DÍA SÉPTIMO
El deseo ardiente que tiene Jesucristo de que todas las almas participen de su Sangre Preciosísima
MES DE LA
PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO
EJERCICIO PARA EL MES DE JULIO
Ilmo. Sr. Vicente Strambi
Por la señal de la santa Cruz…
DÍA SÉPTIMO
El deseo ardiente que tiene Jesucristo de que todas las almas participen de su Sangre Preciosísima
I.- ¡Cuán grande era el deseo que Jesucristo tuvo, durante toda su vida mortal, de derramar su Sangre por la redención del mundo! Y el deseo de que todos nos aprovechemos de Ella es tanto más ardiente cuanto que no todos participan de Ella.
Por esto, pues, convidándonos a esta fuente de misericordia, nos dice: «Bebed de esto todos, Bibite ex hoc omnes (Mt 26, 27); Y abriendo en sus santas llagas cuatro fuentes, como dice San Bernardo, fuente de misericordia, fuente de paz, fuente de devoción, fuente de amor, convida a todas las almas a que vengan a saciarse en ellas: Si quis sitit, veniat ad me. (El que tenga sed, que venga a mí. Jn 7,37).
Y en
efecto, ¿por qué ha instituido los Sacramentos que son como los canales por los
cuales se comunican los méritos de esta Sangre Preciosísima? ¿Por qué se ofrece
perpetuamente a su Padre Eterno en el Cielo, y quiere cada día ser ofrecido por
sus ministros sobre los santos Altares? ¿Por qué en nuestros días ha despertado
de una manera tan particular en el corazón de todos los fieles semejante
devoción? ¿No se reconoce en esto el deseo ardiente de su Corazón, de que
hacernos ir a todos por los méritos de esa Sangre, de las fuentes sagradas de
sus llagas a las aguas de sus gracias?
¡Oh y qué monstruosa ingratitud es el no aprovecharnos, por nuestra
negligencia, de un medio de salvación tan eficaz!
II. ¿Quién puede expresar todos los designios admirables que ha tenido el Corazón de Jesús en la efusión de esta Sangre de amor? Por Ella quiso aplacar su divina justicia, reconciliarnos con su Eterno Padre, purificar nuestras almas de toda iniquidad, merecernos los socorros eficaces de su gracia, abrirnos las puertas del reino feliz de su gloria.
¿Quién
puede dudar de que se abrase en un deseo ardiente de que todos se aprovechen de
Ella y correspondan a su caridad inagotable? Hasta parece quejarse de las almas
que no saben apreciarla: Terra, terra, ne operias sanguinem meum. (Tierra,
tierra, no pises mi sangre. Job 16, 18). Hombre compuesto de barro, piensa
en la Sangre que ha sido derramada por ti, no la desprecies, no la pises, no
hagas de manera que sea inútilmente derramada por ti. Piensa que el que está
cubierto de esta Sangre y te la ofrece, tiene por nombre Verbo de Dios, que es
aquel Verbo hecho hombre que murió por ti y que un día ha de juzgarte. Advierte
que esta Sangre es una prenda de su amor, pero que, si de ella abusas, será tu
condenación. Advierte que, si ahora no testificas tu devoción y tu gratitud
para con esa Sangre Preciosísima, no podrás tener cabida entre los
bienaventurados, ni bendecir con ellos durante toda la eternidad al Cordero
inmaculado que los ha redimido y salvado.
¡Oh alma mía! ¿Cuáles son tus sentimientos? ¿Cuáles tus resoluciones?
COLOQUIO
¡Ah!
Jesús mío, que tanto nos amáis; si el pecado vive todavía en nosotros, si somos
tibios y negligentes en vuestro servicio, y si nos es dificultoso andar por el
sendero de la virtud, toda la falta es nuestra; es porque no venimos al pie de
vuestra Cruz para empaparnos en vuestra Preciosísima Sangre; es porque no la
aplicamos a nuestras almas; es porque no sabemos valernos de este tesoro
inestimable que nos ofrecéis con tanto amor.
Somos miserables en medio de las riquezas; somos pobres en medio de los tesoros
de vuestra gracia.
¿Qué más habéis podido hacer por nosotros? Y a pesar de esto, somos ingratos,
nada queremos hacer por nosotros y por nuestra salvación. Razón tenéis en
decir: ¿Qué más pude hacer por mi viña? Y nosotros, para nuestra confusión
podríamos decir: ¿Qué menos podemos hacer por vos?
Vos habéis derramado toda vuestra Sangre, y cada día nos convidáis a que
participemos de Ella. Por salvarnos habéis muerto en una Cruz entre agonías y
dolores, y nosotros estamos tan obstinados, tan insensibles a vuestras
invitaciones, a vuestra Sangre y a vuestra muerte.
Mas no será así en adelante, en cuanto está de nuestra parte, proponemos
manifestaros, desde ahora, el más sincero agradecimiento, la más fiel
correspondencia, y profesar una afectuosa y constante devoción a vuestra Sangre
Santísima; Ella será siempre el objeto de nuestro amor, y de palabra y por obra
la haremos adorar de todos.
EJEMPLO
Deteneos hoy algunos instantes delante de una imagen de Jesús crucificado, y con una atención particular, escuchad la voz de su Sangre destilada por cada una de sus llagas; ¿qué os dirá? Os dirá lo que Jesús un día a santa Lutgarda: “Mira, mi amada Lutgarda, cómo mis llagas claman a ti, para que mi Sangre no sea derramada en vano.”
¡Ah! lo que estas llagas gritan por la voz de esa Sangre es que tanta Sangre ha sido vertida en vano y sin fruto para el bien de las almas; lo que claman es que las perlas preciosas de la divinidad han sido arrojadas a animales inmundos, bastante atrevidos para hollar la Sangre del divino Verbo hecho hombre; lo que claman es que ninguno ama al Salvador que cada uno de vosotros tiene impreso sobre su corazón con caracteres de Sangre. Despertad, pues, a esta voz; aplicadles esa Sangre sobre vuestro corazón, y sed agradecidos al que la ha derramado.
JACULATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Padre Eterno os ofrezco la Sangre de Jesucristo en rescate de mis pecados y por las necesidades de vuestra Iglesia.
El Soberano Pontífice Pío VII concedió cien días de Indulgencia por
cada vez que se diga la anterior jaculatoria. Así consta del rescripto que se
conserva en los archivos de los Padres Pasionistas de Roma.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.