EL
AMOR, VERDAD TRANSFORMADORA.
REFLEXÍÓN
DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 4)
4 Descubriéndose
amado por Dios, el hombre comprende la propia dignidad trascendente, aprende a
no contentarse consigo mismo y a salir al encuentro del otro en una red de
relaciones cada vez más auténticamente humanas.
Nuestro Señor Jesucristo, Única verdad y Maestro
para los hombres de todos los tiempos, pues él es la Palabra definitiva de Dios
a la humanidad, nos descubre que Dios -Dios- nos ama. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no
envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él” Juan 3, 16-17.
El amor ha sido el motivo de toda la
historia de la salvación. El amor ha sido el motivo de este Adviento de Dios a
nosotros. El motivo de la Encarnación, Vida, Pasión y Muerte del Señor. Esta
verdad que descubrimos al contemplar al Crucificado ha de ser la verdad
vertebradora de nuestra relación con Dios y con los hermanos; en esto consiste
el mandamiento nuevo: “Amaos los unos a
los otros como yo os he amado.”
El cristiano –y, en definitiva el hombre
que se descubre amado por Dios- es capaz de transformar su propia vida y
transformar el mundo y las personas que le rodean pues será el amor la
motivación de todas sus acciones: no actuará por intereses propios y egoístas,
no se dejará llevar por sus bajas y malas pasiones… ¡Qué bien entendió esto San
Agustín. “Ama y haz lo que quieras!”, porque el amor nunca hará algo malo.
A la Virgen Inmaculada nos acogemos y le
pedimos al Señor junto con San Francisco de Asís: Haz de mí, Señor, un instrumento
de tu paz, -que es lo mismo, un instrumento de tu amor: donde hay discordia,
poner unión; donde haya error, poner verdad; donde haya duda, poner fe; donde
haya desesperación, poner esperanza;
donde haya tinieblas, poner yo luz; donde haya tristeza, poner yo
alegría.