"Christus est pax nostra!"
Hombres y mujeres del tercer milenio,
vosotros que tenéis hambre de justicia y de paz,
¡acoged el mensaje de Navidad
que se propaga hoy por todo el mundo!
Jesús ha nacido para consolidar las relaciones
entre los hombres y los pueblos,
y hacer de todos ellos hermanos en Él.
Ha venido para derribar "el muro que los separaba:
el odio" (Ef 2, 14),
y para hacer de la humanidad una sola familia.
Sí, podemos repetir con certeza:
¡Hoy, con el Verbo encarnado, ha nacido la paz!
Paz que se ha de implorar,
porque sólo Dios es su autor y garante.
Paz que se ha de construir
en un mundo en el que pueblos y naciones,
afectados por tantas y tan diversas dificultades,
esperan en una humanidad
no sólo globalizada por intereses económicos,
sino por el esfuerzo constante
en favor de una convivencia más justa y solidaria.
Hombres y mujeres del tercer milenio,
vosotros que tenéis hambre de justicia y de paz,
¡acoged el mensaje de Navidad
que se propaga hoy por todo el mundo!
Jesús ha nacido para consolidar las relaciones
entre los hombres y los pueblos,
y hacer de todos ellos hermanos en Él.
Ha venido para derribar "el muro que los separaba:
el odio" (Ef 2, 14),
y para hacer de la humanidad una sola familia.
Sí, podemos repetir con certeza:
¡Hoy, con el Verbo encarnado, ha nacido la paz!
Paz que se ha de implorar,
porque sólo Dios es su autor y garante.
Paz que se ha de construir
en un mundo en el que pueblos y naciones,
afectados por tantas y tan diversas dificultades,
esperan en una humanidad
no sólo globalizada por intereses económicos,
sino por el esfuerzo constante
en favor de una convivencia más justa y solidaria.
Como los pastores, acudamos a Belén,
quedémonos en adoración ante la gruta,
fijando la mirada en el Redentor recién nacido.
En Él podemos reconocer los rasgos
de cada pequeño ser humano que viene a la luz,
sea cual fuere su raza o nación:
es el niño cualquiera, que es alguien para Cristo.
Hoy pienso en todos los pequeños del mundo:
muchos, demasiados, son los niños
que nacen ya condenados a sufrir, sin culpa,
las consecuencias de conflictos inhumanos.
¡Salvemos a los niños,
para salvar la esperanza de la humanidad!
Nos lo pide hoy con fuerza
aquel Niño nacido en Belén,
el Dios que se hizo hombre,
para devolvernos el derecho de esperar.
quedémonos en adoración ante la gruta,
fijando la mirada en el Redentor recién nacido.
En Él podemos reconocer los rasgos
de cada pequeño ser humano que viene a la luz,
sea cual fuere su raza o nación:
es el niño cualquiera, que es alguien para Cristo.
Hoy pienso en todos los pequeños del mundo:
muchos, demasiados, son los niños
que nacen ya condenados a sufrir, sin culpa,
las consecuencias de conflictos inhumanos.
¡Salvemos a los niños,
para salvar la esperanza de la humanidad!
Nos lo pide hoy con fuerza
aquel Niño nacido en Belén,
el Dios que se hizo hombre,
para devolvernos el derecho de esperar.
25 de diciembre de 2001