8 de julio
Segundo día de la Novena
COLGADO EN EL AIRE
MES Y NOVENA EN HONOR
A LA VIRGEN DEL CARMEN
ORACION PARA COMENZAR
Y FINALIZAR CADA DÍA
MES DE JULIO EN HONOR
A LA VIRGEN DEL CARMEN
Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en este ejercicio consagrado a vuestra devoción, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo:
3 Avemarías
A continuación se lee el relato tomado de la obra “Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús. Del 7 al 15 de julio se añade la oración propia de cada día de la novena.
8 de julio
Segundo día de la Novena
COLGADO EN EL AIRE
“Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.
Filocalo Caputo, en su obra "ll Monte Carmelo", dice que trabajando el oficial de carpintería Pedro de Pablo en el artesonado de la iglesia de San Antonio de Conforto, se levantó de pronto un terrible huracán, y, temeroso Pedro de lo que sucedió después, dio de mano a la obra y se bajó del andamio hasta que cesara o se aplacase aquel viento huracanado.
Por aprovechar el tiempo, se puso a rezar los siete Padrenuestros y Ave Marías en que comúnmente solían conmutar las abstinencias de los miércoles y sábados que reclama el Santo Escapulario, como parte necesaria para lograr el privilegio sabatino.
Al encontrarle en tierra el encargado de la obra, lo llevó muy mal, echándole en rostro el que tomase como pretexto el huracán para vaguear o cesar en su trabajo; viéndole con tan duro ceño y malhumorado que se decidió a subir pasara lo que pasara.
Hallábase trabajando ya, al mismo tiempo que suplicando a María Santísima que aplacara tan terrible viento, cuando he aquí que, de improviso, un fuerte remolino arrojóle del andamio donde se hallaba trabajando, a una distancia como de diez pasos del muro o pared maestra de la casa donde trabajaba el infeliz.
En tan angustiosa y apuradísima situación apeló el buen hombre al patrocinio de María, nuestra Madre amable del Carmelo, viendo al punto en el aire, y junto a sí, a la Inmaculada Señora, la cual, asiéndole por un hombro y también del Santo Escapulario que llevaba, le bajó suavemente, sosteniéndole para que sin la menor violencia llegase hasta tocar tierra, donde todos cuantos le vieran bajar le juzgarían que llegaba muerto o hecho migas del porrazo. Tan pronto como pisó tierra llegáronse a reconocerle, viendo con pasmo y estupor que ni se había hecho la menor lesión ni el más insignificante rasguño en su cuerpo.
ORACIÓN
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de tu enseñanza y ejemplo de que dichosamente gozaron. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas para saber como debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversación sean siempre para su mayor honra y gloria y edificación de mis prójimos. Así, Señora, te lo suplico humildemente.
Pídase la gracia que se desea alcanzar y se concluye como el resto de los días.
Oración final para todos los días
Infinitas gracias os damos, soberana Princesa, por los favores que todos los días recibimos de vuestra benéfica mano; dignaos, Señora, tenernos ahora y siempre bajo vuestra protección y amparo; y para más obligaros, os saludamos con una Salve:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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Querido hermano comparte este ejercicio con tus familiares y amigos para que muchos conozcan y amen a la Virgen.
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Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.