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domingo, 15 de mayo de 2022

15 de mayo. San Juan Bautista de la Salle, confesor

 

15 de mayo. 

San Juan Bautista de la Salle, confesor

Juan Bautista nació en Reims, de noble linaje; siendo niño, con su carácter y obras mostró que había de ser llamado a escoger al Señor y que se distinguiría por su santidad. En su adolescencia, cursó en la academia de Reims las letras y las disciplinas filosóficas. En ese tiempo, si bien era apreciado de todos por sus virtudes y su ánimo amable, se apartaba de la compañía de sus semejantes para poderse dedicar más a Dios en la soledad. Tras ser admitido en la milicia sagrada, fue inscrito entre los canónigos de Reims a la edad de 16 años. Luego se dirigió a París para estudiar la sagrada teología en la Sorbona, y fue recibido como alumno en el seminario de San Sulpicio. Pero, privado de sus padres, tuvo que volver a su casa, encargándose de la educación de sus hermanos. Ni en este tiempo dejó los estudios sagrados, consagrándose a ellos con fruto, como luego se demostró.

Ya sacerdote, con la misma ardiente fe y fervor que celebró la primera Misa, continuó durante todo el curso de su vida la celebración de los divinos misterios. Inflamado por el deseo de la salvación de las almas, se consagró a procurar el bien de las mismas. Se encargó de la dirección de las Hermanas del Niño Jesús, destinadas a la educación de las niñas, a las cuales, no sólo gobernó prudentemente, sino que las preservó de la ruina. Desde entonces se dedicó a la formación religiosa y moral de los niños del pueblo. Dios le había suscitado para este fin: para que proporcionase de un modo eficaz y permanente, escuelas a los niños, y especialmente a los pobres, mediante la fundación en la Iglesia, de una familia de religiosos. La misión que Dios le había confiado en su providencia, la hizo en medio de grandes dificultades, instituyendo la Congregación de los Hermanos, que llamó de las Escuelas Cristianas.

Primero recibió en su casa a los compañeros que había escogido para una obra tan importante y tan ardua; mas en cuanto los hubo albergado en una residencia más apropiada, les inculcó su excelente disciplina mediante sabias leyes, que después fueron aprobadas por el papa Benedicto XIII. Por humildad y por amor a la pobreza, renunció a su canonicato, distribuyendo todos sus bienes entre los pobres. Hizo aún más, ya que más tarde se despojó también del gobierno del Instituto que había creado. Sin renunciar a su solicitud hacia los hermanos y las escuelas que había fundado en muchos lugares, se dedicó con más intensidad a las cosas de Dios. Era constante en los ayunos, maceraciones y otras mortificaciones; pasaba las noches en oración. Distinguiose en la práctica de todas las virtudes, y principalmente por su obediencia, por el celo en el cumplimiento de la divina voluntad, y por su amor y devoción para con la Sede Apostólica. Lleno de méritos, y recibidos devotamente los santos Sacramentos, murió en el Señor, a la edad de 72 años. El papa León XIII le inscribió en el catálogo de los Beatos, y como resplandeciera con nuevos milagros, le distinguió con los honores de los Santos en el año jubilar de 1900.

 

Oremos.

Oh Dios que suscitaste a San Juan Bautista, Confesor, para la enseñanza cristiana de los pobres y para fortalecer a la juventud en el camino de la verdad, e instituiste por él una nueva familia en la Iglesia; concédenos propicio, que mediante su intercesión y ejemplo, ardiendo en celo de procurar tu gloria mediante la salvación de las almas, podamos en el cielo ser participantes de su corona. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.

TEXTOS

miércoles, 14 de octubre de 2020

QUE NO HA DE ESPERARSE HAGA DIOS MILAGROS CON EL FIN DE DARNOS GUSTO. San Juan Bautista de la Salle



MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO VIGÉSIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
San Juan Bautista de la Salle
Un señor de la corte se llegó a Jesús para suplicarle que fuese a su casa con el fin de curar a un hijo suyo que estaba a la muerte. Jesús le dijo en respuesta: Vosotros, si no veis milagros y prodigios, no creéis (1). Este evangelio puede aplicarse muy bien a muchas personas que viven en comunidad; las cuales, con bastante frecuencia y muy fuera de razón, quisieran ver milagros para decidirse a obrar el bien que su deber les impone.
Primero, para tenerlos por tales, darles fe y obedecer los, aspiran a ver milagros y prodigios en sus superiores. Querrían no hallar tacha en ellos; en caso contrario, critican sus acciones, murmuran de ellos y se quejan diciendo que a los superiores les resulta muy fácil mandar. Al parecer, y por decirlo así, exigen tanta perfección en sus superiores cuanta confiesan en Jesucristo.
Y todo ello procede de que, no obedeciendo por espíritu de fe, consideran al superior únicamente como hombre, y no como ministro de Dios, cuyo lugar ocupa visiblemente para con ellos. No aciertan a distinguir en él dos clases de personas: la persona de Jesucristo, que no tiene falla, y de quien es lugarteniente el superior, y la persona de un hombre, que puede estar sujeto a muchas imperfecciones. Desconocen que, al dirigirse a este hombre como a superior, no deben considerar en él más que a Dios, que les manda sirviéndose de un hombre como instrumento.
Procurad regiros por tal sentimiento de fe; penetraos bien de él antes de ir a la presencia del superior, y sed fieles en ejercitar actos de tal virtud, sobre este particular, a fin de que le obedezcáis como a Dios mismo.
Muchos quieren ver milagros y prodigios también en sus hermanos. Desearían no tener nada que soportar en ellos, lo cual resulta imposible, porque es ley de Dios y, por consiguiente, obligatorio, que mutuamente se aguanten las personas que viven juntas, como lo atestigua san Pablo por estas palabras: Llevad las cargas, esto es los defectos, unos de otros, y así cumpliréis la ley de Jesucristo (2). Se trata, pues, de una ley de Jesucristo, la cual, por consiguiente, ha de cumplirse.
Soportarse unos a otros constituye cierta forma de caridad que cada uno está obligado a ejercer con sus hermanos, si quiere conservar la unión con ellos, mostrar por su conducta que con ellos constituye una sola sociedad y, por consiguiente, que toma parte en cuanto los demás padecen, ya que nadie puede eximirse de soportar a los otros.
Es imposible, en efecto, que dos personas vivan juntas sin ocasionarse de algún modo mutuamente molestias; y, pues damos que sufrir a los demás, está muy puesto en razón que por nuestra parte los aguantemos. Carga es ésta que Dios ha impuesto a todos los hombres, y que les facilita la salvación. De aquí viene que se haga soportable el yugo de Jesucristo, puesto que Él ayuda a llevar holgadamente las cargas y penas de la vida, que, sin su auxilio serian difíciles de tolerar.
No seáis, pues tan poco cuerdos, tan poco razonables y tan poco cristianos, que pretendáis no tener que sufrir de los hermanos cosa ninguna; exigiríais verdadera mente con ello uno de los milagros más inauditos y singulares. Luego, no intentéis tal cosa a lo largo de toda vuestra vida.
Hay, por fin, otros muchos que exigen prodigios y milagros respecto de si mismos. Desearían hacer lo todo bien y sin tacha, mas sin querer imponerse para ello la menor molestia.
Anhelarían ardientemente tener contentos a los superiores; nada les agradaría tanto como vivir estrecha mente unidos a sus hermanos; aspirarían con ansia a ser fieles observadores de la Regla, porque ven con claridad que es para ellos medio excelente de santificación, y el que Dios mismo les proporciona.
Pero, en cuanto han de hacerse violencia para llevar al cabo tan hermoso designio, pierden el resuello, por decirlo así, al primer paso que dan en el camino de la perfección. Quisieran que Dios por Si los llevara, sin que se vieran ellos obligados a andar, y ni siquiera a moverse para nada al ir de un punto a otro; lo que resultaría, ciertamente, prodigio estupendo.
Es forzoso, dice san Pablo, que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (3). Cuando dice " es forzoso " nos da a entender bien a las claras que sería pedir a Dios milagros abrigar la esperanza de que nos llevase al cielo sin tomar el camino que necesariamente ha de conducirnos a él.
No soñéis, pues, con tal milagro; seguid la senda segura del cielo, que es la del dolor y de la puerta angosta. Esforzaos por franquearla; allí estará Jesucristo que, no lo dudéis, os tenderá la mano para facilitaros la entrada.

 

martes, 2 de junio de 2020

MEDITACIÓN PARA EL MARTES DE PENTECOSTÉS. San Juan Bautista de la Salle


MEDITACIÓN PARA EL MARTES DE PENTECOSTÉS. 
San Juan Bautista de la Salle
Sobre el segundo efecto producido por el Espíritu Santo en el alma, que es moverla a vivir y obrar por la gracia
Jesucristo afirma en el evangelio de hoy que vino al mundo para que los suyos tengan vida y la tengan en mayor abundancia (1).
Eso mismo debe decirse del Espíritu Santo: que no viene al alma sino para comunicarle la vida de la gracia o para moverla a obrar por la gracia.
Como es necesario vivir para obrar, el primer efecto que el Espíritu de Dios ha de producir en los corazones que hace suyos, es infundirles la vida de la gracia. Por esa razón le llama san Pablo Espíritu de vida y asegura que, " gracias a este Espíritu, se ha visto él libre de la ley del pecado y de la muerte " (2).
Vosotros debisteis redimiros de tan vergonzosa ley al dejar el mundo y haceros libres por la " libertad de los hijos de Dios " (3), con la que os ha honrado Jesucristo.
Vivid, pues, sobre aviso para conservar la gracia que recibisteis y que Jesucristo os conquistó tan a su costa.
Y no os reduzcáis de nuevo al yugo de la servidumbre del pecado (4); eso seria afrentar a Jesús que, os mereció la gracia al precio de tantos dolores; y contristar al Espíritu Santo, que con indecible bondad os la comunicó.
No les basta con vivir de la gracia a las personas que dejaron el mundo: necesitan, además, resistir a todo cuanto pudiera hacérsela perder. Ése es otro de los frutos que el Espíritu Santo produce en ellas.
La carne, dice san Pablo, milita con sus apetitos contra el espíritu, y el espíritu contra la carne (5), pues son contrarios entre sí. Por eso añade el mismo Apóstol: Si mediante el espíritu - es decir, por el Espíritu de Dios que mora en vosotros - mortificáis las obras de la carne, viviréis (6).
De donde se sigue que no podéis conservar la vida de la gracia, sino mortificando en vosotros las inclinaciones de la naturaleza corrompida, que a eso llama carne san Pablo; y, en la medida en que las resistáis, se fortalecerá en vosotros la vida de la gracia.
Ése será también el medio único de conseguir que pertenezcáis vosotros de todo en todo a Jesucristo, pues según dice el mismo san Pablo, los que son de Jesucristo han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias (7).
Mortificad, pues, vuestros miembros (8), añade, y de ese modo os abstendréis de seguir los deseos de la carne, y consolidaréis la gracia en vosotros.
Tampoco es suficiente para vivir en vuestra profesión, según el espíritu de vuestro estado, manteneros en su santa gracia, aun cuando esto sea ya particularísimo efecto de la bondad de Dios.
Debéis, además, obrar en él a impulso de la gracia, y poner de manifiesto que os dejáis conducir por el influjo del Espíritu de Dios. Así probaréis, según san Pablo, que perseveráis en la gracia de Dios: Si vivís, dice, por el Espíritu, obrad también por el Espíritu (9).
Es menester, por consiguiente, que procedáis con suma vigilancia sobre vosotros mismos, de modo que la naturaleza no entre a la parte en lo que hacéis; antes, nada se dé en vuestras obras que no sea producido por la gracia.
¿No hacéis muchas cosas por motivos meramente humanos o naturales, y por sentiros inclinados a ejecutarlas? Hacedlo todo como quien está delante de Dios, es de Dios y no tiene que agradar más que a Dios.

lunes, 1 de junio de 2020

MEDITACIÓN PARA EL LUNES EN LA OCTAVA DE PENTECOSTÉS. San Juan Bautista de la Salle

MEDITACIÓN PARA EL LUNES EN LA OCTAVA DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle 
Sobre el primer efecto producido por el Espíritu Santo en el alma, que es moverle a contemplar las cosas con los ojos de la fe
Dice Jesucristo en el evangelio de hoy que vino la luz al mundo, pero los hombres amaron mas las tinieblas que la luz (1).
Por la venida del divino Espíritu descendió la luz al mundo, y el primer efecto producido por el Espíritu Santo en las almas que han tenido la suerte de recibirlo, es moverlas a contemplar las cosas del cielo con ojos totalmente distintos de como las miran quienes viven según el espíritu del mundo.
Por esa razón dice Jesucristo a sus Apóstoles en otro lugar del Evangelio que, cuando viniere el Espíritu Santo, que Él llama Espíritu de Verdad, les enseñara toda verdad (2); pues les dará a conocer todas las cosas, mostrándoselas como son.; no sólo en su apariencia, sino en si mismas y según se conocen cuando se las penetra con los ojos de la fe.
¿Os servís de esa luz para discernir unas de otras las cosas visibles, y para separar en ellas lo verdadero de lo falso, lo aparente de lo sólido? Si procedéis como discípulos de Jesucristo y como iluminados por el Espíritu de Dios, esa ha de ser la luz que únicamente os
Las verdades que el Espíritu Santo enseña a quienes le han recibido, son las máximas diseminadas por el santo Evangelio, las cuales Él les da a entender y gustar, y en conformidad con ellas los mueve a vivir y proceder. Porque solo el Espíritu de Dios puede revelar su sentido verdadero y mover eficazmente a practicar las; ya que son superiores a la capacidad de la mente humana.
¿Podemos, en efecto, comprender que son bienaventurados los pobres; que se ha de amar a los que nos aborrecen; que debemos alegrarnos cuando nos calumnian y se dice toda clase de mal contra nosotros; que es preciso devolver bien por mal (3), y tantas otras verdades de todo punto contrarias a cuanto la naturaleza nos sugiere, si el Espíritu de Dios no nos descubre por Sí su sentido verdadero?
Obligados como estáis a instruir sobre esas máximas a los niños cuya educación corre a vuestro cargo, es deber vuestro penetraros bien de ellas, a fin de imprimirlas profundamente en sus corazones. Mostraos, pues, dóciles al Espíritu Santo, que puede en poco tiempo comunicaros cabal conocimiento de ellas.
Aun cuando estas profundas verdades sean en sí tan maravillosas y sublimes, y no obstante que el Espíritu de Dios, luz verdadera, se las descubra a las almas; con todo, son desconocidas en absoluto por la mayoría de los hombres; pues, según dice el Evangelio, éstos aman más las tinieblas que la luz (4), y no conocen ni al Espíritu de Dios, ni lo que El puede inspirar a las almas y realizar en ellas.
La razón que de esto da Jesucristo es que sus obras son malas y que quien obra el mal aborrece la luz (5).
Además, como el mundo se ha vuelto ciego por causa del pecado, profesa máximas del todo opuestas a las que el Espíritu de Dios enseña a las almas santas, y con semejantes máximas conforma su vida. Ellas son también las fuentes de donde manan todos sus pecados y la malicia de los corazones.
No hay medio que debáis omitir para alejar, tanto las máximas como las costumbres mundanas, del espíritu de vuestros discípulos, y para inspirarles horror de ellas Cuanta mayor aversión profeséis al mundo, tanto más aborreceréis su proceder y sus normas, en vosotros y en los demás.

sábado, 30 de mayo de 2020

LOS APOSTOLES PERSEVERARON EN ORACIÓN . San Juan Bautista de la Salle

LOS APOSTOLES PERSEVERARON EN ORACIÓN 
MEDITACIÓN PARA EL DÍA DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle
" Los santos Apóstoles perseveraron en el retiro, entregados a la oración ".(1) desde la subida de Jesucristo al cielo hasta el presente día de Pentecostés - fiesta que los judíos celebraban para conmemorar la recepción por Moisés de la Ley antigua, en el monte Sinaí -,después de lo cual, el Espíritu Santo descendió sobre ellos y sobre cuantos estaban con ellos reunidos en una sala espaciosa " (2), para darles la Ley nueva, que es ley de gracia y de amor.
Difundióse sobre ellos y dentro de ellos a modo de viento impetuoso (3), queriendo significarnos que, así como al crear al hombre, sopló Dios sobre él - según expresión de la Escritura - un hálito de vida (4); del mismo modo, al comunicar Jesucristo a sus Discípulos. La vida nueva, con el fin de que sólo vivieran en adelante según la gracia; sopló en ellos su divino Espíritu para darles alguna impresión de esa su vida divina.
Éste es el día santo en que debe reposar también sobre vosotros el Espíritu de Dios, para poneros en condiciones de no vivir ni obrar en adelante sino movidos de su impulso. Atraedle a vosotros disponiendo debidamente para ello el corazón.
Dícese en los Hechos de los Apóstoles que aquel viento, símbolo del Espíritu de Dios que se derramó sobre los discípulos de Jesucristo, invadió toda la casa: y eso para significar lo dicho a continuación: que todos los allí reunidos fueron llenos del Espíritu Santo (5).
Recibieron a la sazón los santos Apóstoles tal abundancia de gracias, que " sus voces resonaron en toda Jerusalén " (6): no hablaban de otra cosa que de Jesucristo resucitado, y tenían continuamente en los labios las palabras de la Sagrada Escritura, que les servían como norma de conducta.
Después de verle expirar en la cruz, todos se habían dispersado y escondido por miedo a perder la vida; mas, una vez recibido el Espíritu Santo, se reúnen y congregan en el mismo lugar, y allí se alientan y estimulan a padecer por el nombre de Jesucristo; (7) y hasta se consideran felices y se congratulan por ello.
En vuestro estado, necesitáis la plenitud del Espíritu de Dios, pues no debéis vivir ni proceder en él sino conforme al espíritu y luces de la fe; y sólo el Espíritu de Dios puede poneros en tal disposición.
Añaden a continuación los Hechos de los Apóstoles que aparecieron sobre todos los discípulos allí reunidos como lenguas de fuego aisladas entre sí las cuales se posaron sobre cada uno de ellos; y que comenzaron desde entonces a hablar diversas lenguas, según la gracia que el Espíritu Santo les otorgaba (8).
¡Oh maravilla! Los poco antes tan rudos, que eran incapaces de comprender las sagradas verdades que Jesucristo les proponía, fueron en un instante iluminados de tal modo, que explicaban con claridad e increíble precisión las palabras de la Sagrada Escritura; de manera que " todos los allí presentes estaban fuera de si, dominados de profundo asombro " (9); y que en poco tiempo, se convirtieron muchos, porque, según san Pedro les dijo, " el Espíritu de Dios se había derramado sobre ellos " (10).
El empleo que vosotros ejercéis os pone en la obligación de mover los corazones; no podréis conseguirlo sino por el Espíritu de Dios. Pedidle que os conceda en este día la misma gracia que otorgó a los santos Apóstoles y que, después de llenaros de su Espíritu para vuestra santificación, os lo comunique también para promover la salvación de los otros.

SOBRE LA DISPOSICIONES PARA RECIBIR EL ESPÍRITU SANTO. San Juan Bautista de la Salle


Sobre las disposiciones para recibir el Espíritu Santo
MEDITACIÓN PARA LA VIGILIA DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle

En el evangelio de este día Jesucristo nos señala tres disposiciones para recibir el Espíritu Santo, con las palabras siguientes: Si me amáis, guardad mis mandamientos, y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador para que esté siempre con vosotros (1).
La primera de tales disposiciones es amar a Dios y entregarse del todo a EL Para conseguirlo es necesario desasirse de todo lo criado, y aficionarse sólo a Dios; pues quien vive apegado al mundo y a sus bienes, se inhabilita para recibir el Espíritu de Dios, que sólo se da a quienes halla vacíos de todo lo que no es Dios.
De ahí que el mundo, como dice Jesucristo, no pueda recibir el Espíritu de Dios (2); porque el mundo sólo se aficiona a " la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida " (3).
Desasíos, pues, vosotros de todas las cosas, y no os aficionéis más que a solo Dios, si es que deseáis disponeros a recibir el Espíritu de Dios.
La segunda disposición para recibir el Espíritu Santo es guardar fielmente los mandamientos de Dios, y esmerarse en cumplir en todo su santa voluntad.
Pues, como Jesucristo asegura que " el Espíritu Santo permanecerá siempre en aquellos y con aquellos que le recibieren " (4); y que no puede complacerse sino en quienes procuran hacer siempre lo que Dios desea de ellos y conformarse en todo con su santa voluntad; síguese que nadie puede pretender recibirlo si no se dispone a cumplir en todo la voluntad de Dios.
No hay duda que vosotros habéis dejado el mundo con el fin exclusivo de consagraros totalmente a Dios y de poseer en abundancia su divino Espíritu; mas, si no ejecutáis con exactitud cuanto descubrís ser voluntad de Dios, no soñéis con alcanzarlo: poned aplicación muy esmerada en la observancia puntual de vuestras Reglas.
Nada dispone mejor a recibir el Espíritu Santo que la oración. Por eso asegura Jesucristo que nuestro Padre celestial dará su Espíritu, transido de amor y de bondad por nosotros, a todos cuantos se lo pidan (5).
Y como sabe que la plenitud del divino Espíritu se alcanza difícilmente; deseando comunicársela a sus santos Apóstoles, les asegura que El mismo rogará a su Padre por ellos (6), para que puedan recibirle con profusión.
Si queréis, pues, disponeros en la medida que Dios lo exige de vosotros, para ser henchidos del Espíritu de Dios el día de Pentecostés, día en que gustoso derrama El sus gracias, por haberse en él comunicado a los santos Apóstoles y a todos los que entonces componían la Iglesia; aplicaos atenta y fervorosamente a la oración, a fin de que podáis ser colmados de las gracias de Dios.
Y no ceséis de invocarle todos estos santos días: repetidle a menudo con la Iglesia estas sagradas palabras: " Envía tu espíritu Santo para darnos nueva vida y renovarás la faz de la tierra " (7).

domingo, 24 de noviembre de 2019

LA ABOMINACIÓN DESOLADORA SON EL PECADO Y LA RELAJACIÓN. San Juan Bautista de la Salle

La abominación desoladora en el lugar santo son el pecado y la relajación en las comunidades
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO VIGÉSIMO CUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle 
Dice hoy Jesucristo en el evangelio que cuando se establezca la abominación desoladora en el lugar santo, los que moren en Judea huyan a los montes (1).
Nadie puede poner en duda que las comunidades sean lugar santo, y es legitimo asegurar de aquellas en que se sirve fielmente a Dios lo que Jacob dice en el Génesis: que allí el Señor mora verdaderamente, y que son casa de Dios y puerta del cielo (2).
Efectivamente: si se considera su institución y su fin, puede aplicarse a la comunidad lo que se afirma del templo construido por Salomón: Dios ha escogido para Sí esta morada y la ha santificado, a fin de que su Nombre sea bendecido en ella por siempre (3).
En las comunidades se invoca a Dios con frecuencia, y los que en ellas viven, sólo allí permanecen o deben permanecer congregados, para procurar su salvación mediante la santificación de sus almas. Precisamente gracias a eso se convierte la comunidad en puerta del cielo, pues pone en el camino que al cielo conduce y prepara para entrar en él.
Tal es el primer fin que debisteis pretender cuando ingresasteis en la comunidad, y el que en ella debe manteneros. Para eso dejasteis el mundo y os sujetáis ahora a tanta diversidad de ejercicios piadosos. ¡Cuán poco juiciosos os habríais mostrado si hubieseis venido a ella con otro intento; pues, según dice el Real Profeta: Es muy conveniente, y hasta justo, que la santidad se halle en la casa del Señor (4). Como Dios es infinitamente santo, está muy puesto en razón que quienes habitan en ella sean santos y participen de la santidad de Dios.
¿Habéis venido a esta casa como a la casa del Señor? Al ingresar en ella ¿lo hicisteis con el fin de santificaros? Vuestro principal empeño ¿es tomar en ella los medios para llegar a santos? Ponderad a menudo lo que escribe san Euquerio, obispo de Lión: que " la permanencia en alguna morada santa es fuente, o de suprema perfección, o de absoluta condenación ".
Con razón podría aplicarse a algunos que viven en comunidad lo que, al entrar en el Templo, dijo Jesucristo a quienes en él vendían y compraban: Mi casa es casa de oración, mas vosotros la tenéis convertida en cueva de ladrones (5). Porque, habiendo debido venir sólo a ella para dedicarse a la oración y demás ejercicios piadosos, descuidan todas esas acciones santas; permiten a las cosas exteriores y profanas que ocupen su mente; toman el espíritu del mundo; caen pronto en la relajación, y tras ella, muchas veces, si no cambian de conducta, en pecados considerables.
De ellos puede afirmarse que introducen la abominación desoladora en el lugar santo. ¿No son, acaso, abominación el desconcierto y el pecado en casas donde sólo debiera imperar el Espíritu de Dios? Y cuando personas que no debían respirar mas que a Dios ni pensar sino en agradarle por haberse consagrado a su servicio; descuidan éste, o en absoluto renuncian a él por tedio o para dar gusto a sus inclinaciones y aun a sus pasiones desordenadas; ¿qué desolación no introducen entonces en las comunidades, puesto que allí donde Dios falta, es imposible que reinen la unión y la paz?
Los que así proceden son propiamente ladrones, según se expresa el Señor en el evangelio; pues roban el pan que comen y ocupan el lugar de otros que vivirían según el espíritu y las reglas de la comunidad.
Guardaos de incurrir en tal desdicha.
Pese al relajamiento de ciertas comunidades, Dios cuenta siempre en ellas con algunos servidores fieles que conservan el espíritu: se reserva siempre algunos en ellas que no doblan la rodilla delante de Baal, como le dijo a Elías (6). Es decir, que se ponen en guardia contra el espíritu del mundo y observan lo mejor que pueden las reglas y prácticas de su comunidad.
Estos mantienen todavía en ella el temor del Señor, y son causa de que Dios no la destruya como destruyó a Sodoma y Gomorra, que habrían evitado los terribles efectos de su ira si, como aseguró Dios a Abrahán, se hubieran hallado en ella diez justos (7).
A ellos dice Jesucristo en el evangelio de hoy que huyan a los montes; esto es, que se alejen de la compañía de los otros, para no participar de sus desórdenes y para no contaminarse con sus malos ejemplos. Es necesario también que se eleven hasta Dios por la oración.
Pedidle que mantenga siempre su Espíritu Santo en vuestra comunidad, y suplicadle a menudo con David: No nos arrojes, Dios mío, de tu presencia ni retires de nosotros tu Santo Espíritu (8).

jueves, 21 de noviembre de 2019

LA PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN. San Juan Bautista de la Salle

21 de noviembre
MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
San Juan Bautista de la Salle 
No sin motivo celebra la Iglesia con tanta solemnidad la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen, pues en este día se consagra a Dios para estarle dedicada durante toda su vida, y alejarse, no sólo de la corrupción del mundo, sino de toda ocasión que pudiera ser causa de ocupar su espíritu en los vanos pensamientos del siglo, o su corazón - formado exclusivamente para amar a Dios y entregarse del todo a Él - en el afecto a las cosas criadas.
Con este motivo - prevenida no sólo de la gracia sino también de la razón -, aunque en edad tan tierna, hizo en este día - a lo que se cree y según piensa un piadoso autor antiguo - voto de castidad perpetua; a fin de que, desligado totalmente el cuerpo de todos los placeres de la vida, pudiese conservar el alma en suma pureza, según dice san Juan Damasceno.
Vosotros os consagrasteis a Dios, al apartaros del siglo, a fin de vivir en esta comunidad totalmente muertos a cuanto en el mundo es propio para dar gusto a los sentidos, y de fijar en ella la morada. Debéis considerar ese día como aquel en que dio comienzo vuestra felicidad en la tierra hasta que se consume en el cielo.
Mas, no pudo limitarse a aquel día vuestra consagración a Dios; como en él le ofrecisteis vuestra alma, y el alma ha de vivir eternamente, la donación a Dios ha de ser también perpetua. Si la habéis iniciado en la tierra, ha debido ser sólo como aprendizaje de cuanto tendréis que hacer sin fin en el cielo.
Consagrada a Dios la Santísima Virgen, por entero y sin la menor reserva, en este santo día; dejaron la en el Templo sus padres - que la acompañaron en acción tan santa - para que, dentro de su recinto, fuese educada con otras vírgenes, y se aplicase allí a la práctica de todo género de virtudes. Pues era muy puesto en razón que habiendo determinado Dios convertirla algún día en templo de su divinidad, hiciera ya en Ella desde su infancia cosas grandes, por la eminencia de la gracia con que la honrase, y por la excelencia de las virtudes que en Ella produjese.
Por lo cual, según dice cierto autor piadoso, se aplicó siempre María en el Templo, al servicio de Dios y al ejercicio santo del ayuno y la plegaria, a la que se entregaba día y noche. Así discurrió piadosamente en el Templo para esta Virgen purísima todo el tiempo que allí vivió.
A vosotros os cabe la suerte de morar en la casa de Dios, donde estáis dedicados a su servicio. En ella, debéis, primero, llenaros de gracia mediante el santo ejercicio de la oración; y, segundo, esforzaros por practicar las virtudes que más convienen a vuestro estado.
Utilizando esos medios, os capacitaréis para el digno desempeño de vuestras obligaciones; las cuales no ejerceréis como Dios os lo exige, sino en la medida en que seáis fieles y muy asiduos en dedicaros a la oración. Por ella vendrá el Espíritu Santo sobre vosotros y os enseñará, conforme lo prometió Jesucristo a sus santos Apóstoles, todas las verdades de la religión, y las máximas del cristianismo (1), que debéis conocer y practicar perfectísimamente, puesto que estáis obligados a inspirar las a los demás.
La permanencia de la Santísima Virgen en el Templo trajo también como fruto convertir su corazón en templo sagrado del Señor y en santuario del Espíritu divino. Así lo canta de Ella la Iglesia en este santo día, al decir que " es templo del Señor y santuario del divino Espíritu, por cuya razón ha sido Ella la única en agradar a Dios, de modo tan perfecto y excelente que jamás ha habido criatura alguna que se le parezca " (2).
Como María es la doncella que, según el Génesis (3), había preparado el Señor para su Hijo, y, como el día del Señor se acercaba, según dice un Profeta (4); la fue Dios disponiendo con antelación, e hizo de Ella una víctima santa que se reservó para Sí.
Por eso también, según el Apocalipsis, María huyó al desierto (5); esto es, al Templo, lugar apartado del comercio con los hombres, donde halló la soledad que Dios le había deparado. Pues no convenía, en verdad, que debiendo establecer en Ella su morada el Hijo de Dios, conversase María en público ni con el común de los hombres; sino que toda su conversación fuese en el Templo del Señor y que, aun allí, hablara más de ordinario con los ángeles que con sus compañeras; a fin de hacerse digna del saludo que le dirigiría el Ángel, de parte de Dios.
Honrad hoy a la Santísima Virgen como a tabernáculo y templo viviente que Dios mismo se edificó y embelleció con sus manos. Pedidle os obtenga de Dios la gracia de que se halle vuestra alma tan bien adornada y tan bien dispuesta a recibir la palabra divina, y a comunicarla a los otros, que os convirtáis por su intercesión en tabernáculos del Verbo de Dios.

domingo, 17 de noviembre de 2019

RENUNCIAR AL ESPÍRITU DEL MUNDO. San Juan Bautista de la Salle


RENUNCIAR AL ESPÍRITU DEL MUNDO
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO VIGÉSIMO TERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉ 
San Juan Bautista de la Salle   
Llegado Jesús a la casa de un príncipe de la sinagoga con el fin de resucitar a la hija de éste, mandó salir fuera al tropel de gente que allí se encontraba, y dijo: La niña no está muerta sino dormida (1).
Puede afirmarse también de muchos que han dejado el mundo para vivir en comunidad, que no están muertos, sino sólo dormidos; porque, si efectivamente dejaron el siglo, no han renunciado de todo punto a él, como lo manifiestan a las claras con su conducta.
En primer lugar, no están muertos sus sentidos. Es muy cierto que algunos se muestran recatados delante de sus superiores y, otros, en presencia de sus hermanos cuando están en casa o durante los ejercicios de piedad; pero, si salen a la calle, han de enterarse de cuanto en ella ocurre.
Los hay que parecen más comedidos; pero ¿sucede algo fuera de lo corriente?, luego levantan la vista para mirarlo; o bien, cuando van de viaje, se apartan del camino, si a mano viene, para satisfacer la curiosidad y ver lo interesante que puedan hallar a su paso, como iglesias y edificios hermosos, o amenos jardines.
Otros parecen muy mortificados en la mesa: toman indistintamente cuanto se les coloca delante, sin quejar se de nada; pero, si han de ponerse en camino, se las arreglan para comer lo mejor que encuentran y, si caen enfermos, cuesta lo suyo complacerlos.
Los sentidos de todos éstos no han muerto; están sólo adormecidos; por eso se despiertan con suma facilidad. No imitéis a los israelitas quienes, salidos de Egipto por señalado favor de Dios, se olvidaron pronto de los males que allí pasaron, y echaban de menos las cebollas que comían en aquel país.
Sus pasiones tampoco están muertas. Algunos soportan cuanto les dicen en las calles para humillarlos; pero se disgustan si en casa los reprenden o avisan sus faltas, o se los humilla en alguna ocasión. Otros se niegan a tolerar cosa alguna, tanto dentro como fuera de casa: refunfuñan, vuelven la cabeza o hacen otros gestos que dan a conocer su disgusto, y aun amenazan.
Otros soportan lo que les venga de sus superiores, y cumplen puntual y exteriormente las penitencias que les imponen; pero, si alguno de sus hermanos les dice una palabra áspera o les molesta lo más mínimo, inmediatamente los veréis incomodados. En el ejercicio de su empleo, algunas veces se enojan con los escolares y los golpean con la mano, lo que acarrea muchas veces malas consecuencias difíciles de remediar.
Las pasiones de todas esas personas no han muerto; duermen tan sólo por algún tiempo, después del cual se despiertan, en unos con mucho vigor; en otros, con alguna mayor moderación; en éstos, más a menudo; en aquéllos, más rara vez.
Vosotros, con todo, no debisteis dejar el mundo sino para dar muerte completa a las pasiones; sin lo cual nunca tendréis verdadera virtud. Aplicaos a ello decididamente y con todo el empeño de que sois capaces.
Muchos, aunque han dejado el mundo, no han muerto absolutamente a cuanto hay en él; ya que, para estar de todo en todo muertos al siglo, nada en él ha de parecer bello ni bueno. A pesar de eso, los hay que se hallan muy a gusto en compañía de los mundanos, y cuando no pueden andar entre ellos, suplen su falta, o platicando del mundo, o solicitando gustosos noticias de él, u ocupándose de sus cosas.
Otros se complacen en usar o, al menos, ambicionan tener ciertos vestidos, ropas, telas, sombreros, medias, zapatos, etc. que se parecen a los llevados por los seglares y, si no pueden hacerse con ellos, adoptan un no sé qué en la manera de vestir o en sus modales, que deja transparentar los aires mundanos.
Otros leen con frecuencia libros buenos; mas leerían de buena gana los que tratasen, no de cosas prohibidas, pero si curiosas. Hasta podría acontecer que, no obstante tenerlo prohibido los superiores, hubiese algunos tan descomedidos que leyeran periódicos, usaran tabaco y aun se lo proporcionaran por medios ilícitos.
Nada de esto conviene de ningún modo a personas que se consagraron a Dios renunciando a todo comercio con el mundo y eligieron un estado que les compromete a llevar vida observante en el seno de su comunidad.
Y aun cuando estas personas se apliquen a los ejercicios piadosos que en la comunidad se practican, y al desempeño de sus funciones; puede afirmarse con razón, dado su modo de vivir, que no han muerto al mundo, sino que sólo están como adormilados en relación con la vida mundana.
Eso no obstante, sólo para morir y para renunciar a cuanto los mundanos practican, se abraza la vida de comunidad. Pensadlo bien y, en lo sucesivo, no viváis en ella sino con esa persuasión y con ese propósito (*).

domingo, 10 de noviembre de 2019

NO OBRAR POR RESPETO HUMANO. San Juan Bautista de la Salle


 NO OBRAR POR RESPETO HUMANO 
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle
 Los fariseos y los herodianos, según refiere el evangelio de hoy, al acercarse a Jesucristo le alabaron porque enseñaba el camino de Dios con verdad, sin dársele nada de nadie, y sin consideración a la calidad de las personas (1).
Los que viven en comunidad son quienes han de seguir particularmente este proceder del Señor. Pues, habiendo renunciado al mundo, deben obrar siempre con la mira puesta en Dios, sin hacer caso de cuanto puedan decir los demás.
En primer término, deben imitar esa conducta de Jesucristo los superiores. Como son los únicos con quienes se relacionan tanto los de dentro como los de fuera, son también los más expuestos a la censura ajena en su modo de proceder.
Los que, dentro de casa, viven ansiosos de libertad juzgan, a veces, que el superior es harto puntual y exigente. Si es cuerdo y grave, dirán que es serio en demasía; si tiene exterior afable y atrayente, que es expansivo y acomodaticio en exceso; si reprende a menudo y no tolera nada, que es demasiado brusco; si disimula ciertas faltas en algunos, que permite la total relajación: si procede bien a juicio de unos, obrará mal según otros; de forma que ninguna de sus acciones se verá libre de reproche.
Lo único que el superior debe hacer a este respecto es no inquietarse por lo que digan de él; aunque ha de velar sobre si para no hacer cosa alguna que pueda dar mal ejemplo o esté en oposición a los deberes de su ministerio, y para no tener afición particular con ninguno, y poder presentarse como modelo de todos por la pie dad y la observancia.
Los inferiores deben, a su vez, obrar igual mente sin respetos humanos, por ser ésa una de las cosas que en mayor grado vician las acciones de los hombres. Dios los ha creado exclusivamente para El; no quiere, por tanto, que los mueva a obrar la consideración de criatura alguna. De modo que toda acción ejecutada por un fin creado, la considera Dios como injuriosa para Él, y de ninguna forma tendrá en cuenta el bien aparente que de ella pudiera seguirse
Si ocurriere, pues, que alguno de los hermanos faltase a la regularidad, no le imitéis por respeto humano: la ley y la voluntad de Dios han de servirnos de regla; no el ejemplo de los otros ni la estimación natural y humana que ellos nos merezcan. Si obráis con el fin de agradar a los hombres, no recibiréis otra recompensa por ello sino la bien ruin, efímera y pasajera que podrán daros los hombres.
Sobre todo, nada obréis ni omitáis por complacer a los mundanos, pues de ellos habla el Apóstol cuando afirma: Si pretendiera agradar a los hombres, no seria siervo de Jesucristo (2). A su vez, dice Jesucristo: Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, por eso el mundo os aborrece (3).
Puesto que es necesario, según Jesucristo y según san Pablo, despreocuparse de agradar a los mundanos, y aun de ser aborrecido por ellos; nada debéis hacer con la intención de complacerles; máxime que los procederes e intenciones de la gente del mundo son diametral mente opuestos a los que vosotros debéis adoptar. Cuando, pues, os asalten pensamientos de respeto humano, traed a la memoria estas palabras de san Pablo: Si pretendiera agradar a los hombres, no sería yo siervo de Jesucristo.
Ni basta abstenerse de obrar con el fin de agradar a los hombres. Es necesario que " se proceda en todo con la única mira de tener contento a Dios y serle grato " (4), como dice el Apóstol - " haciendo todas las cosas de manera digna de Dios " (5); y que, con este fin, " caminéis por los senderos de Dios, de modo que, según enseña en otra parte san Pablo, los sigáis de continuo y progreséis en ellos de día en día "; porque, añade, la voluntad de Dios es que seáis santos y puros (6); esto es, que vuestras obras sean sin mancha, por no proponeros otro fin en ellas que a Dios.
Este será el auténtico y más seguro medio de andar por las veredas de Dios y de adelantar en ellas de continuo. Porque, así como en la otra vida ha de ser Dios el fin y término de todas vuestras acciones, así debe serlo ya también en la presente. Sobre todo en vuestro estado, que exige de vuestra parte mucha perfección; pues, como dice el Apóstol: No os llamó Dios a la impureza; o sea, a realizar obras indignas de vuestro estado, a causa de estar contaminadas y corrompidas por el mal fin que les imprimáis al hacerlas; sino que os llamó Dios para ser santos " (7).
Quien no se esmera, pues, por obrar con la mira puesta en Dios, no menosprecia a algún hombre, sino a Dios mismo.