VII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES
COMENTARIO AL EVANGELIO
SAN JERÓNIMO
Y viendo de lejos una higuera, que
tenía hojas... ¡Infeliz judío! «Dios es conocido en Judá, en Israel es grande
su nombre». Esto ocurría una vez, en la época de los patriarcas, en la época de
los profetas, pero ahora, aquel Dios, que por medio de Jeremías decía: «Yo soy
un Dios cercano y no un Dios lejano», ahora ese mismo Dios se ha retirado de
los judíos y los ve de lejos, aunque, sin embargo, se les acerca para
salvarlos.
«Y viendo de lejos una higuera que
tenía hojas...»: hojas, no frutos, esto es, palabras, no significados,
Escrituras, no entendimiento de las Escrituras.
Vio, pues, una higuera que tenía hojas.
Siempre tiene hojas y nunca tiene frutos esta higuera, que estuvo ya en el
paraíso. Adán en aquel tiempo cubrió sus vergüenzas, cuando pecó, porque la
higuera tenía hojas. Esta higuera es la sinagoga de los judíos, que solamente
tiene palabras y no entendimiento de las Escrituras.
Veamos lo que se ha escrito en otro
lugar de esta higuera. En el Evangelio de San Lucas leemos: «había un cierto
hombre —dice— que plantó una higuera en su viña. Y cuando vino y buscó fruto en
ella, dijo al labrador: es ya el tercer año que vengo aquí en busca de fruto y
no lo hallo. Déjame y la cortaré». «Déjame». Lo mismo que cuando Dios dice a
Moisés: «Déjame, y acabaré con este pueblo...». ¿Nadie te retiene y dices
déjame? En realidad, cuando tu dices «déjame», estás pidiendo al labrador que
te retenga. «Déjame, y la cortaré. Es ya el tercer año que vengo y no hallo
fruto.» La primera vez vine con Moisés en la ley; la segunda vine en los
profetas; por último, he venido personalmente por mí mismo, y no hallo fruto.
Esta higuera no está plantada entre las espinas, no está plantada fuera, sino
en la viña de la casa de Israel. Y observo una cosa nueva. Las espinas de los
gentiles dan uvas, mientras que la higuera no da higos. «Es ya, dice, el tercer
año que vengo, y no hallo fruto. Déjame, y la cortaré.» El labrador, invitado
de este modo, comprendió que podía retener al Señor, si se lo pedía. Se lo
pide, y ¿qué dice? «Déjala aún por este año que la cave y la abone, a ver si da
fruto...». ¿Y entonces qué? Nada dice. Si no da fruto entonces, dice, vendrás y
la cortarás. El labrador suplica, y el Señor hace lo que había estado deseando.
Estoy diciendo una cosa nueva. El Señor, al que se le ha hecho la súplica, pasa
por alto que lo habría hecho, aunque no se lo hubieran pedido. «Déjala, dice,
aún por este año.» En efecto, inmediatamente después de la pasión del Salvador,
no fue destruida Judea: se le dieron cuarenta y dos años, para hacer penitencia.
Aquí se trata de un solo año, es decir, de un tiempo breve, pero significa que
se le da lugar para la penitencia. El labrador la cava y la abona. ¿Quiénes son
estos labradores? Los apóstoles, que la cavaron y la abonaron, pero la higuera
no dio frutos. Mas fijaos en lo que dice el mismo labrador: «A ver si da
fruto...» No añade nada más. No dijo: déjala o no la dejes, tenla en tu viña o
abandónala. Nada de esto dijo. «A ver si da fruto...» Es como decir: yo no sé
lo que ocurrirá en el futuro, lo dejo a tu arbitrio. Porque no dijo: esta
higuera ha de permanecer en la viña. Si hubiera dado fruto, Israel no hubiera
permanecido en Judea, sino que hubiese sido incorporado a la Iglesia de los
gentiles. Mas como no dio fruto, estamos viendo con nuestros propios ojos la
higuera cortada: estas ruinas de piedra, que contemplamos, son las raíces de la
higuera, que ha sido cortada.
¿Por qué hemos dicho todo esto? Hemos
querido mostrar a partir de esta parábola cuál es esta higuera, de la que el
Señor espera fruto. Vio, dice, una higuera, que tenía hojas: la vio a lo largo
del camino, no en el camino, es decir, la vio en la ley, no en el Evangelio.
Por ello, no tenía frutos, porque no estaba en el camino, sino junto al camino.
Llega, pues, Jesús y busca fruto. Como la higuera no podía ir a él, va él a la
higuera. Y llegándose a ella no encontró sino hojas. Igualmente hoy no
encontramos en los judíos sino las solas palabras de la ley. Leen a Moisés,
leen a Isaías, a Jeremías, y a los restantes profetas. Leen: «Esto dice el
Señor», pero no entienden lo que dice.
Porque no era tiempo de higos. Esto constituye un gran problema. «Porque
no era tiempo de higos.» Alguien podrá decir: si no era tiempo de higos, no
hubo culpa por parte de la higuera por no tener fruto. Y si no hubo culpa por
su parte, no fue tampoco secada justamente, «porque no era tiempo de higos».
Esta higuera tenía hojas, pero no tenía frutos. «No era tiempo de higos.» El
apóstol interpreta este pasaje en la carta a los Romanos: «No quiero que
ignoréis, hermanos, que el endurecimiento vino a una parte de Israel, hasta que
entrase la plenitud de las naciones. Cuando haya entrado la plenitud de las
naciones, entonces todo Israel será salvo.» Si el Señor hubiera encontrado
frutos en esa higuera, no hubiera entrado primero la plenitud de las naciones.
Pero como entró esta plenitud de las naciones, todo Israel se salvará al final.