De
la Comunión frecuente
MEDITACIÓN PARA EL DÍA DE LA OCTAVA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Los
primeros fieles tenían costumbre de comulgar todos los días (1), y esta
práctica siguió en uso durante mucho tiempo en la Iglesia. Sobre todo, no
dejaban de comulgar en ella quienes asistían a la santa misa.
Algunos
Padres de la Iglesia prueban que tal práctica se conforma con el designio de
Jesucristo al instituir la Eucaristía, cuando aplican las palabras de la
oración dominical - el pan nuestro de cada día (2) al cuerpo de Jesucristo,
que recibimos en la comunión.
Consideran
a ésta como el pan que todos los días debe alimentar nuestra alma; la cual,
efectivamente, necesita nutrirse y fortalecerse tanto como el cuerpo, para que
le sea posible consolidarse en la piedad.
¡Qué
suerte la vuestra, poder comulgar a menudo para conservar la gracia, que no
tardaríais en perder si dejaseis la comunión! En ésta encontraréis, además,
alivio a vuestras penas, fortaleza para no sucumbir en las tentaciones, y medio
fácil de adquirir la virtud.
No
desestiméis, por consiguiente, práctica tan santa.
Produce
la sagrada comunión efectos tan admirables, y proporciona tan grandes bienes a
nuestras almas, que, unos y otros, deben resolveros, particularmente, a comulgar
con frecuencia.
Este
divino Sacramento, dice san Bernardo, obra en nosotros dos frutos importantes:
disminuye la propensión al pecado leve cuando se presenta ocasión de caer en
él, e impide el consentimiento, cuando asaltan las tentaciones de pecado grave.
Si
alguno de vosotros, continúa este Padre, no experimenta al presente movimientos
de ira, envidia, impureza y otros semejantes; dé gracias al Cuerpo y Sangre de
Jesucristo; pues todo ello es efecto que opera en él la virtud del Sacramento
de la Eucaristía.
Ya
que no podéis descubrir remedio más eficaz y rápido contra las tentaciones y
caídas, que la comunión del Cuerpo de Jesucristo, recibidla con frecuencia, a
fin de que, por ese medio, se vea fácilmente libre vuestra alma de toda culpa.
San
Crisóstomo atribuye a la sagrada comunión otro fruto que excede toda
ponderación y que enaltece al hombre sobremanera: el de unirnos tan
estrechamente a Jesucristo, que nos hace un solo cuerpo con Él, y el cuerpo
mismo de Jesucristo: al modo que muchos granos de trigo, afirma, forman un solo
pan, sin que se note diferencia alguna entre ellos, por ser todos una misma
cosa; o como el alimento se junta tan íntimamente al hombre, que forma con todo
su cuerpo una sola sustancia; así se une Jesucristo con vosotros en la sagrada
Comunión, para transformaros en Él, y haceros un mismo corazón y un mismo
espíritu con Él; de modo que sus disposiciones interiores pasen a vosotros y
os resulten propias.
¡Por
cuán felices debéis teneros de vivir en un estado donde, por ser muy frecuente
la comunión, podéis estar siempre íntimamente unidos con Jesucristo, formar
con Él una sola cosa, poseer su espíritu y no obrar sino por Él!