Santo Rosario.
Por la señal...
Monición
inicial: Se celebra hoy la memoria de san Pedro Damiani, que promovió denodadamente
la vida religiosa y en los tiempos difíciles de la reforma de la Iglesia
trabajó para que los monjes se dedicasen a la santidad de la contemplación, los
clérigos a la integridad de vida y para que el pueblo mantuviese la comunión
con la Sede Apostólica. Fue obispo y cardenal. Falleció el día veintidós de
febrero del año 1072.
Del culto a la Virgen María decía: Cualquier
honor que le pudiésemos dar, está por debajo de sus méritos, ya que Ella nos ha
preparado en su casto seno la Carne inmaculada que alimenta nuestras almas.
Imitémoslo honrando a la Virgen María y ofreciendo este rosario para
que todos los miembros de la Iglesia
–Pastores, fieles, consagrados- estén en constante actitud de conversión del
corazón para ser fieles a Jesucristo.
Señor mío Jesucristo….
MISTERIOS LUMINOSOS
1.-El Bautismo del Señor en el Jordán
El
que dentro de este templo que es la Iglesia quiere ofrecerse a Dios en
sacrificio necesita, una vez que haya sido purificado por el bautismo, revestirse
luego de las diversas virtudes, como está escrito: Que tus sacerdotes se vistan
de justicia; en efecto, quien renace en Cristo como hombre nuevo por el
bautismo no debe volver a ponerse la mortaja del hombre viejo, sino la
vestidura del hombre nuevo, viviendo con una conducta renovada.
2.-El Milagro de las Bodas de Cana
“Cada
fiel es una pequeña Iglesia, lo que él hace u omite, influye sobre todos.”
3.- El anuncio del Reino invitando a la conversión.
“Dios no tiene necesidad de retórica para atraerse
a las almas, decía él. No envió a filósofos para evangelizar a los hombres.”
4.-La Transfiguración del Señor
“La
oración es la elevación del alma hacia Dios y la petición de lo que se necesita
de Dios.”
5.- La institución de la Eucaristía
“Aquí,
mis queridos hermanos, os pido que penséis cómo somos deudores de la
bienaventurada Madre de Dios, y qué de acciones de gracias le debemos rendir,
después de a Dios, por tan gran beneficio. Pues este cuerpo de Cristo que Ella
engendró y llevó en su seno, que envolvió en pañales, que alimentó con su leche
con una solicitud materna, es el mismo Cuerpo que recibimos en el altar; es su
Sangre la que bebemos en- el Sacramento de nuestra redención. Esto es lo que
sostiene la fe católica, y lo que enseña la Santa Iglesia. No, no hay palabras
humanas que sean capaces de alabar dignamente a Aquella de quien tomó su carne
el Mediador entre Dios y los hombres. Cualquier honor que le pudiésemos dar,
está por debajo de sus méritos, ya que Ella nos ha preparado en su casto seno
la Carne inmaculada que alimenta nuestras almas. Eva comió un fruto que nos
privó del eterno festín; María nos presenta otro que nos abre la puerta del
banquete celestial.”