domingo, 25 de agosto de 2019

La sordera espiritual. San Juan Bautista de la Salle


LA SORDERA ESPIRITUAL 
MEDITCIÓN PARA EL DOMINGO UNDECIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
Según el evangelio del día, Jesús curó a un hombre sordo y mudo (1). Éste representa para nos otros a tres clases de sordos que se hallan a veces en las comunidades.
La primera, son los sordos a las inspiraciones de Dios: ya les muevan a observar fielmente las Reglas, único medio capaz de conservar en si la gracia de su estado; ya los inviten a practicar ciertos ejercicios particulares que Dios exige de ellos.
La segunda clase de sordera es la de los sordos a la voz de sus superiores; y, como la obediencia es lo que atrae mayor número de gracias generales y particulares a la comunidad, y lo que mejor mantiene en ella la gracia de Dios; esta especie de sordera, resulta casi siempre incurable, si no se le aplica pronto remedio.
La tercera clase de sordos es la de aquellos que no pueden oír hablar de Dios ni gustar su palabra en la lectura de los libros sagrados o piadosos, por lo cual no acaban nunca de darse del todo a Dios; ya que, de ordinario, es la lectura de tales libros la que nos llena de su espíritu.
¡Cuanto le cuesta al Salvador curar tales sorderas! Y ello procede de que ya no halla en quienes las padecen la unción de la gracia. Es necesario que los aparte del bullicio - porque solo en el retiro se pondrán en condiciones de escuchar la voz de Dios -; que Jesús alce luego los ojos al cielo, arroje un suspiro, meta los dedos en las orejas del sordo y diga: Abríos.
¡Ah! ¡Cuán difícil y raro es curar un alma cuando su sordera es inveterada!
El hombre que Jesús curó era, a la vez, sordo y mudo. Como hay tres clases de sordos, hay también tres clases de mudos.
Los primeros son aquellos que no saben hablar a Dios, y la razón de ello es que falta correspondencia entre Dios y ellos: no se aprende a hablar a Dios sino escuchándole, porque saber hablar a Dios y conversar con Él nadie puede aprenderlo mas que de Dios, el cual tiene su idioma propio, que enseña a sus amigos y confidentes, a quienes dispensa el favor de conversar con Él a menudo.
La segunda clase de mudos es la de quienes no pueden hablar de Dios: son muchos los mudos de esta especie, los cuales, por pensar rara vez en Dios, apenas le conocen. Repletos de ideas mundanas y de pasatiempos del siglo no pueden, según san Pablo, percibir las cosas de Dios (2) y, por consiguiente, son tan incapaces de hablar de Él y de cuanto le concierne, como niños recién nacidos.
La tercera clase de mudos son los que no han recibido de Dios el don de lenguas, y no pueden hablar por Dios [en favor de Dios]. Tener el don de lenguas es saber hablar para atraer las almas a Dios, procurar su conversión y poder decir a cada una lo que le con viene; pues Dios no gana para Sí las almas utilizando idénticos medios; hay que saber decir a cada una lo que más le ayude para resolverse a ser totalmente de Dios.
Vosotros, como encargados de instruir a los niños, debéis ser hábiles en el arte de hablar a Dios, de hablar de Dios y de hablar por Dios. Mas, tened entendido que nunca conseguiréis hablar a vuestros discípulos de modo que los ganéis para Dios, sino en cuanto hayais aprendido a hablarle y a hablar de Él.
No basta conocer las diversas categorías de sordos y de mudos; hay que saber, además, qué remedios pueden curarlos. De ordinario, la sordera es causa de la mudez; por lo cual es más fácil curar a los mudos que a los sordos, pues tan pronto como el sordo es capaz de oír, fácilmente lo es de hablar.
Por esta razón, también el hombre de quien hace mención el evangelio recobró más fácilmente el uso de la lengua que el de los oídos. Para darle el habla Jesucristo no hizo otra cosa que ponerle en la boca saliva sobre la lengua, y enseguida ésta se le desató, y " habló muy distintamente ".
Mas, para curar la sordera, Jesucristo metió los de dos en las orejas del sordo, a fin de significar como es necesario que Jesús toque interiormente el alma para que oiga, comprenda y guste lo que Él le dice. Es menester que Jesús la lleve aparte, de suerte que el ruido del mundo no pueda impedirle escuchar y gustar sus palabras. Levanta luego los ojos al cielo y da un gran suspiro, para que entendamos cuánto lamenta Jesús delante de Dios la ceguera producida en el alma por la sordera espiritual. Hasta es necesario que haga un es fuerzo para decir en los oídos del sordo: Abríos; con el fin de que el alma abra bastantemente los suyos, para oír con facilidad las palabras de Jesucristo y ser dócil a ellas.
Cura al mundo poniéndole saliva en la lengua, a fin de significarle que de poco le valdría hablar, si no lo hiciere con sabiduría.
Tened, pues, siempre abiertos y atentos los oídos a la palabra de Dios, y aprended a hablar poco, y siempre con cordura.

EVANGELIO DEL DÍA: TODO LO HA HECHO BIEN

XI DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
En aquel tiempo: Saliendo Jesús de tierras de Tiro, se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando por mitad de la Decápolis. Y le trajeron un sordomudo, suplicándole pusiese la mano sobre él para curarle. Y apartándole del tropel de la gente, metió los dedos en sus oídos y con la saliva le tocó la lengua; y alzando los ojos al cielo, suspiró y díjole: ¡Éfeta!, que quiere decir abríos. Y al punto se le abrieron los oídos y se le soltó el impedimento de su lengua, y hablaba correctamente. Y les mandó que a nadie lo dijesen. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo divulgaban, y más crecía su pasmo; y decían: Todo lo ha hecho bien: ha hecho oír a los sordos, y hablar a los mudos.
Mc 7, 31-37
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lecturas de maitines  LOS DEDOS Y LA SALIVA DEL REDENTOR. San Gregorio 
EL PECADOR, UNICO SORDO. Santo Tomás de Villanueva
Benedicto XVI  EFFETÁ 
“TODO LO HA HECHO BIEN. HACE OÍR A LOS SORDOS Y HABLAR A LOS MUDOS.” Homilía

domingo, 18 de agosto de 2019

LA DESESTIMA DE SI. San Juan Bautista de la Salle



LA DESESTIMA DE SI.
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO DÉCIMO DESPUES DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle

El menosprecio de si mismo es una de las cosas que mas ayudan para alcanzar la virtud; pues, como dice el Sabio, raíz de todo pecado es la soberbia y buena opinión de si (1). Y no hay hombre, por santo y favorecido de la gracia que fuere, que no deba abrigar bajos sentimientos de su persona y de cuanto le atañe.
¡Que desprecio de sí no merece aquel cuyo ser no es propio, sino recibido de Dios, el cual puede quitárselo y volverle a la nada cuando guste! ¿Que estima ha de hacerse de aquel cuya vida no es mas que pecado y que, de por si, nunca puede librarse de el?
Pues tal es la situación en que os halláis vosotros, aun cuando, parezca, al oíros que sois algo. No imitéis al fariseo que, en vez de orar a Dios, piensa solo en alabarse y darse a si mismo gracias.
Viendo Jesucristo que la mayor parte de los hombres viven tan pagados de si que, si hablan, no suelen hacerlo mas que de su persona y en su favor; propone en el Evangelio la parábola del fariseo y el publicano.
El primero, simulando que ora, no da cabida en su mente sino a sus buenas partes.
El segundo, que se considera miserable pecador y pide humildemente a Dios misericordia, es justificado a causa de la sencillez y humildad con que oro; mientras que el primero no obtiene otro resultado que la propia confusión, pues había ultrajado a Dios en lugar de honrarle con sus preces.
Este ejemplo que Jesucristo os propone debéis tener lo muy a menudo, ante los ojos para alentaros a no hablar nunca de vosotros ni a pensar en vuestras cosas; y, cuando lo hagáis delante de Dios en la oración, sea para humillaros e indagar en su presencia los me dios de corregir vuestras faltas. En la oración, decid a menudo, como David: Delante de mi esta siempre mi pecado (2).
En despreciarse a si mismo no cabe nunca exceso. San Francisco, con ser santo tan grande, se decía el mas vil pecador del mundo. Otros, a fin de que los despreciaran, hicieron cosas deshonrosas para el hombre.
Vosotros, que crucificasteis a Jesucristo (3) con vuestros pecados, haceos conformes a Él por los sentimientos de humildad y, mirándoos con los ojos de la fe, no paréis la atención sino en aquello que pueda sugeriros bajos sentimientos de vosotros mismos, delante de Dios y de los hombres.
Y, puesto que " Dios da su gracia a los humildes " (4), es preciso que, exterior e interiormente, elijáis como patrimonio el desprecio de vosotros mismos, y que en ello halléis vuestra consolación.
Ocasiones no os faltan en el estado y empleo. Para decidiros a aprovecharlas, tenedlas como uno de los medios mejores para santificaros, y vosotros juzgaos los mas débiles de todos los mortales, y los mas inhábiles para todo lo bueno.
Dad gracias a Dios por la que os concede de veros menospreciados, cargados de oprobios y calumnias. Y no deis la menor importancia a cuanto hagáis, puesto que Dios, por su bondad y gracia, es el autor de todo el bien que hay en vosotros.

EVANGELIO DEL DÍA: DOS HOMBRES SUBIERON AL TEMPLO A ORA


X DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Lc 18, 9-14

COMENTARIOS AL EVANGELIO

Homilía de maitines  EL CONOCIMIENTO DE SU CONCIENCIA LE REPELÍA, MAS SU PIEDAD LE APROXIMABA. Sam Agustín

PELIGROS DEL ORGULLO. Santo Tomás de Villanueva

Benedicto XVI  JESÚS NO EXCLUYE A NADIE DE SU AMISTAD

LA SOBERBIA Y LA HUMILDAD. Homilía del X domingo después de Pentecostés

jueves, 15 de agosto de 2019

ABSORTA EN EL AMOR DIVINO. San Juan Bautista de la Salle




15 de agosto
MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA ASUNCION DE LA SANTISIMA VIRGEN
San Juan Bautista de la Salle
La Santísima Virgen, absorta en amor divino durante todo el tiempo de su permanencia en el mundo, seguía en él a su pesar, y sólo para sujetarse al querer de Dios; por eso, la muerte le pareció dulce y agradable. Y como su alma, por decirlo así, vivía muy poco apegada al cuerpo, murió sin dolor.
La extrema alegría que experimentó entonces, causa da por el deseo de ver a Dios que la poseía, llenó de tal consuelo su alma que, tranquila y sin violencia alguna, pasó de la tierra al cielo.
¡Feliz desasimiento de los lazos corporales en el alma de María, desligada de todo cuanto pudiera tenerla prendida a lo terreno!
Nosotros dimos el adiós al mundo; nada, por consiguiente, ha de ser capaz de apegarnos a él, ni impedirnos estar siempre dispuestos a morir. Ese es el fruto del desapego total de lo caduco: sólo duele morir porque cuesta dejarlo que se ama y a lo que se vive aficionado.
Tomad, pues, como tarea ir imitando vosotros el absoluto desasimiento de la Santísima Virgen y pedid a Dios, por su auxilio, la gracia de bien morir.
No permaneció mucho tiempo la Santísima Virgen en el sepulcro. Resucitó a los pocos días de expirar.
Era convenientísimo que Dios le otorgara tal favor; pues, a la verdad, no hubiera parecido decoroso que la carne de donde Jesucristo tomó la suya, quedara sujeta a la corrupción. Era también muy proporcionado a la bondad de Dios que, la pureza singularísima de la Santísima Virgen, fuese recompensada con tan especial privilegio.
¡Cómo habrías podido permitir, oh Dios mío, que el cuerpo de la Virgen Santísima, sagrario del Verbo hecho carne, templo del Espíritu Santo y arca santa de un alma henchida de gracias, quedase por mucho tiempo ausente de ésta, y dejara de recibir, aun después de muerto, todas las prerrogativas con que pudiera ser honrado!
Como gracia peculiar, debemos pedir este día a la Santísima Virgen que nos aleje y nos ponga de todo en todo a cubierto de la corrupción del siglo y, especialmente, que nos alcance singular pureza, la verdadera incorruptibilidad que debemos apetecer para nuestros cuerpos.
La Virgen Santísima, que poseyó esta virtud en toda su perfección, puede ayudarnos en gran manera a conservarla.
El más excelso favor que recibió la Santísima Virgen después de morir, y que la Iglesia honra particularmente este día, es su traslación en cuerpo y alma, por los ángeles al cielo.
Era muy justo que su sagrado cuerpo, cielo animado, como dice san Juan Damasceno, ocupara su lugar en la gloria tan pronto como dejase de vivir en el mundo; y que la Madre del Verbo encarnado fuera al instante arrebatada por Él, para colocarla cerca de Sí, donde recibiese la honra que merece tan admirable prerrogativa Por eso fue levantada sobre todos los espíritus bienaventurados, que la veneran como su Soberana.
Era también muy justo que la Santísima Virgen, enriquecida con tal copia de gracias, a las que correspondió fidelísimamente, fuera asimismo colmada de gloria; y que su cuerpo, espiritualizado por la renuncia a los placeres sensibles, sólo muriese para conformarse a la ley común, mas siguiese de cerca a su alma en el cielo.
Si de todo punto nos desligamos del cuerpo, llevaremos vida celestial en la tierra; y, por haber recibido de antemano cierto modo de incorruptibilidad, aunque muerto, vivirá siempre ante Dios, merced a la transformación que en él habrá operado la gracia.
Pedid hoy a la Santísima Virgen os alcance este favor: que, compartiendo la vida del alma por la mortificación de los sentidos, no halle gusto vuestro cuerpo en cosa que sea de la tierra, sino que viva ya de algún modo como ciudadano del cielo.

EVANGELIO DEL DÍA: DESDE AHORA ME FELICITARÁN TODAS LAS GENERACIONES


15 de agosto
ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA A LOS CIELOS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, quedó Isabel llena del Espíritu Santo, y exclamando en alta voz, dijo: ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! Y ¿de dónde a mí tanto bien que venga la Madre de mi Señor a mí? Pues lo mismo fue llegar la voz de tu saludo a mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi seno. Y bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor. Y dijo María: Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu salta de gozo al pensar en Dios, Salvador mío; porque miró la bajeza de su esclava, he aquí que desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí grandes maravillas el que es poderoso; y su nombre es santo, y su misericordia se extiende de generación en generación sobre los que le temen.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
MARÍA ESTABA ESCUCHANDO EMBELESADA AQUELLA PALABRA DULCÍSIMA Y SU CORAZÓN SE NUTRÍA ÁVIDAMENTE DE ELLA. San Agustín
LOA DE NUESTRA SEÑORA. San Agustín
MARÍA ROSA MÍSTICA (26) Beato John Henry Newman
MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS. (29) Beato John Henry Newman
MARÍA VIRGEN FIEL. (30) Beato John Henry Newman
MARÍA ESTRELLA DE LA MAÑANA. (31) Beato John Henry Newman
MARÍA, MADRE SIN PECADO. (25) Beato John Henry Newman
Benedicto XVI ME FELICITARÁN TODAS LAS GENERACIONES
PENSAMIENTO DE SANTA TERESA DE JESÚS: UN DÍA DE LA ASUNCIÓN
 ALLÍ LA VEREMOS, ALLÍ LE CANTAREMOS: SALVE VIRGEN, MADRE Y REINA

domingo, 11 de agosto de 2019

VUESTRAS ALMAS, TEMPLO DE DIOS. San Juan Bautista de la Salle



MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO NOVENO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
San Juan Bautista de la Salle
"Al entrar Jesucristo en el Templo de Jerusalén, encontró allí algunos que vendían y compraban, profanando así el Templo del Dios vivo. El los arrojó fuera, mientras decía que su casa era casa de oración, y ellos la habían convertido en cueva de ladrones "(1).
Vosotros vivís aquí en casa de oración, y orar ha de ser en ella vuestro quehacer principal. No residirá el espíritu de Dios en vuestra casa, ni derramara en ella Dios sus bendiciones, sino en cuanto sea casa de oración. Y tan pronto como perdáis el espíritu y amor de la oración, os mirara Dios en ella con malos ojos, como a personas indignas de un empleo que es obra propia suya, y que transforman la casa de Dios en caverna de ladrones.
Pues, ¿no es ladrón quien se atribuye a si mismo tales obras como convertir las almas, o preservar y conservar su inocencia; obras que no pueden convertir mas que a Dios y a quienes Él ocupa en ellas, los cuales se le han entregado del todo, y acuden de continuo a E para estar en condiciones de procurar tan excelente bien?
Por consiguiente, si no sois hombres de Dios, si no acudís con frecuencia a El en la oración, si no enseñáis a los niños mas que las cosas conducentes a su bien temporal, si no ponéis todo vuestro conato en inculcarles el espíritu de religión; ¿no debéis ser tenidos por Dios como ladrones que os introducís en su casa y permanecéis en ella sin su participación y que, en vez de inspirar, como es obligación vuestra, el espíritu cristiano a los alumnos, les enseñáis cosas que han de serles provechosas para este mundo?
No solo vivís en casa de oración, sino que vuestros mismos cuerpos son también casas de oración: ¿No sabéis, efectivamente, dice san Pablo, que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis, pues habéis sido comprados a mucho precio? De donde concluye el Apóstol: Glorificad, pues, y llevad a Dios en vuestros cuerpos, si es que vuestros cuerpos son casas de oración (2).
Con idéntica intención y sentimiento, os conjura el mismo san Pablo en otro lugar a que, por la misericordia de Dios, le ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa y agradable a sus ojos (3).
¿Ponderáis algunas veces que felicidad supone la residencia en vuestros cuerpos del Espíritu Santo como en templo suyo, y asimismo que sea El quien ora en vosotros y por vosotros? (4). Entregaos del todo al divino Espíritu para que pida a Dios por vosotros cuanto con venga al provecho de vuestra alma y al de aquellas que tenéis a vuestro cuidado. También para que no obréis en todo sino por Él.
El Espíritu Santo que reside en vosotros, debe penetrar el fondo de vuestras almas: en ellas es donde más particularmente tiene El que orar, y en lo íntimo del alma es donde este Espíritu se comunica y une a ella, y " le da a conocer lo que Dios le pide para llegar a ser toda suya " (5).
Allí le hace partícipe de su divino amor, con el que distingue a las almas santas que del todo se desinteresan por lo terreno; y a las cuales - por hallarse desasidas de toda afición a las criaturas - convierte en santuario suyo y hace que se ocupen siempre en Dios y que vivan exclusivamente de Dios y para Dios.
Ya que vuestro mediador es Jesucristo y que no podéis llegaros a Dios sino por El, suplicadle viva siempre de asiento en vuestra alma, para que sea El quien ore en ella y la lleve a Dios; de modo que, estableciendo en vuestra alma Jesús su morada durante la vida como en su templo, consiga ella luego residir en Dios por toda la eternidad.

EVANGELIO DEL DOMINGO: AY SI CONOCIESES EL MENSAJE DE LA PAZ


IX DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
En aquel tiempo: Al llegar Jesús cerca de Jerusalén mirando a la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Ah, sí conocieses también tú, en este día, el mensaje de la paz! Mas ahora está oculto a tus ojos. Sí, vendrán días sobre ti, en que te circunvalaran tus enemigos y te rodearán y te estrecharán por todas partes, y te arrasarán con tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por no haber conocido el tiempo en que Dios te ha visitado. Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: ¡Mi casa es casa de oración; Y vosotros la tenéis convertida en cueva de ladrones! y enseñaba todos los días en el templo
Lc 19, 41-47
COMENTARIOS AL EVANGELIO 
-LAS LÁGRIMAS DE JESÚS. Homilía IX domingo después de Pentecostés

lunes, 5 de agosto de 2019

LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN SERÁ RECOMPENSADO ABUNDATÍSIMAMENTE. San Juan Bautista de la Salle


MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES


5 de agosto 
MEDITACIÓN SOBRE
De la devoción a la Virgen Santísima (*).
La festividad que hoy celebra la Iglesia tuvo su origen en la particularísima devoción que profesaban a la Virgen Santísima un patricio romano y su esposa. No teniendo hijos, le consagraron todos sus bienes, y la rogaron con insistencia que les diese a conocer en qué desearía los emplearan.
Ella se lo declaró por un milagro muy sorprendente y extraordinario: el 5 de agosto, época en que los calores son excesivos en Roma, se halló cubierto de nieve aquel lugar de la urbe, en que la Santísima Virgen deseaba se erigiese un templo en su honor.
El papa se trasladó allí procesionalmente con todo el pueblo, y señaló el emplazamiento preciso de la iglesia, que fue levantándose en seguida, con los caudales de esta noble y generosa familia.
La especial devoción de estas dos ilustres personas; la gratitud que les demostró la Santísima Virgen, y la plena confianza que debemos tener en María, han de movernos a tomar hoy este asunto como tema de nuestras oraciones.
No estamos en condición nosotros de ofrecer bienes temporales a la Santísima Virgen, pues hemos renunciado al mundo, y lo hemos dejado todo para consagrarnos al servicio de Dios.
Lo único que Ella nos pide, y la razón, al parecer, de que la Iglesia haya establecido la presente festividad en honra de la santa Madre de Dios, es determinarnos a tener devoción particularísima para con Ella, e inculcársela a aquellos cuya educación Dios nos ha encomendado.
Al atraer nuestra atención la Iglesia sobre la gracia insigne que, en el día de hoy, concedió María a este matrimonio, tan interesado en honrarla; desea que se los recuerde a ellos y su devoción en la Iglesia, y que se publique en su loor - entre todos los fieles y hasta el fin de los siglos - lo que ellos hicieron por María y los favores que de María alcanzaron.
Persuadámonos de que todo cuanto hiciéremos por honrar o porque otros honren a la Santísima Virgen, será recompensado abundantísimamente de Dios por su medio. Y reconozcámosla siempre como nuestra bondadosa Madre, ya que por tal se la dio Jesucristo a todos los que sean sus devotos, en la persona de san Juan, cuando le dijo, próximo a morir: Hijo mío, ahí tienes a tu madre (1).
Lo que, de modo muy particular, debe obligarnos a tener mucha devoción a la Virgen Santísima es el honor incomparable que el Padre Eterno la otorgó al colocarla por encima de todas las puras criaturas, puesto que María llevó en su seno al que es igual al Padre y tiene con El la misma naturaleza.
María, además, ha sido elevada, sobre las restantes criaturas, merced a la abundancia de los dones que recibió, en lo que nadie puede comparársele; y a la pureza de su vida, por nadie igualada. Eso obliga a decir a san Anselmo que era muy justo brillase con extraordinario esplendor, y ocupase la cumbre de todo lo creado la que, después de Dios, no tiene nadie que la supere.
En verdad, ¿no es elevarse incomparablemente por en cima de todas las criaturas haberse transformado en templo del Dios vivo, al concebir al Hijo de Dios. Por eso se le aplican aquellas palabras del salmo 131: Dios la eligió para establecer en ella su morada (2), y estas otras del mismo salmo (**): Tu templo es santo.
Aún dice mucho más el abad Ruperto: que por el hecho de descender el Espíritu divino sobre la Santísima Virgen, para que concibiera al Hijo de Dios, se tornó toda hermosa, con belleza divina. Lo cual mueve a decir a san Bernardo que debemos honrar a la Virgen Santísima con grandísima ternura de devoción, puesto que Dios puso en Ella la plenitud de todo bien, al encarnarse en su seno el Verbo divino.
Pero lo que más particularmente ha de estimularnos a honrarla es el mucho provecho que de hacerlo ha de venirnos: " Veneremos especialmente, dice el mismo Santo, y profesemos tierna devoción a la Santísima Virgen, pues Ella es el canal por donde nos llegan los bienes que Dios quiere comunicarnos ".
Y, declarando en otro lugar, de modo más explícito, todos esos bienes, se expresa así: " El Espíritu Santo distribuye todos sus dones, todas sus gracias y todas las virtudes a quien quiere y cuando le place, del modo y en la medida que los juzga oportunos, por el ministerio de la Santísima Virgen ".
San Anselmo, con el fin de avivar nuestra confianza en Ella, asegura a su vez que " al invocar el nombre de la Madre de Dios, aun cuando no merezca ser escuchado quien recurre a Ella, bastarán los méritos de la que es santa Madre de Dios para inclinar a la bondad divina a concederle lo que le pide ".
Confiemos, pues, como dice también san Bernardo, que nada nos faltará de cuanto sea neesario para nuestra salvación, si profesamos verdadera devoción a la Santísima Virgen.
Poco aprovecharía estar convencidos de la obligación que tenemos de profesar devoción especial a la Santísima Virgen, si desconociéramos en qué consiste, o si, de hecho, no la tuviéramos, y aun si no lo demostrásemos cuando las circunstancias lo exijan.
Por ser Ella superior a todas las criaturas, debemos profesarle mayor veneración que a cualquier otro santo, sea el que fuere. Damos pruebas de nuestra devoción a los santos en ciertas épocas y días del año; pero la que debemos profesar a la Virgen Santísima ha de ser incesante. Por lo cual, es de regla en nuestro Instituto:
1.- No dejar día alguno de rezar el rosario, y rezarlo siempre al andar por las calles.

2.- Celebrar todas sus fiestas con grande solemnidad.
3.- Descubrirnos e inclinarnos siempre que se la nombra, o al pasar delante de su imagen: así lo exige de nosotros esta devoción.
4.- Considerarla como principal protectora de nuestra Sociedad: por eso nos ponemos todos los días debajo de su amparo, desde por la mañana; al atardecer, cuando finaliza la oración mental, y después de cada ejercicio. Recurrimos a Ella porque en María ponemos toda nuestra confianza, después de Dios.
5.- Invocarla en nuestras más apremiantes necesidades, como nuestra primera abogada cerca de Dios, después de Jesucristo.
¿Somos fieles a todas esas prácticas de devoción con la Santísima Virgen? ¿Con qué disposiciones las cumplimos? ¿Con las propuestas más arriba?
No omitamos ninguna de ellas, si queremos recibir gracias abundantes, por los merecimientos de la Santísima Virgen María.

domingo, 4 de agosto de 2019

HEMOS DE DAR CUENTAS. San Juan Bautista de la Salle



MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO OCTAVO DESPUES DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle   
Sobre la cuenta que debéis dar del modo como desempeñasteis el empleo.
Cierto mayordomo fue acusado ante su señor de haberle dilapidado los bienes. Llamóle este y le dijo: ¿que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración (1).
Vosotros, que ejercéis el empleo santo en que Dios os ha colocado, debéis persuadiros de que tales palabras se dicen para vosotros, y pensar que, al termino de cada día y de cada ejercicio en el empleo, Dios os pide razón de como lo habéis desempeñado.
Por consiguiente, tenéis que recogeros entonces en vuestro interior, a fin de examinaros y preparar dicha cuenta. De ese modo estaréis siempre dispuestos a dar la, y a proceder de tal forma que Dios, a quien debéis rendirla, no encuentre en ella nada que argüiros. Porque si esperáis a exigirosla hasta que Dios por si mismo os la pida, es muy de temer que os halle en falta.
De dos cosas responderéis ante Dios, relativas ambas al bien espiritual que se reclama de vosotros en el empleo.
La primera concierne a la obligación en que estáis de enseñar a los niños el catecismo y las máximas del Evangelio. A ninguno de los alumnos debe faltar la instrucción religiosa, y ese es el motivo primordial de que la Iglesia os los confíe. De ahí que debáis sentiros los depositarios de la fe, para transmitirsela: ese es el capital que Dios os encomienda y del que os constituye administradores.
En la cuenta que os exija ¿no hallara Dios que muchos niños desconocen los misterios principales de la religión? Si tal ocurriere, seriáis vosotros mas dignos de condenación que ellos; pues vuestra negligencia, vendría a ser causa de la ignorancia en tales niños; ya que, según san Pablo, la fe solo se comunica por el oído, y el oido no oye sino por la palabra de Jesucristo (2).
Lo segundo de que habéis de rendir cuentas se refiere a la piedad: si ponéis empeño en inspirársela a los discípulos; si son modestos y recatados en el templo; si ruegan a Dios durante todo el tiempo que allí permanecen; si de vez en cuando no hablan y bromean en el; si todos los días, mañana y noche, se encomiendan a Dios; si al hacerlo en la escuela, rezan devotamente.
Si aborrecen los juramentos y las palabras indecorosas; si respetan a sus padres y les obedecen fielmente; si se apartan de las malas compañías.
Si les inspiráis vosotros todas estas practicas, y veláis por su conducta, en la medida que sea necesario para que las pongan por obra; si procuráis que se confiesen de cuando en cuando, y les proporcionáis algún buen confesor.
Dios os pedirá cuenta de todas esas cosas, como en cargados que estáis del bien de sus almas. ¿Os halláis preparados para darla? ¿No os remuerde la conciencia de cosa alguna a ese respecto? Porque, en este particular, sustituís a los pastores de la Iglesia y a los padres y madres de los niños.