domingo, 30 de junio de 2019

APARTAR A LOS NIÑOS DEL PECADO. San Juan Bautista de la Salle



Que la primera preocupación de quienes enseñan a los niños ha de ser apartarlos del pecado
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
  San Juan Bautista de la Salle 

Por ser " ministros de Dios " en el empleo que ejercéis, estáis obligados vosotros a " cooperar con El " (1) y a secundar sus designios de salvación para con los niños sometidos a vuestra tutela, particularmente con los más inclinados al desorden. Así os lo señala el evangelio de hoy, al proponeros la parábola de aquel buen " pastor que tenía cien ovejas y, habiendo perdido una, desatendió las noventa y nueve para ir en busca de la extraviada "(2).
Del mismo modo, debéis velar más vosotros sobre los propensos a descarriarse que sobre aquellos que se entregan al bien y practican la virtud como de suyo.
Es menester no escatimar medio alguno hasta conseguir que vuelvan a Dios los que veis sujetos a algún vicio; pues, como dice el Señor: No es voluntad de vuestro Padre celeste que uno solo de estos pequeñuelos perezca (3).
Y como es Él quien se sirve de vosotros para guiar los por la senda de la salvación, daos trazas para que no se descarríen o, si se extravían, para que vuelvan a ella cuanto antes: a vosotros incumbe ayudarles a seguir el buen camino.
Una de las cosas que más contribuyen a que se pierda la juventud, es la frecuentación de las malas compañías. Pocos se pervierten por la malicia de su corazón; la mayor parte se corrompen por el mal ejemplo y las ocasiones que les salen al paso.
Por eso, los que tienen niños que instruir, nada deben tomar tan a pechos como estorbar que sean seducidos por el uno y por las otras; pues, si la debilidad de los hombres es grande, a causa de su inclinación al pecado; la de los niños es mucho mayor aún, debido al deficiente uso que todavía tienen de la razón, y a que, Por tanto, está la naturaleza más viva en ellos, es sumamente propensa a gozar de los placeres sensibles y, en consecuencia, a dejarse arrastrar por el pecado.
Poned, pues, toda la diligencia posible en alejar de las malas compañías a vuestros discípulos, y dadles oportunidad, de que sólo frecuenten las buenas; a fin de que, no recibiendo así más que impresiones saludables, practiquen el bien con toda facilidad.
Dios ha suministrado a los hombres dos me dios seguros para apartarse del pecado y conservar la gracia: la oración y los sacramentos. Por consiguiente, nada debe procurarse a los niños con mayor empeño, para inspirarles horror al vicio, que el amor a la oración y el frecuente uso de los sacramentos.
Hay que estimularlos a elevar a Dios sus plegarias y a que lo hagan a menudo y con atención. Es preciso darles a conocer las disposiciones santas con que deben prepararse a recibir dignamente los sacramentos, y animarles a hacerlo con frecuencia, para que conserven su alma limpia de todo pecado.
En esos dos medios debéis insistir principalmente, durante las instrucciones que dais a los alumnos, para mantenerlos alejados de la culpa.
Tenéis también que orar mucho por los que veáis me nos inclinados al bien, a fin de que Dios infunda en sus corazones el deseo de salvarse. Sois para con ellos " mediadores de que Dios se sirve para enseñarles los me dios de conseguir la salvación " (4).
Desempeñad, pues, respecto de ellos el oficio con que Dios os ha investido ya que os pedirá cuenta de su perdición si, por no haberlos alejado del mal y animado al bien, cayeren en el desorden.

EVANGELIO DEL DÍA: HABRÁ GRAN ALBOROZO ENTRE LOS ÁNGELES DE DIOS POR UN PECADOR QUE HAGA PENITENCIA

III DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo: Se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para oírle. Lo cual censuraban los fariseos y los escribas, diciendo Éste recibe a los pecadores y come con ellos. Mas Jesús propúsoles esta parábola ¿Quién hay entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se había perdido hasta encontrarla Y. en hallándola, la pone sobre sus hombros muy gozoso y, en llegando a su casa, llama a sus amigos vecinos, y les dice: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja, Que se había perdido. Os digo, que así también habrá más gozo en el cielo por un pecador que haga penitencia, que por noventa y nueve justos que no han de ella menester. O ¿qué mujer, teniendo diez, si pierde una, no enciende la lámpara y barre la casa, y lo registra todo hasta dar con ella? Y en hallándola, convoca a sus amigas y vecinas y dice: Regocijaos conmigo porque he hallado la dracma que había perdido. Así os digo que habrá gran alborozo entre los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia.
Lc 15,1-10

COMENTARIOS AL EVANGELIO
HOMILÍA DE MAITINES  LA FUENTE MISMA DE LA MISERICORDIA. San Gregorio
LA PACIENCIA DEL PASTOR. San Buenaventura
BENEDICTO XVI   LA VERDADERA RELIGIÓN CONSISTE EN ENTRAR EN SINTONÍA CON ESTE CORAZÓN

sábado, 29 de junio de 2019

LA FE DE SAN PEDRO. San Juan Bautista de la Salle


MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE SAN PEDRO
San Juan Bautista de la Salle
Nadie se maraville de que fuese san Pedro tan querido de Jesús, ni de que fuera constituido por Él cabeza de la Iglesia: su mucha fe le mereció tal honor, y ella le determinó a renunciarlo todo por seguir a Jesucristo y solidarizarse estrechísimamente con Él.
Es verdad, dice san Jerónimo, que san Pedro se desprendió de pocas cosas, si no se tiene en cuenta más que aquello que poseía; ya que sólo dejó una barca y algunas redes. Mas, si se piensa que al mismo tiempo renunció al deseo de poseer, dejó mucho, agrega el mismo Santo; pues se desposeyó de todo lo que en el siglo es de mayor estima, y lo más a propósito para atraer y ocupar el corazón del hombre.
La fe, de que vivía ya penetrado, es lo único que le movió a poner por obra acto tan liberal; pues, a los ojos del mundo, Jesucristo no pasaba de ser hombre humilde y, por entonces, carente de todo lustre; sólo la fe viva pudo, por tanto, determinar a san Pedro a dejarlo todo, por seguir a Aquel de quien nada podía esperar según todas las apariencias.
¿Habéis renunciado vosotros verdaderamente a todo, de corazón. y de afecto? ¿Os habéis acogido exclusivamente al amparo de Dios, y vivís del todo descuidados en su providencia? Haced este acto generoso, a imitación y con la ayuda de san Pedro.
La fe grande del santo Apóstol es lo que le impulsó a seguir sin descanso a Jesucristo; y, de los tres que le acompañaron en las principales circunstancias de su vida, él aparece nombrado siempre en primer lugar por el santo Evangelio. Fue también el primero de todos los Apóstoles que se llegó al sepulcro, en busca del cuerpo de su querido Maestro; lo que prueba el extraordinario cariño que le profesaba
Su fe brilló tan por encima de la que mostraron los demás Apóstoles que, a la pregunta de Jesús para conocer por ellos lo que los hombres decían de Él y, luego, lo que ellos mismos pensaban; san Pedro, ilustrado por luces inasequibles al espíritu humano, y que - según testimonio del mismo Jesucristo - sólo del Cielo podían venirle, exclamó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (1); merced a lo cual le confió Jesucristo el cuidado de su Iglesia.
Tened por seguro que no contribuiréis al bien de la Iglesia en vuestro ministerio, sino en cuanto poseáis la plenitud de la fe, y os dejéis guiar por el espíritu de fe, que es el espíritu de vuestro estado, y el que os debe a todos animar.
Asimismo por efecto de su fe extraordinaria, el día de Pentecostés, tan pronto como todos los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, predicó san Pedro con tanta energía y vigor, que una muchedumbre incontable " de todas las naciones, presente en Jerusalén, y que le oía hablar en la propia lengua " (2), quedara tan sorprendida de cuanto les contaba, aunque en términos muy sencillos, que tres mil personas se convirtieron en seguida y abrazaron la fe de Jesucristo (3). Lo mismo hicieron otras cinco mil, pocos días más tarde (4).
La fe de san Pedro fue causa asimismo de que obra se milagros en tan crecido número; de que fuera tan eficaz su palabra, y de que su sombra misma curase a los enfermos (5).
¿Es tal vuestra fe que llegue a cautivar el corazón de los alumnos y a inspirarles el espíritu cristiano?
Ése es el mayor milagro que podéis obrar, y el que Dios os exige, por ser ése el fin de vuestro empleo.

EVANGELIO DEL DÍA: TÚ ERES PEDRO, Y SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARÉ MI IGLESIA

29 de junio
SAN PEDRO APÓSTOL
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».  Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Mt 16, 13-19

COMENTARIO AL EVANGELIO 
Homilía de maitines  LA CONFESIÓN DE LA VERDAD FUE RECOMPENSADA. San Jerónimo
Benedicto XVI ¿DE QUE MANERA PEDRO ES LA ROCA?

viernes, 28 de junio de 2019

LA COMUNiÓN FRECUENTE. San Juan Bautista de la Salle



De la Comunión frecuente
MEDITACIÓN PARA EL DÍA DE LA OCTAVA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Los primeros fieles tenían costumbre de comulgar todos los días (1), y esta práctica siguió en uso durante mucho tiempo en la Iglesia. Sobre todo, no dejaban de comulgar en ella quienes asistían a la santa misa.
Algunos Padres de la Iglesia prueban que tal práctica se conforma con el designio de Jesucristo al instituir la Eucaristía, cuando aplican las palabras de la oración dominical - el pan nuestro de cada día (2) al cuerpo de Jesucristo, que recibimos en la comunión.
Consideran a ésta como el pan que todos los días debe alimentar nuestra alma; la cual, efectivamente, necesita nutrirse y fortalecerse tanto como el cuerpo, para que le sea posible consolidarse en la piedad.
¡Qué suerte la vuestra, poder comulgar a menudo para conservar la gracia, que no tardaríais en perder si dejaseis la comunión! En ésta encontraréis, además, alivio a vuestras penas, fortaleza para no sucumbir en las tentaciones, y medio fácil de adquirir la virtud.
No desestiméis, por consiguiente, práctica tan santa.
Produce la sagrada comunión efectos tan admirables, y proporciona tan grandes bienes a nuestras almas, que, unos y otros, deben resolveros, particularmente, a comulgar con frecuencia.
Este divino Sacramento, dice san Bernardo, obra en nosotros dos frutos importantes: disminuye la propensión al pecado leve cuando se presenta ocasión de caer en él, e impide el consentimiento, cuando asaltan las tentaciones de pecado grave.
Si alguno de vosotros, continúa este Padre, no experimenta al presente movimientos de ira, envidia, impureza y otros semejantes; dé gracias al Cuerpo y Sangre de Jesucristo; pues todo ello es efecto que opera en él la virtud del Sacramento de la Eucaristía.
Ya que no podéis descubrir remedio más eficaz y rápido contra las tentaciones y caídas, que la comunión del Cuerpo de Jesucristo, recibidla con frecuencia, a fin de que, por ese medio, se vea fácilmente libre vuestra alma de toda culpa.
San Crisóstomo atribuye a la sagrada comunión otro fruto que excede toda ponderación y que enaltece al hombre sobremanera: el de unirnos tan estrechamente a Jesucristo, que nos hace un solo cuerpo con Él, y el cuerpo mismo de Jesucristo: al modo que muchos granos de trigo, afirma, forman un solo pan, sin que se note diferencia alguna entre ellos, por ser todos una misma cosa; o como el alimento se junta tan íntimamente al hombre, que forma con todo su cuerpo una sola sustancia; así se une Jesucristo con vosotros en la sagrada Comunión, para transformaros en Él, y haceros un mismo corazón y un mismo espíritu con Él; de modo que sus disposiciones interiores pasen a vosotros y os resulten propias.
¡Por cuán felices debéis teneros de vivir en un estado donde, por ser muy frecuente la comunión, podéis estar siempre íntimamente unidos con Jesucristo, formar con Él una sola cosa, poseer su espíritu y no obrar sino por Él!

EVANGELIO DEL DÍA: MIRARÁN AL QUE ATRAVESARON

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
En aquel tiempo los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con Él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado  y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y Él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: "No le quebrarán  un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron."
Jn 19, 31-37
COMENTARIOS
Homilía de maitines ¿QUIÉN NO PAGARÁ CON AMOR A QUIÉN TANTO NOS AMA? San Buenaventura
BENEDICTO XVI  QUIEN ACEPTA EL AMOR DE DIOS QUEDA MODELADO POR ÉL
  
Diversos materialespara la fiesta del Sagrado Corazón

miércoles, 26 de junio de 2019

SEAMOS ALMAS FERVOROSAS Y EUCARÍSTICAS, AMEMOS Y HAGAMOS A AMAR A JESUS SACRAMENTADO. Homilía



Homilía. CORPUS CHRISTI 2019
Iglesia del Salvador
Queridos hermanos:
Al comienzo del Triduo Pascual, el Jueves Santo, la Iglesia conmemora la Institución de la Santísima Eucaristía. Nos introduce en el Misterio de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, de su entrega en oblación perfecta al Padre por la salvación del género humano. El tono trágico de la liturgia de ese día, con la amargura de la agonía en Getsemaní y la sombra de la traición de Judas, la Iglesia reprime el deseo de exaltar debidamente el Augusto Sacramento, y exhala silenciosa su adoración ante el Monumento.
HOC FACITE IN MEAM COMMEMORATIONEM… al instituir la Santa Misa, Nuestro Señor Jesucristo ordenó a los apóstoles perpetuar el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre a lo largo de los siglos. Por eso el sacrificio de la misa es actualización del mismo y único sacrificio del Calvario, que se renueva sobre el ara del altar cada vez que un sacerdote sube las gradas y actuando “in persona Christi” eleva al Padre la Hostia Pura, Inmaculada y Santa, bajo la acción del Espíritu Santo.
En la Santísima Eucaristía, admirable singo divino, permanece para siempre el memorial de la pasión de Jesús, de su entrega siempre actual, siempre nueva por nosotros. En la Eucaristía contemplamos el Corazón de Cristo que nunca, nunca se cansa de amar, y por tanto, de ofrecerse, de darse a cada uno de nosotros. Bajo las especies sacramentales del pan y del vino, se oculta Jesucristo el Hijo de Dios: el que se encarnó en el seno virginal de María Santísima, el que siendo recién nacido tuvo que padecer el trance de huir a Egipto con sus padres, el que fue bautizado por Juan en el Jordán, el que recorrió Palestina haciendo el bien, sanando a los enfermos, liberando a los poseídos por el diablo, enseñando incansablemente el Evangelio del Reino. El mismo Jesús que se transfiguró ante los apóstoles en el Tabor, que lloró ante la tumba de su amigo Lázaro, que entró triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, aceptó confiado las amarguras de la pasión, murió colgado del madero sobre el Gólgota y al tercer día resucitó. Es el mismo Jesús.
En la colecta de la Misa hemos pedido celebremos de tal manera estos “Sagrados Misterios que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de la Redención”.  Es decir, que nuestra participación en la Santa Misa ha de ser cada vez más activa, consciente y fructuosa. Estamos llamados a una vivencia íntima, ardiente, gozosa y vibrante de la Sagrada Liturgia, a que se de en nosotros un constante anhelo de asistir a la Santa Misa, con el fervor de los santos que eran incapaces de resistir si participar diariamente en ella, a suscitar en nosotros mismos el deseo de conocer cada vez más y más este Profundo Misterio de Amor que nos capacite para fomentar eficazmente entre los que nos rodean la búsqueda de Dios, de un Dios que se ha querido quedar con nosotros para siempre escondido en el Sacramento del Altar. Experimentar el fruto de la redención es gustar anticipadamente la dulzura y la alegría de ser felices para siempre junto a Dios. Nuestro Señor Jesucristo lo dice con claridad hoy en el Santo Evangelio: No sucederá como a nuestros padres, que comieron el maná, y murieron. Quien coma este pan, vivirá eternamente.
Al componer esta Santa Misa con buen criterio seleccionó Santo Tomás de Aquino los textos sagrados. Tiene pleno sentido el salmo 80 de donde se toma el introito de hoy, para recordarnos a Dios que nos alimentó con flor de harina y nos sació con miel de la Roca. Dios se ha querido quedar como alimento, “panis viatorum”, sustento de los caminantes, de todos aquellos que bajo el signo de la Cruz avanzamos hasta alcanzar la Patria celeste. Este alimento saludable, este manjar divino que Dios nos da de balde, hasta saciarnos, también exige de nosotros una disposición, una actitud, un estado interior. Jesús lo pondrá de manifiesto en la parábola del banquete de bodas, donde un comensal es expulsado por no presentarse  con la vestidura adecuada, la vestidura de la gracia y la inocencia bautismal, signo externo de la pureza interior del alma.
En este mismo sentido, amonesta el apóstol San Pablo a los Corintios invitándolos a examinarse seriamente antes de acercarse al banquete sagrado.
Queridos hermanos, no es una novedad que el hombre de nuestro tiempo atraviesa una profunda crisis de fe, de valores, de principios. Es víctima de un sistema ideológico que pervierte el sentido de la vida, reduciéndolo todo a un mero goce terrenal, anclado en el consumismo y el materialismo, y oscureciendo el destino eterno del hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de un Dios, que es origen y meta de todo lo que existe.
Pues, esta terrible crisis espiritual e identitaria se acentúa tristemente en el seno de la propia Iglesia: es escandalosamente público y notorio la desvergüenza en el proceder y el vestir en el lugar sagrado, incluso al acercarse a los santos sacramentos, por tanto, si somos descuidados en lo externo, que es lo más fácil de arreglar y disponer, ¿Qué podemos decir de lo interno? como estarán las almas, tan abandonadas de cuidados, de ejercicio de las virtudes, de propósitos de ser santos, alejados de vivir una vida marcada por el deseo de cumplir la voluntad de Dios manifestada en los mandamientos??
De nada sirve hacer una reflexión fatalista, una de las actitudes de las almas fervientemente eucarísticas es la de reparar, reparar a Jesucristo Sacramentado, por las propias ofensas y por las de tantos y tantos que, indiferentes, ofenden constantemente a Dios nuestro Señor. Los santos pastorcitos de Fátima, y la Hermana Lucía, aprendieron con el ángel a reparar postrados ante el Santísimo Sacramento en la visión de Loca do Cabeço, por los que no aman, no adoran, no esperan y no os aman.
La larga historia de la Iglesia deja patente como en los momentos de crisis, el Espíritu Santo que la asiste y defiende, nos ofrece la respuesta divina suscitando almas fieles y generosas que iluminadas por la luz sobrenatural se abandonan enteramente en el Divino servicio.
Fue el caso de Santa Juliana de Monte Cornillón, una monja de clausura, que en tiempos de controversias eucarísticas, de dudas de fe, se convirtió en la primera impulsora de la fiesta del Santísimo Sacramento. No solamente empleó toda su energía en introducir esta fiesta en el calendario litúrgico, sino que tuvo la osadía de vencer las múltiples dificultades y obstáculos que encontró en la jerarquía, con el ejemplo de su virtud y de su piedad.
Queridos hermanos, seamos almas fervorosas y eucarísticas, amemos y hagamos amar a Jesucristo Sacramentado. Participemos en la Santa Misa, comulguemos dignamente su sagrado Cuerpo, visitémoslo y adorémoslo oculto en el Sagrario, acompañémoslo en la procesión eucarística expresando nuestro deseo de seguir sus huellas, e imitémoslo dando nuestra vida como Él la dio, siendo Cuerpo entregado y Sangre derramada.

SAN ANTONIO DE PADUA. Hombre de Dios, hijo de san Francisco, sacerdote del Altísimo. Homilía




 Homilía. 13 de junio de 2019
Convento de la TOR, Toledo
“¿Qué salisteis a ver en el desierto?
¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué salisteis a ver, si no?
¿Un hombre elegantemente vestido?
¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.”
Con estas palabras, Nuestro Señor Jesucristo da testimonio ante los judíos sobre Juan Bautista, que ya se encontraba encarcelado por Herodes. Afirma de él, su condición de Precursor y, al mismo tiempo, de forma implícita, declara ante todos su propia identidad: Yo soy el Cristo a quien Juan señaló como el Cordero que quita el pecado del mundo.
En esta tarde, mis queridos hermanos, os pregunto, yo también:
¿A qué habéis venido a esta iglesia?
¿Qué venís a ver?
¿Qué es lo que aquí acontece? ¿Qué es lo que celebramos?
Y todos sabemos que venimos a celebrar la fiesta de san Antonio de Padua, patrono y titular de este convento e iglesia de las Madres de Tercera Orden Regular de san Francisco en nuestra ciudad de Toledo.
Vuestra devoción al santo y vuestro cariño por la comunidad de hermanas de este monasterio, os trae hasta aquí.
Estoy seguro que si pregunto a cada uno de los que estáis presentes, todos sabrías decir algo sobre la vida de san Antonio: su lugar de nacimiento en la ciudad de Lisboa en torno al año 1200, su formación humanística y teológica, su primera vocación a la vida de canónigo regular de san Agustín, su deseo de hacerse mártir y de una vida más exigente, el hecho de entrar en orden franciscana, su viaje a Marruecos para morir mártir y su naufragio que le hace llegar a Italia, su encuentro con san San Francisco, su participación en el capítulo general de la orden llamado de las “Esteras”…
Sin duda alguna, destacarías su labor como maestro de Teología y sobre todo su gran labor como predicador del Evangelio por toda Francia para corregir la herejía de los cátaros. Un don singular de la predicación con la que Dios adornó a san Antonio para mover las almas a la conversión. Predicación del santo ante la cual se arrodillan las mulas y los peces del mar muestran sus cabezas a las superficie para oír a este heraldo infatigable de la palabra de Dios… Don singular que ha quedado manifiesto en la incorrupción de su lengua y ante el cual el gran san Buenaventura exclamó: "Oh lengua bendita, que siempre has bendecido al Señor y has hecho que otros lo bendigan, ahora queda manifiesto cuántos méritos has adquirido ante Dios"
Y creo que, sin duda alguna, todos los aquí presente daríais testimonio de su poder de intercesión para obtener gracias del cielo. ¿Quién ha invocado a san Antonio y no ha recibido lo que pedía?  ¿Quién habiendo perdido alguna cosa, no se acuerda de san Antonio, y le reza el responso y le ofrece una limosna para sus pobres y no encuentra rápidamente lo que había extraviado?
Su poder de intercesión ante estos problemas tan cotidianos de la vida, hace que la devoción a san Antonio esté extendida por la iglesia universal. Rara es la iglesia católica en la que no haya imagen del santo.
Fueron los milagros en vida y los milagros que acontecieron tras su muerte lo que hicieron que el Papa Gregorio IX, tan solo un año después de su muerte, lo elevase a la gloria de los altares y permitiese el culto a tan gran santo.
Pero nuevamente os pregunto,
¿Qué hemos venido a hacer en esta tarde a esta iglesia?
¿Quién es san Antonio? ¿Qué debemos ver en él?
Siempre la iglesia ha rendido culto a los santos. La devoción a los santos es signo claro de la fe católica. El mismo Jesucristo dice de san Juan Bautista  que “no hay nadie mayor entre los nacidos de mujer”. En las primeras comunidades cristianas se dio culto a los apóstoles y al resto de los mártires que con su sangre testimoniaron su fe en Jesucristo. 
En los santos, hombres y mujeres redimidos por la sangre de Cristo, de toda raza, lengua, pueblo y nación, de todos los tiempos y de todas las condiciones, la iglesia contempla y venera a Dios que obra la santidad en sus siervos. Solo Dios es el que nos santifica y nos hace santos.
Parafraseando al apóstol san Pablo, podemos decir que la santidad no algo que nosotros podemos apuntarnos como cosa nuestra, la santidad viene de Dios. ÉL es quien nos capacita, él es quien realiza en nosotros la obra de la santidad.
Pero muchas veces, nuestra devoción, al verlos tan bellamente representados en sus imágenes, aleja de la realidad a los santos, haciéndolos lejanos, poco humanos, como seres superiores y extraños a la realidad del mundo, con poco que ver con nuestras vidas…
Es necesario recordar que san Antonio, como todos los santos que la Iglesia venera, fueron como nosotros, hombres de carne y hueso, que se encontraron en la misma realidad existencial que nosotros, que tuvieron también sus dificultades, sus problemas, sus dudas y sus luchas, que tuvieron también su propio camino de encuentro con Dios, también sus sufrimientos y sus cruces.
Verdaderamente criaturas como nosotros, pequeños ante un mundo tan grande. Experimentaron como nosotros la limitación del cansancio, el temor del miedo, los problemas de la vida.  
Pero sobre todo, los santos como nosotros, fueron hombres y mujeres, criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, dotados de un alma sobrenatural, llamados a vivir en amistad con Dios amándolo, conociéndolo y sirviéndole en esta vida para gozar con él por toda la eternidad.    
Al venerar a san Antonio, hemos de recordar que Dios ha de estar presente en nuestra vida. San Antonio conocía el sentido de su existencia y para que había venido a este mundo. Sabía que debía vivir para Dios, y servirle.
Por eso, san Antonio, tras la formación de su juventud, entra en la vida religiosa buscando servir a Dios lo mejor posible. Responde a la llamada de Dios, renuncia a su casa, a sus padres, a su familia, a sus planes, y sigue la voz de aquel que le llama. Cuando decide entrar en la orden franciscana, se siente motivado por un mayor amor y deseo de corresponder a Dios y dar su vida por él. San Antonio, no se busca a sí mismo, ni sus propias comodidades, ni sus propios deseos o planes. Solamente quiere responder a la llamada de aquel que le ha mostrado su amor.
Es cierto, que en los tiempos en los que san Antonio vivió, Dios estaba presente no solo en la vida particular de cada creyente, sino que Dios estaba presente en toda la vida de la sociedad. Nadie dudaba de su existencia.  Dios era  reconocido como el origen y el fin último de la vida.
Aunque a nosotros nos han tocado tiempos distintos, hemos de recordar estas verdades, y a ejemplo de san Antonio, hemos de poner a Dios en el centro de nuestra existencia, hemos de buscar que el único sentido de nuestra vida sea cumplir con nuestra vocación de amar, conocer y servir a Dios para llegar también nosotros a la bienaventuranza de los santos. 

Pero ¿Qué más vemos en san Antonio?
¿Qué nos revela su imagen hermosa que tenemos en este altar?
Vemos a un hombre vestido, ¿con ropaje de lujo? ¿con ropas principescas?
No, vemos un fraile, un hijo del Pobre de Asís, un franciscano.
A pesar de toda la grandeza y de los dones con lo que Dios enriqueció a san Antonio, este no se enorgulleció y no buscó la fama y los cargos importantes dentro de la iglesia… Quiso seguir el camino de la pobreza y de la humildad enseñado por San Francisco para imitar a Cristo nuestro Señor que se hizo pobre por nosotros.
Una vez más, se cumple las palabras del Divino Maestro: El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.
Una vez más se repite la historia de la Virgen Santa de Nazaret: El Señor ha mirado la humillación de su sierva  y ha hecho obras grandes en mí.
Una nueva enseñanza para nuestra vida y nuestro deseo de ser santos: para ser santos no tenemos que hacer grandes cosas, asombrosas a los ojos del mundo… sino cumplir fielmente con nuestras obligaciones para con Dios, para con nuestros prójimos, y para con nosotros mismos. Y esto es cumplir los mandamientos de Dios: amar a Dios y amar a nuestros prójimos.
“Dios ha constituido a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y doctores…” Cada santo tiene un carisma particular y Dios concede a algunos de ellos hacer grandes cosas que son admiradas por las multitudes. San Antonio fue famoso ya en vida pero otros santos han pasado totalmente desapercibidos a los ojos del mundo, sin grandes carismas, sin grandes prodigios.
Y sin embargo, ¿sabéis que es lo que han tenido en común todos los santos y sin lo cual nosotros no podremos llegar a ser santos?
La oración frecuente.
El papa Benedicto XVI dijo de san Antonio: “Para el la oración es una relación de amor, que impulsa al hombre a conversar dulcemente con el Señor, creando una alegría inefable, que suavemente envuelve al alma en oración.”
Esa ternura, esa dulce conversación, esa relación de amor que bien la vemos representada en su imagen. Tiene al niño Jesús en sus brazos. Recibió esa gracia de poder gozar de esa visión y presencia del Niño Dios, porque era un hombre de oración.
Es, a través de la oración, donde encontramos al Señor, donde aprendemos a amarle, donde podemos sacar fuerza y motivación para cumplir su voluntad, donde experimentamos su cercanía, su bondad, sus dulzuras, sus consuelos. Jesús nos llama a la oración: Venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré.
Nada tenemos que envidiar a san Antonio, porque este Jesús que nació en Belén y murió en la cruz, se nos da y viene a nosotros en la comunión. Se hace totalmente nuestros, nos hace totalmente suyos. Pidamos por la intercesión de san Antonio, para que como él pudo abrazar y gozar de Jesús, también nosotros cada vez que comulguemos el Cuerpo del Señor bien dispuestos y en estado de gracia, lo recibamos con la misma fe y el mismo amor, y podamos gozar de sus consuelos.
Queridos hermanos: no quiero cansarles, pero no podemos dejar de mencionar la coincidencia en este día de otra fiesta para la Iglesia en España: la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Digo feliz coincidencia, porque san Antonio fue sacerdote de Jesucristo y en toda su vida recibió “la gracia de ser fiel en el cumplimiento del ministerio recibido.” Gracia que en este día la Iglesia pide a Dios para todos sus sacerdotes y que también nosotros hemos de pedir, por su santificación y por el aumento de vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal.
Pero no hemos de olvidar que cada uno de nosotros hemos sido injertados en Cristo por el Bautismo y constituidos sacerdotes, profetas y reyes por lo que nuestra vida ha de ser también una ofrenda agradable a Dios, ofreciéndonos como hostias puras, santas e inmaculadas.
El lirio que normalmente lleva san Antonio en sus brazos, nos recuerda la obligación de buscar siempre la pureza de corazón y de intención en todas nuestras obras, para buscar sólo la gloria de Dios. 
Aprendamos de san Antonio el arte de vivir bien según el querer de Dios y pidamos su intercesión para que nunca nos extraviemos del buen camino y si por desgracia nos ocurriese que por su ayuda volvamos al redil de Cristo.
Él decía: “Vivir sin Jesús es morir.” Ojala nosotros lo sintamos así y no deseemos más que estar con Jesús para vivir verdaderamente. Que así sea.