miércoles, 10 de julio de 2024

11 de julio.- AMOR Y FE EN EL ESCAPULARIO. MES DE JULIO EN HONOR A LA VIRGEN DEL CARMEN

 


11 de julio

AMOR Y FE EN EL ESCAPULARIO

“Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

MES DE JULIO EN HONOR

A LA VIRGEN DEL CARMEN

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en este ejercicio consagrado a vuestra devoción, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo:

3 Avemarías

11 de julio

AMOR Y FE EN EL ESCAPULARIO

“Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

La revista RC (febrero 1990, págs. 33-34), traía este precioso testimonio de fe y amor al "Vestido de María", que escribía una suscriptora:

"Mis padres eran buenos cristianos, amaban mucho a Dios; en casa de mi marido eran "buenas personas", no hacían daño a nadie, pero se lo hacían a sí mismos al vivir alejados de Dios. Al casarnos, en lo único que no estábamos de acuerdo mi marido y yo era en el amor a Dios y a su Iglesia; pero yo amaba a mi esposo y también él me quería, y yo me apoyaba en Dios, que es amor.

Muchas veces fue motivo de algún pequeño enfado el que yo fuera entre semana a Misa, pero necesitaba pedir mucho a Dios por los dos. Empecé a pedir al Corazón de Jesús y a su Santísima Madre la gracia de que mi esposo los amara a ellos por encima de todo amor, más que a mí y más que a mis hijos. Y Dios, que es Amor y rico para todos los que le invocan, hizo que, al mismo tiempo que mi esposo conocía mejor a Dios, me quisiera mucho más a mí. Así nos íbamos entendiendo mejor.

Un día le dije a mi esposo, que llevaba una medalla­escapulario, que la cambiara por un escapulario de tela; le dije que por su trabajo -conductor de camión, casi siempre en la carretera- corría mucho peligro, y estaría más protegido con el Escapulario de tela; él se negó de todas las maneras que se puede decir "no", aduciendo que sudaba mucho con su trabajo, y que era lo mismo el Escapulario de tela que la medalla. Yo le insistía que el metal es como un adorno frío, en cambio el Escapulario de tela es como un pedacito del manto de una Madre que ama mucho a sus hijos y quiere darles el calor y protección. Pero una vez más él dijo "no", y yo entonces acudí a la Santísima Virgen: "Madre, tú verás, yo nada puedo hacer".

Pasaron los días. En uno de sus viajes estaba mi esposo descargando el camión y sintió prisa por terminar, ansias de ir a la iglesia y rezar a la Virgen. Al terminar su trabajo era ya el atardecer y aún no había comido y estaba cansado; pero se fue a los pies de la Virgen y, de rodillas, empezó a rezar el rosario, contando con los dedos; se acercó una señora y, sin hablar, le da un rosario, que él pensó le dejaba para que rezara con él. Mientras seguía rezando, vio que de la Virgen del Carmen se movía el Escapulario que llevaba en la mano, hacia delante y hacia atrás. La imagen estaba dentro de una hornacina de cristal, y él pensó: "estoy cansado y veo lo que no existe; debe ser por la debilidad de no haber comido".

Siguió rezando, y por segunda vez vio que se movía el Escapulario de la imagen y se salía por el cristal. Mirando fijamente y sin comprender lo que pasaba, le dijo a la Virgen:

-"Madre mía, si quieres decirme algo, haz que yo lo entienda".

Por tercera vez se movió el Escapulario; y entonces, sí, mi esposo recordó las veces que yo le decía que llevara el Escapulario de tela, y comprendió que era la Virgen misma quien ahora se lo decía.

- "Madre mía, si tú lo quieres así, tan pronto como encuentre un Escapulario o vaya a casa me lo pondré el tuyo de tela".

Lleno de alegría y muy emocionado, terminó de rezar y fue a devolver el rosario a la señora que se lo había dejado. Pero ésta, señalando a la imagen y sin hablar, se lo dio otra vez, como indicando que era la Virgen quien quería que mi esposo tuviera un rosario.

-"Señora -dice él-, he terminado, y ya me voy, tengo que irme a trabajar…".

De nuevo ella, sin hablar y señalando a la imagen, y de la imagen a mi marido, le da el rosario.

Pueden imaginarse cómo se sentía mi esposo: primero el escapulario y luego el rosario... Salió de la iglesia con una alegría como jamás antes había sentido; no esperó llegar a casa para decírmelo. Me llamó por teléfono, y casi sin poder hablar por la emoción, me lo comunicó.

Han pasado catorce años. Para él, el Escapulario de tela es el mejor de los tesoros; no le importa que en verano, cuando está trabajando, se vea el Escapulario y algunos se sonrían y lo miren como algo raro. Él lo luce como el mejor regalo. Todos los días reza el rosario a nuestra Madre; si va en la carretera, con un rosario de aro en el dedo; en el camión lleva la estampa de la mejor de las Madres.

Desde que nos casamos han pasado veintisiete años. El amor a Dios, que en un principio nos separaba, hoy es el lazo que más nos une; es más, si se puede decir de alguna forma, yo diría que mi esposo está más cerca de Dios.

Doy gracias por su infinita misericordia y el inmenso amor que tiene a toda mi familia, sin merecerlo".

 

Oración final para todos los días

Infinitas gracias os damos, soberana Princesa, por los favores que todos los días recibimos de vuestra benéfica mano; dignaos, Señora, tenernos ahora y siempre bajo vuestra protección y amparo; y para más obligaros, os saludamos con una Salve:

 

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

***

Querido hermano comparte esta devoción con tus familiares y amigos para que muchos conozcan y amen a la Virgen.

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Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros.

Ave María Purísima, sin pecado concebida.