domingo, 24 de febrero de 2019

TRES CLASES DE DESOBEDIENTES. San Juan Bautista de la Salle

 


MEDITACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
PARA EL DOMINGO DE SEXAGÉSIMA
  De tres clases de desobedientes 

La palabra del superior en su comunidad es la semilla del evangelio de hoy; la cual es recibida, algunas veces, por tres clases de personas mal dispuestas (1).
La simiente que cae a lo largo del camino es la palabra del superior escuchada por quienes se contentan con los deseos de obedecer. Parece que tienen amor a la obediencia, pues hablan bien de ella cuando se presenta ocasión, y aun exhortan a los demás a obedecer. Pero no se advierte en ellos más que buena voluntad, y no sus efectos. Y es que les parece difícil cuanto se les ordena.
La razón de que no acaben éstos de decidirse a la práctica, y de que no obedezcan, es que su corazón no se ha dispuesto de antemano a ello. Sería necesario para determinarlos a obedecer que, cuando el superior se resuelve a mandarles algo, les preparase con antelación para hacérselo aceptar con gusto. ¿No os contáis vosotros entre éstos? ¿Estáis siempre dispuestos a obedecer?
Prevenid para ello de tal modo el ánimo, que pueda el superior mandaros confiadamente en cualquier circunstancia, y os halle siempre dispuestos a cumplir sus órdenes.
La semilla que cae entre piedras es la palabra del superior recibida por aquellos que ejecutan cuanto se les manda, si no tienen penas ni tentaciones; pero, a la más leve tentación, a la menor turbación del espíritu, a la mínima dificultad con el superior, vedlos consternados e incapaces de resolverse a ejecutar lo que se les ordena, porque no están cimentados en la virtud, ni se los ha familiarizado con la práctica de la obediencia.
¡Ah! ¡Cuánto importa que, a personas tan débiles y sujetas a la tentación, se las ejercite a menudo! ¡Y cuán necesario es probar y contradecir a gente de tal temperamento!
Suplicad con frecuencia a los superiores que no toleren en vosotros semejantes debilidades, y pedid a Dios corazón siempre dócil.
La simiente que cae entre espinas es la palabra del superior recibida por quienes obedecen en todo cuanto les agrada, y no presenta para ellos la más leve dificultad; mas, tan pronto como experimentan alguna repugnancia hacia lo mandado, se ven incapaces de cumplirlo, porque no logran vencerse ni violentarse en la medida que el caso lo requiere. Haría falta para decidirlos a obedecer que el superior les ordenase únicamente cosas que les fueran gratas y que, antes de imponerles el mandato, tuviera la precaución de sondear su disposición natural y sus preferencias.
Esta obediencia es del todo natural y humana; por consiguiente, no es en manera alguna religiosa ni meritoria ante Dios; ya que pone al superior en el trance de inquirir del súbdito lo que desea hacer; cuando, por el contrario, incumbe al súbdito preguntar a su superior: ¿Qué queréis que haga? (2).
Esto debéis hacer siempre vosotros, para obedecer bien.

EVANGELIO DEL DOMINGO: PARÁBOLA DE LA SEMILLA

DOMINGO DE SEXAGÉSIMA

Forma Extraordinaria del Rito Romano

Habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo en parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros del cielo se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, y, después de brotar, se secó por falta de humedad. Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. Y otra parte cayó en tierra buena, y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».

 Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola. Él dijo: «A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, pero, dejándose llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro. Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.

Lc 8, 4-15

COMENTARIOS DEL EVANGELIO
Homilía de maitines EL ALIMENTO DEL ALMA ES LA PALABRA DE DIOS. San Gregorio Magno
LAS CONDICIONES DEL SEMBRADOR. San Bernardino de Siena
BENEDICTO XVI  JESÚS, PARÁBOLA DE DIOS

viernes, 22 de febrero de 2019

LA SUMISIÓN DEBIDA A LA IGLESIA. San Juan Bautista de la Salle


MEDITACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
 PARA LA FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO EN ANTIOQUÍA
(22 de febrero)
De la sumisión debida a la Iglesia
Éste es el día en que san Pedro, una vez dispersados los Apóstoles, fijó su morada en Antioquía, y fue reconocido por los fieles como vicario de Jesucristo; lo cual dio ocasión en esta ciudad a que empezaran a llamarse cristianos quienes habían abrazado la fe. (1)
La circunstancia de haber instituido la Iglesia fiesta especial para recordar y honrar la memoria de este suceso, nos da pie para que fijemos nuestra atención, de modo muy particular, en la sumisión que debemos a la Iglesia y a su cabeza visible.
La Iglesia es nuestra madre, a la que hemos de vivir unidos sin reserva, y estarle sujetos en todo lo que mira a la religión. Tenemos que acatar con sumisión todas sus decisiones, y escucharlas como oráculos. Es a ella a quien corresponde, efectivamente, darnos a conocer la verdad y, a nosotros, recibirla de su boca sin titubeos ni examen. A cuanto la Iglesia nos propone, lo único que nos es lícito responder, sin dudas ni sombra de vacilación, es: creo.
Debemos también recibir de buen grado y con suma docilidad todo lo que se nos propone de parte de la Iglesia. Es Jesucristo mismo quien le ha comunicado parte de su poder y autoridad sobre nosotros, y el que nos dice: Tened por gentil y publicano a quien no escuchare a la Iglesia (2). Por eso llega a afirmar san Agustín que no creería en el Evangelio si no le empeñara a ello la autoridad de la Iglesia.
Obligados a enseñar a los niños las verdades de nuestra santa religión, en virtud de vuestro estado; debéis, necesariamente, distinguiros vosotros en la sumisión sencilla y humilde a todas las decisiones de la Iglesia. ¿Os halláis en tal disposición?
El papa, por ser vicario de Jesucristo, sucesor de san Pedro y cabeza visible de la Iglesia, tiene autoridad que se extiende a toda ella; los fieles todos, que son sus miembros, deben considerar al papa como padre y como la voz que Dios utiliza para declararles sus órdenes.
El es quien ostenta el poder universal de atar y desatar (3), que otorgó Jesucristo a san Pedro, y a él, en la persona de este santo Apóstol, encomendó el cuidado de apacentar su rebaño (4).
Como quiera que vuestra función se encamina a procurar extender y cuidar esa grey, debéis honrar a nuestro santo padre el papa como al sagrado pastor del rebaño y sumo sacerdote de la Iglesia, y respetar todas sus palabras: ha de bastaros que alguna cosa proceda de él para prestarle atención sin límites.
¿Habéis procedido así hasta el presente?
Adorad en este supremo pastor de las almas la autoridad misma de Dios, y consideradle en lo venidero como el doctor máximo de la Iglesia.
Los obispos, establecidos por Dios defensores de la Iglesia, son también, dice san Pablo, los primeros ministros de Jesucristo y los dispensadores de los misterios de Dios (5); por tanto, es preciso que honréis sus personas, respetéis sus palabras y les estéis sujetos en todo lo concerniente al cuidado de las almas que tenéis a vuestro cargo.
Diputados por Dios para velar por la doctrina y las costumbres de los que trabajan sujetos a su ministerio, y encargados de todo el gobierno espiritual de su diócesis; cuantos en ésta se dedican a procurar la salvación de las almas, deben realizarlo en total dependencia respecto de ellos. Procediendo de ese modo, atraerán sobre sí y sobre sus trabajos las bendiciones divinas.
Reconoced que es Dios quien ha establecido tal subordinación, y someteos a ella.

domingo, 17 de febrero de 2019

¿POR QUÉ ESTÁIS OCIOSOS SIN PRACTICAR LAS VIRTUDES? San Juan Bautista de la Salle

 


PARA EL DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA
Sobre la necesidad que tienen las personas consagradas a Dios de ser ejercitadas en la obediencia.
A muchos que viven en comunidad podría preguntárseles, con más extrañeza y mayor motivo que a quienes permanecían de pie en la plaza pública: ¿Por que estáis aquí ociosos todo el día? (1); puesto que, no obstante haberse consagrado a Dios y haber hecho profesión de trabajar en la perfección de su estado, permanecen, con todo, en él sin realizar progreso alguno en las virtudes y, particularmente, en la obediencia.
Aun cuando se han comprometido a ello de modo especial, no se los ve ejercitarse en su práctica; antes, con frecuencia, es necesario que los superiores se amolden a sus deseos e inclinaciones.
De ahí que, o no practiquen la obediencia, o que ésta resulte condicionada, caprichosa o puramente humana; puede decirse con verdad de ellos que no ponen nunca en ejecución acto alguno de verdadera obediencia.
¡Ah!, cuán dignos son de lástima; pues nunca pasarán de principiantes por no ser ejercitados en la práctica de la virtud.
Tal desorden mana, al parecer, de dos fuentes: la primera, de quienes se han comprometido a obedecer, pero no se ofrecen espontáneamente para que se los ejercite en la práctica de esta virtud. Dan como pretexto que ellos se contentan con seguir las prácticas de la comunidad y cumplir exteriormente, y a veces con mucha flojedad, sus obligacioncillas corrientes.
Cuando a éstos se les ordena alguna cosa inesperada, no acaban de resolverse a cumplirla, alegando como razón que les resulta muy gravosa, porque sus fuerzas no son para tanta carga: juzgan cuanto se les ordena por encima de su capacidad o virtud, y todo proviene de que no se inclinan ni ofrecen a ser ejercitados en la obediencia.
En otros se da tamaño desconcierto porque quieren vender harto cara su obediencia: no están dispuestos a obedecer, sino con arreglo a ciertas condiciones que juzgan oportuno imponer al superior, o sólo cuando se hallan de buen talante.
¡Ah! ¡Cuán desgraciado es quien, teniendo la obligación de obedecer, no se abraza gustoso con la obediencia! ¡Y cuán difícil resulta su práctica en tales condiciones!
La segunda fuente de donde nace dicho desorden son los superiores mismos, quienes, a veces, dejan a sus súbditos en cierta como ociosidad, al no ejercitarlos en la práctica de la obediencia.
¡Nadie nos invita a trabajar!, dicen estos operarios ociosos; los cuales no alcanzan nunca tal virtud, porque la obediencia sólo se facilita con la repetición de prácticas adecuadas, lo mismo que ocurre con las demás virtudes; y, de modo muy particular con ésta, pues el ejercicio conveniente de la obediencia exige el vencerse a sí mismo, el renunciar al espíritu propio y a las inclinaciones naturales.
Cuando se intima una orden a esta clase de súbditos, los hay que sólo la cumplen en parte, o sólo exteriormente; otros replican o alegan razones para eximirse; algunos rehúsan en absoluto obedecer.
¡Ah! ¡Qué dignos son de lástima los que cuentan con superiores que no les ofrecen ninguna ocasión, o muy pocas, de practicar la obediencia, en la que tanto importa sean ejercitados quienes de ella han hecho profesión!

EVANGELIO DEL DOMINGO: ID TAMBIÉN VOSOTROS A MI VIÑA

DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.  Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.  Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?  Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti.  ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.  Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».
Mateo 20, 1-16


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Homilía de maitines  EL SEÑOR NO HA DEJADO DE ENVIAR OPERARIOS. San Gregorio Papa
Benedicto XVI  EL SER LLAMADOS ES LA PRIMERA RECOMPENSA
LA VIÑA DEL ALMA. Santo Tomás de Villanueva
NECESIDAD DE LA ASCESIS. Homilía del Domingo de Septuagésima

miércoles, 13 de febrero de 2019

Oración para unirnos al sacrificio de Cristo. Tomas de Kempis

 
Oración para unirnos al santo sacrificio de la Misa

Tomas de Kempis
Señor, en la sencillez de mi corazón, me ofrezco a Ti. Recíbeme con la santa oblación de tu Precioso Cuerpo, que hoy te ofrezco en la invisible presencia de los ángeles para que aproveche para mi salvación y la de todo tu pueblo. Señor, te presento también sobre el altar de tu misericordia todos mis pecados y delitos que he cometido en tu presencia para que borres todas las manchas de mis pecados y me restituyas tu gracia que perdí pecando. Te ofrezco también todo lo bueno que he hecho aunque sea poco e incompleto, para que Tú lo restaures y santifiques, lo recibas con agrado, lo hagas digno de Ti y siempre lo conviertas en mejor.
Te ofrezco igualmente todos los piadosos deseos de las personas religiosas, las necesidades de parientes, amigos, hermanos y hermanas que más aprecio. Te ofrezco además oraciones y sacrificios especialmente por quienes de alguna forma me perjudicaron, entristecieron o insultaron me ocasionaron algún daño u ofensa.
Haz que nosotros vivamos de manera que seamos dignos de gozar enteramente de tu gracia y de alcanzar la Vida eterna. Así sea.

Imitación de Cristo, L. III, cap. 9

domingo, 10 de febrero de 2019

SOBRE LA EXCELENCIA Y MÉRITO DE LA OBEDIENCIA. San Juan Bautista de la Salle


Sobre la excelencia y mérito de la obediencia
PARA EL DOMINGO QUINTO DESPUÉS DE REYES 
 San Juan Bautista de la Salle

La obediencia es fuente de gracias para el religioso; puede, por tanto, comparársela con " la buena semilla que se siembra en el campo y rinde mucho fruto a su dueño " (1).

Ésta es, efectivamente, la virtud que ocasiona todo el mérito de las acciones que ejecutan las personas consagradas a Dios. Hasta el punto de que, por excelentes que en sí puedan ser, no tienen valor sino en la medida en que las acompaña la obediencia.
Por eso, es lícito afirmar que la obediencia constituye en el religioso el ornato de sus obras; las cuales, si esta virtud no les presta su brillo, por muy santas que en sí fueren, tienen sólo hermosura fingida, propia, cierta mente, para deslumbrar a quienes no ven las cosas con los ojos de la fe; pero cuya total falacia y plena vanidad no pueden ocultarse a las personas ilustradas.
Miren bien los que hacen profesión de obediencia, no se diga de ellos lo que afirmó de los escribas y fariseos el oráculo de la verdad: que eran sepulcros blanqueados, muy pulidos por de fuera y hermosos a la vista mirado sólo su exterior; mas llenos en su interior con huesos de muerto y con toda suerte de inmundicia (2).
Lo mismo podría afirmarse de los religiosos, si sus obras no se sujetaran todas a la dirección de la obediencia aparentemente, serían virtuosas; pero, en verdad, resultarían fundamentalmente malas y del todo desagradables a Dios, por no ir animadas de la única virtud que puede darles sustentación; tal virtud es la obediencia. Cuando ésta falta, dichas obras, buenas a los ojos humanos, son cuerpo sin alma; y no pueden considerarse como acciones de persona religiosa.
Ocurre a veces que ciertas obras hechas, al parecer, por obediencia; a causa de no ir en todo ajustadas a esta virtud y regidas por ella; esto es, por faltarse en algo a lo prescrito por el superior, ya en cuanto al tiempo, ya en cuanto al modo de ejecutar lo mandado; tales obras, digo, degeneran de lo que debieran ser y se convierten, por falta de tal requisito, en actos de propia voluntad: este vicio viene a convertirse para ellas en la cizaña que el demonio siembra entre la buena semilla.
Es muy de lamentar, por cierto, que actos, buenos de suyo, se vuelvan malos por faltarles esa circunstancia y que, por sí solo, tal vicio los torne desagradables a Dios. Por ahí se echa de ver con cuánto esmero debe el religioso vigilar su conducta, a fin de que sus obras sean tales, cuales deben ser para agradar a Dios.
Cuidad, pues, que todo cuanto hagáis vaya ordenado por la obediencia, y que no se dé en vuestras acciones la menor circunstancia que deje de estar conforme con esta virtud; pues poco tendrá Dios en cuenta una obra, aun hecha por obediencia, si no se procura con sumo cuidado conformarla en todo con lo prescrito por quien ordena su cumplimiento. Tanto más, cuanto según axioma de los filósofos, para que una acción sea buena ha de serlo en todas sus partes; al paso que la torna mala un solo defectillo que la afee. Y no es defecto pequeño dejar de obedecer como es debido; puesto que supone falta de respeto a Dios, y negarle la estima que se merece.
El mejor medio para cumplir con exactitud lo ordenado por el que manda, es tener en más estimación la obediencia - a la cual corresponde enaltecer la obra prescrita que el acto en sí mismo considerado; ya que éste - por deslumbrante que sea de suyo - aislado de la obediencia, es tenido en nada por Dios, pues se presenta desnudo de lo que constituye su mérito. Al paso que una acción, en apariencia de poco precio, se torna muy excelente ante Dios, a causa del interés que se pone en ejecutarla por espíritu de obediencia.
Así, pues, lo que avalora a las personas que se han incorporado a alguna comunidad religiosa, no es tanto la calidad de las obras que en ella realizan, cuanto la perfección de la obediencia con que las ejecuten.
Y eso es lo que ha de distinguir del seglar al religioso: las acciones de éste son santificadas en virtud de la obediencia; mientras en aquél se santifican por el mérito que en sí mismas tienen.
Examinemos, pues, si es la obediencia el móvil y la norma de nuestra conducta: en ello debemos poner toda nuestra aplicación.
Lo que nos demuestra de modo aún más patente la excelencia de la virtud que aquí meditamos, es el hecho de que la obediencia todo lo rectifica; en forma que, hasta las cosas peores se vuelven, merced a ella, agradables a Dios, cuando invenciblemente ignoramos que son malas, y procedemos de buena fe y con sencillez, sin proponernos otro motivo que obedecer a Dios.

EVANGELIO DEL DOMINGO: Dejad crecer a una y otro hasta la siega.

V DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍ
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, Jesús les propuso otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”»
Mt 13, 24-30
COMENTARIOS AL EVANGELIO 


Homilía de maitines LOS HEREJES PUEDEN SER LLAMADOS HIJOS MALOS
SÉ BUEN CRISTIANO PARA CONVENCER AL PAGANO DIFAMADOR. San Agustín
COEXISTENCIA DE BUENOS Y MALOS. SE TÚ BUEN CRISTIANO Y CONVENCERÁS AL PAGANO CALUMNIADOR. San Agustín
“DIOS SEMBRÓ SEMILLA BUENA”. Homilía del domingo 8 de noviembre

domingo, 3 de febrero de 2019

EN MEDIO DE LA TEMPESTAD, OBEDECER. San Juan Baustista de la Salle



De la fidelidad a la obediencia, no obstante las más violentas tentaciones
PARA EL DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE REYES
San Juan Bautista de la Salle

Mientras dormía Jesús dentro de una barca, surgió tan recia tormenta en el mar, que las olas cubrían la embarcación. Avisado de ello Jesús por sus discípulos, se incorporó, mandó a los vientos y al mar que se apaciguaran, y siguióse gran bonanza. Esto admiró tanto a los que allí se hallaban, que se decían: ¿Quién es este hombre a quien los vientos y el mar obedecen? (1).
Vivir en comunidad observante es hallarse en la barca con Jesús y sus discípulos; pues quienes moran en ella al dejar el siglo para ir en pos de Jesús, se han sujetado a su gobierno y cuentan en el número de sus seguidores. Allí viven a cubierto de las olas que se levantan en el mar tempestuoso del mundo; esto es, de muchas ocasiones que hay en él para ofender a Dios.
Con todo, no por eso se ven libres de penas y tentaciones. Entre éstas, las más peligrosas y más dañinas son las que inducen a no obedecer o a no hacerlo de modo conveniente; pues, como no debió venirse a la comunidad sino para obedecer, tan pronto como alguno se aparta de la obediencia, se ve destituido de las gracias que le son indispensables para perseverar en su estado. Por eso resulta de importancia que, quienes viven en comunidad tengan a mano medios eficaces para ponerse a cubierto de tan funestas tentaciones.
Y estando vosotros expuestos a ellas todos los días, os es muy conveniente contar con remedios que os saquen a salvo de sus malas consecuencias. En ello habéis de poner toda la aplicación y esmero; ya que, de ahí pende, por lo común, la fidelidad a vuestra vocación.
En consecuencia, lo que debéis pedir a Dios con más instancias es que os enseñe a obedecer y a obedecer bien, no obstante los estorbos y dificultades que el demonio suscitará en vosotros con el fin de inspiraros repugnancia hacia ello.
Las tentaciones y dificultades más peligrosas y ordinarias contra la obediencia se relacionan con el que manda o con sus mandatos.
Las relativas al que manda proceden de que se le considera como puro hombre, aun cuando sea para nosotros lugarteniente de Dios, única condición que debiera entonces tenerse en cuenta; ya que, según san Pablo, no hay poder alguno que no venga de Dios (2), máxime cuando se trata de disponer, mandar o prohibir algo concerniente a la salvación.
Sin duda, para inculcárselo así a los hombres y evitar que lo echen en olvido, cuando Dios formula en el Antiguo Testamento alguna orden, casi siempre añade seguidamente: Yo soy el Señor, o bien, Yo soy el Señor Dios vuestro (3).
Y pues no es lícito eximirse de obedecer a Dios, tampoco se puede en las comunidades negar al superior la obediencia, sin hacerse culpable de desobediencia a Dios
De donde se sigue que cualquiera dificultad que surja contra cualquier superior, ha de ceñirse siempre ésta a su persona, y nunca a su condición de superior; pues al acatar sus órdenes, no se le obedece a él personalmente, sino a Dios en él.
No aleguéis, pues, vuestras desavenencias con los superiores para excusaros de obedecerles, porque las haríais recaer sobre Dios mismo.
La segunda clase de tentaciones contra la obediencia debida a los superiores, y la más ordinaria, es que parezca a veces imposible ejecutar lo mandado ya por resultar en sí muy difícil, ya por inspirarnos repugnancia excesiva.
Pero ninguno de esos dos motivos puede excusar de obedecer, si se considera que lo mandado, y lo que obedeciendo se ejecuta, es voluntad de Dios.
Conoce Dios lo que podéis hacer, y no puede ordenaros cosas superiores a vuestras fuerzas. Si son difíciles en sí mismas, a El le toca facilitaros su ejecución, ya que, según san Pablo: a Dios corresponde concederos, no sólo el querer practicar lo bueno, sino, además, la gracia de ejecutarlo (4). Y cuando la voluntad está prevenida y sostenida por la gracia de Dios para el bien, no halla cosa difícil de realizar, ya que Dios allana todo obstáculo que pueda sobrevenir.
Así se ha hecho patente en aquellos súbditos que se arrojaron al fuego sin experimentar daño alguno, o ejecutaron otras cosas tan difíciles como ésa, al primer mandato de sus superiores. ¿Acaso no realizó por obediencia Jesucristo algo tan difícil para Él como morir en cruz por los pecados de todos los hombres?
Las repugnancias que inspira lo mandado deben superarse del mismo modo que las dificultades surgidas para su ejecución; pues limitarse a obedecer en aquello a que se siente uno inclinado, es hacer la propia voluntad, no la de Dios. Ahora bien, de esto tiene uno que estar persuadido: de que cumple la voluntad de Dios al obedecer. Así nos lo enseña san Pablo, el cual, dirigiéndose a quienes viven sujetos a obediencia, les dice: Haced de buena gana todo cuanto ejecutéis, como quien obedece, no a los hombres, sino a Dios (5). Casiano dice también que ha de cumplirse lo prescrito por los superiores como si fueran mandamientos que Dios intima desde lo alto del Cielo; los cuales, así entendidos, nadie dejaría, ciertamente, de cumplir con fidelidad.

EVANGELIO DEL DOMINGO: «¡SEÑOR, SÁLVANOS, QUE PERECEMOS!».


IV DOMINGO DESPUES DE EPIFANIA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.  Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».
Mt 8, 23-27
COMENTARIOS AL EVANGELIO
PELIGROS PARA LA SALVACION. San Alfonso Maria de Ligorio
BENEDICTO XVI  EL SEÑOR SIEMPRE ESTÁ CERCA

sábado, 2 de febrero de 2019

EL ROSARIO DE HOY EN REPARACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA EN EL PRIMER SÁBADO DE MES CON SANTA JUANA DE LESTONNAC


Santo Rosario.
Por la señal... 
Monición inicial: Hoy, primer sábado de mes, ofrecemos este rosario en reparación al Corazón Inmaculado de María respondiendo así a su llamamiento en la ciudad de Pontevedra por medio de Sor Lucía, vidente de Fátima: "Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación."
El 2 de febrero de 1640 volaba al cielo santa Juana de Lestonnac, la cual, siendo niña, rechazó la invitación y los esfuerzos de su madre para apartarla de la Iglesia católica y, al quedar viuda y después de educar convenientemente a sus cinco hijos, fundó la Sociedad de las Hijas de Nuestra Señora, a imitación de la Compañía de Jesús, para la educación cristiana de las muchachas. Con alguno de sus pensamientos, meditamos el rosario de hoy.
Señor mío Jesucristo... 
MISTERIOS GOZOSOS
1.- La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Virgen María.
“A todo estoy dispuesta por salvar a los que se pierden y daría con gusto mi vida por la salvación de una sola persona.”
OFREZCAMOS este misterio en reparación por las blasfemias y ultrajes que se comenten contra la Inmaculada Concepción de María.
2.-La Visitación de Nuestra Señora a su prima santa Isabel.
“El mejor medio para atraer sobre sí las bendiciones celestiales es el ejercicio de la caridad con el prójimo.”
OFREZCAMOS este misterio en reparación por las blasfemias y ultrajes que se comenten con la Virginidad perpetua de la Nuestra Señora.
3.-El nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén
“Acuérdense de que son hijos de la Santísima Virgen, parte de un Cuerpo que lleva su nombre, y háganse dignos de un título tan glorioso.”
OFREZCAMOS este misterio en reparación por las blasfemias y ultrajes que se comenten contra la maternidad divina de María, rechazando al mismo tiempo recibirla como madre de los hombres.
4.-La purificación de Nuestra Señora y presentación del Niño Jesús en el templo
"Llenémonos de las luces  de la divina sabiduría, para enseñar a los otros las verdades de la fe y los medios de salvación, nunca se hace demasiado por Dios."
OFREZCAMOS este misterio en reparación por aquellos que infunden en los niños y en los jóvenes el desprecio hacia la Virgen Inmaculada.
5.- El niño Jesús perdido y hallado en el templo
“Busquen la unión para que puedan mejor y más eficazmente ocuparse en el servicio de Dios.”
OFREZCAMOS este misterio en reparación por las profanaciones e ultrajes que se comenten contra las sagradas imágenes y representaciones de la Virgen María.

*** PARA RECIBIR LA PROMESA DE LOS CINCOS PRIMEROS SÁBADOS ES NECESARIO, DURANTE CINCO SÁBADOS SEGUIDOS: 1) Rezar el rosario y meditar en sus misterios y 2) Confesar y comulgar con esta intención.