viernes, 3 de junio de 2016

¿QUIÉN NO PAGARÁ CON AMOR A QUIÉN TANTO NOS AMA? San Buenaventura


Homilía de maitines

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO

Homilía de San Buenaventura, obispo
Libro del Árbol de la vida, num. 30
Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: Mirarán a quien traspasaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que brota para comunicar vida eterna. Levántate, pues, alma amiga de Cristo, no dejes de estar alerta; aplica a ella tus labios para que bebas el agua de las fuentes del Salvador.
De la Vid mística, cap. 3
Ya que una vez nos hemos acercado al Corazón dulcísimo de nuestro Señor Jesucristo y tan grato nos es estar aquí, no nos dejemos separar fácilmente de él. ¡Oh cuán dulce, cuán agradable es habitar en este Corazón! Vuestro Corazón, oh Buen Jesús, es un rico tesoro, una perla preciosa, que encontramos en el campo cavado de vuestro cuerpo. ¿Quién despreciaría esta perla preciosa? Por mi parte, yo daré por ellas todas las demás perlas; trocaré, para comprarla, mis pensamientos y afectos; arrojando todas mis preocupaciones en el Corazón del buen Jesús, el cual me alimentará sin defraudarme en nada. Y como quiera que he hallado vuestro Corazón, que es también mío, oh dulcísimo Jesús, os ruego, a vos que sois mi Dios: recibid mis preces en este santuario donde dais audiencia, o más bien, atraedme todo entero a vuestro Corazón.
Para esto, cabalmente, fue abierto vuestro costado, para franquearnos la entrada. Para esto fue llagado vuestro Corazón, para que pudiéramos morar en él al abrigo de las perturbaciones del  exterior. Y, lo que es más, fue también llagado, para que la herida visible nos revelara la herida invisible del amor. ¿Podía manifestarnos más evidentemente este ardiente amor que dejándose atravesar por la lanza no sólo en su cuerpo sino en su mismo Corazón? La herida corporal pone al descubierto, de esta suerte, la herida espiritual. Siendo así, ¿Quién no amará a aquel corazón  herido tan en lo profundo? ¿Quién no pagará con amor a quién tanto nos ama? ¿Quién no abrazará a tan casto amante? Por esto nosotros, aun mientras vivimos en el cuerpo, devolvamos, según la medida de nuestras fuerzas, amor por amor, abracemos al que vemos llagado por nosotros, a aquel cuyas manos y pies, cuyo costado y corazón horadaron unos viñadores crueles, y pidámosle se digne encadenar con los vínculos de su amor y herir con su dardo a este nuestro corazón, tan duro aún y tan impenitente.