6 de febrero
SAN TITO, OBISPO Y CONFESOR
Tito, obispo de Creta, iniciado en los misterios de la fe cristiana y en los sacramentos por las enseñanzas del apóstol San Pablo, brilló con tal santidad en la Iglesia naciente, que mereció ser admitido entre los discípulos del Apóstol. Escogido para el ministerio de la predicación, se hizo amar del apóstol San Pablo por su ardor en la evangelización y por su fidelidad, que él mismo, viniendo a Tróade por el Evangelio de Cristo, aseguró no haber tenido reposo su espíritu, porque no halló en aquella ciudad a Tito, su hermano. Y poco después, dirigiéndose a Macedonia, de nuevo expresó así su afecto para con él: “Pero Dios, que consuela a los humildes, nos ha consolado con la venida de Tito”.
Enviado por el Apóstol a Corinto, desempeñó con sabiduría y prudencia la legación, cuyo principal objeto fue la colecta de limosnas para aliviar la pobreza de la Iglesia de Jerusalén; mantuvo a los corintios en la fe de Cristo; les movió a un gran afecto, acompañado de lágrimas hacia Pablo, que fue quien primero les instruyó. Tras haber viajado por tierra y por mar para sembrar la semilla de la palabra divina entre los gentiles de diversas naciones y lenguas, y de haber sostenido con gran fortaleza de ánimo cuidados y fatigas por el triunfo de la cruz, arribó a la isla de Creta en compañía de Pablo, su maestro. Escogido para obispo de aquella iglesia por el Apóstol, desempeñó ciertamente su cargo en tal forma, que pudo presentarse, según el consejo del mismo Apóstol que le había instruido, “como modelo de buenas obras en la doctrina, en la integridad y en la gravedad”.
Así, pues, difundió la luz de la religión como lumbrera resplandeciente entre los que estaban sentados en las tinieblas de la idolatría y de los errores. Se dice que sufrió muchos trabajos entre los dálmatas para levantar allí el estandarte de la Cruz. Finalmente, lleno de días y méritos, a los 94 años, el día 4 de enero se durmió en el Señor con la muerte de los justos, y fue sepultado en la iglesia de la cual había sido constituido ministro por el Apóstol. El nombre de este Santo, alabado en gran manera por San Juan Crisóstomo y San Jerónimo, le vemos inscrito en este mismo día en el Martirologio Romano. El Papa Pío IX mandó que su fiesta se celebrase por toda la Iglesia.
Oremos.
Oh Dios, que adornaste al bienaventurado Tito, tu Confesor y Pontífice, con apostólicas virtudes, concédenos por sus méritos e intercesión, que viviendo justa y piadosamente en este siglo, merezcamos llegar a la patria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.