LA PALABRA DEL PADRE Y HACIA EL PADRE
Reflexión diaria acerca de la Palabra de
Dios.
“A Dios, nadie lo ha visto jamás” (Jn 1,18). Nuestras imágenes,
conceptos o palabras, en modo alguno pueden definir o medir la realidad
infinita del Altísimo. Él permanece siendo el Deus semper maior. Por
otro lado, el Verbo “se hizo carne” (Jn 1,14). El Hijo unigénito, que
está en el seno del Padre, ha revelado al Dios que «nadie ha visto jamás» (cf. Jn
1,18). Jesucristo acampa entre nosotros «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14),
que recibimos por medio de Él (cf. Jn 1,17); en efecto, «de su plenitud
todos hemos recibido gracia tras gracia» (Jn 1,16). De este modo, el
evangelista Juan, en el Prólogo, contempla al Verbo desde su estar junto a Dios
hasta su hacerse carne y su vuelta al seno del Padre, llevando consigo nuestra
misma humanidad, que Él ha asumido para siempre. En este salir del Padre y
volver a Él, el Verbo se presenta ante nosotros como «Narrador» de Dios, como «Revelador
del Padre». Él es exegeta de Dios que «nadie ha visto jamás». «Él es imagen del
Dios invisible» (Col 1,15). Se cumple aquí la profecía de Isaías sobre
la eficacia de la Palabra del Dios: como la lluvia y la nieve bajan desde el
cielo para empapar la tierra y hacerla germinar, así la Palabra de Dios «no
volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo» (Is
55,10s). Jesucristo es esta Palabra definitiva y eficaz que ha salido del Padre
y ha vuelto a Él, cumpliendo perfectamente en el mundo su voluntad.
Cfr.
Verbum Domini, 90