Comentario al Evangelio
XXVI Y ÚLTIMO
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
Obligación de predicar verdades
desagradables. “Os
ruego, hermanos queridísimos, no me echéis en cara que con tanta frecuencia os
hable de aquel tremendo día del juicio, y si hay alguno a quien desagradara mi
modo de obrar, piense en el peligro en que me encuentro y oiga al Señor, que
amenaza terriblemente por medio de su profeta al sacerdote, y le dice: Si yo digo al malvado: ¡Vas a morir!, y tú
no le amonestares y no le hablares..., el malvado morirá en su iniquidad…, pero
yo te demandare a ti su sangre (Ez. 3,18-20). Y si, a pesar de ello, dijere
alguno: ¿Por qué nos predicas tan continuamente cosas tan duras?. Os
contestares: porque es mejor padecer aquí una amargura pequeña y gustar después
la eterna dulcedumbre que vivir aquí en alegría falsa y después padecer
suplicios sin fin… Oídme, hermanos, no a mi, sino al Señor en su evangelio… Bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados (Lc. 6,25).¡Ay de
vosotros los que ahora reis, porque gemiréis y llorareis! (Lc. 6,25).
Oficio es de medico aplicar remedios que queman y sajan”
“Preocupándome, pues, hermanos
queridísimos, de que he de dar cuenta de mi salud y de la vuestra, y no
ignorando que he de darla delante del tribunal del Juez eterno, elegí medicinas
ásperas, pero saludables, para que viváis todos juntos después en compañía de
los ángeles…”
No es que piense que vosotros
ignoráis estas verdades o que vivís mal. Pero sé muy bien que al temer mayores
males evitamos incluso las faltas pequeñas.
Los beneficios de Dios, motivo
de juicio. Si
pensamos los bienes que Dios ha derramado sobre nosotros llegando hasta la
muerte, no habríamos de temer aquel juicio; pero por desgracia muchos lo
convierten en motivo de sentencia contra ellos. “No paguemos el bien con el mal
…, pues de lo contrario, ¿Qué haremos en aquel día temible cuando el Señor se
siente en su trono rodeado de la milicia celestial en medio de la luz, mientras
resuenan sus trompetas los ángeles y
tiembla el mundo…? Entonces a mas de la propia conciencia, aquel Juez, mas
justo ya que misericordioso, comenzara a acusar a los reos con severidad por
haber despreciado su misericordia; Yo te plasme a ti ¡oh hombre!, con mis
manos, yo te infundí el espíritu…, y tu despreciando mis mandatos de vida
perfecta, sigues al mentiroso antes que a Dios. Expulsado del paraíso y sujeto
a las cadenas de la muerte…, entré en un seno virginal para nacer de él sin
mengua de su pureza; me recline en un pesebre envuelto en pañales, con los
dolores y sufrimiento de la infancia…; sufrí las bofetadas y salivazos de los
que se burlaban de mi, bebí vinagre con hiel, fui herido por los azotes,
coronado de espinas, clavado en la cruz, atravesado por una lanza, y para que
tu te librases de la muerte entregue mi vida en los tormentos. Aquí tienes las
señales de los clavos de los que fui colgado. Mira aquí mi costado herido.
Acepte los dolores para darte a ti la gloria, sufrí la muerte para que tu
vivieses por toda la eternidad. Yací escondido en un sepulcro para que tu
reinases en el cielo. ¿Por qué perdiste lo que te di? ¿Por qué ingrato,
rechazaste los dones de tu redención?. No me quejo de mi muerte, pero dame tu
vida, ya que por ella entregue la mía…¿Por qué manchaste la habitación que
consagré para mi con las sordideces de la lujuria…? ¿Por qué me cargaste con la
cruz de tus crímenes, mas pesada que aquella de que estuve pendiente? Mas
pesada, en efecto, es la cruz de tus pecados, de la que me cuelgo a la fuerza,
que aquella a la que, compadecido de ti, subí gustoso. Siendo impasible me
digne padecer por ti, y tú has despreciado a Dios en el hombre, a la salud en el
enfermo, a la llegada en el camino, al padre en el juez, a la vida en la cruz y
a la medicina en el suplicio”.