domingo, 12 de febrero de 2017

LA VIÑA DEL ALMA. Santo Tomás de Villanueva



Comentario al Evangelio del domingo

DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Aunque suele entenderse que la viña es la Iglesia, sin embargo nosotros vamos a tomarla en un sentido moral, aplicando la parábola a la viña del espíritu o al alma cristiana, cuyo Padre es Dios, cuyo encargado es Jesucristo, cuyos obreros somos cada uno de nosotros y cuyo día de trabajo es la vida de hoy hasta que llegue la muerte, hora de recibir el jornal.
La viña se asemeja al alma en que es la más fértil de las fincas y en la que más pronto se conoce el trabajo o desidia de su dueño. Una viña bien cuidada es un jardín; en la viña del perezoso brotan espinas, hojas raquíticas, racimos enteros y sin madurar. El alma cristiana, que trabajada, da frutos abundantísimos, si se la abandona no produce más que espinas de deseos sin freno y de angustias, hojas escasas, esto es, palabras cobardes y tibias, racimos enteros, a saber, muy pocas obras buenas y muchas enfadosas, como envidias y aversiones, cuyas causas son la tibieza, la vanidad y la mundanidad. No pueden madurar los racimos, porque les falta el calor de la caridad y el cultivo de la vida ascética. Son uvas que no se pondrán nunca en la mesa del Señor.
En el alma cultivada, el tronco es la fe, los sarmientos sus virtudes, las uvas las obras buenas, y el vino la devoción y la piedad. Por eso, de la misma manera que el sarmiento que se separa del tronco no puede dar fruto, las virtudes sin la fe no pueden complacer a Dios. (Hebr. 11,6)
Santo Tomás de Villanueva