MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
San Juan Bautista de la Salle
Jesucristo
no vino al mundo más que a darnos la Ley nueva y a obrar los misterios de
nuestra redención; por eso, una vez satisfechas plenamente todas las funciones
de su ministerio como legislador y redentor de los hombres, nada le detenía ya
en la tierra.Y
hasta parece que su permanencia en el mundo implicaba cierta situación
violenta, pues el centro de su Cuerpo glorioso eran los Cielos y, su lugar, la
derecha del Padre (1).A
pesar de todo, el trato que aún debía mantener con los hombres, le obligaba a
velar el brillo de su gloria en sus apariciones.
Apartados
del siglo como estáis vosotros, debéis vivir desasidos en absoluto de todas
las inclinaciones humanas, que propenden exclusivamente a la tierra; con el fin
de aspirar sólo al cielo y tener elevado de continuo vuestro espíritu y
corazón hacia él. Porque nacisteis para el cielo; sólo por el cielo debéis
trabajar, y no hallaréis perfecto descanso más que en el cielo.
Este
es el día en que deja Jesucristo la tierra para elevarse a los cielos; "
allí ha establecido y fijado su morada para siempre " (2).
Allí
se presta hoy su santísima Humanidad a ser adorada por todos los ángeles, y
por todos los justos que han entrado en la gloria con Él para tomar posesión
de la felicidad eterna.
Adorad
con todos los bienaventurados esta sagrada Humanidad, a la que ha sido dado todo
poder en el cielo y en la tierra (3); uníos allí a todos ellos para mostrarle
vuestra gratitud y reverenciarla cuanto se merece; reconoced que en ella, según
dice san Pablo, se hallan todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría de
Dios (4). De ella, como de fuente, saca el Salvador todas las gracias que
derrama sobre aquellos hombres que por sus buenas obras y su piedad se hacen
merecedores de recibirlas.
¿Cuándo
podréis decir vosotros con san Esteban que veis los cielos abiertos y a
Jesucristo, que está allí dispuesto a comunicaros sus gracias? (5). Pedidle,
sobre todo, la de no ocuparos ya más que en las cosas de arriba.
Reconoced
que la subida de Jesucristo al cielo supone para vosotros ventaja singularísima;
pues de allá proceden todos los dones que han de enriquecer y hermosear vuestra
alma.
Porque,
efectivamente, en virtud de la potestad que hoy recibe Jesucristo sobre todas
las criaturas, tanto del cielo como de la tierra, se muestra El liberal con los
hombres: en cuanto " cabeza suya " (6), les da parte en la vida de la
gracia, cuya plenitud El posee; y en su calidad de mediador (7), presenta
vuestras oraciones y buenas obras a Dios su Padre, e intercede El mismo por
vosotros para alcanzaros la divina misericordia e impedir que se descargue su
ira cuando le ofendáis.
Proclamad,
pues, con san Agustín, que la Ascensión de Jesucristo constituye vuestra
gloria, el motivo de vuestra esperanza y la prenda de vuestra felicidad. Haceos
merecedores de tener a Jesucristo por vuestro Soberano, vuestra Cabeza y vuestro
Mediador en el cielo.