh sise concluyesen los días de mi destierro!, ¿cuándo llegará ese día? Cuándo vendré y pareceré ante la cara de mi Dios?
ORACIÓN PARA FINALIZAR
TODOS LOS DÍAS:
PETICIÓN ESPECIAL DEL AMOR DE DIOS. San Pedro de Alcántara