Homilía de maitines
XI DOMINGO DESPUÉS
DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
Homilía de San Gregorio, Papa.
Hom. 10 sobre Ezequiel, lib. 1
Por qué Dios, creador de todas
las cosas, queriendo curar a un sordomudo, le metió los dedos en los oídos, y
tocó su lengua con saliva. ¿Qué designan los dedos del Redentor, sino los dedos
del Espíritu Santo? Por esto, en otra ocasión, al lanzar algún demonio, dijo:
“Si yo lanzo demonios con el dedo de Dios, es evidente que ha llegado el reino
de Dios a vosotros”. Otro Evangelista refiere, con relación a este mismo
milagro, que el Salvador dijo: “Mas si yo lanzo los demonios en virtud del
Espíritu de Dios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”. Se
colige de ambos pasajes que el meter el Señor los dedos en los oídos del
sordomudo, equivale abrir la inteligencia del mismo mediante los dones del
Espíritu Santo, para que escuche dócilmente.
¿Y qué significa el hecho de
tocar el Salvador la lengua de aquel mudo con saliva? La saliva que sale de la
boca del Redentor es para nosotros la sabiduría que recibimos mediante su
divina palabra. En efecto, la saliva desciende de la cabeza a la boca. Así,
pues, cuando esta sabiduría, que es el mismo Jesucristo, toca nuestra lengua,
al punto se hace apta para el ministerio de la predicación. “Alzando Jesús los
ojos al cielo, exhaló un suspiro”. No significa esto que tuviera necesidad de
suspirar, aquel que podía dar por sí lo mismo que pedía: lo hizo para
enseñarnos a acudir con gemidos a aquel que reina en los cielos, a fin de que
se abran nuestros oídos por el don del Espíritu Santo, y nuestra lengua se haga
expedita para la predicación mediante la saliva de su boca, o sea, la ciencia
de la palabra divina.
Jesús dijo a continuación “Ephetá”; o lo que es lo
mismo “Abríos”; y al punto se le abrieron los oídos y se le soltó el
impedimento de la lengua.” Hay que notar con esto, que si el Salvador dijo “Abríos”
fue porque los oídos de aquel sordo estaban cerrados. Mas a quien le abren los
oídos del corazón para escuchar dócilmente, se le suelta también sin duda
alguna, por una consecuencia necesaria, el impedimento de la lengua, para
enseñar a los demás a hacer el bien que él mismo practica. Con razón pues se añadió: “Y hablaba correctamente.” En
efecto, habla como conviene, aquel cuya obediencia comienza por participar lo
que su palabra recomienda que hagan los demás.