COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
MIÉRCOLES
DE LA II DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Comentario de Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Es efectivamente laudable
el desear trabajar, porque esto es natural en nosotros y nuestra mayor
recompensa; pero el ambicionar los honores del poder es una vanidad porque la
adquisición de esos honores depende de los altos juicios de Dios y aun cuando
los tengamos, no por eso merecemos ni tenemos derecho a la corona de justicia.
Porque no será honrado por Dios el apóstol por ser apóstol sino porque cumplió
bien los deberes que impone el apostolado. Tampoco el apóstol fue condecorado
con el honor de apóstol por sus méritos anteriores, sino que por las
inclinaciones y la disposición de su alma fue juzgado apto para el apostolado.
Los primeros puestos buscan siempre al que no los quiere y huyen del que los
desea. Debemos, por consiguiente, desear, no los puestos más elevados, sino la
vida mejor. De ahí es que, deseando el Señor matar la ambición de los dos
hermanos y la indignación de los otros apóstoles, les propone la diferencia que
existe entre los príncipes del mundo y los príncipes de la Iglesia, haciéndoles
ver que el principado en Cristo ni debe ser apetecido por el que no lo tiene,
ni debe ser envidiado cuando lo tiene otro. Los príncipes del mundo se dedican
a dominar a sus inferiores, a reducirlos a la servidumbre, a servirse de ellos
hasta perder sus vidas cuando así lo creen conveniente los príncipes para su
propia utilidad o gloria. Los príncipes de la Iglesia, en cambio, están
destinados a servir a sus inferiores, a darles cuanto recibieron de Cristo, a
despreciar sus propios intereses, a cuidar por los de sus inferiores y a no
rehusar la muerte cuando está de por medio la salvación de los inferiores. Es,
pues, injusto y de ninguna utilidad el desear la primacía de la Iglesia. Porque
ningún hombre cuerdo quiere someterse a semejante tarea y al peligro en que
está de perderse por tener que dar cuenta de toda la Iglesia, a no ser que no
tema los juicios de Dios, abuse del poder eclesiástico y lo convierta en poder
temporal.