PALABRA DE DIOS Y LOS SACERDOTES
Reflexión diaria acerca de la Palabra de Dios.
El sacerdote es, ante todo, ministro de la Palabra
de Dios; es el ungido y enviado para anunciar a todos el Evangelio del
Reino, llamando a cada hombre a la obediencia de la fe y conduciendo a los
creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profundos del misterio de
Dios, revelado y comunicado a nosotros en Cristo. Por eso, el sacerdote mismo
debe ser el primero en cultivar una gran familiaridad personal con la Palabra
de Dios; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para
que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro
de sí una mentalidad nueva: “la mente de Cristo” (1 Co 2,16). Consiguientemente,
sus palabras, sus decisiones y sus actitudes han de ser cada vez más una
trasparencia, un anuncio y un testimonio del Evangelio; solamente
“permaneciendo” en la Palabra, el sacerdote será perfecto discípulo del Señor;
conocerá la verdad y será verdaderamente libre».
La llamada al sacerdocio requiere ser consagrados en
la verdad: Santifícalos en la verdad. Tu Palabra es verdad. Como tú me
enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo (Jn 17,17-18).
La Palabra de Dios es el baño que los purifica, el
poder creador que los transforma en el ser de Dios. Y, puesto que Cristo mismo
es la Palabra de Dios hecha carne (Jn1,14), es «la Verdad» (Jn14,6),
la plegaria de Jesús al Padre, «santifícalos en la verdad», quiere decir en el
sentido más profundo: «Hazlos una sola cosa conmigo, Cristo. Sujétalos a mí.
Ponlos dentro de mí. Y, en efecto, en último término hay un único sacerdote de
la Nueva Alianza, Jesucristo mismo».
Cfr. Verbum Domini, 80