lunes, 24 de junio de 2019

EL MEDIO INFALIBLE PARA PREDICAR LA PENITENCIA, ES HACERLA. San Juan Bautista de la Salle

 


MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
San Juan Bautista de la Salle
Tiene san Juan el raro privilegio de que venere la Iglesia su natividad, como solemniza la del Señor; porque, según dice san Bernardo, fue ya santo al nacer, como santificado en el seno de su madre por Jesucristo, cuando la Santísima Virgen visitó a santa Isabel.
Designado precursor de su Hijo por el Eterno Padre, pertenecía de cerca san Juan a Jesucristo, y era muy puesto en razón que aventajase en gracia a los otros hombres, y que su santidad se mostrase ya en el nacimiento. Por eso afirmó de él el Señor que, entre los nacidos de mujer, ninguno era mayor que Juan Bautista (1).
Honremos, unidos a la Iglesia, el nacimiento del Bautista, con el que dan comienzo su santidad y la santificación de muchos. Y, puesto que no hemos nacido santos nosotros, roguemos a Dios que nuestro segundo nacimiento - el verificado al dejar el mundo - sea preludio de nuestra santificación; o, por decirlo con palabras de san León, que " no caigamos otra vez en la bajeza de nuestro primer nacimiento, por llevar vida poco conforme con el estado que hemos elegido ".
San Juan fue santo también por el modo de vivir que abrazó. Apenas pudo andar, se encaminó al desierto (2), para vivir allí libre de todo trato con los hombres. Por santos que fuesen sus padres, y por desligados que vivieran del mundo, la virtud que éstos profesaban no le pareció modelo adecuado de la que Dios exigía de él.
Era necesario, por una parte, que aprendiese de Dios mismo, en el retiro y en el ejercicio de la oración, cuál debía de ser su género de vida; y, por otra, que practicase austeridades de todo punto extraordinarias, sustentándose con langostas y miel silvestre (3), para conseguir la santidad a que Dios le llamaba.
Así se dispuso este Santo a predicar la penitencia; pues el medio infalible de hacerlo con fruto es practicarla.
En el oficio del día, da otra razón la Iglesia del retiro y de la mortificación del Santo: el miedo a manchar su alma con la más leve culpa.
Ésos son también los dos motivos que os deben impulsar a vivir separados del mundo y a llevar vida edificante y regular.
Con su vida de penitencia hasta los treinta años en el desierto, se puso san Juan en condiciones de predicar santamente. " El Señor le colocó entonces, según refiere el Evangelio, su palabra en la boca e, inmediatamente fue por la región de la ribera del Jordán, predicando la penitencia para el perdón de los pecados. Todo el pueblo venia hacia él, hasta los publicanos y los soldados, y a todos les enseñaba cuanto debían practicar para salvarse " (4).
Muchos entre aquellos que se le acercaban seguían sus consejos, y se convertían a Dios.
Por el ejemplo de su vida solitaria y penitente ganaba con facilidad los corazones, y los inducía a hacer penitencia de sus pecados.
Vosotros tenéis obligación por estado de anunciar cada día las verdades del Evangelio: practicad, antes de enseñarlas a los otros, las que convienen a todos los cristianos. Si no habéis recibido la gracia de precursores del Señor, como san Juan, tenéis la de sucesores suyos en el ministerio.
Mas, tened por seguro que no conseguiréis hacerla fructuosa para los demás, sino en la medida en que produzca su fruto en vosotros. Procurad que así sea, y sin demora.