NOVENA A SAN PÍO DE PIETRELCINA
ORACIONES PARA COMENZAR LOS DÍAS
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN AL PADRE PÍO
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.
Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.
Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Día Quinto
EL PADRE PÍO, MÁRTIR DEL CONFESIONARIO
Podemos resumir el ministerio sacerdotal del padre Pío, en dos polos luminosos: el altar y el confesionario. En el altar se inmolaba con Cristo en la cruz y en el confesionario repartía la infinita misericordia del Señor.
En el confesionario el padre Pío desempeñó su paternidad con fuerza y ternura. Era severo y exigente con los penitentes curiosos e hipócritas. Era inflexible con los pecados contra la vida, los pecados de la blasfemia y la trasgresión del precepto dela misa festiva. No era raro que cerrara la ventanilla del confesionario en las narices de los penitentes o les gritara: ¡Fuera de aquí, desgraciado!.
Sus explosiones eran fuertes vibraciones de su espíritu para romper ciertas barreras y sacudir ciertos corazones empedernidos. Aunque aquel singular confesor trataba a los peregrinos con aparente dureza, éstos, tomando conciencia de la gravedad del pecado y sinceramente arrepentidos, volvían casi siempre para recibir el abrazo pacificador del perdón sacramental.
Un penitente tres veces despedido del confesionario y, finalmente absuelto, comentaba: “Ahora sí que he llegado a comprender la gravedad de mis faltas. Hasta este momento nadie había sacudido mi indiferencia, como ahora lo ha hecho el padre Pío. Ahora comprendo mejor y le agradezco a Dios que se haya servido para ello del pulso firme y, al mismo tiempo, paternal del padre Pío”.
¡Cuánto le costaban al padre Pío las confesiones! Solía decir:”¡Si supieran cuánto cuesta un alma!. Las almas no se dan como regalo: se compran. ¡Ustedes no saben lo que le costaron a Jesús! Ahora y siempre hay que pagarlo con la misma moneda”.
***
Pídase la gracia que se desea alcanzar en esta novena:
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Antífona: San Pío se mantuvo alegre al compartir los padecimientos de Cristo y, ahora que se ha manifestado su gloria, rebosa de gozo.
V/. Ruega por nosotros Glorioso Padre Pío
R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oremos: Dios todopoderoso y lleno de bondad, que nos has dado en san Pío de Pietrelcina un modelo de sacerdote consagrado al ministerio de la penitencia, concédenos, por su intercesión, convertirnos a ti de todo corazón y recibir tu misericordia abundante. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
Glorioso Padre Pío de Pietrelcina,
ruega por nosotros. (x3)
Ave María Purísima, sin pecado concebida.