Comentario al Evangelio del domingo
DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Aunque suele entenderse que la
viña es la Iglesia, sin embargo nosotros vamos a tomarla en un sentido moral,
aplicando la parábola a la viña del espíritu o al alma cristiana, cuyo Padre es
Dios, cuyo encargado es Jesucristo, cuyos obreros somos cada uno de nosotros y
cuyo día de trabajo es la vida de hoy hasta que llegue la muerte, hora de
recibir el jornal.
La viña se asemeja al alma en
que es la más fértil de las fincas y en la que más pronto se conoce el trabajo
o desidia de su dueño. Una viña bien cuidada es un jardín; en la viña del
perezoso brotan espinas, hojas raquíticas, racimos enteros y sin madurar. El
alma cristiana, que trabajada, da frutos abundantísimos, si se la abandona no
produce más que espinas de deseos sin freno y de angustias, hojas escasas, esto
es, palabras cobardes y tibias, racimos enteros, a saber, muy pocas obras
buenas y muchas enfadosas, como envidias y aversiones, cuyas causas son la
tibieza, la vanidad y la mundanidad. No pueden madurar los racimos, porque les
falta el calor de la caridad y el cultivo de la vida ascética. Son uvas que no
se pondrán nunca en la mesa del Señor.
En el alma cultivada, el tronco
es la fe, los sarmientos sus virtudes, las uvas las obras buenas, y el vino la
devoción y la piedad. Por eso, de la misma manera que el sarmiento que se
separa del tronco no puede dar fruto, las virtudes sin la fe no pueden
complacer a Dios. (Hebr. 11,6)
Santo Tomás de
Villanueva