COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
VIERNES
DE LA I SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Comentario de san
Juan Crisóstomo, in Ioannem, hom. 35
Según mi parecer, era el día de
la fiesta de Pentecostés 1. Subió Jesús a Jerusalén, como siempre en los días
de las fiestas, para que los judíos, viendo que las celebraba con ellos, no lo
considerasen como enemigo de la Ley. Y por esta razón podría atraer a la
multitud sencilla por medio de milagros y de enseñanzas, especialmente en los
días de fiesta, que era cuando concurrían y se ponían cerca de El.
Convenía, por tanto, que se
diese a conocer el bautismo, limpiando de los pecados, cuya imagen quedó
representada en la piscina, así como de otras maneras. Primeramente dio el
Señor el agua que limpia las inmundicias de los cuerpos y las maldades que,
aunque no existen en realidad, se cree que existen, como son las que provienen
de los cadáveres corruptos y de la lepra, y que se consideran como contagiosas.
Además, hizo que pudiesen curarse varias enfermedades por medio del agua. Por
esto sigue: "En estos yacía grande multitud de enfermos", etc. Y
queriendo el Señor llevar consigo la gracia del bautismo, no sólo cura los
pecados, sino que también las enfermedades. Y así como los ministros que están
cerca del rey son más estimados que los que están lejos, así acontece también
en los milagros. Mas no curaba sencillamente con el sólo tacto de las aguas
-aun cuando esto siempre sucedía-, sino por medio de la bajada de un ángel. Por
esto sigue: "Porque un ángel del Señor descendía en cierto tiempo a la
piscina, y se movía el agua". Así sucede en los bautizados, que no es el
agua únicamente la que opera, sino que cuando recibe la gracia del Espíritu
Santo, entonces es cuando purifica todos los pecados. Cuando bajaba el ángel,
movía el agua y le comunicaba la virtud de sanar, para que sepan los judíos que
con mucha mayor razón el Señor de los ángeles podría curar todas las
enfermedades del alma. Pero allí la enfermedad era un obstáculo para el que
deseaba curarse, pues añade: "y el que primero entraba en la piscina,
después del movimiento del agua, quedaba sano", etc. Pero ahora todos
pueden acercarse al bautismo, porque no es un ángel quien mueve las aguas, sino
el Señor de los ángeles, que todo lo hace. Y aun cuando vengan los hombres de
todo el mundo, la gracia no se consume, sino que se conserva igual; y así como
los rayos del sol alumbran todo el día y no se consumen ni disminuye su luz
porque alcance a muchos, así la acción del Espíritu Santo mucho menos disminuye
en los que la reciben, por grande que sea la multitud de aquéllos sobre quienes
descansa. Y solamente se curaba uno después del movimiento de las aguas, para
que aprendiesen que con el agua se curaban las enfermedades del cuerpo. De esta
forma, ejercitados por mucho tiempo, creerían también que por medio del agua se
pueden curar las enfermedades del alma.
No le cura en seguida en cuanto
entra, sino que primero se le hace amigo y, por medio de preguntas, le presenta
el camino de la fe, que habría de tomar después. Y no prueba su fe, como lo
hizo respecto de los ciegos, cuando les decía: "¿Creéis que yo puedo hacer
esto?" ( Mt 9,28). Porque éste aún no lo conocía claramente. Unos conocían
su poder en otras cosas y oían esto muy convenientemente, pero a otros, que aun
no lo conocían sino que lo harían por medio de sus signos, se les preguntó
acerca de su fe después de ocurrido el milagro. Por esto sigue: "Y cuando
Jesús vio que yacía aquel hombre y conoció que estaba ya hace mucho
tiempo", etc. No le pregunta esto para saberlo, porque esto sería
innecesario, sino para dar a conocer la paciencia del hombre en el espacio de
treinta y ocho años y que todos los años acudía esperando quedar libre de su
enfermedad, y para que conozcamos también la razón por qué, prescindiendo de
los demás, se fijó en éste. Y no dice "si quieres, te curaré", porque
aun no esperaba cosa grande de Jesucristo. Y no se turbó por la pregunta, ni
dijo: has venido a injuriarme, cuando me preguntas si quiero ser sano, sino que
le responde con mansedumbre. Por esto sigue: "El enfermo le respondió:
Señor, no tengo hombre", etc. No había conocido quién era el que
preguntaba, ni que podría curarle; únicamente creía que Jesucristo serviría
para introducirle en el agua. Pero el Señor le manifestó que todo podía hacerlo
con su palabra. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho,
y anda".