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miércoles, 10 de agosto de 2016

LA PRIMACÍA DE LA DIMENSIÓN SUBJETIVA DEL TRABAJO Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.270-271)





LA PRIMACÍA DE LA DIMENSIÓN SUBJETIVA DEL TRABAJO
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.270-271)
El trabajo humano tiene una doble dimensión: objetiva y subjetiva. En sentido objetivo, es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir. El trabajo en sentido subjetivo, es el actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a su vocación personal.
El trabajo en sentido objetivo constituye el aspecto contingente de la actividad humana, que varía incesantemente en sus modalidades con la mutación de las condiciones técnicas, culturales, sociales y políticas. El trabajo en sentido subjetivo se configura, en cambio, como su dimensión estable, porque no depende de lo que el hombre realiza concretamente, ni del tipo de actividad que ejercita, sino sólo y exclusivamente de su dignidad de ser personal. Esta distinción es decisiva, tanto para comprender cuál es el fundamento último del valor y de la dignidad del trabajo, cuanto para implementar una organización de los sistemas económicos y sociales, respetuosa de los derechos del hombre.
La subjetividad confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo como una simple mercancía o un elemento impersonal de la organización productiva. El trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo, es expresión esencial de la persona, es «actus personae». Cualquier forma de materialismo y de economicismo que intentase reducir el trabajador a un mero instrumento de producción, a simple fuerza-trabajo, a valor exclusivamente material, acabaría por desnaturalizar irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y profundamente humana. La persona es la medida de la dignidad del trabajo.
La dimensión subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva, porque es la del hombre mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y su más alto valor.

martes, 9 de agosto de 2016

LA RESPUESTA DE LA IGLESIA ANTE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.267-269)




LA RESPUESTA DE LA IGLESIA ANTE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.267-269)
El curso de la historia está marcado por las profundas transformaciones y las grandes conquistas del trabajo, pero también por la explotación de tantos trabajadores y las ofensas a su dignidad. La revolución industrial del siglo XIX planteó a la Iglesia un gran desafío, al que el Magisterio social respondió afirmando principios de validez universal y de perenne actualidad, para bien del hombre que trabaja y de sus derechos contenidos en la encíclica Rerum novarum de León XIII. Esta encíclica significó:
1.- la defensa de la inalienable dignidad de los trabajadores, a la cual se une la importancia del derecho de propiedad, del principio de colaboración entre clases, de los derechos de los débiles y de los pobres, de las obligaciones de los trabajadores y de los patronos, del derecho de asociación.
2.- la consolidación de numerosas iniciativas: uniones y centros de estudios sociales, asociaciones, sociedades obreras, sindicatos, cooperativas, bancos rurales, aseguradoras, obras de asistencia. Todo esto dio un notable impulso a la legislación laboral en orden a la protección de los obreros, sobre todo de los niños y de las mujeres; a la instrucción y a la mejora de los salarios y de la higiene.
Juan Pablo II, en la encíclica Laborem exercens  enriquece la visión personalista del trabajo, indicando la necesidad de profundizar en los significados y los compromisos que el trabajo comporta. El trabajo, clave esencial  de toda la cuestión social, condiciona el desarrollo no sólo económico, sino también cultural y moral, de las personas, de la familia, de la sociedad y de todo el género humano.

lunes, 8 de agosto de 2016

EL DEBER DE TRABAJAR Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.264-266)




EL DEBER DE TRABAJAR
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.264-266)
A pesar de que en este mundo el hombre es peregrino, ello no nos excusa de la obligación de trabajar. “El que no trabaja, que no coma.”
Los cristianos debemos vivir el trabajo al estilo de Cristo, convirtiéndolo en ocasión para dar un testimonio cristiano: no viviendo a expensas de nadie y practicando la solidaridad.  
Los padres de la Iglesia hablan del trabajo como verdadera obra del hombre: Mediante el trabajo, el hombre gobierna el mundo colaborando con Dios; junto a Él, es señor y realiza obras buenas para sí mismo y para los demás. El ocio perjudica el ser del hombre, mientras que la actividad es provechosa para su cuerpo y su espíritu. El cristiano está obligado a trabajar no sólo para ganarse el pan, sino también para atender al prójimo más pobre, a quien el Señor manda dar de comer, de beber, vestirlo, acogerlo, cuidarlo y acompañarlo. Cada trabajador, afirma San Ambrosio, es la mano de Cristo que continúa creando y haciendo el bien.
El trabajo humano, orientado hacia la caridad, se convierte en medio de contemplación, se transforma en oración devota, en vigilante ascesis y en anhelante esperanza del día que no tiene ocaso.
La fórmula benedictina: ¡Ora et labora! confiere al trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora. Este parentesco entre trabajo y religión refleja la alianza misteriosa, pero real, que media entre el actuar humano y el providencial de Dios.

jueves, 4 de agosto de 2016

EL TRABAJO COLABORACÍÓN CON DIOS CREADOR Y REDENTOR Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.262-263)




EL TRABAJO COLABORACÍÓN CON DIOS CREADOR Y REDENTOR
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.262-263)
El trabajo humano ha de manifestar las perfecciones del universo  que tienen en el Verbo increado su principio y su modelo. Las cartas de los apóstoles destacan la actividad de toda la Trinidad en la Creación. Una creación ordenada que plasma la sabiduría divina y que el hombre debe descubrir, secundar y llevar a cumplimiento. En Jesucristo, el mundo visible, adquiere nuevamente el vínculo original con la misma fuente divina de la Sabiduría y del Amor y el trabajo humano se transforma en un servicio a la grandeza de Dios.
El trabajo es una verdadera participación en la obra de la creación pero también en la obra de la redención. Quien soporta la penosa fatiga del trabajo en unión con Jesús coopera, en cierto sentido, con el Hijo de Dios en su obra redentora y se muestra como discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a cumplir. Así el trabajo puede ser considerado como un medio de santificación.

miércoles, 3 de agosto de 2016

JESÚS TRABAJÓ CON SU MANOS Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.255-258)




JESÚS TRABAJÓ CON SU MANOS
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.255-258)
Jesús, dedicó la mayor parte de vida terrena al trabajo manual en el taller de san José y en su predicación enseña a apreciar el trabajo. Condena el comportamiento del siervo perezoso, que esconde bajo tierra el talento y alaba al siervo fiel y prudente a quien el patrón encuentra realizando las tareas que se le han confiado.
Jesús enseña  también a no dejarse dominar por el trabajo: De que le sirve al hombre ganar el mundo entero si después pierde su alma. Los tesoros de la tierra se consumen, mientras los del cielo son imperecederos. El trabajo no debe afanar: el hombre preocupado y agitado por muchas cosas, corre el peligro de descuidar el Reino de Dios y su justicia, del que tiene verdadera necesidad; todo lo demás, incluido el trabajo, encuentra su lugar, su sentido y su valor, sólo si está orientado a la única cosa necesaria, que no se le arrebatará jamás.
Jesús describe su misma misión como un trabajar: Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo; y a sus discípulos como obreros en la mies del Señor, que representa a la humanidad por evangelizar. Para estos obreros vale el principio general según el cual el obrero tiene derecho a su salario, están autorizados a hospedarse en las casas donde los reciban, a comer y beber lo que les ofrezcan.
Durante su ministerio terreno, él trabaja incansablemente, realizando obras poderosas para liberar al hombre de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte. El sábado es reafirmado por Jesús en su valor originario: ¡El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado! El sábado es el día en que el hombre debe dedicarse a Dios y a los demás. Liberar del mal, practicar la fraternidad y compartir permite a la humanidad encaminarse hacia el Sábado eterno.