jueves, 31 de diciembre de 2020

TE DEUM


TE DEUM

Canto de Acción de gracias


Te Deum laudamus:
te Dominum confitemur.
Te aeternum patrem,
omnis terra veneratur.

Tibi omnes angeli,
tibi caeli et universae potestates:
tibi cherubim et seraphim,
incessabili voce proclamant:

"Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra
majestatis gloriae tuae."

Te gloriosus Apostolorum chorus,
te prophetarum laudabilis numerus,
te martyrum candidatus laudat exercitus.

Te per orbem terrarum
sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensae maiestatis;
venerandum tuum verum et unicum Filium; Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.

Tu rex gloriae, Christe. Tu Patris sempiternus es Filius. Tu, ad liberandum suscepturus hominem, non horruisti Virginis uterum.



Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes,
in gloria Patris.

Iudex crederis esse venturus.


Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni,
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac
cum sanctis tuis in gloria numerari.

Salvum fac populum tuum, Domine, et benedic hereditati tuae. Et rege eos, et extolle illos usque in aeternum.

Per singulos dies benedicimus te; et laudamus nomen tuum in saeculum, et in saeculum saeculi.

Dignare, Domine, die isto
sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine,
miserere nostri.


Fiat misericordia tua, Domine, super nos, quem ad modum speravimus in te.
In te, Domine, speravi:
non confundar in aeternum.
 
A Ti, oh Dios, te alabamos,
a Ti, Señor, te confesamos.
A Ti, eterno Padre,
toda la tierra te venera.

A tí todos los ángeles,
a tí los cielos y todas las potestades: a tí los querubines y serafines con voz incesante proclaman:

Santo, Santo, Santo Señor Dios del universo. Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria.

A Ti te alaba el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A Ti por toda la tierra,
te confiesa la Iglesia santa,
Padre de inmensa majestad;
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú, Cristo, eres el Rey de la gloria. Tú eres el Hijo del Padre eterno. Tú, para liberar al hombre, aceptaste la condición humana y no te horrorizaste del seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte, abriste a los creyentes el reino de los cielos. Tú te sientas a la derecha de Dios en la gloria del Padre.
Creemos que un día has de venir como juez.

Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
seamos contados con tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos sin pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Ti.
En Ti, Señor, confié,
no me vea confundido para siempre.

Se sigue con estos versos y oración: 
 

V/. Benedicamus Patrem et Filium cum Sancto Spiritu.

R/. Laudemus et superexaltemus eum in saecula.

V/. Benedictus es Domine in firmamento caeli.

R/. Et laudabilis, et gloriosus, et superexaltatus in saecula.

V/. Domine exaudi orationem meam,

R/. Et clamor meus ad te veniat.

V/. Dominus vobiscum.

R/. Et cum spiritu tuo.

Oremus. Deus, cujus misericordiae non est numerus, et bonitatis infinitus est thesaurus:+  piissimae majestati tuae pro collatis donis gratias agimus, tuam semper clementiam exorantes;* ut qui petentibus postulata concedis,
eosdem non deserens, ad praemia futura disponas.
Per Christum Dominum nostrum. Amen.

V/. Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo.

R/. Alabémosle y ensalcémosle por siglos.

V/. Bendito es el Señor en el firmamento del cielo.

R/. Alabado y glorioso y ensalzado por los  siglos.

V/. Señor, escucha nuestra oración.

R/. Y llegue a ti nuestro clamor.

V/. El Señor esté con vosotros.

R/. Y con tu espíritu.

Oremos: Oh Dios, cuya misericordia es infinita e inagotable la bondad, damos gracias a tu divina Majestad, por los bienes que hemos recibido, implorando siempre tu clemencia, para que no abandonando a aquellos a quienes concedes lo que te piden, los dispongas para recibir las recompensas eternas. Por Jesucristo Nuestro Señor. R/. Amén.


*** Indulgencia plenaria para quien lo rece o cante en comunidad en el último día del Año, el 1 de enero y la solemnidad de Pentecostés. 
FOLLETO PDF

Te Deum. Tono simple by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOL...

VIDEO

Horario


 

Jesús Niño, nuestra alegría y nuestro gozo. Homilía

La Navidad: El remedio a los grandes males de nuestro tiempo. Homilía

Dios ha venido a quedarse. Homilía

domingo, 27 de diciembre de 2020

JESÚS CRECÍA EN SABIDURÍA Y EN EDAD. San Alfonso María de Ligorio

 

Meditación Jesús crecía en sabiduría y en edad
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para los días de la octava de la epifanía

Meditación VII

Jesús crecía en sabiduría y en edad


El evangelista san Lucas hablando de la permanencia de Jesús en Nazaret dice: Y Jesús crecía en sabiduría y en edad, y en gracia delante de Dios y de los hombres. Lc. 2, 52
Así como Jesús iba creciendo en edad, así crecía en sabiduría; no porque con los años fuese adquiriendo mayor conocimiento de las cosas, como nos sucede a nosotros, pues que desde el primer momento de su vida Jesús estuvo lleno de toda la ciencia y sabiduría divina, “estando escondidos en él todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, según San Pablo”,
Pero se dice que crecía, porque iba con la edad siempre manifestando más su sublime sabiduría. Del mismo modo se entiende también que Jesucristo crecía en gracia delante de Dios y de los hombres; pues en cuanto Dios, aunque todas sus acciones divinas no le hiciesen más santo, ni le aumentasen mérito, estando desde el principio en su plenitud; no obstante las operaciones del Redentor eran por sí todas suficientes para acrecentarle la gracia y el mérito. Crecía además en la gracia delante de los hombres, aumentándose su hermosura y amabilidad.
¡Oh, y como se mostraba siempre más precioso Jesús y más amable en su juventud, haciendo conocer de cada día más las bellas cualidades por las que debía ser amado! ¡Con qué alegría el santo jovencito obedecía a María y a José! ¡Con qué recogimiento de espíritu trabajaba! ¡Con qué parsimonia y modestia se alimentaba! ¡Con qué compostura hablaba! ¡Con qué dulzura y afabilidad conversaba con todos! ¡Con qué devoción oraba!
En suma, toda acción, toda palabra, todo movimiento de Jesucristo enamoraba y hería el corazón de cuantos le contemplaban, y especialmente de María y de José que tuvieron la dicha de tenerle siempre al lado.
¡Oh, u cómo estaban los santos Esposos siempre atentos a contemplar y admirar todas las operaciones, las palabras y los gestos de aquel Hombre Dios!


Afectos y súplicas
Creced, pues, amado Jesús, creced por mí. Creced para enseñarme con vuestros divinos ejemplos todas las virtudes. Creced para consumar el gran sacrificio sobre la cruz, del cual depende mi salvación eterna.
¡Ah! Haced, o mi Señor, que yo también crezca siempre en vuestro amor y en vuestra gracia. ¡Miserable de mí, que hasta aquí he crecido siempre en ingratitud hacia Vos, que tanto me habéis amado! En adelante haced que suceda todo lo contrario; Vos sabéis mi debilidad y habéis de darme luz y fuerza. Hacedme conocer las bellas prendas que tenéis para ser amado. Sois un Dios de infinita hermosura y bondad, que no habéis reusado bajar a esta tierra y haceros hombre por nosotros, llevando una vida humilde y penosa, terminándola después con una muerte cruel.
Y ¿Dónde podíamos encontrar un objeto más amable y más amante que Vos? ¡Insensato! En el tiempo pasado no he querido conoceros, y por esto os he perdido. De ello os pido perdón, lo detesto con toda el alma, y resuelvo ser todo vuestro.
Pero Vos ayudadme; recordadme siempre la vida trabajosa y la muerte amarga que habéis sufrido por mi amor.
Dadme, pues, luz y dadme fuerza. Cuando el demonio me presente algún fruto vedado, hacedme fuerte para despreciarlo; no permitáis que por cualquier vil y momentáneo interés os pierda yo, bien infinito.
Os amo, Jesús mío, muerto por mí; os amo, bondad infinita; os amo, enamorado de mi alma. María, Vos sois mi esperanza; por vuestra intercesión confío amar de hoy en adelante para siempre a mi Dios, y de no amar a otro que a Dios.

EVANGELIO DEL DOMINGO: EL NIÑO IBA CRECIENDO LLENO DE SABIDURÍA Y LA GRACIA DE DIOS ESTABA CON ÉL


DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
Lc 2,33-40
 

COMENTARIO AL EVANGELIO  

Homilía de maitines   FUE DIGNA DE ANUNCIAR AL REDENTOR

 

viernes, 25 de diciembre de 2020

EVANGELIO DEL DÍA. ET VERBUM CARO FACTUM EST

25 de diciembre
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan 1, 1-14

ET VERBUM CARO FACTUM EST Benedicto XVI

VAYAMOS A POSTRARNOS ANTE EL PESEBRE. San Pío de Pietrelcina

JESUCRISTO NACE HOY POBRE EN UN ESTABLO. San Juan Bautista de la Salle

SALMO DE NAVIDAD. San Francisco de Asís

NOVENAPREPARATORIA DE NAVIDAD CON TEXTOS DE BENEDICTO XVI

ORACIÓN ANTE LA IMAGEN DEL NIÑO JESÚS. Oración de San Juan Pablo II

ORACIÓNAL DULCE NIÑO DE BELÉN. Oración de San Juan XXIII

SALVATORMUNDI, SALVA NOS! Oración al Niño Jesús del Papa San Juan Pablo II

DANOSTUS OJOS MARÍA. Oración a la Virgen en Navidad del Papa San Juan Pablo II

LANAVIDAD, MISTERIO DE ALEGRÍA Y DE AMOR. San Juan Pablo II

CHRISTUSEST PAX NOSTRA. San Juan Pablo II

HANACIDO LA PAZ. San Juan Pablo II

DIRIGIMOSLA MIRADA HACIA TI, CRISTO, PUERTA DE NUESTRA SALVACIÓN. Oración del Papa SanJuan Pablo II

TÚ,ADORADO NIÑO DE BELÉN. Suplica y oración al Niño Dios. S.S. Juan Pablo II

ORACIÓNAL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS. Oración de San Bernardino de Siena

AFECTOSY SÚPLICAS AL NIÑO JESÚS. Oración de San Alfonso María de Ligorio

OHNIÑO GUÍA TU MIS PASOS. Oración de deseo de San Arnoldo Janssen

OHJESÚS QUE VIVES EN MARÍA

ORACIÓNA LA SAGRADA FAMILIA. Oración de San Juan Bautista Piamarta

TEDEUM

ORACIÓNAL INICIO DEL AÑO. Oración del Hermano San Rafael Arnáiz

HoraSanta Con San Pedro Julián Eymard. Navidad y Eucaristía (32)

HoraSanta Con San Pedro Julián Eymard. Navidad y Eucaristía (32.b)

ELSUEÑO DEL NIÑO JESÚS. Santa Teresita del Niño Jesús

LetaníasDel Santísimo Nombre de Jesús / Litaniae Sanctissimi Nominis Iesu

Santa Teresa de Jesús: Ay, pastores

DEL NACIMIENTO DE JESÚS. San Alfonso María de Ligorio

Meditación del Nacimiento de Jesús-Navidad
para rezarla el día de Navidad 25 de diciembre.
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía

Meditación I

Del Nacimiento de Jesús

El nacimiento de Jesucristo trajo una alegría general a todo el mundo. El fue aquel Redentor deseado por tantos años y con tantos suspiros; que por esto fue llamado el Deseado de las gentes, y el deseo de los collados eternos.
Héle; ya ha venido, y ha nacido en una pequeña cueva.
Aquel gozo grande, que el ángel anunció a los pastores, hoy lo anuncia también a nosotros, y nos dice: Ecce evangelizo vobis gaudim magnun, gozo que será para todo el pueblo; porque hoy os es nacido el Salvador del mundo.
¡Que gran fiesta se hace en un reino cuando nace al monarca su primogénito! Pues, mayor fiesta debemos hacer nosotros, viendo nacido al Hijo de Dios que ha venido del cielo a visitarnos, movido de las entrañas de su misericordia.
Nosotros estábamos perdidos, y he aquí que Él ha venido a salvarnos: el Pastor ha venido a salvar a sus ovejuelas de la muerte, dando su vida por amor de ellas. 
El Cordero de Dios ha venido a sacrificarse por alcanzarnos la Divina Gracia, y para hacerse nuestro libertador, nuestra vida, nuestra luz, y aún nuestro alimento en el Santísimo Sacramento.
Dice san Agustín, que por esto Jesucristo al nacer quiso ser puesto en el pesebre donde hallaban pasto los animales; para darnos a entender, que Él se hizo hombre a fin de hacerse Él mismo nuestra comida para la eternidad.
Jesús, en efecto, nace todos los días en el Sacramento por medio del sacerdote y de la consagración. El altar es el pesebre, y allí vamos nosotros a alimentarnos de sus carnes. Alguno habrá que desee tener el santo Niño en los brazos, como le tuvo el santo viejo Simeón; pues cuando comulgamos nos enseña la fe que no solo en los brazos, sí que dentro de nuestro pecho está aquel mismo Jesús que estuvo en el pesebre de Belén; para esto Él ha nacido, para darse todo a nosotros: Parvulus natus est nobis, et Filis datus est nobis.

 

SALMO DE NAVIDAD. San Francisco de Asís

 SALMO DE NAVIDAD
San Francisco de Asís
Exultad con Dios, nuestro ayudador;
regocijaos con el Señor Dios vivo y verdadero,
con voz de exultación.
Porque el Señor es excelso, terrible,
rey grande sobre toda la tierra.
Porque el santísimo Padre del cielo,
rey nuestro antes de los siglos,
envió a su amado Hijo de lo alto,
y nació de la bienaventurada Virgen santa María.
El me invocó: “Tú eres mi Padre”;
y yo lo haré primogénito,
excelso sobre los reyes de la tierra.
En aquel día envió el Señor Dios su misericordia,
y en la noche su canto.
Éste es el día que hizo el Señor;
exultemos y alegrémonos y en él.
Porque un santísimo niño amado se nos ha dado,
y ha nacido por nosotros de camino,
y fue colocado en un pesebre,
porque no tenía lugar en la posada.
Gloria al Señor Dios en las alturas,
y en la tierra, paz a los hombres
de buena voluntad.
Alégrense los cielos y exulte la tierra,
conmuévase el mar y cuanto lo llena;
se gozarán los campos y todo lo que hay en ellos.
Cantadle un cántico nuevo,
cantad al Señor toda la tierra.
Porque grande es el Señor
y loable en extremo,
terrible sobre todos los dioses.
Ofreced al Señor, patrias de los gentiles ,
ofreced al Señor gloria y honor,
ofreced al Señor gloria a su nombre.
Tomad vuestros cuerpos
y llevad a cuestas su santa cruz,
y seguid hasta el fin sus santísimos preceptos.

domingo, 20 de diciembre de 2020

EL GRANDE AMOR QUE NOS HA MANIFESTADO JESUCRISTO. San Alfonso María de Ligorio

 


EL GRANDE AMOR QUE NOS HA MANIFESTADO JESUCRISTO. 

San Alfonso María de Ligorio

 

COMENTARIO AL EVANGELIO

IV domingo de Adviento


DEL AMOR QUE NOS TIENE JESUCRISTO, Y DE LA OBLIGACIÓN QUE NOSOTROS TENEMOS DE AMARLE

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Et videbit omnis caro salutare Dei

Y verán todos los hombres al Salvador enviado de Dios.

(Luc. III, 6)


El Salvador del mundo, de quien había vaticinado el profeta Isaías que le habían de ver algún día los hombres en la tierra: Et videbit omnis caro salutare Dei; vino ya, católicos; y nosotros le hemos visto, no solamente conversar entre los hombres, sino también padecer y morir por nuestro amor. Ocupémonos, pues, esta mañana en considerar el amor que debemos a Jesucristo, que es ese Salvador de quien hablamos, al menos en recompensa del que nos tuvo y tiene Él mismo a nosotros. Así analizaremos:

El grande amor que nos ha manifestado Jesucristo. Punto 1º

El que debemos tenerle nosotros. Punto 2º

Punto 1

EL GRANDE AMOR QUE NOS HA MANIFESTADO JESUCRISTO

1. San Agustín dice, que Jesucristo vino al mundo para que los hombres conocieran lo mucho que Dios los amaba: Propterea Christus advenid, ut cognoceret homo cuantum eum diligat Deus. Vino; y para manifestarnos el inmenso amor que nos tenía este Dios, se entregó a sí mismo a los pecadores, abandonándose a todas las penas de esta vida; y, últimamente, a los azotes, a las espinas y a todos los dolores y desprecios que sufrió en su pasión, hasta morir en una cruz: “Nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros” (Galat. II, 20).

2. Bien podía Jesucristo habernos salvado sin morir en una cruz ni padecer: bastaba una sola gota de su sangre para redimirnos, o una sencilla súplica hecha a su Padre eterno; porque siendo ella de valor infinito por razón de su divinidad, era suficiente para salvara infinitos hombres e infinitos mundos; empero no lo hizo así: porque como dice el Crisóstomo, u otro escritor antiguoQuod sifficiebat redemptioni, non sufficiebat amori. Lo que bastaba para redimirnos, no bastaba para manifestarnos el amor extraordinario que nos tenía. Quiso, pues, para demostrarnos lo mucho que nos amaba, no sólo derramar parte de su sangre preciosa, sino toda ella entre tormentos inauditos. Esto significan las palabras siguientes, que pronunció en la noche que precedió al día de su muerte: Esta es mi sangre, que será el sello del nuevo testamento, la cual será derramada por muchosHic est enim sanguis meus novi tetamenti qui pro multis effundetur. (Matth. XXVII, 28). La palabra effundetur denota, que Jesucristo en su pasión derramó toda su sangre hasta la última gota: y por esto, cuando después de su muerte  le abrieron el costado con una lanza, salió de él sangre y agua, en señal que aquellas eran las últimas gotas de sangre que le quedaban. Se ve, pues, que pudiendo Jesús habernos salvado sin padecer, quiso abrazar una vida toda llena de penas y amarguras, y terminarla con una muerte dura e ignominiosa, cual lo era la de la cruz, propia solamente de esclavos. Los ciudadanos romanos estaban libres de éste género de muerte, y era un crimen castigarlos con este suplicio; pero el Creador de los cielos y tierra, para demostrarnos el grande amor que nos tenía se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz: Humiliavit semetipsum, factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis. (Philip II, 1). No solamente, dice el Apóstol,se humilló hasta morir, sino hasta morir en una cruz, como si fuera un vil esclavo.

3. San Juan dice: Majoremhac dilectionem nemo habet, ut animam suam ponat quis pro amicis suis. (XV, 13)Que nadie tiene amor más grande, que el que da su vida por sus amigos. ¿que más podía, pues, hacer por nosotros el Hijo de Dios, que morir? Lo que hizo: morir en una cruz; morir del modo más indigno e ignominioso que entonces se conocía. Decidme hermanos míos, si un siervo vuestro, si el hombre más vil de la tierra, hubiese hecho por vosotros lo que hizoJesucristo, ¿podríais de acordaros de Él sin amarle?

4. No sabiendo San Francisco de Asís pensar en otra cosa que en la Pasión de Jesucristo, meditaba en ella de continuo, y lloraba sin interrupción; de suerte, que se quedó casi ciego de tanto llorar. Cierto día le encontraron llorando a los pies de un Crucifijo; y preguntándole porque derramaba tantas lágrimas, respondió: “Lloro los dolores e ignominias que sufrió nuestro Salvador; y lo que me hace llorar más amargamente es, que vivan los hombres tan olvidados de Aquél que sufrió tanto por ellos”.

5. Si dudas alguna vez, ¡oh cristiano!, de si Jesucristo te ama o no, levanta los ojos, y mírale pendiente de la cruz. ¡Que testimonios tan ciertos y evidentes son del amor que te tiene, dice Santo Tomás de Villanueva, aquella cruz en que estuvo enclavado, aquellos dolores internos y externos que padeció, y aquella muerte amarga que apuró por ti. ¿No oyes, decía San Bernardo, la voz de aquella cruz, y de aquellas llagas, que están gritando para que conozcas lo mucho que Cristo te amó?

6. San Pablo dice, que no deben movernos tanto a amar a Jesucristo, los azotes, la corona de espinas, el viaje doloroso al Calvario, la agonía que sufrió en la cruz durante tres horas, las puñaladas, bofetadas y salivas que recibió en su rostro divino, como el amor extraordinario y sin límites que nos manifestó queriendo padecer tanto por nosotros. Este amor, añade el Apóstol, no solamente nos obliga, sino que, en cierto modo, nos fuerza y nos precisa a amar un Dios, que tan intensamente nos amó: Charitas enim Christi urget nos. (II. Cor. V, 14). La caridad de Cristo nos urge. San Francisco de Sales dice sobre este texto: “El saber nosotros que Jesucristo, hijo verdadero de Dios, nos amó hasta morir por nosotros en una cruz, ¿no es tener nuestros corazones como en una prensa, para exprimir de ellos todo nuestro amor con una violencia tan fuerte como amorosa?”

7. Fue tan grande el amor en que se abrasa el corazón de Jesús para con los hombres, que no solamente quiso morir por nosotros, sino que toda su vida estuvo suspirando porque llegara aquel día en que debía sufrir la muerte por nuestro amor. Por eso repetía a menudo mientras vivía: Baptismo autem habeo  baptizari, et quomo do coarctor usque dum perficiatur? (Luc. XII, 50)Con un bautismo de sangre tengo de ser yo bautizado para lavar los pecados de los hombreset quomodo coarctor! ¡Oh, y como traigo en prensa el corazón, mientras que no lo veo cumplido! Tan grande era el amor que nos tenía, que ansiaba sin cesar padecer y morir por nosotros. Por esto, la noche antes del día de su muerte, dijo: Desiderio desideravi hoc pascha manducare vobiscum, antequam patiar. (Luc. XXII, 15).

8. San Lorenzo Justiniani escribe: Vidimus sapientem præ nimietate amoris infatuatum. Hemos visto al Hijo de Dios, que es la sabiduría divina, casi infatuado por el amor excesivo que tenía a los hombres. Esto respondían también los gentiles, cuando les predicaban la muerte padecida por Jesucristo, por el amor que había tenido a los hombres : que era una locura, que no podía ni aún imaginarse. Por eso dice el Apóstol: Nosotros predicamos sencillamente a Jesucristo crucificado: lo cual para los judíos es motivo de escándalo, y parece una locura a los gentiles. Y ¿quién podría creer jamás , decían ellos, que un Dios, que nadie necesita para ser feliz, haya querido tomar la naturaleza humana y morir por el amor de los hombres, obra de sus manos? Sería esto lo mismo que creer, que un hombre se habría infautado con el excesivo amor a sus creaturas. San Gregorio (Homil. 6), dice: Stultum visum es ut pro hominibus auctorvitæ moreretur. Les parecía una necedad que hubiese muerto por los hombres el autor de la vida. Pero digan y piensen los gentiles lo que quieran, es de fe, que el Hijo de Dios quiso derramar toda su sangre por el grande amor que nos tenía, para lavar con ella nuestras manchas de la culpa. Nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre. Por esta razón, considerando los Santos el amor de Jesucristo, se llenaban de admiración y de estupor. San Francisco de Paula, al mirar un crucifijo, no sabía sino exclamar: ¡Oh amor! ¡oh amor! ¡oh amor!.

9. No se contentó este amantísimo Señor con amarnos hasta morir por nosotros en una cruz, sino que hallándose ya al fin de su vida, y próximo a la muerte, quiso dejarnos su propia carne por comida, y su propia sangre por bebida, y alimento de nuestras almas en la institución de la Sagrada Eucaristía, con el fin de preservar eternamente entre nosotros , y legarnos una medicina general y eficaz contra todas las dolencias que nos pueda ocasionar el pecado. Pero de esto hablaremos extensamente cuando tratemos el santísimo Sacramento del altar. Pasemos ahora al otro punto.

Punto 2

CUAN OBLIGADOS ESTAMOS A AMAR A JESUCRISTO

10. El que ama quiere ser amado. Por eso dice San Bernardo, que cuando Dios nos ama no exige otra cosa sino que le amemos nosotros. Y antes que él, lo dijo el mismo Redentor. Yo, diceJesucristo, he venido a poner fuego en la tierra para encender el corazón de los hombres; ¿y que he de querer sino que arda? Dios nada más exige de nosotros sino ser amado, y por eso quiere la santa Iglesia que oremos, diciendo: “Te rogamos, Señor, que nos inflames los espíritus con aquel amor que nuestro Señor Jesucristo envió a la tierra, y quiso con ansia que se inflamase”. ¡Que cosas tan extraordinarias no hicieron los Santos encendidos de este fuego de amor divino! Todo lo abandonaron: delicias, honores, púrpuras y cetros, para atender exclusivamente a vivir abrasados de este amor divino. Pero me diréis, ¿como podremos conseguir abrasarnos en el amor de Jesucristo? Haced lo que hacía DavidIn meditatione mea exardecet ignis. (Ps. 38). La meditación es el horno santo donde se inflama este fuego de divino amor. Orad mentalmente todos los días, pensando en la Pasión de Jesucristo, y no dudéis que vosotros también conseguiréis de este modo arder en el divino amor.

11. A este fin, dice San Pabloquiso morir Jesucristo por nosotros, para adquirir un soberano dominio sobre nuestros corazonesIn hoc enim Christus mortuusest, et resurrexit, ut et mortorum et vivorum dominetur. (Rom. XIV, 9). Quiso dar la vida por todos los hombres sin ecluir a ninguno, dice el mismo Apóstol, para que ninguno viviese en adelante por sí, sino para que el que murió por ellos.

12. Más ¡ah! para responder el amor de este Dios, sería necesario que otro Dios muriese por Él, como murió Jesucristo por nosotros. ¡Quién no exclamará aquí, pues, oh ingratitud humana! Un Dios ha querido dar su vida por la salvación de los hombres, y estos hombres ni siquiera se dignan pensar en Él. Si cada uno de ellos pensase a menudo en la sacrosanta Pasión del Redentor, y en el amor que en ella nos manifestó, ¿cómo podríamos dejar de amarle con todo nuestro corazón? Al que considera con fe viva a Jesucristo pendiente de tres clavos en la cruz, cada una de sus llagas habla y le dice: Diliges Dominum Deum tuum: ama, ¡oh mortal! a tu Señor y Redentor, que tan ardientemente te amó. Y a estas voces tan tiernas ¿quién puede resistirse? San Buenaventura diceque las llagas  de Jesucristo “son heridas que ablandan y traspasan los corazones duros, y que inflaman las almas tibias; son llagas que lastiman los corazones más endurecidos, y entusiasman las almas más frías”.

14. Terminaré mi discurso, amados oyentes míos, encargándoos que, de hoy en adelante, meditéis un poco todos los días en la Pasión sagrada de Jesucristo. Y me contento que empleéis en esto la cuarta parte de una hora. Deseo, al menos, que cada uno de vosotros procure tener un Crucifijo, le tenga en su aposento y le dé una ojeada  de cuando en cuando, diciéndole “Por mí moristeis, Jesús mío, y yo no correspondo a vuestro amor”. Si un amigo sufre injurias por otro amigo, se complace mucho de que el otro se acuerde de esto y le hable de ello, manifestándole su gratitud. Y al contrario; siente mucho que  el otro o se acuerde de tal beneficio, ni se digne hablar de él. Del mismo modo se complace mucho Jesucristo de que nos acordemos de su Pasión, y le desagrada que no nos dignemos pensar en ella ni recordarla. ¡Oh, cómo nos consolarán a la hora de la muerte los dolores y la Pasión de Jesucristo, si durante nuestra vida hemos tenido la costumbre de meditar en ella con frecuencia! No esperemos que a la hora de nuestra muerte tomen otros el Crucifijo en la mano, y nos recuerden que Jesucristo murió por nuestro amor.

Abracemos ahora en vida, y tengámosle siempre a nuestro lado, para que podamos vivir y morir en su compañía dulcísima. El que es devoto de la Pasión de Jesús, no puede menos de serlo también de los Dolores de María, cuya memoria nos servirá de grandísimo consuelo a la hora de la muerte; como que el uno es el Redentor y la otra la Madre de los Pecadores.

¡Que muerte tan tranquila la de aquél, que muere abrazado a la cruz de Jesucristo, y por el amor de aquel Dios que murió por nuestro amor!