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sábado, 25 de junio de 2022

EL INMACULADO CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA. Santo Tomás de Aquino

 


EL INMACULADO CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Santo Tomás de Aquino

 

I. La Bienaventurada Virgen María fue purísima. Pues era necesario que la Madre de Dios brillase por una máxima pureza. Ninguna cosa es receptáculo de Dios, si no está limpia, según aquello de David: A tu casa conviene santidad, Señor (Psal., XCII, 5.) (1ª 2ae, q. LXXXI, a. 5, ad 3eum) La Bienaventurada Virgen no mereció la encarnación sino suponiendo que ella debía realizarse. Y así mereció que se verificase por ella, no ciertamente de condigno, sino por conveniencia; en cuanto que era conveniente que la Madre de Dios resplandeciese con tal pureza que no pudiera concebirse ninguna más grande después de la pureza divina, como dice San Anselmo. (3. Dist., 4, a. 4) II. La Bienaventurada Virgen hizo voto de virginidad. Ciertamente, las obras de perfección son más loables cuando se hacen por voto. La virginidad debió brillar principalmente en la Madre de Dios. Por lo tanto fue muy conveniente que su virginidad fuese consagrada por voto. Refiriéndose a ello dice San Agustín: “María contestó al Ángel de la Anunciación: ¿Cómo será esto, porque no conozco varón? (Lc 1, 34). Lo que no hubiera dicho si antes ella no hubiese ofrecido a Dios los votos de su virginidad.”

Como la plenitud de la gracia existió perfectamente en Cristo, y, no obstante, algún principio de ella existió anteriormente en su Madre, así también la observancia de los consejos, que es efecto de la gracia de Dios, comenzó perfectamente en Cristo pero de algún modo fue incoada en la Virgen, su Madre. (3ª, q. XXVIII, a. 4)

II. La Bienaventurada Virgen obtuvo la aureola de la virginidad. La aureola es una recompensa privilegiada que corresponde a una victoria privilegiada. Por eso hay tres aureolas según las victorias privilegiadas en tres luchas, propuestas a todo hombre. En la lucha contra la carne, el que obtiene la victoria más preciosa es aquel que se abstiene de los deleites carnales, como la Virgen. En la lucha contra el mundo, la victoria principal es la del que soporta la persecución del mundo hasta la muerte. En la lucha contra el diablo, la victoria principal es la que se obtiene cuando uno arroja al enemigo no sólo de sí mismo, sino también de los corazones de los demás, lo cual se lleva a cabo por la doctrina de la predicación. Por consiguiente, la aureola se debe a los vírgenes, a los mártires y a los predicadores o doctores. Luego la aureola es debida a la Bienaventurada Virgen, en la cual se da la virginidad perfectísima, que le ha valido el título de Virgen de las Vírgenes. Algunos objetan que no se le debe aureola, porque no soportó ninguna lucha con respecto a la continencia. Además, dicen otros que la Bienaventurada Virgen no tiene aureola por premio de la virginidad, si la aureola se toma propiamente en su relación con la lucha, pero que posee una cosa mayor que la aureola, por el propósito perfectísimo de guardar virginidad. Pero otros dicen que posee aureola excelentísima; pues aunque no sintió lucha, conoció, sin embargo, alguna lucha de la carne, mas a causa de la vehemencia de su virtud le estuvo de tal modo sujeta la carne que esa lucha le fue insensible. Esto no parece conveniente, pues la fe enseña que la Bienaventurada Virgen fue totalmente inmune del fomes del pecado y sus inclinaciones a causa de su perfecta santificación; y no es piadoso suponer que hubo en ella alguna lucha. Por lo cual debe decirse que posee propiamente aureola, para conformarse en esto con los demás miembros de la Iglesia, que son vírgenes; y si ella no tuvo que luchar contra las tentaciones de la carne, tuvo, sin embargo, que luchar contra la tentación del enemigo, que no respetó siquiera al mismo Cristo.

viernes, 24 de junio de 2022

EL AMOR DE CRISTO. Santo Tomás de Aquino


 

Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús

EL AMOR DE CRISTO

Santo Tomás de Aquino

Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13, 1). Por estas palabras se recomienda el profundo amor de Cristo, y esto por cuatro cosas. I. Fue preveniente, según aquello de San Juan: No que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero a nosotros (1 Jn 4, 10.) Y explicando esto, dice: Habiendo amado a los suyos, como indicando que los amó antes. Nos amó, es decir, antes de crearnos, pues, como dice la Sabiduría: Amas todas las cosas que son (Sab 11, 25). Nos amó antes de llamarnos. Con amor perpetuo te amé; por eso te atraje, teniendo misericordia (Jer 31, 3). Nos amó antes de redimirnos.

II. Fue su amor adecuado, porque amó a los suyos: Se es suyo de diversas maneras; según esto son amados por Dios de diferentes modos. Se es suyo de tres maneras: Por creación, y a éstos los ama conservándoles los bienes de naturaleza: A lo suyo vino, y los suyos, por creación, no le recibieron (Jn 1, 2) Otros son suyos por consagración, como los que han nacido de Dios Padre por la fe, como dice el Evangelista: Tuyos eran y me los diste a mí (Jn 17, 6.) A éstos los ama conservándolos en los bienes de gracia. Otros son suyos por una especial devoción, como se lee en el Antiguo Testamento: Hueso tuyo somos, oh David, y carne tuya (1 Paral 11, 1.) A éstos los ama consolándolos especialmente.

III. El amor de Cristo fue necesario, porque amó a los suyos, que estaban en el mundo. Pues son suyos algunos que ya estaban en la gloria del Padre, porque también eran suyos los Padres antiguos, por la esperanza de ser librados por él. Pero éstos no necesitan tanto de su amor como los que estaban en el mundo. Y por eso dice: que estaban en el mundo, es decir, con el cuerpo, pero no con el corazón. IV. Se recomienda el amor de Cristo como perfecto. De ahí estas palabras: los amó hasta el fin. El fin de la intención, al cual debe ordenarse la nuestra, es la vida eterna. Y éste debe ser también el fin de Cristo. Estos dos fines no son más que uno, porque la vida eterna no es otra cosa que el goce de Cristo en su divinidad, como dice el Evangelio: Ésta es la vida eterna: Que te conozcan a ti solo Dios verdadero, y a Jesucristo a quien enviaste (Jn 17, 3.) Según esto dice, pues: los amó hasta el fin, para conducirlos a sí mismo como fin, o a la vida eterna que es la misma cosa. El fin de ejecución es aquello que es término de una cosa, y de este modo la muerte puede llamarse fin. Por eso se dijo: los amó hasta el fin, esto es, hasta la muerte. No en el sentido de que: los amó sólo hasta la muerte y no más allá; pues, esto seria falso. Lejos de nosotros el pensar que con la muerte dejó de amar el que no tuvo fin en la muerte. Otro significado de los amó hasta el fin es que el amor hacia ellos les llevó hasta la muerte. Otra interpretación de hasta el fin es: que habiéndoles dado anteriormente muchas pruebas de amor, al fin, es decir, muy cerca de la muerte, les dio señales de mayor amor. No os dije estas cosas al principio, porque estaba con vosotros (Jn 16, 5), como diciendo: No fue entonces necesario a vosotros que yo os demostrase cuánto os amaba, sino al dejaros, para que de ese modo se imprimiesen más profundamente en vuestros corazones el amor a mí y el recuerdo de mí. (In Joan., XIII.)

jueves, 23 de junio de 2022

USO DE LA EUCARISTÍA Santo Tomás de Aquino

 


 

Jueves de la II semana de Pentecostés

USO DE LA EUCARISTÍA

Santo Tomás de Aquino

I. La Eucaristía debe recibirse frecuentemente. Los efectos de este sacramento son análogos a los de la nutrición corporal. De continuo se verifica un desperdicio del humor natural por la acción del calor y el trabajo; y es necesario tomar frecuentemente alimento corporal para reparar lo perdido, de modo que el desgaste continuo no produzca la muerte. Así, por la concupiscencia original y la ocupación en cosas exteriores, se verifica un desgaste de devoción y de fervor, con los que el hombre se recoge en Dios. Por consiguiente, es necesario reponer muchas veces lo perdido, para que el hombre no se aleje totalmente de Dios. II. ¿Es necesario comulgar diariamente? En este sacramento dos cosas se requieren por parte del que le recibe; el deseo de unirse a Cristo, lo cual realiza el amor, y la reverencia al sacramento, que proviene del don del temor. Lo primero invita a la frecuencia cotidiana de este sacramento, pero lo segundo retrae. Por lo cual si alguno sabe, por experiencia, que con la comunión diaria se acrecienta en él el fervor del amor, y que no se disminuye su reverencia, ese tal debe comulgar diariamente. Pero si la comunión diaria disminuye en él la reverencia y no se acrecienta mucho el fervor, debe abstenerse algunas veces, para acercarse después con mayor reverencia y devoción. Por consiguiente, cada cual debe, en esto, ser dejado a su criterio. Y esto es lo que dice San Agustín: “Si dijera a alguno que no debe recibirse diariamente la Eucaristía, y otro afirmara que debe tomarse todos los días, haga cada cual lo que piadosamente cree deba hacerse según su fe.” Y lo prueba con los ejemplos de Zaqueo y del Centurión, uno de los cuales recibe gozoso al Señor, mientras el otro dice: No soy digno de que entres en mi casa (Mt 8, 8), y los dos alcanzaron misericordia, honrando ambos al Señor, aunque de manera distinta. Sin embargo, el amor y la esperanza, a los cuales nos induce siempre la Escritura, son preferidos al temor: Por lo que habiendo dicho Pedro: Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador (Lc 5, 8), respondió Jesús: No temas. (Ibíd. 10). A él nos acercamos ciertamente muchísimo por la humildad; pero no se sigue que sea más laudable abstenerse de este sacramento, como más meritorio; porque la caridad es la que nos une directamente a Dios, mientras que la humildad dispone a esta unión, ya que somete el hombre a Dios. Por lo que el mérito consiste más en la caridad que en la humildad. (4, Dist., 12, q. III, a. 2)

miércoles, 22 de junio de 2022

LA EUCARISTÍA PERDONA LOS PECADOS VENIALES. Santo Tomás de Aquino

 


Miércoles de la II semana de Pentecostés

LA EUCARISTÍA PERDONA LOS PECADOS VENIALES

Santo Tomás de Aquino

En este sacramento pueden considerarse dos cosas: el sacramento mismo y la cosa del sacramento. Y de una y otra resulta que este sacramento tiene virtud para perdonar los pecados veniales. Porque este sacramento se torna bajo la especie de manjar nutritivo; y la nutrición del manjar es necesaria al cuerpo para reparar lo que diariamente pierde por la acción del calor natural. Bajo el concepto espiritual hay en nosotros una pérdida diaria, que resulta del calor de la concupiscencia por medio de los pecados veniales, que disminuyen el fervor de la caridad. Y así, compete a este sacramento perdonar los pecados veniales; por lo cual dice San Ambrosio que “este pan cotidiano se torna para remedio de la debilidad cotidiana”55. La cosa, sin embargo, de este sacramento es la caridad (no sólo en cuanto al hábito, sino también en cuanto al acto), que es excitada en este sacramento, por el cual son borrados los pecados veniales. Luego es evidente que por virtud de este sacramento se perdonan los pecados veniales. Aun cuando los pecados veniales no sean contrarios a la caridad, considerada en cuanto al hábito, la contrarían, sin embargo, en cuanto al fervor del acto, que es excitado por este sacramento, en razón del cual son borrados los pecados veniales. (3ª, q. LXXIX, a. 4)

En virtud de este sacramento se verifica cierta transformación del hombre en Cristo, por el amor; y ésta es el efecto propio de este sacramento. Y como por el fervor de la caridad se perdonan los pecados veniales, porque le son contrarios; síguese que por la virtud de este sacramento son destruidos los pecados veniales. Además, el fervor de la devoción puede ser tan grande que destruya todos los pecados veniales. Pues no hay inconveniente en que en un momento esté el hombre libre de todo pecado venial; aunque esto no puede durar mucho tiempo a causa de la dificultad de evitar los pecados veniales. Ni tampoco es necesario que siempre destruya todos los pecados veniales, sino que lo hace según la medida de la devoción; porque no es su efecto inmediato la destrucción de los veniales, sino una consecuencia. (4, Dist. 12, q. II)