lunes, 14 de diciembre de 2015

LA ÚNICA MEDIDA DEL AMOR ES NO TENER MEDIDA. REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 5)

LA ÚNICA MEDIDA DEL AMOR ES NO TENER MEDIDA.
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 5)

El amor tiene por delante un vasto trabajo al que la Iglesia quiere contribuir también con su doctrina social, que concierne a todo el hombre y se dirige a todos los hombres.
El amor es una verdad transformadora  cuya única medida es amar sin medida con Dios lo ha hecho con nosotros “que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” Rom 5,8; y por tanto, el amor en el corazón del cristiano está continuamente despertando inquietud, celo, entrega, búsqueda... El amor no tiene nada que ver con insensibilidad, el pasotismo, el conformismo, el egoísmo individualista… con la actitud de Caín: ¿Qué tengo yo que ver con mi hermano? El definitiva el amor está siempre con los ojos y los oídos atentos a la necesidad del hermano.  
S.S. Juan Pablo lanzaba a todo la Iglesia unas preguntas que no deben dejarnos indiferentes y que no han perdido actualidad: ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quién está condenado al analfabetismo; quién carece de la asistencia médica más elemental; quién no tiene techo donde cobijarse? El panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, si a las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social... ¿Podemos quedar al margen ante las perspectivas de un desequilibrio ecológico, que hace inhabitables y enemigas del hombre vastas áreas del planeta? ¿O ante los problemas de la paz, amenazada a menudo con la pesadilla de guerras catastróficas? ¿O frente al vilipendio de los derechos humanos fundamentales de tantas personas, especialmente de los niños? (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte)
Pidamos a Nuestro Señor Jesucristo y a su Madre, la Virgen Inmaculada, que arranquen nuestro corazón de piedra y nos dén un corazón como el suyo sensible y abierto a los demás.