jueves, 30 de mayo de 2019

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, NUESTRA GLORIA. San Juan Bautista de la Salle



MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
San Juan Bautista de la Salle  
Jesucristo no vino al mundo más que a darnos la Ley nueva y a obrar los misterios de nuestra redención; por eso, una vez satisfechas plenamente todas las funciones de su ministerio como legislador y redentor de los hombres, nada le detenía ya en la tierra.Y hasta parece que su permanencia en el mundo implicaba cierta situación violenta, pues el centro de su Cuerpo glorioso eran los Cielos y, su lugar, la derecha del Padre (1).A pesar de todo, el trato que aún debía mantener con los hombres, le obligaba a velar el brillo de su gloria en sus apariciones. 
Apartados del siglo como estáis vosotros, debéis vivir desasidos en absoluto de todas las inclinaciones humanas, que propenden exclusivamente a la tierra; con el fin de aspirar sólo al cielo y tener elevado de continuo vuestro espíritu y corazón hacia él. Porque nacisteis para el cielo; sólo por el cielo debéis trabajar, y no hallaréis perfecto descanso más que en el cielo. 
Este es el día en que deja Jesucristo la tierra para elevarse a los cielos; " allí ha establecido y fijado su morada para siempre " (2).
Allí se presta hoy su santísima Humanidad a ser adorada por todos los ángeles, y por todos los justos que han entrado en la gloria con Él para tomar posesión de la felicidad eterna.
Adorad con todos los bienaventurados esta sagrada Humanidad, a la que ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra (3); uníos allí a todos ellos para mostrarle vuestra gratitud y reverenciarla cuanto se merece; reconoced que en ella, según dice san Pablo, se hallan todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría de Dios (4). De ella, como de fuente, saca el Salvador todas las gracias que derrama sobre aquellos hombres que por sus buenas obras y su piedad se hacen merecedores de recibirlas.
¿Cuándo podréis decir vosotros con san Esteban que veis los cielos abiertos y a Jesucristo, que está allí dispuesto a comunicaros sus gracias? (5). Pedidle, sobre todo, la de no ocuparos ya más que en las cosas de arriba.
Reconoced que la subida de Jesucristo al cielo supone para vosotros ventaja singularísima; pues de allá proceden todos los dones que han de enriquecer y hermosear vuestra alma.
Porque, efectivamente, en virtud de la potestad que hoy recibe Jesucristo sobre todas las criaturas, tanto del cielo como de la tierra, se muestra El liberal con los hombres: en cuanto " cabeza suya " (6), les da parte en la vida de la gracia, cuya plenitud El posee; y en su calidad de mediador (7), presenta vuestras oraciones y buenas obras a Dios su Padre, e intercede El mismo por vosotros para alcanzaros la divina misericordia e impedir que se descargue su ira cuando le ofendáis.
Proclamad, pues, con san Agustín, que la Ascensión de Jesucristo constituye vuestra gloria, el motivo de vuestra esperanza y la prenda de vuestra felicidad. Haceos merecedores de tener a Jesucristo por vuestro Soberano, vuestra Cabeza y vuestro Mediador en el cielo.

EVANGELIO DEL DÍA: DESPUÉS DE HABLARLES, EL SEÑOR JESÚS FUE LLEVADO AL CIELO


LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Mc l6, 14-20
Comentarios al Evangelio

miércoles, 29 de mayo de 2019

EVANGELIO DEL DIA: PADRE, HA LLEGADO LA HORA; GLORIFICA A TU HIJO

VIGILIA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR 
Forma Extraordinaria del Rito Romano     
En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Jn 17,1-11

COMENTARIOS
Benedicto XVI  LA ORACIÓN DE JESÚS DECLARA SU DISPONIBILIDAD Y OBEDIENCIA

DE LO QUE HA DE PEDIRSE EN LA ORACIÓN. San Juan Bautista de la Salle


MEDITACIÓN PARA LA VIGILIA DE LA ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO   
San Juan Bautista de la Salle 
De lo que ha de pedirse a Dios en la Oración 
En el evangelio que se lee este día y en lo restante del mismo capítulo, donde se incluye la oración que dirige a su Padre en favor de sus santos Apóstoles; nos da a entender Jesucristo las cosas que debemos pedir a Dios.
No impetra para ellos cosas humanas ni temporales, porque no había venido al mundo para procurárselas a los hombres, y porque, reconociendo que es su Eterno Padre quien le ha deparado sus Discípulos, que a El le pertenecen y que incluso es El quien los ha destinado a predicar el Evangelio y a trabajar en la salvación de las almas; no debe pedir por ellos a su Padre otras cosas sino las que puedan contribuir al fin para el que fueron por Él elegidos. Ésa es la razón de que Jesucristo implore del Padre Eterno, particularmente, tres cosas en su plegaria:
Primera, el alejamiento del pecado, con las siguientes palabras: Presérvalos del mal (1).
Lo mismo debéis solicitar, en primer término, también vosotros de Dios hasta conseguirlo: tal horror de cuanto se asemeje a la culpa, que os abstengáis, como quiere san Pablo, de cuanto tiene aun sombra y apariencia de mal (2). Y, como ése es un bien que no podéis alcanzar por vosotros mismos, importa mucho que solicitéis de continuo la ayuda de Dios para alcanzarlo.
Pedidle, pues, insistentemente que nada os torne desagradables a sus ojos, ya que estáis obligados a inspirar su amor en los corazones de aquellos que educáis.
¿Lo hacéis así? ¿Es eso lo que reclamáis de Dios en las plegarias que le dirigís?
Lo que, en segundo lugar, pide Jesucristo al Eterno Padre por los santos Apóstoles en esta oración, es que los santifique en la verdad (3); o sea, que no sólo los santifique con santidad exterior, semejante a la exigida en la antigua Ley; sino que purifique sus corazones y los santifique con la gracia y la comunicación de la santidad divina que se halla en Jesucristo, y de la cual han de hacerse ellos partícipes, para poder contribuir a la antificación de los otros.
Añade Jesucristo que " con ese fin se ofrece Él al Padre y quiere sacrificarse por la muerte que va a padecer en la cruz " (4).
Ya que fuisteis elegidos para procurar en vuestro estado la santificación de los alumnos, tenéis que ser santos vosotros con santidad no común; puesto que a vosotros corresponde comunicarles a ellos la santidad, tanto por el buen ejemplo, como por las palabras de salvación que debéis anunciarles todos los días.
La aplicación interna a la oración, la afición a los ejercicios piadosos, la fidelidad en dedicaros a ellos y en amoldaros a todas las prácticas de comunidad, os ayudarán particularmente a adquirir esa santidad y perfección, que desea ver Dios en vosotros.
Pedídsela todos los días con insistencia, y tomadlo tan a pechos, que no os canséis de impetrarla hasta que la hayáis conseguido.
Lo tercero que Jesucristo pide al Eterno Padre para sus santos Apóstoles, en su oración del evangelio de este día, es unión muy estrecha de ellos entre sí: unión tan íntima y estable, que desea Él " se asemeje a la que existe entre las tres divinas Personas " (5); no en todo, puesto que las tres tienen una sola esencia; mas sí por participación, y de tal manera, que la unión de espíritu y corazón que Jesucristo ansía entre los Apóstoles, produzca el mismo efecto que la unión esencial existente entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a saber, que todos ellos tengan unos para con otros el mismo sentir y el mismo querer; las mismas aficiones las mismas máximas e idéntica conducta.
Eso recomienda san Pablo a los fieles en sus cartas (6). Eso es también lo que más descolló entre los santos Apóstoles y en los primeros discípulos de Jesucristo, según refiere san Lucas en los Hechos de los Apóstoles: Tenían todos, dice, un solo corazón y una sola alma (7)
Habiéndoos llamado Dios por su gracia a vivir en comunidad, no hay cosa que debáis pedirle con mayor insistencia que esa unión de corazón y de espíritu con vuestros Hermanos, porque sólo mediante tal unión conseguiréis la paz, en la que ha de consistir toda la felicidad de vuestra vida.
Instad, pues, al Dios de los corazones que del vuestro y del de vuestros Hermanos, forme uno solo en el de Jesús.

martes, 28 de mayo de 2019

EL AMOR A LA ORACIÓN. San Juan Bautista de la Salle




MEDITACIÓN PARA EL MARTES DE ROGATIVAS
San Juan Bautista de la Salle   
 Del amor a la Oración  
Para urgirles instantemente a orar, asegura de manera positiva Jesucristo a los hombres, que todo cuanto en la oración pidieren, lo recibirán: Todo el que pide recibe (1).
La oración produce su efecto por sí misma, y eso, en virtud de haberlo Dios prometido; de modo, que cuanto más se le pide, tanto más da; porque Dios se complace vivísimamente en enriquecer a los hombres. " No nos instaría tanto a que le pidiéramos, dice san Agustín, si no estuviera dispuesto a dárnoslo, y si no lo quisiera efectivamente "
Confundíos, por tanto, de veros tan cobardes y negligentes en dirigir vuestras súplicas a Dios, que está más dispuesto a complaceros que vosotros decididos a pedirle.
Más compasión tiene El de vuestra miseria, que deseo vosotros de libraros de ella.
Animaos, pues, a dar crédito al que tan ardientemente os insta; haceos dignos de sus promesas, y complaceos en acudir a Él. " ¿Quién esperó obtener de Dios alguna cosa y quedó defraudado? ", pregunta san Agustín.
Dos razones da Jesucristo en el santo Evangelio sobre la eficacia de la oración.
Primera, la fe y confianza con que se acude a ella: Todo cuanto pidiereis " con fe " en la oración, lo conseguiréis, afirma Jesucristo (2).
El que dice todo indistintamente, nada exceptúa. ¿Quién osaría creer que tiene la fe tal eficacia como para alcanzar infaliblemente cuanto se pide a Dios, si el Hijo mismo de Dios, verdad por esencia, no lo asegurase?
Y no sólo os lo asegura con sus palabras: os dio de ello ejemplo admirable en aquella mujer cananea que, luego de importunar con sus instancias a Jesucristo para que librase a su hija de la posesión del diablo, mereció del Señor que accediese a su súplica, tan sólo en consideración a su fe: ¡Oh mujer, le dijo Jesús, " cuán grande es tu fe ", hágase según tu deseo! (3).
Persuadíos, por tanto, de que está Dios dispuesto a no rehusaros cosa alguna que le pidiereis con fe y confianza en su bondad.
La segunda razón de que Dios conceda cuanto se le pide, es la humildad con que se solicita de Él aquello de que se tiene necesidad; pues, como muy bien dice el Sabio: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes (4). Quiere decir que nada otorga a aquéllos; mientras que a éstos nada les rehúsa.
Esta verdad nos enseña de modo evidente Jesucristo en la parábola del fariseo y del publicano: ambos oraban a la vez en el Templo; mas de ellos dice Jesucristo que el último volvió a su casa justificado, pero no así el primero; y la razón que de ello da inmediatamente es que todo el que se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado (5).
Como si dijera que la oración del primero no fue atendida por ir acompañada de sentimientos de soberbia; y que el segundo, no obstante la gravedad de los pecados que había cometido, obtuvo de ellos plena remisión, y volvió justificado a su casa, en gracia a la contrición y a la humildad con que se había presentado delante de Dios.
Cuando, pues, dirijáis a Dios vuestras preces, sea con tanta humildad, que no pueda rehusaros nada de cuanto le pedís.

lunes, 27 de mayo de 2019

SOBRE LA OBLIGACIÓN DE ORAR POR LOS QUE ESTÁN A NUESTRO CARGO. san Juan Baustia de la Salle



MEDITACIÓN PARA EL LUNES DE ROGATIVAS
San Juan Bautista de la Salle   
Sobre la obligación de orar por aquellos a quienes tenemos cargo de instruir. 
Jesucristo os manifiesta en la parábola que trae el evangelio de este día, la obligación que tenéis de prestar atención a las necesidades de aquellos que instruís. Si alguno de vosotros, dice, fuere a media noche en busca de uno de sus amigos y le dijere: préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa y no tengo nada que darle... (1).
Al exponer esta parábola, dice san Agustín que ese amigo peregrino es el hombre que, tras de haber frecuentado la senda de la iniquidad y haber concedido rienda suelta a sus pasiones en el mundo, sin encontrar: en él otra cosa que vanidad, miseria, vicios y pesadumbres; en su indigencia, se dirige a vosotros para solicitar ayuda, seguro de que habéis recibido gracia para sostener a los débiles, enseñar a los ignorantes y corregir a los delincuentes.
Viene a vosotros como viajero extenuado y rendido, para rogaros que le aliviéis en su necesidad.
Tal es la condición en que se encuentran los que os encarga la Providencia de instruir y educar en la religión. Es Dios mismo quien los encamina hacia vosotros; es Dios también quien os constituye responsables de su salvación, y quien os impone el deber de subvenir a todas sus necesidades espirituales.
Esa debe ser asimismo vuestra constante preocupación.
Los niños que acuden a vosotros, o han crecido faltos de educación, o la han recibido mala o, si alguna buena enseñanza recibieron, las malas compañías o sus perversas costumbres les han impedido aprovecharse de ella. Os los manda Dios para que les infundáis el espíritu del cristianismo y los eduquéis según las máximas del Evangelio.
Por vuestra parte, estáis obligados a instruiros, dice san Agustín, porque sería caso de sonrojarse si os vierais en la precisión de enseñar lo que no sabéis, o de exhortar a la práctica de lo que no cumplís.
Pedid, pues, a Dios aquello de que carezcáis, a fin de que os dé con plenitud cuanto os falte; a saber, espíritu cristiano y profunda religiosidad.
Los que vienen a vosotros lo hacen a media noche para significar, agrega san Agustín, su mucha ignorancia. La necesidad es en ellos apremiante, y vosotros no tenéis con qué remediarla: la fe sencilla en los misterios, sería suficiente para vosotros, pero no os basta para con ellos. ¿Vais a dejarles desamparados y sin instrucción? Acudid a Dios, llamad a su puerta, orad y suplicad con insistencia hasta haceros importunos.
Los tres panes que debéis pedir, según el mismo Padre, simbolizan el conocimiento de las tres divinas Personas; si lo obtenéis de Dios, tendréis con qué nutrir a quienes se encaminan a vosotros, necesitados de enseñanza.
Debéis considerar a los niños cuya instrucción corre a vuestro cuidado como huérfanos pobres y desválidos; pues, si la mayor parte cuentan con padre terreno, es, en realidad, como si no lo tuvieran, pues viven dejados a sí mismos en lo concerniente a la salvación del alma. Ésa es la razón de que los someta Dios, de algún modo, a vuestra tutela.
El los mira piadosamente y cuida de ellos como quien es su protector, su apoyo y su padre; pero se descarga en vosotros de ese cuidado. El bondadoso Dios los pone en vuestras manos, y toma sobre Sí el otorgarles cuanto le pidáis por ellos: la piedad, la modestia, la mesura, la pureza, el alejamiento de las compañías que pudieran serles peligrosas.
Y, como sabe que por vosotros mismos no tenéis ni la necesaria virtud ni poder bastante para comunicar todas estas cosas a los niños de quienes estáis encargados, quiere que frecuentemente se las pidáis para ellos con fervor e insistencia, a fin de que, merced a vuestros desvelos, nada les falte de cuanto necesiten para su salvación.

domingo, 26 de mayo de 2019

LA NECESIDAD DE LA ORACIÓN. San Juan Bautista de la Salle

 
 Sobre la necesidad de la Oración.
 MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO QUINTO DESPUÉS DE PASCUA
San Juan Bautista de la Salle 
Pedid y recibiréis (1). Con estas palabras del evangelio de hoy quiere darnos a conocer Jesucristo que, pues tenemos necesidad de recibir sus gracias, debemos también pedírselas; y que, pues Dios está dispuesto a dárnoslas, nos ha suministrado el medio seguro para obtenerlas: la oración. Medio de uso muy fácil, ya que lo tenemos siempre a mano y en condiciones de servirnos de él cuando gustemos.
A fin de darnos a entender la facilidad con que puede obrarse el bien dice, por eso, san Agustín: " Si os veis impotentes para obrar, ya a causa de vuestra flaqueza, ya por lo violento de la tentación, ya por otro motivo cualquiera; acudid a la oración, que os comunicará infaliblemente el poder ejecutar lo que excede a vuestras fuerzas naturales ".
Cuando la práctica de la virtud se os haga, pues, cuesta arriba, tenéis que hacérosla fácil por la aplicación a la oración; y debéis acudir a ella sin tardanza, recordando estas palabras de Jesucristo: Pedid y recibiréis.
Lo que especialmente ha de moveros a orar, es la flaqueza a que el pecado os tiene reducidos; flaqueza que os haría incapaces de producir ningún bien sobrenatural. Y puesto que cada día somos más débiles, porque a diario caemos en nuevas culpas; cada día tenemos también necesidad mayor de ese auxilio.
" La oración, enseña san Juan Crisóstomo, es divino medicamento que arroja del corazón toda la malicia que en él encuentra, y lo llena de toda justicia. "
Por consiguiente, si aspiramos a vernos de todo en todo libres de pecado, nada mejor podemos hacer que darnos de lleno a la oración: por muchas que sean las culpas en que haya incurrido una persona que ame la oración,; a despecho de los mayores desórdenes, cuenta en ella con el recurso rápido y fácil para obtener la gracia de la penitencia y del perdón.
Pedid, pues, a Dios un corazón puro, que rehúya y deteste, no sólo los pecados más graves, sino todo cuanto pueda empañar vuestra conciencia y haceros menos gratos a Dios.
Estamos tan expuestos a las tentaciones que, al decir de Job, " nuestra vida es tentación constante " (2); de ahí que asegure san Pedro: El demonio nuestro enemigo, ronda de continuo en derredor nuestro, como león rugiente, buscando algún medio con que devorarnos (3).
Pues bien lo que nos pone en condiciones de resistirle es la oración.
Del demonio de la impureza, llega a decir Jesucristo, que " no es posible vencerlo sino por la oración y el ayuno " (4); y nombra la oración antes que el ayuno, para significarnos que, si bien es muy necesaria la mortificación para vencer al espíritu inmundo; es mucho más urgente aún armarse con la oración para triunfar en esa batalla.
Así, pues, cuando os veáis asaltados por el espíritu tentador, no ceséis de orar hasta que de todo punto le hayáis alejado de vosotros.

EVANGELIO DEL DOMINGO: En verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará

V DOMINGO DE PASCUA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Ese día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre». Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Jn 16, 23-30
COMENTARIOS AL EVANGELIO 
Homilía de maitines CUALQUIER COSA QUE SE PIDE CONTRA LOS INTERESES DE LA SALVACIÓN NO SE PIDE EN EL NOMBRE DEL SALVADOR. San Agustín
COMO DEBEMOS PEDIR. Santo Tomás de Villanueva
BENEDICTO XVI LA PALABRA DE DIOS Y EL ESPÍRITU SANTO

domingo, 19 de mayo de 2019

BENEFICIOS DE LAS PENAS INTERIORES Y EXTERIORES. San Juan Bautista de la Salle

De los provechos que nos acarrean las penas interiores y exteriores.
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE PASCUA 
San Juan Bautista de la Salle 

Cuando Jesucristo anunció a los Apóstoles que regresaba al que le había enviado, sus corazones se llenaron de tristeza (1).
La presencia del Maestro constituía para ellos todo su consuelo y su sostén; de ahí que se afligieran profundamente al oír que se verían pronto privados de ella. Se persuadían de que, al faltarles visiblemente Jesucristo, quedaban sin su apoyo, del que les parecía imposible prescindir. Por no haber recibido aún el Espíritu Santo, vivían apegados a lo sensible, sin elevarse más allá de lo que alcanzaban sus sentidos.
Cuando se deja el mundo, cuando - al dejarlo - se renuncia a los placeres de los sentidos, ocurre a veces, que tal renunciamiento se hace por puro gusto y por mero atractivo sensible hacia Dios y hacia las cosas divinas, el cual produce contento incomparablemente superior al de los sentidos. De modo que es un placer mayor el que mueve a privarse gustoso de otro mucho más pequeño; esto prueba que no se ha llegado aún al total desasimiento.
Pedid instantemente a Dios ese cabal desapego de lo sensible, para no aficionaros más que a Él solo, en quien se asienta toda la felicidad, tanto en la vida presente como en la futura.
Viendo Jesucristo que los Apóstoles se apenaban al oírle decir que pronto se alejaría de ellos, les dio a entender que " les era conveniente su partida " (2).
Quienes se han dado a Dios creen a menudo que la presencia sensible del Señor es lo único capaz de mantenerlos en la vida piadosa y que, si cayeren alguna vez en sequedades y penas interiores, degenerarían totalmente del grado de santidad a que Dios los había levantado; o les parece que al perder cierto gusto a la oración, y la facilidad para dedicarse a ella, todo está perdido, y Dios los ha desamparado por completo. Desolados interiormente, imaginan cerradas para ellos todas las sendas que conducen a Dios.
Ha de decírseles en tal coyuntura lo de Jesucristo a sus Apóstoles: que conviene se retire sensiblemente Dios de ellos y que, si soportan de buen grado la prueba, redundará en verdadera ganancia lo que ellos consideran pérdida.
La razón principal de que Jesucristo diga a sus Apóstoles que les conviene su partida del mundo es que, si El no se fuere, el Espíritu Consolador no vendría sobre ellos; mientras que, yéndose Él, se lo enviará (3)
Aprendamos de aquí que, algunas veces, es más provechoso verse privado de consuelos espirituales que gozar de ellos; porque, cuanto más desasido se hallare uno de lo que agrada a los sentidos, mayores facilidades encontrará para llegarse a Dios puramente, y con total desapego de todo lo criado. Entonces es cuando, en efecto, el Espíritu de Dios desciende al alma y la colma de sus gracias.
No os lamentéis, por tanto, en lo sucesivo, si os viereis desolados, ya interior, ya exteriormente; tened por cierto que cuanto más afligidos os sintiereis, tanta mayor facilidad experimentaréis para pertenecer de todo punto a Dios.

EVANGELIO DEL DÍA: CUANDO VENGA EL ESPÍRITU DE VERDAD, ÉL OS ENSEÑARÁ TODAS LAS VERDADES

IV DOMINGO DE PASCUA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí;  de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado.
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Jn 16,5-14
COMENTARIOS AL EVANGELIO
 Homilía de maitines ERAN CONSOLADOS CON SU PRESENCIA. San Agustín
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO. Santo Tomás de Villanueva 
LA REVELACIÓN DE LA VERDA. Santa Teresa de Jesús
Benedicto XVI - LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

martes, 14 de mayo de 2019

ARDIENTEMENTE HE DESEADO COMER ESTA PASCUA. Homilía



ARDIENTEMENTE HE DESEADO COMER ESTA PASCUA. Homilía
JUEVES SANTO 2019
«Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer» (Lc 22,15)
Llama la atención que en hora tan amarga, el Señor quisiera convocar a sus apóstoles y realizar la cena pascual con ellos. ¿Dónde está el motivo?
Quiso Jesucristo nuestro Señor comenzar la restauración de toda la creación y la redención del género humano por el mismo comienzo que vino la caída y el desastre del pecado: por una comida.
La muerte entró en el mundo por el pecado y el pecado fue comer del árbol prohibido. Recordemos el capítulo 3 de Génesis. Dios entrega al hombre toda la creación. Solamente establece un mandato: no comer del árbol del bien y del mal, porque la consecuencia es la muerte. La mujer y el hombre seducidos por la serpiente, desobedecen y toman del fruto, que se les presentó “apetitos” a la vista.
Por ello, Jesucristo comienza así su obra redentora instituyendo también un banquete: “que ardientemente ha deseado”
Fijémonos en este deseo ardiente de Jesucristo: ¿cuándo comenzó? En el mismo momento en que el hombre comió del árbol y pecó.
Un deseo ardiente que manifestó y anunció en la historia de la salvación. Recordemos:  
1.-La ofrenda de Abel. Sacrificio agradable a Dios, figura del sacrificio de Jesús:  Él es el mediador de la nueva alianza, que nos ha rociado con una sangre que habla más elocuentemente que la de Abel» (Hb 12,24).
2.-El sacrificio de Abrahán: Donde Dios pide como prueba de amor, el sacrificio del mismo hijo de la promesa, finalmente sustituido por un cordero. En cambio, en la Eucaristía Dios «no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Rm 8,32).
3.- La ofrenda del rey y sacerdote Melquisedec que ofrece pan y vino, bendiciendo al patriarca Abraham y a Dios por haberle dado la victoria sobre reyes poderosos (cf. Gén 14,18-20). Aquí, en esta Pascua instituida por Cristo, se ofrece también pan y vino, que son convertidos por el milagro de la transubstanciación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
4.-La fiesta de la Pascua: celebrando la liberación de la esclavitud de Egipto con el sacrificio y comida ritual del Cordero. Una Nueva Pascua instituye Jesucristo donde él es el Cordero Inmolado que se nos ofrece en alimento para el perdón de la peor esclavitud: el pecado.
5.- El maná del desierto: donde Dios provee el alimento al pueblo peregrino para que nos le falta el sustento de cada día. Así, Jesucristo se hace nuestro maná, alimento de vida, y vida eterna.
6.- Entre las profecías, destacar la de Isaías: “El Señor de los ejércitos preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de manjares suculentos, un banquete de vino añejo, pedazos escogidos con tuétano, y vino añejo refinado.” Monte que es el Calvario, que son nuestros altares, donde el Señor renueva su sacrificio y se nos ofrece en alimento.
El Señor nos ofrece un alimento en el Sacramento del Altar, que al contrario de fruto del árbol del paraíso, no está prohibido sino mandado comer: “Tomad y comed…” “Tomad y bebed”.
Un alimento que nos ofrece el Señor y que no es fuente de muerte sino de vida eterna: “Quien coma mi carne y beba mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré.”
Un alimento que nos ofrece el Señor, cuyo efecto no descubre nuestra desnudez sino que nos une y reviste de Jesucristo: nos llena de gracia y acrecienta en nosotros la vida divina. Comer del fruto prohibido fue pecado de orgullo, avaricia, glotonería, y desobediencia. En cambio, comulgar la Eucaristía nos infunde la humildad, pobreza, abstinencia y obediencia sembrando en nosotros la misma vida de Cristo.
Un alimento que el comerlo no nos expulsa del Paraíso, sino todo lo contrario, nos abre sus puertas y es anticipo del reino del cielo; un alimento que no tiene veneno mortal sino  que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre.
Comulguemos: comulguemos bien y con frecuencia, en las debidas disposiciones. Preparémonos cada día para tan gran convite, vivamos en acción de gracia por tan gran don, avivemos nuestros corazones con grandes deseos de corresponder a Cristo, que ardientemente desea comer su pascua con nosotros.
Sírvanos de ejemplo la oración del Kempis: “A Ti vengo, Señor, para disfrutar de tu don sagrado, y regocijarme en tu santo convite, que en tu dulzura preparaste, Dios mío, para el pobre. En Ti está cuanto puedo y debo desear; Tú eres mi salud y redención, mi esperanza y fortaleza, mi honor y mi gloria. Alegra, pues, hoy el alma de tu siervo, porque a Ti, Jesús mío, he levantado mi espíritu. Deseo yo recibirte ahora con devoción y reverencia, deseo hospedarte en mi casa de manera que merezca como Zaqueo tu bendición, y ser contado entre los hijos de Abrahán. Mi alma anhela tu sagrado cuerpo; mi corazón desea ser unido contigo.”
Queridos hermanos:
Nuestro Señor Jesucristo quiso instituir este banquete sagrado, pero no caigamos en la herejía protestante y en el pensamiento actual de muchos católicos: La santa misa no es una cena, ni un convite, ni una asamblea, ni una reunión… Es la renovación incruenta bajo las apariencias del Pan y Vino del mismo sacrificio de la Cruz que se renueva para el perdón de nuestros pecados.
La noche de jueves santo quiso el Señor instituir el sacrificio de la santa misa que se había de consumar horas más tarde en el sacrificio en la cruz. Aquella última cena, fue la primera santa misa, en las que tomando las especies sacramentales se realizó la primera transubstanciación: aquel pan y aquel vino quedaron convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. 
No es pan y vino lo que comulgamos, es el Cuerpo de Cristo entregado, es la Sangre de Cristo derramada.
No es un sacrificio “imaginario”, sino del todo verdadero. Es más: es el único sacrificio verdadero que puede borrar el pecado del mundo, pues su valor es infinito. En él, Jesucristo es la Víctima, Jesucristo es el Sacerdote y Jesucristo es el altar.
La santa misa es el sacrificio verdadero que el Señor confío a su Iglesia para que lo renovase cada día para el perdón de los pecados.
A este sacrificio verdadero, cada cristiano, como miembro del Cuerpo de Cristo ofrecido en la cruz, ha de unirse con su propia vida rindiendo a Dios el culto de adoración, acción de gracias, intercesión e imprecación del perdón por los pecados.
POR CRISTO, CON CRISTO Y EN CRISTO, cada uno de nosotros, rindamos todo honor y toda gloria a Dios Padre omnipotente en la unidad el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

domingo, 12 de mayo de 2019

LA FALSA ALEGRÍA Y LA VERDADERA ALEGRÍA. San Juan Bautista de la Salle

Sobre las falsas alegrías del mundo, y la verdadera alegría de los siervos de Dios
 MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE PASCUA
 San Juan Bautista de la Salle
Afirma Jesucristo en el evangelio de este día que el mundo se alegrará, mientras los servidores de Dios permanecerán algún tiempo en la tristeza; pero que tal tristeza se cambiará en gozo (1). Estas palabras os dan pie para ponderar la diferencia que existe entre el contento de los mundanos y el de los siervos de Dios.
La alegría del mundo es breve; la de aquellos que sirven a Dios no tendrá fin. Así se deduce de las palabras del santo Evangelio: " El mundano, dice Jesucristo, se alegrará "; mas ¿por cuánto tiempo? A mucho tirar, mientras viva en el mundo; en cuanto deje la tierra, o sea, pasada la vida presente, cesará su gozo, y la tristeza que ha de seguirle será eterna.
En cambio, la felicidad de los servidores de Dios será tal que, como asegura Jesucristo, nadie podrá arrebatársela. Si les sobrevienen motivos de pena y tristeza, será por poco tiempo, y la dicha que ha de seguir a sus pesares no tendrá fin.
¡Ay de aquellos que no piensan sino en vivir a gusto durante la vida, porque su alborozo será bien poco duradero!
La segunda diferencia que se da entre el gozo de los mundanos y el de los siervos de Dios es que, el de los primeros resulta superficial, mientras el de los segundos es solidísimo.
Esta distinción se aprecia en los términos utilizados por Jesucristo: del mundo, dice que se alegrará; en cambio, de los que sirven a Dios afirma que será su corazón el que se bañará en gozo.
Lo cual indica que la felicidad de los primeros es sólo aparente, porque en el mundo todo es ostentación y apariencia; mientras los servidores de Dios viven de asiento en el gozo: es su corazón el que se regocija, y el goce propio del corazón - sostén de la vida humana, por ser lo último que muere en el hombre - es solidísimo, según lo explica Jesucristo.
Su gozo no se ve fácilmente sujeto a alteración, porque se fundamenta en lo que es para ellos soporte de la vida de gracia; a saber, el amor de Dios y la comunicación con Él, por la oración y el uso de los sacramentos. De ahí se sigue que, siendo Dios quien sustenta y alimenta su gozo, éste se halla firmemente establecido, como basado en Dios.
Vuestra alegría es sólida si os regocijáis aun viéndoos oprimidos por los padecimientos y por las penas más amargas. En cambio, si reducís el contento al goce de los placeres sensibles, ¡ah! ; cuán cierto resultará entonces que todo es en él superficial, pues participa de la naturaleza misma de su objeto, que es un bien absolutamente frágil y perecedero!
Hay aún otra diferencia muy notable entre el contento de los mundanos y el de los siervos de Dios: la alegría de aquellos es de todo punto externa; la de éstos, interna, como radicada en el corazón.
De ahí que la menor pena turbe la felicidad de los mundanos y los sumerja en el abatimiento; al paso que el gozo de los siervos de Dios, por residir en lo íntimo de su ser, no puede menoscabarlo cosa alguna exterior; ya que nada procedente de afuera es capaz de adentrarse hasta lo íntimo del corazón, el cual se comunica sólo con lo externo en la medida en que se deja influir por los sentidos.
Y como la dicha de los justos tiene su causa en el amor de Dios, que se asienta en lo profundo de sus corazones, y el objeto de este amor es un bien permanente, inmutable y eterno; síguese que, mientras la caridad mantenga unida su alma a Dios, no pueden ser turbados en la posesión de tan delicioso contentamiento.
¿Procede del interior vuestro gozo? ¿No os entregáis de cuando en cuando a cierta alegría vana y del todo exterior?

EVANGELIO DEL DOMINGO: VUESTRA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA


III DOMINGO DE PASCUA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver». Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?». Y se preguntaban: «¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice». Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría.
Jn 16,16-22
COMENTARIOS AL EVANGELIO
HOMILÍA DE MAITINES. NO TARDA EL SEÑOR EN CUMPLIR LO PROMETIDO. San Agustín
 DIOS SE ESCONDE Y APARECE FRECUENTEMENTE. Santo Tomás de Villanueva 
 NO OS ESCONDÁIS, SEÑOR, DE MÍ. Santa Teresa de Jesús
DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA. Benedicto XVI
FORASTEROS EN TIERRA EXTRAÑA. Homilía del III domingo de Pascua
BUSCAD LAS COSAS DE ARRIBA. HOMILÍA