PALABRA DE DIOS Y VIDA CONSAGRADA
Reflexión diaria acerca de la Palabra de Dios.
La vida consagrada nace de la escucha de la Palabra de
Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida. En este sentido, el vivir
siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte «en “exegesis” viva
de la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo, en virtud del cual se ha escrito la
Biblia, es el mismo que ha iluminado con luz nueva la Palabra de Dios a los
fundadores y fundadoras. De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser
expresión cada regla, dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por
la radicalidad evangélica.
Quisiera recordar que la gran tradición monástica ha
tenido siempre como elemento constitutivo de su propia espiritualidad la
meditación de la Sagrada Escritura, particularmente en la modalidad de la lectio
divina. También hoy, las diferentes formas de vida consagradas deben ser verdaderas
escuelas de vida espiritual, en las que se leen las Escrituras según el
Espíritu Santo en la Iglesia, de manera que todo el Pueblo de Dios pueda
beneficiarse, por ello es necesaria una formación sólida para la lectura
creyente de la Biblia.
Las formas de vida contemplativa dedican mucho
tiempo de la jornada a imitar a la Madre de Dios, que meditaba asiduamente las
palabras y los hechos de su Hijo (cf. Lc 2,19.51), así como a María de
Betania que, a los pies del Señor, escuchaba su palabra (cf. Lc 10,38). Con
su separación del mundo se encuentran más íntimamente unidos a Cristo, corazón
del mundo dando testimonio de «no anteponer nada al amor de Cristo». Con su
vida de oración, escucha y meditación de la Palabra de Dios, nos recuerdan que
no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios
(cf. Mt 4,4), «indicando al mundo de hoy lo más importante, más aún, en
definitiva, lo único decisivo: existe una razón última por la que vale la pena
vivir, es decir, Dios y su amor inescrutable».
Cfr. Verbum Domini, 83