domingo, 23 de junio de 2019

DEL HONOR QUE DIOS NOS DISPENSA INVITÁNDONOS A RECIBIR A JESUCRISTO EN LA EUCARISTÍA. San Juan Bautista de la Salle

 Del honor que Dios nos dispensa invitándonos a recibir a Jesucristo en la Eucaristía
PARA EL DOMINGO EN LA OCTAVA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO SEGUNDO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
San Juan BAutista de la Salle  
 Vosotros en persona sois los invitados a su banquete por el Eterno Padre, en el día de hoy, para recibir en el a Jesucristo en la Eucaristía. Los mundanos se excusan de asistir: uno dice que ha comprado un campo y necesita ir a verlo; el otro, que ha comprado cinco yuntas de bueyes y tiene que probarlas; otro, que se ha casado (1).
Algunos se excusan con sus quehaceres, los demás con los deleites que quieren disfrutar: tanto éstos como aquéllos anteponen sus negocios y propias satisfacciones a las prácticas de piedad y religión y, especialmente, al mayor de los honores a que pueden aspirar en la tierra, y que debiera constituir también para ellos el mayor de los contentos en este mundo: recibir a Jesucristo en la Eucaristía.
Deplorad la ceguera de quienes viven en el siglo y siguen sus máximas, los cuales prefieren los goces temporales a manjar tan delicioso como es Jesucristo, que, al entrar en ellos, los hace partícipes de su misma divinidad. 
Es incomprensible que, hombres nacidos para el cielo, y que se obligaron en el Bautismo a vivir santamente, tengan en menos los medios que Dios les ofrece para santificarse y, en particular, el más excelente de todos, la comunión del Cuerpo de Jesucristo; quien, uniéndose a ellos, les comunicaría en abundancia aquellas gracias de que son capaces, y El les tiene reservadas.
Si el cuerpo, como dice el Señor, es más que el vestido (2), ¿qué será el cuerpo comparado con el alma? ¿No es mucho más justo dar de lado al cuerpo y todo lo temporal, para pensar primeramente en el alma, y remediar sus necesidades? Si un rey hubiera brindado a esas gentes, engolfadas en los cuidados del siglo, el honor de hospedarse en su casa, ¿se habrían negado a recibirle por tan fútiles pretextos?
Con sobrada razón pueden, pues, aplicarse a la mayor parte de aquellos que, alegando sus quehaceres temporales, rehúsan comulgar, estas palabras de Jesucristo en el Evangelio: Cuando viniere el Hijo del Hombre - es a saber, cuando se ofrezca como alimento espiritual a los hombres - ¿os parece que hallará fe en la tierra? (3). Porque, si los hombres se retraen así de la comunión es efectivamente por falta de fe.
Vosotros que tenéis la suerte de vivir apartados del mundo, y que habéis de llevar vida que se asemeje a la de los ángeles para corresponder dignamente a vuestro ministerio; debéis estimaros también felices por recibir con frecuencia el pan de los ángeles, que Jesucristo mismo os prepara, y con el cual intenta dejaros plenamente hartos y satisfechos. ¿Os atreveríais a excusaros de tomar parte en tan delicioso convite, donde todo corazón que ame a Dios halla cuanto puede apetecer?
Jesucristo os asegura que se quitará al que no tiene, para darlo al que tiene (4). De ahí puede colegirse que las gracias reservadas a quienes se alejan del Santísimo Sacramento se darán a los que tienen la dicha de acercarse a él para recibirlo.
Apresuraos, pues, a comulgar vosotros, y hacedlo con fe, a fin de aprovechar tan extraordinario favor. Sería suma torpeza que os excusarais de hacerlo, teniendo a mano tantos medios y tan grande facilidad. Persuadíos de que, cualquiera que fuese la excusa que diereis a Jesucristo para dispensaros de recibirle, no está Él dispuesto a admitirla.