CRISTO
TRAE LA SALVACIÓN INTEGRAL DE LA PERSONA.
REFLEXÍÓN
DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 1-2)
1 La Iglesia, pueblo
peregrino, se adentra en el tercer milenio de la era cristiana guiada por
Cristo, el « gran Pastor » (Hb 13,20).
La
Iglesia sigue interpelando a todos los pueblos y a todas las Naciones, porque
sólo en el nombre de Cristo se da al hombre la salvación.
2 En esta alba del
tercer milenio, la Iglesia no se cansa de anunciar el Evangelio que dona
salvación y libertad auténtica también en las cosas temporales.
Comenzamos –en nuestra homilía diaria- una serie de consideraciones sobre la Doctrina Social de la Iglesia, siguiendo el plan pastoral diocesano para este curso.
Cristo,
Nuestro Señor, es el centro de la historia y por tanto el centro de la
humanidad, de cada hombre en particular y de la Iglesia. Él debe ser el centro
de nuestra vida. Cristo es el centro de mi vida si toda ella está iluminada por
su presencia y por su palabra: mis sentimientos, afectos, deseos; pero también
mi vida social, laboral, familiar, política.
Siempre
corremos el peligro de limitar la fe a
lo “privado” y a lo “interior”, a la “ceremonia” y “culto”, a encerrar el
Evangelio entre las paredes de nuestras Iglesias.
“Id
al mundo entero”. La Iglesia y cada uno de nosotros, como cristianos, debemos
anunciar el Evangelio de salvación. Es lo que nos recuerda la liturgia del
Adviento: el Señor viene a salvarnos. Una salvación que tendrá su realización
definitiva después de muerte en la vida eterna, pero una salvación que Cristo
ha venido a traer ya y ahora para nuestro mundo. “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y
los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos
resucitan y los pobres son evangelizados.” En la medida de que nosotros
cristianos vivamos el Evangelio traeremos a nuestro mundo la salvación que
Cristo desea. Una salvación integral: al hombre entero en su alma y cuerpo, a
todos los hombres en todos sus ámbitos.
A
la Virgen Inmaculada le pedimos que cada uno de nosotros en nuestra situación
concreta seamos cauces –como ella lo fue
para darnos a Jesús- de la salvación que Cristo quiere traer a nuestro mundo.