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martes, 31 de marzo de 2020
lunes, 30 de marzo de 2020
EL QUE ES DE DIOS ESCUCHA LAS PALABRAS DE DIOS. Homilía P. Carlos
Queridos
hermanos:
A
lo largo de estas semanas del tiempo cuaresmal la Iglesia nos ha ido
amonestando para hagamos una profunda revisión de vida, con el ejercicio
piadoso del ayuno y la abstinencia, la práctica de la limosna y la
intensificación de nuestra vida de oración. Esta llamada a la conversión está
acompañada con las vivas imágenes que extraídas de la Sagrada Escritura y
concretamente del Santo Evangelio, proyectan en nosotros la luz divina y nos
conducen por la senda certera de la santidad. Pero el camino no es liviano, se
incentiva en nosotros el carácter bélico a nivel espiritual que nos refuerza
diariamente ante las mil batallas que tenemos que enfrentar: batallas contra
nosotros mismos (nuestro egoísmo, soberbia, orgullo, interés personal) batallas
contra el mundo en el que vivimos (que sólo hace hincapié en lo terrenal, lo de
aquí abajo, desmemoriándonos de que estamos aquí de paso, que nuestra meta es
el cielo) batallas contra satanás, el acusador, el seductor el príncipe de la
mentira, que con sus trampas nos envuelve para apartarnos de Dios.
Es
ahora tiempo de pensar como hemos librado estos trances, pues las armas estaban
a nuestro alcance pero también la tentación de acomodarnos y dejarnos ganar por
nuestros maliciosos enemigos. Siempre podremos recurrir a nuestras torpes
quejas y mediocres excusas y justificaciones. Pero la liturgia de la Iglesia
despliega ante nosotros una magnífico espejo para que nos contemplemos, y al
vernos reflejados en él sabremos hasta que punto se sostiene nuestra defensa.
Este espejo luminoso es el misterio de Cristo, que se ofrece como víctima
paciente para nuestra redención.
La
epístola a los Hebreos: el apóstol de los gentiles nos introduce en el
Santuario para contemplar a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote que es la mismo
tiempo la Víctima Sagrada que se inmola. Nos hace caer en la cuenta del valor
infinito de su Preciosísima Sangre derramada por nosotros. Todos los
sacrificios rituales de todos los tiempos son figura del sacrificio definitivo
de Nuestro Señor Jesucristo, Él con su muerte en la cruz, los ha superado a
todos, ha declarado que eran insuficientes y que solo el sacrificio puro y de
suavísimo olor que Él ha ofrecido es el único capaz de reconciliarnos con Dios.
En
cada misa Cristo Sacerdote, renueva en el altar de forma incruenta del Santo
Sacrificio de la Cruz, en cada misa se inmola por nosotros, en cada misa nos
abre el tesoro de su costado divino y nos invita a recostarnos cerca de su
Corazón. ¿Cómo nos preparamos para la Santa Misa? ¿Cómo la vivimos? ¿Cómo la
ansiamos? ¿Cómo la aprovechamos? ¿Cómo salimos de ella? Hagamos nuestras las
palabras del apóstol santo Tomás, que
hace dos días nos traía del Evangelio de Lázaro, “vayamos con Él, y muramos con
Él”.
El
Santo Evangelio: Jesús dice a los judíos
y nos dice también a nosotros: El que es de Dios, escucha las palabras de Dios.
El que no las escucha, no es de Dios. y también, el que observare mis palabras,
no morirá eternamente.
Estas
palabras de Jesús nos invitan a una reflexión profunda, y también nos exigen
una toma de posición. Vivimos inmersos en la dictadura del relativismo, que
denunció el papa Benedicto XVI y que está aderezada por la corriente de lo
políticamente correcto. A veces definirse por mantener la exigencia del
evangelio, las enseñanzas de la Iglesia y una mentalidad contracorriente puede
acarrearnos las etiquetas de integristas, fundamentalistas o retrógrados. Pero
no podemos caer en el juego de las etiquetas y de los bandos, nuestra posición
ha de ser con Cristo o contra Cristo, y con todas las consecuencias. Escuchar
sus palabras, es ponernos de su parte, es en definitiva ser de los suyos. Y el
mismo Jesús que tantas veces en el evangelio anuncia el premio que le está
reservado a los que dejándolo todo le han seguido, nos recuerda hoy nuevamente
que observar sus palabras supone no morir para siempre, mas bien lo contrario,
vivir eternamente.
El
furor de los judíos llega al colmo, se acrecienta la tensión, su ceguera les
impide soportar la verdad que Jesús proclama sobre sí mismo y sobre el Padre,
Él existe desde siempre, Él es más que Abrahán…
Concluye
el evangelio con otro intento frustrado de dar muerte a Jesús, pero Jesús sale
del templo y se oculta. Se acerca el momento pero aún no ha llegado la hora.
La
iglesia madre y maestra, en un ejercicio pedagógico, oculta de nuestra vista la
contemplación física del misterio cristiano. Se han cubierto las imágenes de
Nuestro Señor y de los santos, se ha acentuado, incluso con pinceladas
fúnebres, el tono sobrio de los divinos
oficios. Es el momento de adentrarnos, descalzos, en este terreno sagrado de la
amarga pasión de Nuestro Señor no solo con la buena intención de sentir
compasión del siervo sufriente, del justo perseguido, del maestro acorralado;
sino con el propósito firme de que contemplando sus llagas benditas, abiertas
por amor, comprendamos que sus heridas nos han curado.
Unámonos
al canto de la piedad popular, y manifestemos nuestra pequeñez ante la grandeza
de un Dios hecho hombre por amor, que colgado del madero da su vida por
nosotros, por amor:
En
esta tarde, Cristo del Calvario,
vine
a rogarte por mi carne enferma;
pero,
al verte, mis ojos van y vienen
de
mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.
¿Cómo
quejarme de mis pies cansados,
cuando
veo los tuyos destrozados?
¿Cómo
mostrarte mis manos vacías,
cuando
las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo
explicarte a ti mi soledad,
cuando
en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo
explicarte que no tengo amor,
cuando
tienes rasgado el corazón?
Ahora
ya no me acuerdo de nada,
huyeron
de mi todas mis dolencias.
El
ímpetu del ruego que traía
se
me ahoga en la boca pedigüeña.
Y
sólo pido no pedirte nada.
Estar
aquí junto a tu imagen muerta
e
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa
puerta.domingo, 29 de marzo de 2020
EL NO CONOCIÓ PECADO. San Jerónimo
COMENTARIO AL
EVANGELIO
I DOMINGO DE PASIÓN
San Jerónimo
"El Señor me ha advertido y he
llegado a entenderlo. Tú, Señor, me has manifestado sus maniobras. Yo era como
un manso cordero que es llevado al matadero, ignorante de las tramas que
estaban urdiendo contra mí. "¡Destruyamos el árbol con su fruto, arranquémoslo
de la tierra de los vivos y no se recuerde más su nombre!". ¡Pero tú,
Señor omnipotente, que juzgas con justicia y ves los sentimientos y los
pensamientos, haz que yo pueda ver tu venganza contra ellos, porque a ti he
confiado mi causa!" Is 11, 18-20
Es opinión
común de todos los Padres de la Iglesia que deba aquí entenderse que es Cristo
quien, por boca de Jeremías, pronuncia talas palabras por ser a Él a quien el
Padre enseñó de qué modo convenía que hablase, le dio a conocer los designios
de los judíos y Él, cual como cordero conducido al matadero, no abrió su boca y
no conoció –entiéndase “pecado”, de acuerdo con aquello que dice el Apóstol:
Él, que no había conocido pecado alguno, se convirtió en pecado por nosotros; y
cuando tomaron aquella decisión de : “Destruyamos el árbol con su fruto (es decir, la cruz con el cuerpo del Salvador,
pues el mismo es quien afirma: Yo soy el pan que cae del cielo), y erradiquémoslo
-o bien, arranquémoslo- de la tierra de los vivos. Este es, pues, el crimen que
urdieron en sus mentes para hacer desaparecer su nombre para siempre. Pero en
cambio, a tenor del sacramento de su imperecedero cuerpo, el Hijo le habla al Padre
y, alabando su justicia e invocando a Dios como escrutador de las entrañas de
los corazones, solicita su juicio para darle al pueblo su merecido y dice: Veré
yo la venganza que desencadenarás Tú contra ellos, es decir, contra quienes
perseveran en su pecado, no contra los que se enmiendan por medio de la penitencia
y acerca de los cuales suplica Él en la cruz: Padre, perdónales porque no saben
lo que hacen. Invoca al Padre y pone de manifiesto su causa, pues no es por sus
propios méritos, sino por los pecados del pueblo por los que fue crucificado,
como lo testimonian aquellas palabras por él pronunciadas: He aquí que viene el
príncipe de este mundo y en mí no halla tacha alguna.
EVANGELIO DEL DÍA: QUIEN ES DIOS, ESCUCHA LAS PALABRAS DE DIOS.
I DOMINGO DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Evangelio según San Juan 8,
46-59
¿Quién de vosotros puede
acusarme de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios
escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de
Dios». Le respondieron los judíos: «¿No decimos bien nosotros que eres
samaritano y que tienes un demonio?». Contestó Jesús: «Yo no tengo demonio,
sino que honro a mi Padre y vosotros me deshonráis a mí. Yo no busco mi gloria;
hay quien la busca y juzga. En verdad, en verdad os digo: Quien guarda mi
palabra no verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora vemos
claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices:
“Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro
padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te
tienes?». Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no
valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es
nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo
conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su
palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y
se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta
años, ¿y has visto a Abrahán?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo:
Antes de que Abrahán existiera, yo soy». Entonces cogieron piedras para
tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
COMENTARIO AL EVANGELIO
CONVENIA LA PASION DE CRISTO PARA BIEN Y ENSEÑANZA DEL HOMBRE. Santo Tomás de Aquino
MIRAD A CRISTO. San Basilio
SOBRE LAS DISPOSICIONES CON QUE DEBEN ESCUCHARSE Y RECIBIRSE LA PALABRAS DE LOS SUPERIORES. San Juan Bautista de la Salle
Benedicto XVI EL VERBO ENMUDECE
MIRAD A CRISTO. San Basilio
SOBRE LAS DISPOSICIONES CON QUE DEBEN ESCUCHARSE Y RECIBIRSE LA PALABRAS DE LOS SUPERIORES. San Juan Bautista de la Salle
sábado, 28 de marzo de 2020
viernes, 27 de marzo de 2020
jueves, 26 de marzo de 2020
VIACRUCIS CON SAN PEDRO DE ALCANTARA
Vía
Crucis
con
San Pedro
de Alcántara
Iglesia del Salvador de Toledo
ESPAÑA
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO
ROMANO
EJERCICIO DEL SANTO VIACRUCIS
Por la señal…
Acto de
contrición: Señor mío
Jesucristo
Al
principio de cada estación se puede decir:
V/.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
R/.
Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Y
al final de cada estación:
V/. Señor, pequé.
R/. Tened piedad y misericordia de mí y
de todos los pecadores.
V/. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de nuestro Señor Jesucristo
R/. Y los Dolores de su Santísima Madre
al pie de la cruz.
____________________________________________
Para ganar las indulgencias del Vía Crucis es necesario levantarse y arrodillarse
en cada estación.
ESTACIÓN I
JESÚS CONDENADO A MUERTE
Oh,
buen Jesús, ¡qué maitines estos tan diferentes de los que en aquella hora te
cantarían los coros de los ángeles en el cielo! Allí dicen: «Santo, santo»;
aquí dicen: «¡Muera!, ¡muera!, ¡crucifícalo!, ¡crucifícalo!» Ángeles del
paraíso, que unas y otras voces oíais. ¿Qué sentíais viendo que Dios padecía
tales cosas por los mismos que las hacían? ¿Quién oyó jamás hablar de semejante
caridad, que padezca uno muerte por librar de la muerte al mismo que se la da?
ESTACIÓN II
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
Ya
estaba a las puertas preparada la cruz. Dada, pues, y promulgada la sentencia
cruel, añaden los enemigos una crueldad a otra, que fue cargar sobre aquellas
espaldas, tan molidas y despedazadas con los azotes pasados, el madero de la
cruz. No rehusó, con todo esto, el piadoso Señor esta carga, en la cual iban
todos nuestros pecados, sino que, al contrario, la abrazó con suma caridad y
obediencia por nuestro amor.
ESTACIÓN III
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
¿Hay
algo, acaso, que pueda causar mayor espanto que ver al Hijo de Dios tomar
imagen, no sólo de pecador, sino también de condenado? Piensa hasta dónde se
abajó el altísimo Dios por ti, pues llegó hasta el extremo de todos los males,
que es ser entregado en poder de los demonios. Y porque ésta era la pena que
merecían tus pecados, él quiso cargarla sobre sí para que tú quedases libre de
ella.
ESTACIÓN IV
JESÚS EN CUENTRA A SUMADRE
Camina
la Virgen en busca del Hijo, dándole el deseo de verlo las fuerzas que el dolor
le quitaba. Oye desde lejos el ruido de las armas y el tropel de la gente.
Encuentra en el camino el rastro de la sangre, que bastaba ya para mostrarle
los pasos del Hijo y guiarla sin otra guía. Se acerca más y más a su amado Hijo
y alarga la vista, oscurecida con el dolor y sombra de la muerte, para ver, si
pudiese, al que tanto amaba su alma. Llegada ya donde le podía ver, se miran y
atraviesan sus corazones con los ojos, y con su vista hieren sus almas
lastimadas.
ESTACIÓN V
SIMÓN EL CIRINEO AYUDA AL SEÑOR A
LLEVAR LA CRUZ
Considera
cuántos y cuán grandes han sido los bienes que nos dio el Señor con la
redención, y los males que padeció en su cuerpo y en su alma para ganarnos
estos bienes, y da gracias a Dios porque nos redimió con tantos trabajos. Y di
con el profeta David: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?»
Para esto debes ofrecerte a ti mismo por perpetuo siervo suyo, entregándote y
poniéndote en sus manos, para que haga todo lo que quisiere en el tiempo y en
la eternidad.
ESTACIÓN VI
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTO DE
JESÚS
Oh
Salvador y Redentor mío, ¿qué corazón habrá tan de piedra que no se parta de
dolor (pues en este día se partieron las piedras) considerando lo que padeces
en esta cruz? Te han cercado han, Señor, dolores de muerte, y envestido han
sobre Ti todos los vientos y olas de la mar. Atollado has en el profundo de los
abismos, y no hallas sobre qué estribar. El Padre te ha desamparado, ¿qué
esperas, Señor, de los hombres? Los enemigos te dan grita, los amigos te
quiebran el corazón, tu ánima está afligida, y no admites consuelo por mi amor.
Duros fueron, cierto, mis pecados, y tu penitencia lo declara.
ESTACIÓN VII
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
¿Quién
padece? Dios. ¿Qué padece? Los mayores tormentos y deshonras que jamás se
padecieron. ¿Por quién padece? Por criaturas infernales y abominables, y
semejantes a los mismos demonios en sus obras. ¿Por qué causa padece? No por su
provecho ni por nuestro merecimiento, sino por las entrañas de su infinita
caridad y misericordia.
ESTACIÓN
VIII
JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
Camina,
pues, el Señor al lugar del sacrificio con aquella carga tan pesada sobre sus
hombros tan flacos, siguiéndole mucha gente y muchas piadosas mujeres, que con
sus lágrimas le acompañaban. ¿Quién no había de derramar lágrimas viendo al Rey
de los ángeles caminar paso a paso con aquella carga tan pesada, temblándole
las rodillas, el cuerpo inclinado, los ojos bajos, el rostro ensangrentado, con
aquella guirnalda en la cabeza y con aquellos tan vergonzosos clamores y
pregones que daban contra él?
ESTACIÓN IX
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Considera primeramente cuán grande
merced de Dios fue hacerte cristiano, y llamarte a la fe por medio del bautismo
y hacerte también participante de los otros sacramentos. Y si después de este
llamamiento, perdida ya la inocencia, te sacó de pecado, y volvió a su gracia,
y te puso en estado de salud, ¿cómo te podrás alabar por este beneficio? ¡Qué
tan grande misericordia fue aguardarte tanto tiempo y sufrirte tantos pecados,
y enviarte tantas inspiraciones, y no cortarte el hilo de la vida como se cortó
a otros en ese mismo estado; y, finalmente, llamarte con tan poderosa gracia
que resucitases de muerte a vida y abrieses los ojos a la luz!
¡Qué
misericordia fue, después de ya convertido, darte gracia para no volver al
pecado, y vencer al enemigo y perseverar en lo bueno! Éstos son los beneficios
públicos y conocidos: otros hay secretos, que no los conoce sino el que los ha
recibido, y aun otros hay tan secretos, que el mismo que los recibió no los
conoce, sino sólo aquel que los hizo. ¡Cuántas veces habrás en este mundo
merecido por tu soberbia, o negligencia, o desagradecimiento, que Dios te
desamparase, como habrá desamparado a otros muchos por alguna de estas causas,
y no lo ha hecho! ¡Cuántos males, y ocasiones de males, habrá prevenido el
Señor con su providencia deshaciendo las redes del enemigo, y acortándole los
pasos, y no dando lugar a sus tratos y consejos! ¡Cuántas veces habrá hecho con
cada uno de nosotros aquello que él dijo a San Pedro: Mira que Satanás andaba
muy negociado para aventaros a todos como a trigo, mas yo he rogado por ti, que
no desfallezca tu fe! Pues, ¿quién podrá saber esos secretos sino Dios?
ESTACIÓN X
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS
Mira cómo, llegado ya el Salvador al lugar, lo desnudan de todas sus vestiduras hasta la túnica interior, que era toda tejida sin costura alguna. Mira con cuánta mansedumbre se deja desollar sin abrir la boca, ni hablar palabra contra los que así lo trataban. Y como la túnica estaba pegada por las llagas de los azotes, el santo cuerpo quedó hecho una gran llaga. Considera, pues, la grandeza de la divina bondad y misericordia que en este misterio tan claramente resplandece.
Mira cómo, llegado ya el Salvador al lugar, lo desnudan de todas sus vestiduras hasta la túnica interior, que era toda tejida sin costura alguna. Mira con cuánta mansedumbre se deja desollar sin abrir la boca, ni hablar palabra contra los que así lo trataban. Y como la túnica estaba pegada por las llagas de los azotes, el santo cuerpo quedó hecho una gran llaga. Considera, pues, la grandeza de la divina bondad y misericordia que en este misterio tan claramente resplandece.
ESTACIÓN
XI
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Considera
cómo el Señor fue clavado en la cruz, y el dolor que padecería cuando aquellos
clavos gruesos y esquinados entraban por el más bendito de todos los cuerpos.
Mira cómo luego levantaron la cruz en alto y la fueron a hincar en un hoyo que
para esto tenían hecho, y así se estremecería todo aquel santo cuerpo, que
sería cosa de intolerable dolor. ¡Oh Salvador y Redentor mío! ¿Qué corazón
habrá tan de piedra que no se parta de dolor? Duros fueron, ciertamente, mis
pecados y tu penitencia lo declara.
ESTACIÓN XII
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Considera
las siete palabras que el Señor dijo en la cruz. Mira con cuánta caridad
encomendó a sus enemigos al Padre; con cuánta misericordia recibió al ladrón
que le confesaba; con qué entrañas encomendó la Madre al discípulo amado; con
cuánta sed y ardor mostró que deseaba la salvación de los hombres; con cuán
dolorosa voz derramó su oración y pronunció su tribulación ante el acatamiento
divino; cómo llevó hasta el fin tan perfectamente la obediencia del Padre, y
cómo, finalmente, le encomendó su espíritu y se entregó todo en sus manos.
ESTACIÓN XIII
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
Considera
cómo habiendo expirado ya el Salvador, llega el soldado con la lanza, y
atraviesa el pecho del Señor. Y salió agua y sangre, con que se sanan los
pecados del mundo. Después de esto considera cómo aquel mismo día llegaron José
de Ari-matea y Nicodemo, y bajaron en brazos el cuerpo del Salvador. Cuando la
Virgen vio que llegaba el sagrado cuerpo a tierra, se dispuso para darle puerto
seguro en su pecho, y recibirlo de los brazos de la cruz en los suyos. Lloraban
todos los presentes, y todas las criaturas acompañaban las lágrimas de la Virgen
regando y lavando con lágrimas el cuerpo sagrado.
ESTACIÓN
XIV
JESUS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
JESUS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
Llegada
la hora de la sepultura, envuelven el santo cuerpo en una sábana limpia, atan
su rostro con un sudario y, puesto encima de un lecho, caminan al lugar del
monumento, y allí depositan aquél precioso tesoro. El sepulcro se cubrió con
una losa y el corazón de la Madre con una oscura niebla de tristeza. Allí se
despide otra vez de su Hijo; allí comienza de nuevo a sentir su soledad; allí
se ve ya desposeída de todo su bien; allí se le queda el corazón sepultado
donde quedaba su tesoro. Pero ¿qué sentiría cuando viese ante sí a su Hijo vivo
y glorioso?
Para
ganar la indulgencia concedida al rezo del Viacrucis, por las intenciones del
Papa. Padrenuestro, Avemaría y Gloria
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